viernes, 19 de abril de 2024

Depuración del callejero eldense

Gabriel Segura
5 julio 2020
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Depuración del callejero eldense
Vista del Ayuntamiento de Elda en julio de 1939.

Tres meses tardaron las nuevas autoridades franquistas en borrar del callejero eldense todos aquellos nombres que olieran al derrotado pasado republicano y a los valores vinculados con la Libertad, Igualdad y Fraternidad.

De acuerdo a las nuevas directrices políticas imperantes, la comisión gestora municipal, reunida en sesión extraordinaria el miércoles 5 de julio de 1939, y presidida por Francisco Vera Santos, como alcalde accidental, acordó sustituir el nombre de un grupo de calles y plazas por otros acordes a la ideología del bando vencedor en la guerra civil.

La primera celebración en tiempos de paz del 18 de julio, día de la conmemoración de la sublevación militar, era inminente y las autoridades municipales no dudaron en hacer una guiño mediático al nuevo régimen procediendo a la depuración del callejero eldense. No cabía demostrar duda alguna de la afección y lealtad de Elda al estado franquista.

Será este grupo de 65 calles las que fueron objeto de estudio por parte de la comisión técnica formada para aplicar en el callejero eldense los contenidos la Ley 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura,​ conocida popularmente como Ley de Memoria Histórica.

No fueron las primeras ni fueron las últimas de las calles cambiadas en Elda por la autoridad municipal de turno a lo largo de los últimos 140 años. Aquel pleno del 5 de julio, de hoy hace 81 años, constituye un episodio más de la larga historia del cambio de nombres de las vías públicas, que en Elda se inició  hacia 1881, como método de exaltación social de los ideales políticos del régimen o partido gobernante del momento y que, en nuestra ciudad, siempre, siempre, sin excepción, ha ido en detrimento de la toponimia tradicional de las calles más antiguas, de los nombres populares otorgados por los propios vecinos, es decir, de nuestro pasado, de nuestra cultura, de nuestras señas de identidad. Proceso histórico que, con otros actores y en otras circunstancias sociopolíticas, todavía continúa vigente al pairo de los gustos y las modas políticas del momento.

Gabriel Segura
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