Más d e 25 A ñ os a s u Serv i c i o Q^t ODUCTp^ , ^ ► . ^ ^^^1 • Elaborados de _ forma artesanal e da s e ^ ^ • Hechos a gusto de todos porque no llevan sal • Sin aditivos ni conservantes naturales 100% F ABRICACIÓN Y D I STR I B U C I ÓN DE PA T ATAS FRRAS Y APER m VOS Polígono Industrial CAMPO ALTO - Calle Francia, N.° 5 Telf.: 965 38 36 20 • FAX: 965 38 34 47 Apdo. Correos 590 ^ ELDA ALB4RADA EDITORIAL ^ Manuel SERRANO GONZÁLEZ Concejal de Cultura, Sanidad y Medio Ambiente Como cada año, cuando aparecen las primeras escarchas y fríos que hielan los campos por la luna nevada y las nubes del norte, aparecemos envueltos en celulósica alborada, como si se tratara de un pastel que aparece en la mesa de niños entre celofanes y azúcares en un día de fiesta. s que en estas fechas, cada año, el cielo asemeja brillar más y se cierra por una Iluvia de luce ros que parece que van a invadir la tierra y nuestras latitudes desde Bolón a la Sierra del Caballo y de los Chaparrales a Camara. Y es que se aproximan unas fechas que cada año y en cada país se ponen las calles con sus mejores galas y se aliñan con campanas, con bombillas de colores y se siembran mil y un abetos, así como las casas se inundan de ramas de acebos verdi-azules con sus puntos rojos, muérdagos y flores de Pascua, ya que en esos días todas las casas españolas y las de Elda se ponen sus mejores galas para, casi dos mil veces más, celebrar una fiesta en la que los creyentes cristianos rememoran la venida al mundo de su Sal vador y los agnósticos recuerdan un hecho tradicio nal de nuestra culturá occidental, de donde parte y da origen la era histórica y las referencias obligadas de antes y después de este nacimiento de un hijo humilde en una familia carpintera y judía. Nosotros, por nuestra pan:e, este año lo vemos como fin de un ciclo democrático o legislatura, ya que esta Navidad-98 será su último año, antes de las próximas fechas electorales, por tanto también periclita un ciclo y una referencia. También queremos, desde aquí, desear a todos los eldenses y no eldenses un venturoso y nuevo año 1999, ya que este nuevo año será definitivo y Castelarino para nuestro pueblo pues, si nada cam bia, la primavera traerá, junto con la eclosión de las flores y la vida, la nueva reapertura tan deseada de nuestro Teatro Castelar, buque insignia de la Cultu ra, la Sociología y la tradición popular en Elda. Por eso este año será venturoso desde el punto de vista de la cultura y la tradición. Por otra parte, también el 25 de mayo de 1999 se conmemorará el centenario de la muerte del ilus tre tribuno eldense D. Emilio Castelar, que en la obra Las Fiestas de mi Pueblo puso de manifiesto su entrañable cariño a Elda, así como su sentir eldense y eldensista. Como conclusión y corolario, creemos que este año de 1999 será definitivo y marcará un poco la marcha de toda la vida cultural de la población, merced a estos dos grandes eventos. Es por tanto, que en esta fase, fechas y año, deseamos de cora zón todo lo mejor para nuestros conciudadanos en estos días tan entrañables y familiares, rodeados de mazapanes, turrones, mantecados y licores. Así co mo que nuestra intención, desde nuestra modesta parcela de la Cultura, ha sido ejercer un poco, un átomo de servicio a Elda y de esta forma hacer lo propio hacia España. Finalmente desear a toda la ciudadanía y paisa naje Feliz Navidad así como un Venturoso y Próspe ro año Nuevo de 1999. S U M Un escuftor, eésar Sánehez Soria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ^ l.a Eseultura EF^éri€a €n Levant^. iea ^ar^ C^f^rent^. Mapasantiguosde^lda .............................................13 Pos fotógrafos: Cruces-Ernes y CutiNas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1^ t^n pintor, Martíne^ Lázaro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3A ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^^ ^^.^^^ , ^lntanit^ Rorp^tta: ^v1i palaE^ra ^ mi vQ^ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .43 !^a étiea çtz^o r^flexián . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ^4A brismo ^ ^^^{i^^ trl H^itieo^ de mi boina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4^ ^a inrr^igra^ión en Eida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ^!9 ^ a vida en el rrtar . . . . . ^ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ^^ euriosic#ades naturales ^n ^V ^ntorno de 6tabosa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61 ^os árt^ol^s d^ ia F^la^a ^agasta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . &^ _ _ _-- P^+Cr! ^!^ ^ Fra^anciasufi .. ...................................................69 La duda r^etcícliea ^n el mareo d^ la étiea kanfiana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ^1 Los éxtasis rnísticos }^ su r^laeián con (os sueñc^s . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ^9 A R I 0 ^C1^^^V^S^^t ^^^^i^^ EI Renco, ef despertar de un torero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .93 ^st ^^ ^iV`^5 Sít ^l Hurra: La úniea rr^ujer que goberr^€í en Eviarr^eeos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .^á ^fda,con Castelar .................................................103 Traslashueltas ...................................................10b Un nueva título ^n la prensa pericídíca de ^Ida: ^ue^ra Sociat . . . . . . . . . . . . . . . . 10^ Re la f^oda y partos c!e tsabef de Portugaf, es^psa ete ^artps 1 . . . . . . . . . . . . . . . . 111 Génesis de fa ^iblioteea Pú^lica Municipal de Elda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123 Reah ^€^dula de S. IVt. el Re)r Carlos lll sc^bre el ^remio de zapaterc^s ........... 1^6 Ef inegali^Eísrr^o en ^Andalucía Qccidental : los dólmenes de EI Pozuelo-^afamea La Real (Huelva) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131 En ĉ er}dia ........................................................1 çf^ánde enterrarían ef dedo def tia Hugo? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139 ,^ditás Sr. Síg4o . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1^^t ^sto ha eart ► biaefca mueha . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1^^ D^Sçanocidcas ....................................................14i^ Para erizarse . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1^9 Tragicomedia delirante de unos ojos «haeheados» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155 ALBORADA STAFf Edita: Ayuntamiento de Elda Dirección: Manuel Serrano González, Concejal de Cultura, Sanidad y Medio Ambiente Coordinación técnica: Pedro 1. Navarro Requena y Rafael luan Ortega EMIDESA Textos ( por orden de aparición): Manuel Serrano González, Francisco Hernández Lacasa, César Sánchez Soria, Evangelina Lorenzo, Manuel Quiroga Clérigo, Sacra Leal, Lydia Sanchís Pérez, Pedro Gras Chinchilla, Juan Antonio Alchapar, José Antonio 1ata, Manuel Vicedo Martínez, lulián López Busquiel, Ricardo Moreno, Mohamed Chakor, Octavio López, Enrique Selva Poveda, Adriano Gómez Ruiz, José Luis Bazán López, Ramón Candelas Orgilés, Alben:o Navarro Pastor, Francisco Susarte Molina, Consuelo Poveda, Antonio Porpetta Román, Manuel Domínguez Cornejo, Antonio Domínguez Pérez de León, Rafael Carcelén García, Vicente Alarcón Juan, Carmen Guarinos Maestre, Maritza Josimchevich y Eduardo Sanchís. Fotografía de portada: Ernesto Ortiz Arteaga Ilustraciones: Ana Valero, Patrocinio Navarro, J. Avilés, Pablo Román, Teresa Gil, Miguel Barnés. Fotografías portadillas capítulos: Francisco Santos González. Fotografías en interior: Manuel Serrano González, Juan Cruces, Luis Cutillas, luan José Pagán, Manuel Vicedo, Julián López Busquiel, Adriano Gómez Ruiz, Ramón Candela Orgilés. Distribución EMIDESA (Empresa Municipal de Información de Elda, S.A.). Jardín de la Música, s/n. 03600 ELDA Tfno.: 965 392 577. Fax: 965 394 433 C.I.F.: A-03272598 Diseño y maquetación: Estudio DAC, S.L., Petrer Impresión: Quinta Impresión, S.L., Alicante Tirada: 1.500 ejemplares Depósito legal: A-1197-1996 SALUDA ^_ Juan Pascual AZORIN SORIANO _ - ^ Alcalde del Excmo. Ayuntamiento de Elda La Revista Alborada se acerca nuevamente a nosotros con las Fiestas Navideñas. Siguiendo la línea de años anteriores, la Revista presenta un contenido plural y amplio que permite al lector adentrarse en los distintos rincones de la vida cultural eldense. sta coincidencia de fechas me permite desear a todos los eldenses lo mejor para el próximo año, convencido de que el trabajo, la dedica ción y el esfuerzo conjunto de todos seguirá reportando a la Ciudad y sus habitantes magníficos resultados. No quisiera terminar sin agradecer a los colabo radores de la Revista sus aportaciones desinteresa das que son muestra de un especial cariño hacia nuestra Ciudad. Un afectuoso saludo de vuestro Alcalde. luan Pascual Azorín Soriano ALBORADA ^ ^ á^ea^aa^ ^ ANCH SO La escultura Ibérica en Levante. La Dama Oferente i: REDACCION Nació en Montealegre del Castillo (Albacete), permaneció en Montealegre hasta los 14 años y, ante lo difícil que era subsistir en el pueblo, marchó a Toledo, donde empezó a trabajar como peón en el Alcázar de Toledo. no de los dueños de la empresa en que traba jaba (Hermanos Béjar), D. Cecilio Béjar, era académico de Bellas Artes, el cual se fijó pronto en él, y lo matriculó en la Escuela de Artes. Fue su maestro e impulsor de su vida artística. Rápidamente le fue metiendo en los concursos y ex posiciones que se celebraban en aquella época, es tando siempre muy orgulloso de él, porque a los concursos o exposiciones que le Ilevaba siempre le respondía con el primer premio. EI 6 de diciembre de 1956 le recibió por prime ra vez Franco, en el Palacio del Pardo, por haber quedado campeón nacional. Y en octubre de 1957 por segunda vez, cuando quedó campeón interna cional. Durante esos años asistió a la Escuela de Arte, en los cursos nocturnos, y por el día trabajaba con D. Cecilio Béjar en la restauración del Monasterio de San Juan de los Reyes de Toledo. En el transcurso del servicio militar, por amista des de Madrid, le dieron 4 meses de permiso para ESCUtiOR ^^.._ ^ A L B Q RA D A ..-__. . _ ^ _. . _ _ _ , _, _ . _ _ ._ _._ _._ _._._. _ _ _. ^ ^ ^^ ^^^^^^ A R T E r^nr^^^^^ f1 ^3 ^ .:T^i ^ ► 1^ ^ A la mitad del primer milenio antes de Jesucristo, en la España prerromana, hay dos zonas en las que se nota una mayor pe netración de la escultura griega. Una es la región ibérica de Le vante, donde se encuentran ins cripciones con alfabeto ibérico, que se leen, pero no se com prenden. En la región de Levan te la cultura es griega sin Ilegar a desnaturalizar el carácter de los indígenas^ ^En la región ibérica más o menos helenizada se produjo un arte híbrido iberogriego, de ma yor transcendencia para noso tros. Pocas veces el alma de una tierra se ha expresado con tanta fuerza como se manifestó el eterno espfritu de la Iberia en las esculturas de aquella época en la región de Levante, Las Ilamamos ibéricas, por que es el nambre genérico uni versal para tada la peninsula, pero por su estilo deberían Ila marse iberogriegas o grecoibéri cas porque tienen muchas de las características del arte griego del siglo IV A. C. Par su conteni do ideológico, por su expresión, son tremendamente peninsula res. Sólo la Ibérica trágica, feroz, violenta, apasionada, simplista en conceptos y Ilena de orope les, joyas y mantos, pudo pro ducir obras como las aparecidas en el Cerro de los Santos y el Llano de la Consolación, lo que Ilama la atención en dos santua rios tan vecinos el uno del otro. Sin duda, debió ser una zona santificada por algún hecho his tallar en Madrid el monumento de Rosa Mari Feju re, que era de Venezuela, el cual al terminar se lo Ilevaron a Venezuela. Y, al terminar el servicio mili tar, le dieron otros 4 meses de permiso para restaurar la fachada de la facultad de San Carlos de Madrid. Las esculturas que están en la coronación de la fachada de 5 metros de altura se consideró conve niente, ante su gran tamaño, realizarlas en la fábrica de piedra de Monóvar, dueños de las canteras de Almorquí. Durante este tiempo le pidieron que hiciese la Santa Ana que hay en la ornacina encima de la puerta de la Iglesia de Santa Ana de Elda. UN ESCU^.T(^R, CÉSAR SÁNCHEZ SORIA En este tiempo hizo muchas de las imágenes que hay en los panteones del cementerio de Elda, y tam bién le encargaron el frontispicio de la puerta princi pal de la catedral de San Julián en Cuenca. En este tiempo conoció a su esposa, motivo por el que se quedó en Elda. En este tiempo hizo una gran amistad con D. Jo sé Estruch y D. José Pertejo, a los que hizo en már mol de Carrara un busto a la hija de D. José Estruch, otro a una hija de D. José Pertejo, y uno al propio Pertejo. Posteriormente, una vez metido en la industria del mármol, ha ido realizando varios encargos para Madrid, Alemania, Córdoba, Albacete y Tenerife. _BQR^ tórico que ocurríó y que nosa tros nunca podremos canocer. Nay aún seguimos sintienda los monteaiegrinas un afecto especial por esa zona. Y cuando la pisamos sentímas algo extra ña que nos empuja a ser mejor entre tados nosatros. Estos santuarios fueron úni eos, pues debemos sentírnos or guilosos de tener dentra de nuestra término tanta riqueza históríca y obras aparecidas, la mentando que todas ellas se en cuentren en los Museas de Ma drid y Barcelana, y nada tenga mos en el pueblo. Bueno sería que, aprove chando la influencia y fuerza po __ _______ ^ f^L3CaRADA ,^^ lítica que tiene nuestro alcalde, se intentara rescatar algo de las esculturas que son de nuestro pueblo y montar un pequeño Museo en la Casa de la Cultura. Una vez comentado por en cima el origen del arte Ibérico de nuestro pueblo, pasemos a describir la Dama Oferente. Es la gran estatua de ofician te, con un vaso de ofertorio del Cerro de los Santos, conocida por todos como la Dama Ofe rente de Montealegre, una joya de la escultura Ibérica. La verdad es que he tenido dos ocasiones de reproducirla: una, como sabéis, está puesta en el piso de la entrada principal de la Casa de la Cultura, trabajo éste laborioso, realizado en már moles, ónix y ágatas de 2 cros. de grueso con que, con sus dis tintos colores naturales, traté de darle la mayor expresividad y belleza del arte Ibérico, aunque de forma original. AI ser destruida la copia cor pórea fundida de cemento, ex puesta en la Plaza de nuestro puebfo y por qué no, también el suyo, nuestro alcalde me pidió hiciese una nueva; la cual he ta Ilado en su materia original: o sea, piedra arenisca compuesta de sílice y arena, muy bien ce mentada, que nuestro pueblo tiene el privilegio de tener en su contorno del Cerro de los San tos y el Llano de la Consolación. Extrayendo el bloque en esta ocasión de la cantera de los Ara binejos, materia exactamente igual a la que emplearon los es cultores ibéricos en su original, aunque el bloque fuese sacado de la venta, concretamente del paraje de las canteras, por su proxímidad al Cerro de !os San tos. Con el mismo caríño, he ta Ilado esta Sacerdotisa, igual que otros trabajos hechos para e! pueblo, pero en esta ocasión de una forma especial, porque se trata de la escultura más repre sentativa que Montealegre tíe ne en toda su hístoría de culturas anteriores, siendo conocida mundialmente, y sus santuaríos del Cerro de los Santos y el Lla no de la Consolación. Como podéis apreciar, ia da ma es mayor de su tamaño ori ginal, la he hecho a talla directa, porque de esta forma me he obligado a profundízar y com penetrarme más vivamente con el arte Ibérico. Su indumentaria es mucho más complicada si la compara mos con otras estatuas femeni nas aparecidas en el Cerro de los Santos: sin duda representan dos categorías de personas rnuy distintas. Una es la mujer que diariamente se ocuparía de sus quehaceres domésticos y la otra, ésta ya definitivamente atraída por una liturgia, con un exceso de trajes y oropoles su perpuestos, que claramente se manifiesta como la sacerdotisa o Dama Oferente del Cerro de los Santos. Lleva una túnica interior de lino, que se le ve, que aparece por debajo de unas sayas pesa das que deben ser de lana. Enci ma, como un aibornoz o manto le cae hasta los pies. En la cabe ARTE za 11eva mantilla o capucha, y completan su tocado profusión de joyas, collares, pendientes y corona. No puede creerse que aque Ila dama, con la capa de( oferto rio, sea una de tantas fieles que acudían al Santuarío para hacer un acto de devoción y después volvían a su casa. Es una calidad de persona sagrada, profesíonaE de un culto, por la expresión de su fisonomia. Los artistas ibéricos que eje cutaron las escuituras del Cerro de los Santos no conocían con fíjeza ias proporciones de la fi gura humana, pero si sat^ían re presentar el gesto híerático de una sacerdotisa en ejercicio de sus funciones. Conforme la he ido tallando no he encontrado ninguna difi cultad en toda su conjunto, a excepción de las manas. la talla de las manos me ha planteado serias dudas de cómo realizarla, si hacer unas manos suaves y estilizadas o unas manos endu recidas por el rudo trabajo de aquellas épocas. Ante la duda pianteada en mi mente he opta do por tallar unas manos que expresan haber Ilevado un duro trabajo, pero también expresan do una recuperación de elegan cia, ya que ignoro cuál era su verdadero trabajo antes de ser sacerdotisa y de nuestra Dama Oferente, de lo que si podéis es tar seguros, es que ninguna obra puede haber sido ta(lada con tanto amor y dedicación co- mo el que yo tengo a mi pueblo, Montealegre. César Sánchez Saria AS ANl Manuel SERRRANO GONZÁLEZ GUOS DE El «LESPAGNE DIVISEE EN TOUS ROYAUMES ET PRINCIPAUTES». (Mapa de España dividida en todos sus Reinos y Principados). Mapa francés de N. Beilleul, publicado en París y fechado en 1762. Grabado en cobre con texto en ambos lados. Con una Cartela muy decorativa y con color de la época. Contiene el nombre de Elda. ALBORADA , ARTE «EUROPAE FABULA SECUNDA CONTINENT HISPANIAM». Mapa del siglo XVI grabado en madera por Claudio Ptolomeo, publicado en 1541. Texto al dorso en latín. Excelente impresión en negro. Muestra la sabiduría antigua de la época en los aspectos geográficos de la Península Ibérica. «CASTILLE NOUVELLE, ANDALUSIE, GRENADE ET MURCIE». (Castilla la Nueva, Andalucía, Granada y Murcia). Grabado del siglo XVII por Nicholas Sanson, publicado en París en 1652, coloreado a mano. Contiene el nombre de Elda. ^ ALBORADA MAPAS ANTI^UOS DE ELOA «IBERIA SIVE HISPANIA VETUS». Mapa del siglo XVIII de John Blair, publicado en 1770. Muestra la Península Ibérica durante la dominación romana. Sin color. Contiene el nombre de Elda con el topónimo en romano Ad-Ellum. «HISPANIA ET PORTUGALIA REGNA». (Reinos de España y Portugal). Grabado del siglo XVII de Nicholas Visscher, publicado en Amsterdam en 1690. Contiene el nombre de Elda. A^TE «HISPANIAE ANTIQUAE TABULAE». Mapa del siglo XVII de Nicholas Sanson, publicado en París en 1641. Figura el título en una concha. Muestra la Península bajo la dominación romana con las provincias de Lusitania, Bética y Tarraconensis. Contiene Ad-Ellum (Elda). «SPAIN AND PORTUGAL DINTINGUSHED IN TO THEIR KINGDONS». Mapa en inglés de John Senex, publicado en Londres y fechado en 1719. Grabado en cobre. Contiene el nombre de Elda. MAPAS ANTI^UOS DE E^.DA «A NEW MAP OF SPAIN AND PORTUGAL». Mapa grabado en inglés por John Cary, fechado en 1819, con muchos detalles. Contiene el nombre de Elda. «LESPAGNE DIVISEE EN SES ROYAUNES ET GRANDES PROVINCES». (España dividida en sus Reinos y grandes provincias). Mapa francés con texto en ambos márgenes de lean Batiste Nolín, publicado en París, fechado en 1785. Contiene el nombre de Elda. ^ ALBORADA A^TE «SPAIN AND PORTUGAL». Mapa inglés de J. Robinson, publicado en Londres, fechado en 1799. Coloreado a mano. Contiene el nombre de Elda. «LES ROYAUMES DESPAGNE ET DE PORTUGAL». (Los Reinos de España y Portugal). Mapa francés del siglo XVIII, grabado por Sieur Janvier, publicado en París en 1770, con una cartela decorativa. Contiene el nombre de Elda. OS FOTQGRAFQS: CR^JCES ER ^E S Y [UTIlL^S 1- Juan Cruces ^ Manuel SERRANO Juan Cruces González nace en Ceuta el 5 de diciembre de 1938. Con 27 años, en 1965, se traslada a Elda, donde pone una tienda de material fotográfico y un estudio en la calle Jaime Balmes, 9. osteriormente se establece en el edificio Ernes en la calle Juan Carlos I, donde permanece en la actualidad. Es en el . año 1983 cuando empezó a colaborar como fotógrafo de prensa en la delegación en Elda del diario Información. Su extensa obra fotográfica la inició en la técnica del blanco y negro para seguir poste riormente con el color. Ha ganado el primer premio de fotografía de las Fiestas Mayores de 1967. En el concurso que anualmente convocan las fiestas de Moros y Cristianos ha ganado cinco primeros premios, además de cuarenta y ocho trofeos a distintos niveles, obteniendo tres premios para ilustrar la por tada de la revista de fiestas. En el diario Información publica una me Juan Cruces haciendo fotos. dia de seis fotografías diarias de Elda y comarca. La célebre foto de un delincuente secuestrando a una fiscal a punta de pistola, el cual logró sus propósitos de escaparse del juzgado, fue reproducida por nu merosos medios nacionales tanto a nivel de periódi cos como en revistas. Recientemente ha fotografia do a Pedro Maestre, el brillante escritor y premio Nadal eldense, con un primer plano en una ventana Foto: M. Serrano a contraluz, para el reportaje dedicado al joven es critor por el diario alicantino. Cruces prefiere siempre los interiores para sus fotografías, evita utilizar el flash y utiliza siempre películas de alta sensibilidad. Su fotografía ideal, la que le gustaría hacer, es la de un ambiente de mercado con sus puestos y sus gentes. ARTE Juan Cruces en su moto. Foto: M. Serrano Foto: l. Cruces «Niños» DOS FOTÓG^AFC3S^ l - JllAN C^UGES «Pedaleando por el mar». Foto:J. Cruces «Sermón arbitral ». Foto: 1. Cruces «La barca varada». ^:Merr^m^^^^^^t^^ ^ :.^.:......r ^^^^^^1^^^^ «EI Valle de las Reinas en Egipto». Foto:l. Cruces DOS FOTÓGRAFOS: 1- JUAN CRUCES «Asuan, Egipto». ALB^RADA Foto:J. Cruces Foto: J. Cruces «Biar nevado». ALBOR^^^` -^,^ ^ ARTE «EI perro del biberón». Foto: 1. Cruces Foto:J. Cruces «Las Mezquitas del Cairo». ALBCJRADA DOS FOiOG^AFOS: 1- JUAN CRUCES Foto:J. Cruces «Incendio en Novelda». DOS €OT^G R AF 2- Luis Cutillas S s:. a. •, Manuel SERRANO Fotógrafo de 33 años de edad. Sus comienzos en la profesión se remontan a tres generaciones atrás, cuando su abuelo (paterno) «Luis-Lucas» coloreaba sus prohibitivos desnudos en un entorno tan hostil y censurado para un artista de su época. asando por su padre «Luis Cutillas» hasta la tan corta de edad de 6 años en la que «Luisi to», con maletín en mano, acompañaba a su padre como asistente a hacer sus primeras fotografías. Un camino así recorrido Ileno de formas, luces y perfiles, que Luis, con su cámara, ha sabido tan bien transmitirnos desde el proceso de una piel artesana materializada en zapato o bolso, hasta el brillo de los ojos de una novia emocionada el día de su boda. Tras haber recorrido estos pasos, Luis ha logrado su Gabinete propio de fotografía y diseño en el que se realizan diversos trabajos de imagen publicitaria y moda, así como otros proyectos perso nales y que saldrán próximamente a la luz pública, en el apasionante arte de la prestigiosa revista La Fotogra fía . Asistencia a: -III Jornadas Profesionales sobre «Iluminación, retrato y publicidad» celebradas en Lloret del Mar (1989). -Taller de Fotografía Profesional en «Gran Forma to Linflot» impartido por Robledillo. Alzira (1992). -Seminario sobre «Linflot 18 x 24», ponente Ro bledillo. Munich (1993). -Jornadas de Trabajo sobre «Fotografía y Vídeo Profesional». Congreso Nacional. Gandía (1994). -Taller sobre «Hassetblad». Impartido por Ro dolfo Biber. Madrid (1995). -Seminario sobre «Rolleifled». Profesor Slejae che. Madrid (1995). -Participación en diversas exposiciones colecti vas e individuales: -Zaragoza (1993) -Hotel Sidi-San Juan (1995) -Center Art de Muncich (1993) -Café Cultural «La Madrassa» de Elda -Dos Premios Nacionales de Fotografía de la Generalitat Valenciana (1994) -Una Nominación al Goya de la Fotografía. Za ragoza (1995). -1^ Premio a la Fotografía «Madrassa». Elda (1996/1997). «Autorretrato». ARTE «La moda por los suelos». DOS FOTQGBAFOS: 2- LUIS CUTILLAS ALBOfZADA ^ «La puerta de Brandemburgo. Berlín». ARTE «Marioneta». «Mujer, zapatos y paraguas». DOS FOTOG^AFOS: 2- LUIS CUTILLAS ALBORADA «Disparando con zapatos». ALBQRAD «La modelo del zapato» «Niña y retrato». ARTE DOS FDTOGRAFOS: 2- LUIS CUTILLAS «Labios y zapato». RLBCaRADA «Cocida al sol». Manuel SERRANO Juan Martínez Lázaro nace en Sax en 1952. Licenciado en pintura por ia Facultad de Bellas Artes de Valencia, en la actualidad es catedrático de Dibujo en el Instituto de Bachillerato Azorín. En su primera fase pictórica vivió en Barcelona y es miembro de la Federación de Artistas Plásticos de Cataluña. Actualmente su residencia está en Elda, ciudad en la que disfruta de dos de sus aficiones: la naturaleza y el deporte. a obra abstracta de Martínez Lázaro adquiere desde nuestro punto de vista decisivas dimen siones estético-intelectuales. Sus óleos realiza dos con absoluta soltura y oficio dan al espec tador una impresión de serenidad y goce sumer giendo a la retina en un mundo a la vez mágico y relajado. Con la obra de este artista se perciben sen saciones que sólo la genialidad es capaz de conse guir. Tanto por el dominio de la plástica, como por la armónica estructura, tanto en las formas como en la mancha de color. Todo ello provoca que todos sus óleos tengan un estilo propio y diferenciador. Tiene realizadas las siguientes exposiciones: Individual en la Cooperativa Agrícola de Castellón Individual Club de Campo de Elda Individual en «La Caixa» de Barcelona Salón de Primavera del Ayuntamiento de Valencia Individual Casa de la Cultura de Elda Individual Galería Velázquez de Benidorm Individual Casa de Cultura de Villena Colectiva Casa de la Cultura de Elda Colectiva Museo Benlliure de Crevillente Colectiva Casa de Cultura de Altea Exposición con Ramón Molina. CAM de Elda Individual Casa Cultura de Novelda Individual Casa Grande del Jardín de la Música de Elda Colectiva grupo ELDADO en Elda Colectiva en Zalamea la Real (Huelva) Colectiva grupo ELDADO en Casa de Cultura de Novelda Colectiva en la Sala Sorolla de Elda Colectiva en el Casino de Játiva Colectiva en la Caja de Ahorros de Onteniente Colectiva en el Centro Bertrand Rusell de Valencia Colectiva en la Galería Stil de Valencia Fue finalista en el concurso Pintor Sorolla de Elda en 1993 Obtuvo el 1ef Premio en el Certamen Provincial del Club de Campo de Elda r^^B^RñG^A COMPOSICIÓN: Técnica-Acrílico sobre lienzo • 73 x 60 cm. A^TE COMPOSICIÓN: Técnica-Acrílico sobre lienzo • 100 x 81 cm. UN PINTOR: JUAN MARTÍNEZ LÁZARO 1^^vrcrrutl COMPOSICIÓN: Técnica-Acrílico sobre lienzo • 60 x 50 cm. ^ .--,^tStJKHUN ARTE COMPOSICIÓN: Técnica-Acrílico sobre lienzo • 55 x 46 cm. t^N P1NT^l^: J^^^3 1^^^^ÍN^^ i.^^^^t^ tA COMPOSICIÓN: ( Fragmento) Acrílico sobre madera • 100 x 81 cm. ARTE COMPOSICIÓN: Acrílico sobre lienzo • 92 x 73 cm. COMPOSICIÓN: Técnica Acrílico sobre lienzo • 100 x 81 cm. ^. , ^.,^ ,n ALt3CJ^A[^A ANTONIO PORP^TTA: «MI PALABRA Y MI VO Manuel QUIROGA CLÉRIGO Antonio Porpetta es un hombre de la poesía, un amante de paisajes y ausencias, un relator de afectos y miradas. ás de una decena de libros de versos le figuran ya como un creador, aunque tardío. Pero su voz es limpia y pura, algo que contiene brillantes horizon tes y espejos de todos los futuros. Ahora, al con tacto con las nuevas técnicas y las imprevistas proposicio nes del sonido y la música, nos vuelve a ofrecer su voz pa ra recomendar su verso amplio y su palabra veraz. Ya lo hi zo años atrás al incluir en su libro Territorio de fuegouna grabación en casete con poemas en su propia voz, títulos de Ana María Drack y fondos musicales de E. M. Harmony. Pero hoy habita el disco compacto y nos da una lectura an tológica de parte de su poesía en Mi palabra y voz. Con ese prólogo de agua que es la voz de Charo Moreno para anunciar los títulos de los poemas y un trabajo coordinado por profesionales en la producción de Harmony Ediciones Musicales, los versos de sus libros de casi veinte años, man samente quedan en medio de un ambiente musical y fervo roso. «La nieve de tu ausencia me ha vencido», dice el poeta que tan bien supo acercarnos a EI mundo sonoro de Gabriel Miró, germen de su tesis que le valió el título de Doctor en Filología y por el cual se le otorgó el Premio de la Crítica Valenciana en su sección de Ensayo. Desde La hue Ila en la ceniza (1980), Cuaderno de los acercamientos, Meditación de los asombros (1981), Ardieron ya los sán dalos (1982), EI clavicordio ante el espejo (1984), Los sigi lios violados (1985), Territorio de fuego (1988) y Década del insomnio (1990) hasta Adagio mediterráneo (1997), obra que cosechó palpitantes adhesiones en unas reciente sesiones celebradas en Belgrado, Antonio Porpetta, con su voz clara y sin rompimientos, nos ofrece los universos re cordados del tiempo ido, la historia de una memoria sin tra- zas de impudor, las ágiles leyendas del amor y la existencia. «Nuevamente los pájaros invaden mi silencio», exclama y, luego, temeroso nos confiesa su amor por el mar, algo leja no de su Elda natal y siempre presente en su infancia y en sus versos («Aquel inaccesible mar/tan nuestro y tan aje no» ), aunque expresa «la desolada nota del cactus» o«la amargura implacable de la Iluvia». Todo ello forma parte de un sentir repleto de intimidades, de alguna lentitud capaz de recuperar todos los pretéritos. Así recuerda a aquellos «Pescaderos de almendras, marineros sin mar/argonautas del cielo» o rememora «la distancia justa del grito y de la lá grima», cuando sabe que «huele a miedo la noche». Los suyos, como siempre, son versos cálidos, casi familiares, esos trozos de palabra capaces de rodear la madrugada. Y dichos por esa voz extensa, amplia, repleta de sonoridad y de cadencia, la amada cobra el valor de todos los fuegos, el mar se hace amigo y mineral, el cielo dibuja fronteras y ar monías. Por eso cuando habla de «nosotros, los oscuros, los indefensos niños de secano», nos Ileva a su estática in fancia, a su predestinada ocupación de buscador de mares y de playas, tal vez para evitar «un exilio ausente de esperanza» o apreciar ese «fragor de juncos en la orilla» capaz de convulsionar los oscuros dictados del corazón y de la rui na. Así, cuando el poeta recuerda: «Sé que estás ya muy cerca/por esa brisa alegre que ha agitado los páramos», el corazón vuelve a su reposo después de tanta ansiedad y vehemencia. A través del C.D. (modernidad que no huye del verso ni de la ternura), los versos de Antonio Porpetta han logrado conmovernos, encontrar todas las respuestas de amantes jubilosos, de habitantes efímeros de un mundo de esperanzas. LA ÉTICA COMO R€FLEXI Manuel QUIROGA CLÉRIGO «La ética, considerada en sí misma, es primariamente personal». Así comienza su, ya clásico, libro Ética y política el profesor José Luis López Aranguren. Tras su fallecimiento ha aparecido una agradable edición de Biblioteca Nueva ( Madrid, 1996) que es, no sólo un homenaje a su persona, sino un interesante recordatorio del valor que la ética sigue teniendo en nuestro mundo, pese a las sorpresivas cuestiones políticas de cada día, que parten de simples corrupciones administrativas a golpes indiscriminados o violencias de todo tipo. C in embargo, hace unos días, Fernando Sava ter, al preguntarle si la democracia puede po seer una ética propia, me contestaba que «la democracia crea un espacio ético, que es un deración o de cierta templanza podría resumir las actitudes éticas del individuo, para quien no sería preciso escribir gruesos volúmenes sino acercarse modestamente a sencillas enseñanzas como las que impartía el profesor Aranguren o las que explicitaba hoy mismo Emilio Lledó en su Memoria de la ética (Taurus, Madrid, 1995). La ética como reflexión an te la existencia y como práctica ante la convivencia sería esa norma de conducta de que hablaba Aran guren, capaz de lograr un entendimiento, no forza do por otras cuestiones disuasorias o coactivas, en tre las diversas opciones políticas o las variadas ma neras de entender la existencia. ^Será «necesario transformar el espacio social de la cultura española en una verdadera morada, en una real comunidad, no la comunidad ilusoria de héroes y santos e iden tidades transcendentes de castas»?, como escríbia Eduardo Subirats en Después de la Iluvia (Temas de Hoy, Madrid, 1993). espacio de libertad y de autonomía de los indivi duos». «La democracia -decía Savater- es un marco político, pero es un marco político que favorece una autonomía moral, tenemos que la democracia no es que sea en sí misma algo moral; la democracia, en general, es la que crea las condiciones más favora- bles para la autonomía, para la autonomía moral, a partir de la cual comienzan a darse los valores pro pios de esa moralidad». No se trata, en efecto, de definir la ética sino, tal vez, de lograr su aplicación, de conseguir que derechas e izquierdas, catalanes o extremeños, mujeres u hombres vivan con un sentido responsable dentro de sus ámbitos profesionales o de sus actuaciones sociales. Encarar la convivencia en un marco de comprensión, de sencillez, de mo ^KHL?A TIC^? Pedro GRAS CHINCHILLA Como la mayoría de los humanos, yo también estaba acostumbrado a mírar las cosas desde abajo. Los árboles eran altos, las casas enormes y las montañas inmensas. Pero este febrero pasado mi visión de la realidad cambió. n domingo por la mañana subí a la cima del Cid. Había subido muchas veces ese monte y, por supuesto, otros más altos. También había viajado en avión y observado el paisaje desde gran altura. Pero ese día fue distinto. Era uno de esos días en que uno está «filósofo» y, de pronto, me di cuenta de que Camara, mole impresionante, era bajito. Bolón era un terrón y la Torreta una arruguita del terreno. Los grandes edificios de la ciudad, que alrededor de mi casa me quitan el sol, eran apenas una mancha blanquecina y sin relieve entre los resecos campos. A los árboles nunca les había venido mejor aquello de mancha de vegeta ción... Ese día me di cuenta de que lo grande es pequeño si lo mira alguien más grande o desde más alto. Buscando un «resesico», pues rascaba de lo lindo, me senté. Mis lucubraciones se fueron deva nando cada vez más concéntricas y complicadas. ^Qué serían para un gigante de 10 kilómetros de altura nuestros montes?. EI Everest le Ilegaría al hombro. Sierra Nevada le serviría de excelente asiento. Y EI Cid le supondría el mismo esfuerzo que a mí subir un bordillo. ^Qué serían para él los tupidos bosques de los Pirineos o las espesas selvas amazónicas?. Me imagino que las percibiría como nosotros notamos el verdín de una pared expuesta a la humedad; un color verde que, al tocarlo, se nos queda pegado en las yemas de los dedos. Sólo que en su caso lo que se Ilevaría pegado a la uñas serían pinos, araucarias, cedros centenarios, secoyas, éba nos, tecas, etc., etc. Nuestra ciudad pasaría com pletamente desapercibida a sus ojos. Nuestras ca Iles, nuestras plazas, nuestros edificios más altos o vistosos no serían para él más que guijarros del sue lo, tan vagamente diferenciados del entorno que le pasarían completamente desapercibidos. Si cami nara por encima nuestro, apoyaría un pie en EI Re ventón y el otro lo dejaría caer inocentemente en el centro de la población cubriendo un área compren dida, más o menos, entre la avenida de Las Acacias y la calle Pedrito Rico, a lo largo; y Antonino Vera y Chapí a lo ancho. Zona que se vería convertida por obra y gracia de los millones de toneladas dejados caer por tan grácil piececito en una formidable depresión que constituiría en un futuro, si Ilovía con venientemente, un inmenso estanque apropiado para toda suerte de actividades acuáticas; y las pro piedades que hubieran quedado intactas a su alre dedor se anunciarían en las inmobiliarias como «de primera línea de playa». Luego, con el pie con el que antes desgració para siempre el acceso a Elda por EI Reventón, terminaría de asolar lo poco que queda de la torrecica de La Torreta y saldría tan campante de nuestro valle para incordiar, sin aper cibirse siquiera de ello, a nuestros vecinos norteños de Sax. Si nuestro gigantesco amigo midiera 100 kilómetros de altura, nuestro relieve le parecería una birria y nuestros mares someros charcos. Si mi COSTUMBRISMO diera 100.000 kilómetros, La Tierra sería para él co mo un balón grande. Si midiera un millón de kiló metros seríamos una pelota de ping-pong. Si su magnitud fuera inimaginablemente ima ginable tal vez fuésemos para él, junto con Marte, el Sol, Vega de Sirio, Antares, la Nebulosa de Andróme da y el resto de nuestro Universo, el «pitico» de la boina con que se protegía del frío en lo alto de la montaña más emblemática de su valle mientras se daba cuenta filosóficamente de que, visto desde arriba, todo parecía más pequeño y se imaginaba como sería su valle visto por un gigante... Afortunadamente, el biruji arreciaba y me arrancó de lo que prometía ser un bucle de razona miento infinito. Me levanté y agité frenéticamente la cabeza para terminar de despejarme de mi espeso enso ñamiento. Miré la bota de vino con desaprobación y emprendí el camino de bajada. EI viento arrecia ba y, al calarme la boina, mis dedos tropezaron con el «pitico». EI corazón me dio un vuelco. íNo! iQué va! Era imposible. Las cosas son como son y solamente estamos donde estamos. ^o no?. Por si acaso, mi bajada fue desacostum bradamente lenta y me cuidé mucho de mirar bien donde ponía los pies y de no tocar las rocas con verdín. -_ _ ALBORADA L ^V1IGRACIÓN €N ELDA ° Juan ANTONIO ALCHAPAR Como en otros lugares e incluso países, Elda no siempre fue lugar de inmigración e incluso lo fue de emigración hasta finales del siglo pasado y, en ocasiones, en el actual. Sin embargo, quisiera brevemente glosar en este escrito lo que ha significado para Elda la inmigración y, fundamentalmente la que acudió a partir de la década de los 50. COSTUMBRISMO n efecto, en las últimas cuatro décadas han Ile gado a Elda miles, yo diría, decenas de miles de personas de otras regiones de España atraídas por la promesa de oportunidades que esta ciu dad pionera, pequeño Eldorado ofrecía. Los grandes contingentes -aparte de la provincia de Alicante y procedentes fundamentalmente del antiguo partido judicial de Monóvar (Monóvar, Pi noso, Algueña, La Romana etc.)- procedían de La Mancha, principalmente de las provincias de Alba cete, Ciudad Real y Cuenca; Murcia, en especial de Yecla y Jumilla; y Andalucía, sobre todo de las pro vincias de Almería, Granada, Cádiz y Córdoba. Se crearon barrios enteros de gentes de la misma procedencia, al estilo «made in USA»: Así surgió el popular barrio de la Huerta Nueva, poblado prácti camente por manchegos; otros como Subida a la Estación, con gran porcentaje de andaluces, o de murcianos en el barrio de Virgen de la Salud. C2ué duda cabe de que esta pequeña cosmópo lis, con el consiguiente y natural cruce entre gentes de diferentes y peculiares culturas y formas, gestó junto al insustituible núcleo natural de Elda, una po blación nueva, fresca, imaginativa, carente de pre juicios y tolerante. No es de extrañar que el ciudadano de Elda des taque del conjunto comarcal y aún más allá, en tan to que elemento peculiar e innovador en cuanto a comportamientos e inquietudes: véase aquello tan alejado de la visión pequeño-aldeana de Elda, París y Londres. Es cierto que cuando se produce el fenómeno inmigratorio en Elda, gracias a sus gentes de siempre, se daba ya un afán de progreso y laboriosidad; pero no hay duda que el terreno fértil y abonado fue también aprovechado y engrandecido por las personas de la inmigración para hacer de Elda lo que es, una ciudad moderna y abierta al futuro, con unas gentes siempre prestas a aceptar los retos de los tiempos. Manuel VICEDO MARTÍNEZ EI planeta Tierra observado desde el espacio tiene un color azul que lo diferencia de cualquier otro planeta del Sistema Solar. Ese color es debido al agua que lo rodea por todas partes: sobre su superficie, en forma líquida, formando una capa que Ilamamos Hidrosfera; y en el aire que lo envuelve a lo largo de unos 11 kilómetros, en forma de vapor, formando otra capa que Ilamamos Atmósfera. PANORÁMICA GENERAL DEL MAR Y EL CIELO (ALTEA) . Los intercambios de energía entre la capa gaseosa (Atmósfera) y la capa líquida (Hidrosfera) son el motor que dinamiza el sistema. ECO^^GIA stas dos capas fluidas de diferente densidad, la Atmósfera y la Hidrosfera, están en íntima re lación y en continuo movimiento, gracias a lo cual se transporta calor desde las zonas cálidas a las frías y se absorben las radiacíones ultravioletas; dos condiciones sin las cuales no sería posible la vi da tal y como existe hoy, en cualquier rincón del Planeta y con esa increíble variedad de formas. EI agua de la Hidrosfera, la que está líquida, es salada en un 97% de su volumen y forma los mares y océanos; el 3% restante es dulce y forma los ríos, lagos, acuíferos subterráneos y hielos sobre las tie rras emergidas, principalmente de los polos. EI agua de la Atmósfera, la que está en forma de vapor, por el contrario es dulce y forma las nubes y nieblas. Aunque su volumen es relativamente im portante, dada su gran «movilidad», resulta difícil de cuantificar. EI mar ocupa el 71 % de la superficie total de nuestro Planeta, es decir, casi sus 3/4 partes, y su profundidad media es de 3.800 metros, Ilegando en la Fosa de Las Marianas a un máximo de más de 11.000 lo que, comparado con los 800 metros de altura media de las tierras emergidas, supone un vo lumen 15 veces superior de agua que de tierras emergidas. Si por otro lado consideramos que el mar puede ser habitado en las tres dimensiones del espacio, frente a las dos en que sólo puede serlo la tierra emergida, resulta que éste, el mar, es un espacio ha bitable unas 300 veces superior al aéreo, de fuera del agua. PANORÁMICA DESDE LA COSTA NORTE DE LA ISLA DE TABARCA; AL FONDO SANTA POLA. EI mar es un espacio habitable mucho mayor que el de las tierras emergidas, en donde, además, se dan unas condiciones más favorables para el desarrollo de las más variadas formas de vida. LA ^IIDA EN EL 1^1AR REDES DE TRASMALLO SECÁNDOSE SOBRE LA RECONSTRUIDA MURALLA C2UE EN OTRO TIEMPO FORTIFICÓ LA COSTA NORTE DEL PUEBLO DE NUEVA TABARCA. EI ser humano siempre encontró una buena fuente de recursos alimenticios en el mar, usando las más diversas técnicas para su obtención a través del tiempo y las diferentes culturas. Además, si por un lado son más fáciles los inter cambios entre los organismos vivos, dada la menor gravedad, por otro las temperaturas son mucho más estables y, desde luego, siempre por encima de los 0° C. Por estas razones, principalmente, la vida sólo pudo iniciarse en el mar, hace más de 3.500 millo nes de años, y no sobre tierras emergidas que, por otro lado, en aquella época aún eran mucho más hostiles. Un dato muy significativo en este sentido es el hecho de que nosotros, la especie más evoluciona da que actualmente vive fuera del agua, hayamos tenido que desarrollarnos en la fase de embrión flo tando sobre el líquido amniótico y que, incluso de adultos, el 80% de nuestro peso se deba principal mente al agua. EI agua es, pues, el elemento determinante para la vida y el más abundante en nuestro Planeta, el cual por esa misma razón tal vez debió Ilamarse Agua en vez de Tierra. Entre las características más notables de este líquido elemento conviene destacar: Su gran densidad, casi 800 veces mayor que la del aire, lo que amortigua notablemente la grave dad, aunque como contrapartida produce una pre sión muy superior a la de aquél, ya que sólo una co lumna de 10 metros de altura pesa tanto como otra con los aproximadamente 11.000 metros de aire que rodean a la Tierra, es decir, 1 Atmósfera. - Su gran estabilidad ante los cambios de tempe ratura, debido a la mayor capacidad calorífica del d-1 4. lP +..e! i S d4 t_! r? Eca^oGíA CADÁVER DE DELFÍN VARADO SOBRE LA COSTA NORTE DE LA ISLA DE TABARCA, probablemente matado por pescadores al haberse enredado accidentalmente en sus redes. EI ser humano casi nunca tolera la competencia de otras especies en la obtención de sus «presas». agua frente al aire, lo que evita los bruscos cambios que se dan sobre las tierras emergidas. Y su alto poder disolvente, lo que es funda mental para la mayoría de los procesos bioquímicos que tienen lugar en los seres vivos. EI agua del mar sufre unas pequeñas variaciones físico-químicas con respecto al agua pura que son debidas a las disoluciones de sales, gases y materia orgánica presentes en ella. La más notable de estas diferencias es su salinidad, la cual por término me dio oscila alrededor de los 35 gramos de sal por kilo de agua. De esos 35 gramos, unos 27 lo son de Cloruro Magnésico, 1,2 de Sulfato de Magnesio y los 3 restantes de Sulfatos, Carbonatos y otros residuos menores. La salinidad varía bastante de un lugar a otro, oscilando desde los 6 gr/kg. del Mar Muerto. Pero, sin embargo, las proporciones de las diferentes sales disueltas se mantienen notablemente constantes, por lo que se puede afirmar que el mar tiene la mis ma composición en todas pan:es, aunque en algu nas zonas está más diluido por mayores aportes de Iluvia y en otras está más concentrado por sufrir una mayor evaporación. EI Mediterráneo tiene una superficie total de 2.970.000 Kmz, lo que siendo mucho, sólo repre senta el 0,82% de la superficie de la Hidrosfera, iapenas nada!. Pero es un mar interior, encerrado entre tres continentes, con unas características eco lógicas constantes, que le dan una cierta entidad hi drológica y geográfica. Su longitud es de 3.800 kilómetros, desde Gi LA VIDA EN EL MAR ALBQRADA BUCEADOR ALIMENTANDO A UN GRUPO DE OBLADAS (OBLADA MELANURA) EN LA ISLA DE BENIDORM. Actualmente el buceo con escafandra autónoma permite a cualquier persona disfrutar de ese medio tan desconocido, y hasta hace poco tan mitificado, que es el mundo submarino braltar a Jerusalén, y su profundidad media de 1.500 metros, Ilegando su máxima absoluta a los 5.121 en la Fosa de Matapán, frente a Grecia. Sus condiciones térmicas son bastantes unifor mes, oscilando su temperatura en Alicante desde los 11-12° de febrero hasta los 25-26° de agosto. La luz, que es la principal fuente de energía para los vegetales, aquí en el Mediterráneo siempre fue pródiga por lo que, a pesar de haber sido segura mente el mar más agredido por el ser humano desde siempre, actualmente aún conserva bastante vi da, aunque adaptada a niveles de contaminación desconocidos en otros tiempos. La vida surgió en el mar hace unos 3.500 millo nes de años bajo la forma de simples bacterias y al gas unicelulares de las cuales aún existen algunas vivas en la actualidad. Todas ellas son seres muy simples que úunicamente tienen poco más que el ADN necesario para duplicarse y dar lugar a otros seres iguales a ellos mismos. Con formas y estructu ras muy delicadas, sólo son perceptibles para el ojo humano como una especie de «polvo marino» que quita claridad a las aguas, van flotando a merced de sus movimientos y se les Ilama Fitoplacton. Entre esas microscópicas algas va otra multitud de peque ñísimos seres, unicelulares también e incapaces de producirse su propio alimento por carecer de Cloro fila, que se les denomina Zooplacton. Entre ambos forman lo que en general se denomina el Placton: alimento del cual se nutren ya organismos mayores y más sofisticados. Para los seres vivos que pueblan el mar sólo ECO^OGIA existen dos estrategias posibles para buscar alimento: una de ellas consiste en moverse para encontrar lo allí donde quiera que se encuentre, y la otra en adherirse al sustrato y esperar a que, con los conti nuos movimientos del agua, se acerquen a ellos las partículas comestibles que atraparán con sus tentá culos. En general, los que se fijan al sustrato son organismos filtradores del agua y se alimentan del Plac ton, por lo que necesitan sustratos estables y aguas ricas en nutrientes. Los que se mueven para buscar la comida lógicamente pueden alimentarse mejor, ya que pueden superar más fácilmente las dificultades y, por ello, ocupar hábitats más hostiles. En Alicante se pueden observar los dos tipos básicos de costa: La Costa Alta y Rocosa, caracterizada por un sustrato duro, fijo y estable sobre el que las formas vivas pueden adherirse, Y la Costa Baja y Arenosa, con un sustrato blando, fácilmente movible por el movimento del agua y, por ello, poco propicio para la vida. Lógicamente, cada uno de estos tipos de costa alberga a unos seres que, al haber tenido que adap tarse a condiciones físicas tan diferentes, son en muchos casos tan diferentes como el propio medio que habitan. En próximos capítulos veremos por separado los seres vivos más característicos que han conseguido adaptarse cada tipo de costa, tanto vegetales como animales. BUCEADOR FOTOGRAFIANDO A UN GRUPO DE SALPAS (BOOPS SALPA) QUE SE ALIMENTAN EN LA LLOSA DE BENIDORM. Una de las actividades más agradables para el naturalista y el amante de la naturaleza, es poder observar y fotografiar a los seres en su medio natural, sin que éstos se alteren demasiado por su presencia. .. . .. .. . ... .. ... __.__ ^ t°i ^C._ tl i..J ;`^. r._ • 7^ ,w. , !^ vi^^ Ĉ ^ ^ia r^/a^ _. AGUACUAJADA (COTILORHYZA TUBERCULATA) CON ALEVINES DE SALPA (BOOPS SALPA), EN EL CABO DE LA NAO (JÁVEA). Un ejemplo de asociación simbiótica entre dos especies: la medusa se mantiene limpia gracias a los alevines, y éstos encuentran cierto refugio en su umbrela durante los primeros días de su vida, en ese espacio tan desolador que es el mar abierto. RUPERT RIELD: Fauna y Flora del Mar Mediterráneo. Ed. Omega; 1986. COSTA, M., GARCÍA-CARRASCOSA, M., MONZÓ, F., PERIS, J.B., ST Ŭ BING, G., VALERO, E.: Estado ac tual de la Flora y Fauna Marinas en el litoral de la Comunidad Valenciana. Ecmo. Ayuntamiento de Castellón de la Plana; 1984. BOLOS, O.: Comunidades vegetales de las comarcas próximas al litoral situadas entre los ríos Llogregat y Segura. Memorias de la Real Academia de las Ciencias y Artes; Barcelona;1967. RIGUAL, A.: Flora y vegetación de la provincia de Ali cante. Instituto de Estudios Alicantinos; 1972. ROSELLÓ, V.M.: EI litoral Ualenciá: EI medi fisic i huma. Ed. LEstel; Valencia;1969. LÓPEZ, P.: La flora submarina del Mar Mediterráneo. Ed. Omega; 1983. r ^ ^ ft + _^ i. , h ^ ;^^;,.^,^^^ TAPIZ DE ANÉMONAS INCRUSTANTES AMARILLAS (PARAZOANTHUS AXINELLAE) EN LA ISLA MITJANA (BENIDORM). En lugares donde no faltan nutrientes, algunos organismos coloniales de vida sésil se «amontonan»; y eso es lo que le sucede a estas anémonas incrustantes, que viven en los lugares más oscuros del fondo del mar. FIALA-MÉDIONI, A., PÉTRON, CH., RIVES, C.: Guía submarina del Mediterráneo. Ediciones Mundi. Prensa; Madrid; 1988. CAMPBELL, A. C.: Guía de campo de la flora y fauna de las costas de España y Europa. Ed. Omega; Barcelo na; 1983. RODRÍGUEZ, J.: Oceanografía del Mar Mediterráneo. Ed. Pirámide; Madrid; 1982. ECOLOGÍA VARIOS, F. A. O.: Atlas of the living resources of the esas. FAO; 1972. ROS, J. Y TEJERO, A. : Acciones para la protección de la zona del Mediterráneo. 1975-1985. M. O. P. U.; Monografías de la Dirección General del Medio Ambiente; 1987. LE LOURD, PH.: EI Mediterráneo: Un microcosmos amenazado. Ed. Blume; Barcelona; 1979. fURIOSIDADE NATURAlES EN El ENTOR N O DE RA^OSA Julián LÓPEZ BUSQUIEL La primera impresión que recibimos al arribar a Rabosa, con su impresionante paisaje y frondosos pinares, es la de los fuertes desniveles, profundos barrancos y empinadas cuestas por doquier, así como las diferentes tonalidades de color de las rocas. ; quién no ha oído decir al encontrarnos con una concha marina fósiL iesto era el mar an tiguamente!. Pero claro, si estamos a casi 1.000 metros sobre el nivel del mar ^cómo es posible esto?. En primer lugar una breve introducción sobre las rocas no nos vendría mal. Estas se clasifican en: Vol cánicas o efusivas, Plutónicas o intrusivas, Meta mórficas y SEDIMENTARIAS. Nos ocuparemos de estas últimas por ser única mente las existentes en nuestro entorno. Las rocas sedimentarias se forman en la superfi cie del planeta y suelen tener un origen acuoso, o sea en cuencas o depresiones de hundimiento. Para ello se necesitan unas rocas ya preexistentes que pueden ser cualquiera de las mencionadas anterior mente. Los agentes atmosféricos se encargan de erosionar estas rocas, ya sea transportando frag mentos de ellas o disolviéndolas químicamente; el viento, el hielo, la Iluvia, se encargan de transportar estos materiales, rodándolos o disueltos en suspen sión, a los fondos marinos en los cuales se van de- positando formando capas o estratos, el espesor de los cuales vendrá determinado por el progresivo hundimiento o elevación de ese fondo marino o la custre (Geosinclinal o Cubeta) EI estudio de estos estratos (rasgo característico de las rocas sedimentarias), nos determinará la edad así como las condiciones reinantes para su forma ción. Hecha esta somera descripción de las rocas sedi mentarias, pasaremos a identificar sobre el terreno las que hay en el entorno de Rabosa, y empezare mos por las más antiguas. Éstas son unas arcillas y yesos de vivos colores (margas irisadas) que van desde el rojo intenso pasando por el azul verdoso y negro, las cuales pertenecen al Periodo Triásico y más concretamente a su piso superior (Keuper), las cuales tienen una antig ŭ edad de unos 190 millones de años y una duración de sedimentación de 30 a 35 millones. Las podemos localizar al pie del Cantal del Moro, toda la rambla que discurre por ahí mismo con la cueva de yeso en su cauce, así como por el camino que va a la Casa Herrero. Estas rocas, también Ilamadas evaporitas, se de positaron en un mar de escasa profundidad en el cual, y debido a las altas temperaturas reinantes de esa época, se evaporaban las aguas casi al mismo tiempo que penetraban a ese mar interior (como las salinas pero unos kilómetros más anchas), dejando en su fondo las sales marinas así como los yesos y otros minerales disueltos en esa aguas sobresatura das, Ilegando a formarse grandes espesores de estos materiales por el progresivo hundimiento del fondo marino de centenares e incluso miles de metros, por ejemplo el Cabezo de la Sal de Pinoso, Cabezo Ro sa en Casas del Puerto (Jumilla) o minas de sal y po tasas en Suria y Cardona (Cataluña), también deno minados Domos salinos o Diapiros. Las segundas en antig ŭ edad pertenecen al Pe riodo Cretácico y se depositaron hace unos 130 mi Ilones de años con una duración de 70 millones de años y nos son familiares por ser la sierra del Cid y E^ULUVI/^ los Castellarets, entre otros, parte de esta forma ción. Aquí ya cambian las condiciones de sedimen tación porque si bien hay materiales de fondos ma rinos rondando los 1.000 mts. de profundidad, gran parte de ellos lo fueron a unos cientos de mts. (Plataforma Continental o Neríticos) éstos son capas de arcillas de color amarillento a pardo con intercala ciones de estratos calizos (ver en la rambla debajo de donde se aparcan los coches) a los potentes ban cos de calizas dolomíticas de los farallones de la Silla del Cid o los Castellarets. Podemos encontrar buenos fósiles al pie de la ci tada cumbre, en los rasos de Catí (el collado a la iz quierda del depósito del agua) o en el collado que pasa desde la Almadraba a Rincón Bello (Ammoni tes y Belemnites). Éste fue un mar de temperaturas superiores a las actuales pero no tan extremas como en periodo Triásico, aunque de aguas bastante salobres como Excursión de Rabosa a los Rasos de Catí. Foto: nn.s.c. CU^IOSiDADES NATURA^ES EN EL ENTORNO DE RABOSA lo indican las formaciones dolomíticas (Acantilados del Cid). Dando un salto en la escala estratigráfica tene mos la formación Miocena (TERCIARIO), la cual se depositó hace unos 25 millones de años y con una duración de 19 millones sedimentándose. Esta formación nos es mucho más familiar pues to que la pisamos más asiduamente, todo el recorri do desde la Piedra de Daniel contorneando la finca de Rabosa, Pinico enfermo, Racó de la Bola, Colla do de Moros, etc. Esta amplia superficie viene configurada desde una potente formación arcillosa (Tap. Burdigalense, Mioceno inferior) que se nos pega a las botas cuan do pasamos por el Perriot o por la Rambla que baja del Pico del Fraile al Pantanet y culpable del aterra miento de dicha presa, así como las margocalizas blanquinosas de las colinas citadas anteriormente. Ya en el Mioceno Superior (Serravalliense-Torto niense), hace unos 8 millones de años, tuvo lugar la curiosa formación de las calizas (Micritas) arrecifales coralinas que configuran el paraje del Pantanet, en tre otros. Por último, los materiales cuaternarios producto de la erosión de todas las anteriores formaciones vienen a ser más o menos terrenos de cultivo actua les y rellenos de ramblas. Todo esto, que en un prin cipio debería estar ordenado de más antiguo a más reciente y en perfectas capas horizontales según se van sedimentando, en una simple ojeada vemos que no están así y que los estratos van desde algu nos horizontales, otros inclinados, hasta algunos totalmente verticales (Cantal del Moro por ejemplo). Todo tiene su explicación y es que la superficie del planeta está dividida en placas (Placas Tectóni cas) como si configuraran rompecabezas, el movi miento de estas placas arrastran unas a los conti nentes y otras a los océanos, el choque entre ellas pueden provocar elevaciones de los fondos marinos que con sus depósitos sedimentados formaran altas cordilleras (las Béticas, los Alpes, Himalaya, los An des, etc.). Así pues, un océano o cuenca marina de varios Kms. de anchura puede quedar reducido a varios miles de mts. de Cadenas de Plegamiento. Estos sedimentos en ocasiones pueden trasla darse (porque aún no están lo suficientemente consolidados) desde unos pocos mts. a varios centena --{ A L EI veterano montañero Juan Verdú en Rabosa. Foto: M.S.G. res desde su lugar de origen, formándose mantos de corrimentos para lo cual utilizan como materia rodante las formaciones salinas o arcillosas que, so metidas a altas presiones, se tornan plásticas y flui das dejando resbalar los potentes sedimentos más consolidados. Si observamos por el camino que sale de la cha bola del Cid en dirección a los Chaparrales en la parte que mira al vertedero de Petrer, lo podemos ver claramente ya que la desigual dureza de unos hacen que se plieguen hasta enrollarse perrnitiendo el paso de los más pesados (acantilados dolomíticos del Cid), pues al parecer todo el sistema de la Sierra del Cid (Cretácico) forma un formidable manto de corrimiento con vuelco de su cara N. Consecuencia de esto es la escama tectónica de los Castellarets que podemos comprobar al hacer el itinerario desde su cumbre en dirección al refugio del C.E.E. (ruinas) Grupo de alumnos del 2° Curso de Educación Ambiental en Rabosa. que al descender por la cortadura que nos da acce so a su base que la roca está totalmente cuarteada (milonitizada) como consecuencia de este traslado. Una vez asentado este corrimiento, la distensión posterior ha producido grandes fallas verticales hundiendo bloques que le dan la forma tan caracte rística a la Silla del Cid. Otras Fallas o zonas de debilidad han provocado que los materiales Triásicos, muy fluidos por la fuer te presión recibida hayan sido eyectados (como si se apretara un tubo de pasta dentrífica) a través de ellas y como consecuencia levantando hasta la ver ticalidad los estratos depositados sobre ellos (Cantal del Moro, Foradá, Rasos de Catí, etc.) esto se puede mejor observar desde el camino de la casa de Herre ro. Nos situamos en las ruinas que asemejan un torreón y miramos en dirección al Cantal del Moro y aquí se verán como a la derecha e izquierda del Trías se elevan enhiestas las crestas calizas que al ser más Foto: M.s.G. ECOLOGÍA duras permanecen mientras los materia les más blandos han sido erosionados de sapareciendo. Los estratos cali zos, al estar sometidos a tensiones y disten siones se diaclasan (fracturan) dando for mas particularmente aborregadas. Depen diendo del espesor del estrato tanto más grandes serán los tro zos que, al ser ataca dos por el agua de Iluvia, todavía los redon deará más, por ejem plo La Bola. En resumen que todas las montañas del entorno de Rabosa tuvieron su origen en un fondo marino (Or togeosinclinal) que su frió variadas oscilacio nes pasando desde el muy somero del Trías a profundidades abisales en el Jurásico (que no aflora aquí) para ir elevándose y hundiéndose alternativamente (Orogenias) durante el Cretático y TERCIARIO, del cual el que mejor se observa es el Mioceno encontrándose los otros pi sos menos representados por este lugar. Es en el TERCIARIO donde se dan con mayor fuerza los movimientos orogénicos y con particular virulencia en el entorno de Rabosa. En la actualidad estamos asistiendo a una etapa de elevación como lo atestiguan las profundas cárcavas de las ramblas que si bien ya fueron excava das con anterioridad, posteriormente se rellenaron con materiales cuaternarios los cuales están siendo de nuevo excavados creanco profundas gargantas (Rambla de los Molinos, todas las de Rabosa, etc). que le dan característica al paisaje tan abrupto y es carpado de nuestro Parque de Montaña «Daniel Esteve» del C.E.E. Manuel SERRANO GONZÁLEZ Cuando propuse a la Comisión de Cultura, hace un par de años, la idea de la remodelación de la plaza Sagasta y que recogió la prensa, decía que había que recuperar la memoria histórica de la plaza y, con ello, parte de la identidad histórica del pueblo, mediante la repoblación con los árboles originarios y con el estilo de manises blanqui-azules fundamentalmente. [ ues bien, estos árboles ahora nuevamente plantados son botánicamente los Ailantos, Falso Barniz, Barniz del Ja pón, Falso Zumaque o Árbol del Cielo. EI nombre Ailanto es de etimo logía oriental y significa árbol del cielo por su elevado porte. Pertenece a la familia Botánica de las Simarrubáceas y existen tres variedades: A. altissima, A. glandu losa y A. vilmoriana, si bien la sem brada en la plaza es la variedad al tissima, como lo fue antiguamente. Estas especies pro ceden en su origen de Asia y Australia, si bien están in troducidas en jardinería mediterránea hace mucho tiempo, ya que se adapta perFectamente al área geobo tánica mediterránea. Poseen sus troncos cilíndricos cubiertos de corte za grisácea, presentando en su textura hendiduras o cortes. Sus hojas son compuestas e imparipinnadas for madas por unos 14 pares de fobiolos y su forma oval lanceolados. Son plantas Dioicas opolígamas con flores dispues- tas en panículos ramosos. Sus flores masculinas son verdosas y las fe meninas más claras, blanco-amari Ilentas. Poseen un típico fruto tipo Sa mara. Son árboles de rápido creci miento, de grandes copas: su parte más ornamental son sus hojas. Vive bien en nuestro clima me diterráneo y se adapta a todo tipo de suelo, si bien prefiere los suelos ligeros, húmedos y protegidos. Se reproducen por semillas en primavera, o bien entresacando sus retoños en el in vierno. Pueden Ilegar hasta 20 metros si se les deja. Sus flores masculinas huelen mal, por lo que solo se han sembrado los plantones femeninos de buen olor y flores de olor muy parecido a las del Saúco. Son de co lor blanco amarillento. AI parecer, los nuevos plantones han agarrado muy bien y esperemos que sean respetados para el buen dis frute como la plaza de todos fos ciudadanos eldenses. C2ue es el deseo de todo el grupo de Gobierno del ac tual Ayuntamiento de Elda. FRAG A IA Mohamed CHAKOR EI periodista y escritor hispanoárabe Mohamed Chakor publicará proximamente en una importante editorial española su nuevo libro Fragancia sufí, del que extraemos estas breves sentencias que incitan a la reflexión: Quien ama no está solo, quien tiene fe tampo co. EI gran comensal en la mesa del consumismo es el cubo de basura. Además de un ser biológico, el hombre es un ser espiritual. iÉtica, al poder! Hasta tus enemigos te lo piden. La historia veraz se escribe en sociedades libres. Bajo un régimen despótico, en lugar de historiado res hay panegiristas. La única certeza del Homo cosmicus es la incer tidumbre. Cuando se rompe el cántaro de las ilusiones afloran tristes verdades. Poesía y sueños dejan volar alto las aves de la imaginación. Aunque era el Día de los Inocentes, la noticia del fallecimiento del Ángel de la Muerte me horrorizó. Sería terrible vivir sabiendo que la muerte ha muer to. La mujer es la reserva espiritual de la sociedad materialista. La oración es la medicina del alma. Si la mitad de la humanidad no respeta los derechos de la otra mitad, ^cómo quieren que haya paz? La cultura de la pobreza pedirá cuentas, tarde o temprano, a la sociedad del despilfarro. EI pobre, en todas partes, es ciudadano de se gunda. ALBC?RADA Ĉ ^SA`^Q ^^ ^ n^ País sin políticos, pueblo inteligente. Las raíces del racismo se•nutren de los prejuicios y de la negativa de tolerar y de respetar al otro. La tolerancia no es debilidad, es virtud, pero ^qué trascendencia podría tener si no es tolerante hasta con los intolerantes? La vida es un extraño juego de azar. No quiero ventanas hacia el futuro, prefiero Sin un gran ideal, la vida es como un arco sin fle puertas abiertas en el presente. cha. EI integrismo, cualquiera que sea su signo, es fa La cultura de la violencia es el cáncer de la socie natismo y terrorismo. Pero durante todo el siglo XX, dad. el integrismo laico ha sido, sin duda, el más nefasto. ^°^ I^ f^^ b^ ► ^^ Sólo los muertos cultivan el arte de dejar en paz La humildad es la flor de la sabiduría. a sus vecinos. EI sufí es el espeleólogo de su alma. Juventud manirrota, vejez pobre. ALBORADA LA DUDA METÓDICA EN «La gran tragedia del mundo es que no cultiva la memoria, y por tanto olvida los maestros». (Man`.in Heidegger) LA ÉTI Octavio ^ÓPEZ La ética es con toda probabilidad la rama más importante de la Filosofía. Esto es así porque, a diferencia de la Filosofía de índole teorético, que a menudo se pierde en complejas elucubraciones en torno a problemáticas ajenas al ser humano o, al menos, secundariamente importantes: Antropología, Epistemología, Lógica-, la ética se define por su inmediatez, por su íntima relación de necesidad práctica para con la persona de a pie. uizá sea posible vivir sin los conocimientos que intenta -y no siempre consigue- pro porcionarnos la Filosofía Teorética; de he cho, la inmensa mayoría de la gente así lo hace: para ir al trabajo, recoger los niños de la es cuela, poner la colada o ir al cine el fin de semana, no hace falta saber si el universo es creado o ingé nito, si el Ser es una categoría estática o cambia ble, si existe la unidad de materia indivisible o có mo se produce la comunicación intersustancial. És tas son problemáticas que «están ahí», enterradas entre mazacotes polvorientos de material bibliote cario. Pero no nos interesan: no son «útiles». La ética, en cambio, sí que tiene ese ingredien te pragmático que la hace indispensable para el vi vir humano. La cuestión es que resulta humana mente inviable vivir sin un código de valores que rija nuestra conducta, que legitime nuestro breve pero intenso paso por este pfaneta; en definitiva, que dé forma, sentido a nuestro mundo. EI nihilis mo creyó poder vivir de esta manera, y Nietzsche, su representante por antonomasia, acabó sufrien _ _ _ ^^^ `. : 1. Son interesantes las reflexiones de Fernando Savater sobre la necesidad personal de creer en algo y poner un tope en nuestras pesquisas filosóficas. Cf. Diccionario filosófico, Barcelona, Planeta, 1995, voz «Pregunta», pp. 293-296. ------ - _ _ ALBORADA do «la intoxicación de las profundidades». Nues tro planteamiento responde, en el fondo, a la for mulación kerkegaardiana de verdad subjetiva: lo que verdaderamente nos atañe, aquello de lo que no podemos prescindir en el día a día. Todo ello es: la ética. Ahora surge una pregunta inevitable: ^a qué viene conceder tanta importancia al asunto?; es decir, si la ética es tan imprescindible, seguramen te ya la estamos utilizando conque ^qué sentido tiene promocionarla? La respuesta es sencilla: la ética, genéricamente entendida como guía del comportamiento humano, no tiene una sola mani festación. Por hablar de algún modo, no todo sis tema humano de valores es estrictamente «ético». Con esto quiere decirse que, apurando el significa do del término, ética sólo hay una: la que toma conciencia de sí misma. Ha habido en la Historia distintos acercamien tos a la ética -epicúrea, estoica, aristotélica, ra cionalista, emotivista, incluso nihilista, etc.-, cu yas concepciones sobre la misma han sido a veces irreconciliables; y sin embargo todas ellas tienen en común la autoconciencia -que explicaremos más adelante-. Pero, como hemos señalado, existen otras formas de justificación del hacer hu mano que gozan de generosa aceptación en la so ciedad: las pseudo-éticas2. Fundamentalmente son cuatro -^habrá más?-: • En primer lugar, quizá la más extendida, la pseudo-ética de índole religioso -cf. también pseudo-ética de la finalidad-. C2uien gobierna su conducta a través de ella, actúa por o en nombre de la divinidad; y por cuanto la fe y la revelación son la antítesis de la Filosofía, esta propuesta de ética es cómodamente desdeñable. Salvo dioses lógico-filosóficos, Dios no tiene carácter científico. • En segundo lugar, se encuentra la pseudo-éti ca de quienes obran de acuerdo con una supuesta naturaleza humana preestablecida. Es el típico ca so de quien escuda sus debilidades en eso de «es ít ^^ i=`=^ `= 2. La denominación es nuestra. 3. En el Tratado de la naturaleza humana. 4. Aunque en este caso, si seguimos a Sartre, ese «Ser», en cuanto expresión de una naturaleza humana declarada inexisten ENSAYO que yo soy así», o de quien aduce comportarse «como un hombre». Se evidencia en estos casos una relación de inherencia entre el sujeto y la na turaleza que le es atribuible; relación inexistente porque, según Sartre, el ser humano no posee una naturaleza congénita, sino que tiene que crearse a sí mismo, producir su propia esencia. EI hombre es arrojado al mundo sin una catequesis que le dicte lo que ha de hacer. En tanto que está «condenado a ser libre», sólo tiene un forzoso albedrío que le responsabiliza automáticamente de toda acción que comete. • Un tercer grupo gusta de legitimar sus accio nes en el obrar de la mayoría, cuando se actúa «porque todo el mundo lo hace así». Ello es cen surable desde dos ópticas diferentes: primero, porque la autonomía de la voluntad -cuya explicación aplazamos de momento- sólo puede con cebirse individualmente; y segundo, porque con vertir la acción -descriptiva- de la mayoría en ingrediente de un código moral propio significa incurrir en la falacia naturalista señalada por Hume3; esto es, en deducir conclusiones evaluativas -el «debe ser»- a partir de premisas descripti vas -el «ser»-. -Un cuarto grupo, por fin, se parapeta en la fi nalidad de la acción pretendiendo así legitimarla. La traducción práctica de esta postura en aquello de «el fin justifica los medios» es igualmente insos tenible desde el punto de vista de la ley moral kantiana -que también será explicada-, y entrar aquí en detalle sería extenderse por demás. Por otra parte, esta pseudo-ética tiene también una versión trascendentalista de resabios kierkegaar dianos en la medida que el individuo pueda vincu lar el valor absoluto de su acción a la trascendencia de Dios y a la consecuencia de su felicidad eternas. Pero aquí entramos en terreno inestable tanto en cuanto la crítica de este planteamiento tendría que incluir, por una parte, no sólo los argumentos que se desprenden de la propuesta de pseudo-éti te, debe concebirse como producto por tanto, no congénito- de ese principio autocreativo que Sartre se ve obligado a introducir. 5. Fuente: VILLACAÑAS BERLANGA,I.L., Hisforia de la filoso fía contemporánea, Madrid, Akal, 1997, pp. 73-76. l.A DUDA METÓDICA EN EL tVIARCO DE LA ÉTIGA KANTIANA ca religiosa, sino un repaso íntegro a la filosofía de Kierkegaard; y por otra, consideraciones sobre un problema de polisemia que pueda presentar el tér mino «felicidad» y sobre su posible definición uní voca. En cualquier caso, no está de más anticipar que para Kant la ley moral no debe justificarse en la consecución de la felicidad, dado que este ca rácter determinativo invalidaría la autonomía del imperativo categórico. Hemos explicitado cuatro formas de pseudo ética comúnmente recurridas para justificar el comportamiento humano; todas ellas probada mente ilegítimas. EI siguiente paso consiste en de terminar los fundamentos de la verdadera ética, es decir, la que toma conciencia de sí misma, y de todas sus posibles manifestaciones elegir la genuina-mente moral. Pero antes de nada es muy conveniente verter luz sobre la cuestión terminológica: la verdadera ética se define casi por contraste; frente a las di versas pseudo-éticas, que el sujeto irreflexivo utili zaría de forma inconsciente para justificar casi cualquier cosa sólo en función del logro de sus apetencias, la ética aspira a dar una visión totaliza dora de la dimensión moral humana, lo cual conIleva la identificación sin prejuicios ni pasiones de la fuerza motriz que arrastra al Hombre a actuar de uno u otro modo, la demarcación de los límites en tre el bien y el mal -y todo lo relativo a ello- y, en todo caso, la prescripción de un paradigma éti co-moral que pueda ser adoptado por el sujeto en la forma de pautas de conducta6. Así, decimos que la ética toma conciencia de sí misma sólo en cuan to el sujeto ético teoriza sobre ella al advertir la ne cesidad de revísión de su código de valores. Además, las características particulares de los tiempos que corren imponen, ahora más que nun ca, la necesidad imperiosa de articular una ética con bases sólidas -que no dogmáticas-. Por una parte, porque el declive de la pseudo-ética religio sa de carácter normativo, o al menos su ensombre 6. Si bien aquí el término «prescripción» debe entenderse en un sentido muy restringido, como se verá a posteriori. 7. La teoría darwiniana de la evolución puso en evidencia la AL^flRADA cimiento bajo el peso de la ciencia desde, digamos, el auge de los saberes positivistas -Comte (1798 1857)- y la ulterior publicación de EI origen de las especies (1859), ha franqueado la entrada de esoterismos y trascendentalismos absurdos -ta rots, milagreros, neoaiquimistas, estafadores...- a los que se aferra la masa desesperadamente al contemplar su vida anegada de nihilismo -o es cepticismo- por todas partes. Por otra parte, porque paradójicamente la cien cia ha venido a sustituir lo insustituible: tengamos en cuenta que la religión es una forma de ética, pero que la ciencia no lo es. No es más que el progreso en el conocimiento, que a su vez debe orien tarse según pautas éticas -por eso hay quien dice que la ciencia se nos escapa de las manos-. Y en tercer lugar, porque atravesar el umbral de la era de las telecomunicaciones ha supuesto el co nocimiento de otras culturas ante cuyas tradicio nes a menudo nos quedamos boquiabiertos. Se trata de hechos que, para nosotros, escapan a to da etiqueta moral. Pero todavía queda una cuarta razón: en las ciudades de los países que tienen la suerte de dis frutar amplias libertades civiles asistimos hoy en día a un estallido de modas y diferencias sociales que, por chabacanas o extravagantes, sufren la reprobación de quienes se autocalifican de «ciuda danos normales». Lo malo de esto no es tanto la emisión de un juicio de valor -que si se basa en el gusto, siempre es aceptable- cuanto el hecho de que la gente utilice los juicios para censurar formas de vida alternativas, tachándolas de inmorales. Todo ello preocupa a quienes, como yo, pien san que la solución al problema de las drogas no está en su prohibición, sino en el fomento de la responsabilidad individual a través de una educa ción más filosófica -pues el hecho de que sean ilegales no implica que sean inmorales-, pese a la utopicidad de tal educación; o a quienes conside ran la práctica de ritos puberales femeninos en falsedad del mito religioso según el cual el ser humano proce día de Adán y Eva. 8. Se puede hallar documentación al respecto en EI Mundo, año VII, n° 307, domingo 17 de septiembre de 1995. E^1SAY0 ciertos países orientalese más como un acto de sal vajismo que como una manifestación folklórica, y creen que su postura hacia el asunto no es pro ducto de un etnocentrismo recalcitrante sino de la existencia de unos valores éticos universales. He cifrado un par de ejemplos para ilustrar la exigencia que se impone de replantear la cuestión ética y determinar, de una vez por todas, qué es lo estrictamente moral y qué puede ser una cuestión de gustos. La interrogante se formula de la si guiente manera: ^existe una verdad moral? Existen ciertas palabras cuya sola mención, más en un trabajo académico, deberían disparar nues tra señal de alarma. Sobre todo porque su ambi g ŭ edad puede dar al traste con el resto de las re flexiones si su significado no se perfila convenien temente. Hemos aludido, de pasada, a la palabra «felicidad». Otra de ellas, a propósito de lo que nos ocupa, es sin duda la palabra «verdad». La dificultad que ella presenta para someterse a una definición exacta está incuestionablemente vinculada a la transcendentalidad de la idea que, de forma confusa, se esconde tras ella. Spinoza asertaba que «la verdad se manifiesta por sí mis ma», y, en verdad, la cláusula «2+2=4 es verdad» no es más que un juicio analítico a prióri kantiano en el que el predicado, por ser una mera descom posición del sujeto, es totalmente prescindible. Decimos que el enunciado propuesto es redundan te. No hacía fafta señalar que 2+2=4 «es verdad». Eso ya lo sabíamos. Pero la palabra «verdad» no tiene sentido fue ra de lenguaje, cuando ella misma es una categoría del lenguaje. Por tanto, en cuanto categoría -en el ámbito kantiano se trataría de un concepto a priori del entendimiento- nos sirve para categori zar la realidad, para dar forma al caos del mundo y aprehenderlo -Kant, Humboldt-. Pero ahora la pregunta se hace inevitable: ^qué categoriza a la categoría? La cuestión es contro 9. Ya que el análisis componencial por semas sólo conduciría a un excesivo formalismo -de dudosa exhaustividad científica- inservible para nuestros fines. 10. Gustavo Bueno: profesor emérito de la Universidad de Oviedo. vertida, pero es lo que hacemos al investigar la existencia de una verdad moral. Además, en este sentido, la propuesta spinoziana precisa una importante matización: en el ejemplo «2+2=4» la verdad es cierto que se manifiesta por sí sola, pero lo hace en la forma implícita de la categoría de «verdad». Y con ello sigue en pie la interrogante sobre qué categoriza a la categoría. Y pues, desechando de antemano, por poco operativo, el estudio semántico del término «verdad»9, vamos a distinguir, más bien, entre los distintos usos que de él se hace intuitivamen te y, en todo caso, a asumir, aunque sea de for ma apriorística, un sentido que nos sirva para el análisis de la verdad moral. Así, como señala Gustavo Bueno°, la verdad puede concebirse en tres sentidos diferentes, como producto de su vinculación a tres ideas: Conocimiento, Ente -Ser-, e Identidad. Repasémoslos de manera ecléctica: • La verdad vinculada al Conocimiento se en tiende epistemológicamente -o quizá, en un sen tido más amplio, gnoseológicamente-. En este sentido verdad y conocimiento se identifican, pen samos nosotros, de dos maneras: una cognitiva, que entiende que el ser humano estará en pose sión de la verdad cuando agote todo el conoci miento del universo -verdad cuantitativa-; y otra propiamente epistemológica, de manifiestos tintes cartesianos, según la cual la verdad es el úni co conocimiento posible en cuanto que el conoci miento, o es verdadero -claro y distinto-, o no es conocimiento -verdad cualitativa-. • Por otro lado, la verdad en conexión con la Identidad resulta en una verdad lógica de marcado carácter escolástico y kantiano -incluso aristotéli co- que consiste en la coherencia o ausencia de contradicción del Ser consigo mismo en un sistema lógico cerrado -naturalmente, el silogismo, don de la verdad es de orden geométrico-. 11. La fuente de estos tres tipos de verdad es una de las conferencias impartidas por Bueno a lo largo del curso de fi losofía organizado por la Universidad de Alicante entre el 16 y el 27 de febrero de 1998, y titulado «Diez ideas filosó- i ficas». LA DUDA íV^ET^DICA EN EL MARCO ^E i.A ^TICA KANTIA^lA • En el tercer caso, la verdad en relación con el Ente se concibe ontológicamente. En este sentido la verdad es «lo que es», se identifica con el Ser, y cualquier otra explicación está de más. Adviértase, por último, que la verdad episte mológica se opone a ignorancia y falsedad o apa riencia -vertientes cuantitativa y cualitativa-; la verdad lógica a contradicción; y la verdad ontoló gica a irrealidad y, en todo caso, a sobrenaturali dad -para los que identifican naturaleza y reali dad afirmando que lo sobrenatural «no es». Todo ello sólo indica una cosa: que a diario uti lizamos una palabra polisémica asumiendo que no lo es. Y nosotros, partiendo de la falacia naturalis ta humeana, pensamos que todavía es posible ex primir más el término y diferenciamos dos tipos de verdad que, de cara a nuestro propósito, nos ven drán como anillo al dedo. Son éstos: • Verdad ontológica pura, que Ilamamos así para diferenciarla de la ontológica ya señalada. Se trata de una verdad puramente descriptiva -his tórica, lineal...-, una verdad de lo que es que categoriza al Ser sin adoptar ningún tipo de conside raciones morales o evaluativas. Su ámbito de ac ción es, por tanto, estrictamente fenoménico. Este tipo de verdad es objeto de la ciencias positivas, no de la Filosofía, y abarca los tres tipos de verdad sintetizados por Bueno. • Verdad moral -o ética-: Se trata de una verdad prescriptiva de lo que debe ser por cómo debe ser -siguiendo la moral formal kantiana-. Se pretende encontrar, si es posible, la verdad uni versal, objetiva y lógicamente necesaria en el te rreno moral. Esta verdad tiene por objetivo homo geneizar los comportamientos culturales ilegítimos y transigir la variedad cultural siempre y cuando se adapte a las exigencias de la ley que impone. En modo alguno debe pensarse que postula mos una moral etnocéntrica, tomando la cultura occidental como punto de partida intachable que actúe de demiurgo sobre otras manifestaciones culturales. No: la verdad que buscamos es objeti va, y como tal, está fundamentada en una serie de presupuestos axiomáticostz morales de carácter $C^RA[?A universal -nosotros creemos que los hay-, con que no se proyecta desde ninguna cultura concre ta sino desde lo común a toda suerte de vida inte ligente. Un ejemplo esclarecedor de axioma moral uni versal es la búsqueda individual del bien propio y no hablamos de egoísmo-. Casi sin advertirlo nos enfrentamos a una relación de ideas humeana de orden matemático, en cuya negación incurri mos en una contradicción de la misma manera que si negamos 2+2=4. En efecto, toda persona tiende hacia su bien. EI lapón, el musulmán, el guerrero sioux y el invasor selenita, todos buscan su bien. Para un masoquista el dolor es el bien supremo. Así mismo debe quedar patente que la verdad moral, objeto del discurrir filosófico, es indisociable de la verdad ontológica pura, por cuanto, en el fondo, no es otra cosa que el tratamiento evaluati vo del hecho fenoménico que aquélla representa. Por otra parte, el que la verdad moral se asiente sobre la base de la verdad ontológica pura por la necesidad de tener una referencia inmanente, no contradice el carácter incondicionado de la ley mo ral frente al estímulo externo una vez que ésta ha sido establecida. Ahora ya sabemos dónde queremos Ilegar exactamente al embarcarnos en la búsqueda de la verdad moral. Nos interesa, en última instancia, el establecimiento de un paradigma ético de carácter prescriptivo que sirva de guía de la conducta hu mana, y que lo haga, además, de manera objetiva, necesaria y universal. Pero para ello debemos rea lizar el recorrido completo que va desde la vedad ontológica pura hasta la verdad moral. AI mismo tiempo, ese recorrido no es otra cosa que el desarrollo de los ya mencionados objetivos de la ética frente a las distintas pseudo-éticas. Así, la verdad ontológica pura se corresponde con la descripción de la fuerza motriz que conduce al ser humano a una determinada forma de actua ción, mientras que la verdad moral coincide con el establecimiento del paradigma ético de carácter objetivo, necesario y universal. La demarcación de límites entre el bien y el mal, no nos olvidamos, T A^ 12. Que evitan la mera especulación desordenada. ALBORADA constituirá un nexo de unión entre ambos tipos de verdad que se mantendrá en equilibrio dinámico entre las licencias del tipo descriptivo y las restric ciones del tipo prescriptivo. Veamos todo ello por puntos, sintetizando a la vez la esencia de las prin cipales éticas materiales -racionalista y empiris ta- y la crítica que sus planteamientos suscitarían en la ética formal kantiana: • Hasta Kant las distintas formulaciones éticas se habían basado mayoritariamente en la verdad ontológica pura, asumiendo inconscientemente que la verdad moral coincidía con ella. Incluso el propio Hume, quien distingue por primera vez en tre el «ser» y el «deber ser», no parece muy con secuente con la crítica a esta falacia desde el momento que asume de forma apriorística que la ética emotivista que, a su juicio, mueve al ser huma no, sea efectivamente la que debe mover al ser humano. Con todo, su consideración del senti miento como fuerza motriz del obrar humano nos parece, en virtud del axioma moral señalado, acer tada dentro del ámbito descriptivo de la verdad ontológica pura. Huelga decir que el emotivismo humeano nace de la crítica a las éticas racionalistas previas -Des cartes y Spinoza-. Hume afirma que no es la ra zón la que impulsa al Hombre a actuar, sino, como bien hemos dicho, la pasión o el sentimiento. Y, si no, préstese atención al ejemplo de mi ex-profesor de Filosofía: dada la situación de un barco zozo brando en mitad del océano, el único móvil que conduciría a la gente en tierra firme a auxiliar a la tripulación del barco sería el sentimiento. Un exa men racional siempre conduciría a la conclusión malthusiana de que unos centenares de bajas contribuirían positivamente a aliviar las congestiona das estadísticas demográficas de un planeta super poblado. Por otro lado, el utilitarismo de la ética humea na puede hacerla parecer más susceptible de la crí tica kantiana de lo que realmente es. Es cierto que el carácter incondicionado del deber kantiano se opone al materialismo de las éticas fundamentadas ENSAYO en la consecución de la felicidad. Pero Hume no orienta su ética hacia el logro de la felicidad indivi dual, sino social, lo cual impone al individuo una serie de restricciones con respecto a su libertad moral y una serie de obligaciones para con los demás. Esto, pensamos nosotros, no está tan lejos de una de las formulaciones del imperativo categórico kantiano -la del fin en sí mismo-, que reza así: «Obra de tal manera que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin y nunca como un me dio». Pero no debemos perder de vista que la ética de Hume no deja de ser material, conque su refi namiento no se Ilevará a cabo hasta la formulación de moral formal. • Y pues, si el sentimiento es la fuerza motriz del hacer humano, toda consideración que haga mos sobre el bien y el mal debe partir de esta pre misa y, cómo no, del axioma según el cual todo ser inteligente busca el bien para sí. EI equilibrio dinámico de que antes hablábamos se desarrolla como sigue: el ser humano actúa, en primer lu gar, en el ámbito fenoménico de la verdad onto lógica pura, donde no puede haber consideraciones evaluativas. Estamos desmenuzando las co sas: en un principio el Hombre no actúa ni moral mente ni inmoralmente. Simplemente actúa, y lo hace, muy legítimamente, en función de la satis facción de su facultad apetitiva. La moralidad o inmoralidad de una obra no depende de qué se pretende con ella, sino de cómo -a costa de qué- se va a alcanzar el objeto deseado. La in moralidad, pues, no reside en el fin, sino en los medios. Ahora bien -y éste es el quid de la cuestión-: No hay razón3 por la cual unas personas tengan más derecho que otras para obtener el bien pro pio. Esto viene a cuento de que, a menudo, intere ses muy legítimos de distintas personas se interfie ren entre sí. En estos casos la inmoralidad surge cuando una de las dos partes transgrede el princi pio de derecho igualitario para lograr su propia fe licidad, utilizando a la otra parte como medio. 13. Nótese que, en este caso, la argumentación que damos es la ausencia de argumentación para de mostrar lo contrario. LA DUDA METÓDICA EN EL MARCO DE LA ÉTICA KANTIANA Ésta es la crítica que Kant vierte sobre el instru mentalismo de las éticas materiales, y es aquí don de se ha de establecer un juego de restricciones que supone el paso del «ser» al «deber ser» y que hace quedar a la acción moral en equilibrio diná mico entre la verdad ontológica pura y la verdad moral, de forma que participa de las licencias de la primera y las restricciones de la segunda. • Por último, el ámbito de la verdad moral lo constituye la ética kantiana. No es nuestra inten ción repetir íntegramente la moral formal, que po drá hallarse ampliamente explicada en cualquier manual de Historia de la Filosofía, de modo que nos limitaremos a hacer una breve mención de sus puntos más importantes. Son estos: • EI imperativo categórico, cuyo carácter for mal le otorga la universalidad buscada. Por ello la ley fundamental dice solamente cómo debe querer la voluntad, no lo que debe querer. Su formulación más importante es ésta: «Obra como si la máxima de tu acción debiera tornarse, por tu voluntad, en ley universal de la Naturaleza». EI imperativo cate górico es de la máxima importancia por cuanto de él se desprende una cruda crítica hacia un sinnú mero de máximas materiales, regidas por un impe rativo hipotético según el cual la voluntad queda condicionada por el objeto. • La libertad y la autonomía de la voluntad: la voluntad es libre porque no está determinada por la facultad apetitiva; por ello es también autóno ma, es decir, se determina a sí misma, es ley para sí misma. • EI bien y el deber: sigue aquí presente el conocido giro copernicano al afirmar Kant que es la ley la que determina lo que es bueno, y no al re vés. Ello casa perfectamente con nuestra propues ta cuando hablamos de las restricciones que la ver dad moral ejerce sobre la verdad ontológica pura para determinar la moralidad o inmoralidad en el ^^ k :^ _ : 14. Hay muchas de estas máximas en que la felicidad aparece como condicionante im plícito: la epicúrea «vive en secreto» -si quieres ser feliz-; el tópico medieval «carpe diem» -si quieres ser feliz-; los mandamientos: «no matarás» -si quieres ser feliz-. No estamos diciendo que todas estas máxi ALBC^RADÁ^ obrar. Por ello, frente a la tentación que supone la adopción de una moral material, el único móvil ad misible para la voluntad es la ley misma. Decíamos anteriormente que el término «prescripción» hay que manejarlo con cuidado: ahora se comprende que esto es así porque, en última instancia, es el individuo quien se prescribe a sí mismo, adhirién dose a la ley moral por puro respeto a ella. Cuando se obra moralmente de manera altruista, carece de sentido una prescripción que provenga de fuera. Por otro lado, el carácter intencional del deber kantiano conlleva dos consecuencias de importan cia descomunal: en primer lugar, la ferrea demar cación entre legalidad -obrar según la ley- y moralidad -obrar por la ley-, que tristemente me recuerda el predominio histórico -y actual, por supuesto- de la primera; y en segundo lugar, el hecho de que el resultado de la acción moral sea ajeno a la acción misma y, por ello, que la relevan cia histórica del individuo sea puro producto del azar, ya que, como argumenta Villacañas Berlan ga15 siguiendo a Kierkegaard, «la estructura de la relación entre el individuo, con la acción internamente emanada de su inten ción, y el tiempo histórico, con el conjunto infinito de circunstancias en que navega, es mero ocasio nalismo». La moralidad, como la inmoralidad, reside por tanto en la intención, no en la acción. Y esto a su vez suscita una crítica implacable contra el princi pio cristiano según el cual solamente Dios puede juzgar a los Hombres; de ahora en adelante el Hombre podrá prescindir del dictamen divino y ser su propio juez, ya que nadie sabrá la intención del individuo mejor que el propio individuo -advir tiendo, además, que uno no puede ser hipócrita consigo mismo-. Sin extendernos más en la ética kantiana, sim plemente añadiremos que, contra lo que pueda mas no sean moralmente aceptables; solamente que primero tendrán que coincidir con la ley moral for mal; nótese que «no matarás» no tiene carácter for mal -universal-: para los musulmanes es legítimo ma tar en la Guerra Santa. 15. Ibidem. _. _ _. ENSAYQ pensarse, Kant no rechaza la felicidad. Lo único que no transige es que el eudemonismo sea la causa determinante de la adhesión al deber. En conse cuencia, ni la búsqueda de la felicidad hace virtuo so al Hombre, ni, como hemos esbozado a partir de Kierkegaard, la virtud garantiza la felicidad. Se alza aquí la pregunta kantiana sobre cómo se relaciona la acción moral con la felicidad eter na. Y es aquí también donde consideramos ina ceptables tanto la propuesta de Kant como la de Kierkegaard, ambas por su índole especulativo y su recurrencia infundada a la existencia de Dios como garantía de que virtud y felicidad han de coincidir finalmente. Sin embargo, sí que nos pa rece interesante la teoría kierkegaardiana del es fuerzo, que, sobre la base de la ética de la inten ción, da una nueva dimensión a la noción de «fe licidad», donde, naturalmente, intuimos un fondo de polisemia. Pero la ética kantiana no ha pasado incólume de crítica. Ya Schopenhauer16, quien fundamenta su ética en el sentimiento de compasión, condena el imperativo categórico desde que su carácter for mal excluye este sentimiento de la ética kantiana, que califica de «apoteosis del desamor». Sin em- bargo, Kant nunca rechaza explícitamente que el Hombre pueda albergar sentimientos bondadosos que coincidan con la forma a priori de la ley moral -lo cual sería, además de moral, maravilloso-; y, a nuestro juicio, Schopenhauer olvida la polémica ilustrada todavía candente sobre la bondad o la maldad congénita en el Hombre. Por otro lado, creemos que existe una manipulación de Schopenhauer sobre la ética kantiana, al asertar que, pese al formalismo que promete Kant, la consecución de la felicidad subyace a la acción moral de su ética en la forma de «cláusula secreta». Nos parece que esta crítica al deber incondi cionado adolece de una verdadera carencia de ar ^ _ 16. Fuente: CABADA CASTRO, Ma nuel, Querer o no querer vivir: el debate entre Scho penhauer, Feuerbach, Wagner y Nietzsche sobre el sentido de la existencia humana, Barcelona, Herder, 1994. cf «Crítica de la ética kantiana», pp. 57-63. 17. A este respecto puede ser interesante la distin gumentación y que, por tanto, no rebate lógica mente lo ya establecido por Kant. Mi objetivo con este ensayo ha sido aportar al gunas reflexiones sobre el bien y el mal morales. Ello no descarta que incluso en el ámbito del bien moral -que creemos extenso con holgura para permitir la variedad y vivir de forma divertida pueda darse un bien y un mal de índole diferente, para lo cual quizá habría que acudir a una teoría del valor. Y tampoco todo el mal de confección humana viene respaldado por una mala intención -que es de lo que trata la ética kantiana-. Todo ello pone el acento sobre la complejidad del tema abordado, que fue probablemente lo que condujo a Descartes a formular una moral par provision de naturaleza estoica consistente en adoptar el com portamiento normal del Hombre sensato sin supe ditar el orden del universo al logro de los intereses propios. Y a propósito de Descartes se preguntará el lec tor sobre el sentido de la primera parte del título que encabeza este ensayo. O en otras palabras: ^qué tiene que ver aquí la duda metódica? Bueno... se da la paradoja de que la duda metódica subyace a todo conato de filosofía. Siguiendo el método cartesiano, hemos dudado, hemos analizado y he mos sintetizado. En cuanto a la revisión del proceso, la dejo en manos del desocupado lector. Ahora, me someto a crítica. Aparte de las referencias que aparecen en las notas a pie de página, he seguido como manual general de consulta la siguiente obra: TEJEDOR CAMPOMANES, César. Historia de la Filoso fía en su marco cultural. Madrid, ediciones SM, 1993. ción que Fernando Savater -op. cit. voz «estupidez», i pp, 133.138.- Ileva a cabo basándose en el historiador italiano Carlo Cipolla, quien establecía cuatro categorí- as morales: los buenos -o sabios-, los incautos, los ma- los y los estúpidos. Recomendamos enormemente la lectura de este artículo. I EXTASIS ACION CO «La más cruel guerra que Dios pueda hacer a los hombres en esta vida es dejarlos sin aquella guerra que vino a traer» Pascal STICO^ tOS S Enrique SELVA POVEDA Fue en el año 1899 cuando se publicó una obra que habría de ser famosa, La interpretación de los sueños de Sigmund Freud. Decía el autor en su prólogo: «En las páginas que siguen aportaré la demostración de la existencia de una técnica psicológica que permite interpretar los sueños...». upuso una revolucionaria aportación científi ca, pero Freud no fue un precursor, sino que plasmó una inquietud que maduró en el final del siglo XIX a través de la obra de este au tor, completada magistralmente por el que fue du rante un tiempo su discípulo y después científico discrepante, Karl 1ung, en la primera mitad del si glo XX. Las aportaciones de este último en lo que Ilamó incosnciente colectivo están en la base de los conocimientos modernos sobre la estructura de la personalidad y la naturaleza de los sueños. EI terreno abonado en que pudo surgir el psicoa nálisis se produjo por la asociación de una auténtica explosión de descubrimientos científicos en el pasado siglo, juntamente con la aparición del Romanticismo que inspiró todas las obras de arte de la época. Se abrió campo en el espíritu de la intelectualidad de en tonces el interés por los sueños, la añoranza por la Na turaleza virgen, el sentimiento de que el ser humano era un miembro más de esa Naturaleza, la añoranza por los orígenes; un apasionado interés por la parte no racional del ser humano. Era lógico, pues, que surgie ra la necesidad de considerar científicamente esa rea lidad desconocida que son los sueños. Pero la única novedad era el tratamiento científico, porque los sue ños han sido siempre una obsesión de la Humanidad desde sus albores. Siempre ha querido buscar su signi ficado. Las civilizaciones más antiguas suponían que eran la vía de comunicación con los dioses. En la Epo peya de Gilgamesh mesopotámica abundan las visiones oníricas cargadas de presagios. EI profeta Daniel predijo el futuro al interpretar los sueños de Nabuco nodosor. Y Jacob vio en sueños a los ángeles del Señor bajar y subir al Cielo por una escala.losé, el hijo de 1a cob, interpretó los sueños del Faraón y predijo los años de abundancia y los de sequía. Durante el Impe rio medio egipcio, nos cuenta el papiro de Chester Beatty, se sistematizaron las reglas para la interpreta ción de los sueños que permanecen hoy día en algu nas guías de sueños. Los griegos contruyeron nume rosos santuarios que servían como oráculos de los sueños; en ellos el dios Hipno adormecía a sus adep ^ ^ ALBORADA ^,® _ _ E^USAYO Jacob es nombrado heredero por su padre ciego. EI mito de los hermanos gemelos se encuentra en muchos relatos antiguos. En el caso de los hijos de Isaac, Jacob y Esaú, representan los dos aspectos opuestos de la personalidad humana -el animus y el anima, como los Ilamaba Jung-. Sólo con la integración -reconcilación- de estas dos tendencias psicológicas se puede alcanzar la maduración del propio ser personal (lo que ha venido en Ilamarse individuación). tos y, durante el sueño, el dios Morieo les comunica ba advertencias de los dioses. Estos santuarios fueron también muchos de ellos lugares de curación donde los pacientes esperaban durante el sueño que les visi tara el dios Asclepio -el dios de la Medicina- rodea do de sus inofensivas serpientes amarillas. Platón intu yó lo que mucho más tarde descubriría el psicoanálisis moderno cuando, en su obra La República, hablaba de «la naturaleza de bestia salvaje ingobernable que asoma en /os sueños». La Historia se ha visto profun damente afectada por los sueños: ejemplos son el pa so de los Alpes por Aníbal y el asalto de Roma por Cé sar, hechos estimulados por los sueños. En la biblioteca de Nínive, Asurbanipal reunió todo lo conocido entonces sobre los sueños. Y, en el siglo II d.C., Artemidoro de Efeso escribió una enciclopedia sobre los sueños, los Oneirocritica. Algunas de sus aportaciones resultan sorprenden temente modernas. Habló de la importancia de la personalidad del soñador para la interpretación de los sueños; de la frecuencia de los símbolos sexua les; inidicaba que los espejos simbolizan lo femeni no en los hombres y lo masculino en las mujeres (de forma similar a como mucho después Jung ha bló del anima y del animus). Los chinos pensaron que la conciencia tenía distintos niveles y que, durante el sueño, abando- naba el cuerpo y se desplazaba a otros reinos que no son de este mundo. Los adivinos indios distin guían distintos estados de la conciencia, tales co ^OS ÉXTASIS MÍSTICOS Y SU RELACIÓN CON LOS SUEÑOS mo la vigilia, el sueño, el reposo sin sueño y la samadhí, la dicha surgida tras la iluminación. En el Atharva Veda -1500-1000 a.C.- se indica que en una serie de sueños sólo importa el último, que ayuda en la resolución de problemas y en la Ilega da de la sabiduría. Se creía, como también ahora nosotros, en la existencía de símbolos universales. Fueron después los árabes quienes se sintieron atraídos por los sueños. Está el relato coránico de la aparición del ángel Gabriel a Mahoma en un sueño: en una yegua plateada lo condujo a Jerusa lén y luego al cielo donde, tras entrevistarse con Cristo, Adán y cuatro apóstoles, recibe indicacio nes de Dios. La Iglesia pronto se apartó de la interpretación de los sueños como mensajes de Dios, aunque an teriormente S. Agustín, S. Jerónimos y S. luan Cri sóstomo lo admitían como posible. La Iglesia pen só que era ella misma la forma de revelarse Dios. Santo Tomás de Aquino recomendó que no se tuvieran en cuenta en absoluto. A pesar de ello, el interés por los sueños no se perdió en las capas populares y, con la aparición del Romanticismo, creció el interés por ellos. En el siglo XIX fueron los filósofos Johann Gottlieb y Jo hann Friedic Herbart quienes insistieron en que era necesario un estudio psicológico sobre la naturale za de los sueños, siendo precursores de Freud. Pe ro desde siempre fueron temas de los literatos y poetas, los auténticos precursores del estudio de los sueños mucho antes que los científicos fijaran su atención sobre los mismos. Baste citar Los cuen tos de Hoffman o el Fausto de Goethe. Según Freud y lung debemos distinguir una se rie de niveles en la mente: a) Estado consciente, que es el aspecto racio nal, el que tiene voluntad, el de la vigilia, el Ilamado ego o yo. b) Estado preconsciente es el nivel de datos que puedan acudir a la consciencia a petición, tales como recuerdos, ideas, etc. c) Inconsciente personal consiste en todas las motivaciones y vivencias pasadas, actuantes pero no recordadas, pero referidas siempre a la historia personal. Es lo que Freud Ilamó ello. d) Inconsciente colectivo formado por todo el caudal de motivaciones, impulsos, instintos, re ALBORADA cuerdos, simbolismos referidos como algo común a toda la humanidad. Cada ser humano Ileva en su inconsciente la historia completa de su especie. Constituye la fuente de donde surgen los mitos, las ideas religiosas, las leyendas. Su descubrimien to como componente psíquico fundamental fue obra de Jung. Los niveles del sueño están relacionados con estos componentes inconscientes de la mente. EI primer nivel es muy superficial y está for mado a base de elementos del preconsciente. Se le puede interpretar literalmente casi en su totali dad. EI segundo nivel basa su contenido el en inconsciente personal; su simbolismo es específico del propio soñador. EI tercer nivel se nutre del inconsciente colecti vo, constituye los «sueños grandiosos», su simbolis mo es universal y está formado por los Ilamados «arquetipos», que hablan a todos los humanos. Pues bien, de esto han sabido mucho los místi cos. En realidad, más que «sabido» lo han vivido. En las páginas siguientes intentaré, a sabiendas que es una temeridad, profundizar es estas viven cias, buscar un punto de comprensión en algo que se presenta en principio como no racional. En unos componentes del psiquismo que, aunque casi siempre menospreciados, tiene una importancia fundamental. Pero antes de continuar hay que distinguir entre una ideología mística y lo que es un estado místico. Ideología mística. Es una forma de concep ción del mundo. En ella el hombre no se coloca frente al mundo, sino formando parte de él. Es la mentalidad más generalizada de los pueblos orientales y la del gnosticismo con sus numerosas sectas en el munco occidental. Lleva consigo una concepción panteísta, bien considerando a la Na turalez y a sus criaturas como emanaciones cada vez más degeneradas del mismo Dios (gnosticis- mo), bien endiosando a dicha Naturaleza, siendo las formas de vida simples apariencias, formalis mos. En este caso el ideal de felicidad es perder la particularidad que nos diferencia y sumergirnos en esa Totalidad, el Brhaman, y alcanzando el Nir vana, que no es la «nada», sino la pérdida de la diferenciación personal (budismo). ALBORADA Estado místico. Es un estado especial de la consciencia. Pero altamente indefinible y motivo principal de este artículo. Intentar profundizar en su naturaleza es una difícil empresa. Hemos de guiarnos sobre todo en la experiencia de los pro pios místicos. En su vivencia. Pero es que esta vi vencia está fuera del marco racional, por lo que no sirve el lenguaje lógico. EI místico se tiene que ver obligado a usar un lenguaje metafórico, a inven tarse palabras para expresar lo inexpresable. La vivencia mística se presenta como «visión», como espectáculo que, como tal, aparece eviden te. Lo vivido no se experimenta racionalmente, lo hace de forma simbólica. Y el símbolo tiene en sí multiples significados, incluso los opuestos. En el lenguaje metafórico del místico no se «deduce» nada, todo se muestra. Como he dicho, el estado místico es ante todo espectáculo, sentimiento, in tuición y certeza, luz sin sombras. Unidad con lo indecible. Auparse o hundirse, da igual, en otra Realidad. En palabras de Jung: «EI estado místico es una forma de visión primordial». Son ejemplos de arte místico la 2a parte del Fausto de Goethe, la música de Wagner o las obras del Mayrink. EI mundo de la vigilia es el cosmos, el «creado» por el hombre. EI ordenado, explicado, predicho por él. En el que se encuentra cómodo. Lo ha ana lizado, ordenado, jerarquizado, en cierta manera dominado. EI mundo del sueño o de la visión mística es el del caos, en el que el hombre se encuentra perdi do, aniquilado. Lo ve y no lo explica. Como el sal vaje primitivo se siente anonadado, no se coloca frente al mundo, sino sumergido en él. EI caos ori gina angustia, el cosmos ataraxia. En la vigilia se cree, se tiene una fe diurna, en el éxtasis se sabe. «Yo no supe donde estaba pero, cuando allí me vi, sin saber dónde estaba grandes cosas entendí; no diré lo que sentí, que me quedé no sabiendo toda ciencia trascendiendo» San Juan De este pábulo de saber se nutren los poetas, los místicos, los artistas, los profetas. Así ocurre en la intuición momentánea del descubrimiento cien ENSAYO tífico. Como decía San Agustín (Confesiones, Libro IX, CX): «.., y ascendemos aún más, interiormente cogitando y mirando Tu obra, y venimos a nues tras mentes y las trascendemos para alcanzar la región de la abundancia inagotable, donde tú, Is rael, paces en eterno pábulo de verdad, y ahí está la sabiduría de la vida...» Pero también en esa hondura caótica, abisal, se hunden los grandes malhechores, los que Ilevan la maldad suprema. Otras veces, al sumergirse en ese poso sub o superhumano que Jung Ilamó incons ciente colectivo, la razón se pierde y el hombre se vuelve demente. EI viaje místico es un sumergirse en el estado primordial. Por ello los escritos de los místicos son una obra de arte. Ellos son una clase especial de artistas, aquellos que obran -crean- arrebatados por Dios. Hay una característica común a todos los místi cos. Y es que, al pasar por esa terrible experiencia vital, salen transformados. Hay un engrandecimiento personal, ya son distintos, ven el mundo con otra óptica. Pero, además, el paso por el tran ce es angustioso en su doble sentido; como mo mentos terriblemente angustiosos y como lucha, combate en el que al final se vence pero en el que se queda herido. Una herida permanente, san grante al tiempo que gozosa. Lo expresó muy bien Santa Teresa: «una situación intermedia entre el Cie!o y la Tierra, en el que el consuelo de arriba es pena al no estar en él; es un gozo doloroso por el bien que se intuye aún falta. Es una pena querida, dolor sabroso,... atisbo de miedo al sentir tan cer ca la muerte. Es como un camino de cruz». Mulla Sudra (1571-1640) decía, siguiendo a su predecesor el gran Suhravardi, que el conocimiento no era sólo información, sino un proceso de trans formación. No se sabe realmente si no se cambia por la acción del mismo conocimiento. Y el místico alcanzaría la sabiduría a través del alam al-mithal, el mundo arquetíptico de la imaginación, que acerca al hombre a Dios. Para estos pensadores islámicos los sueños y las visiones eran la forma suprema de la verdad, ya que el conocimiento no es sólo racional. Aunque el Dios de los místicos guarda seme janzas con el Nirvana o el erahma orientales, se distingue en que no anula totalmente la personali LOS ÉXTASIS MÍSTICOS Y SU RELACIÓN CON LOS SUEÑOS _ .___ - ___ ALBORADA ^ Miniatura del Libro de la escala de Mahoma. «Cuando yo, Mahoma, entré en el Templo, juntamente con Gabriel, encontré a los profetas, que estaban allí y que Dios había hecho surgir de sus sepulcros para venir a honrarme. Estaban esperándome de pie y, en cuanto me vieron, se pusieron a orar. Entonces Gabriel me dijo: Acércate, Mahoma, y ora antes que ellos, porque eres el rey de todos los profetas y el señor de todas las gentes». EI profundizar en nuestro propio ser para Ilegar a lo más hondo de nuestro inconsciente es representado a menudo de forma simbólica como el viaje a los Cielos. dad, quedando el hombre como distinto a Dios. Decía Abuu-I-Hasan al-Sadil: «A1 santo, durante el éxtasis, siempre le queda alguna conciencia, aun que sutilísima, de su existencia como persona hu mana responsable. Es algo así como le pasaría a un hombre que estuviese dentro de una habita ción sumida en /as tinieblas, el cual, a pesar de la oscuridad, no dejaría de darse cuenta de que la habitación aquella existía realmente, aunque no la viese con los ojos». Y Santa Teresa abunda en este punto. ; u ► • . _ _ ^ • Para los cristianos, los judíos y los musulmanes Dios es personal, histórico, interviene en la vida de los hombres. Para Aristóteles fue, en cambio, un Dios lejano, el primmun movens, que una vez en los principios creó el Mundo y sus leyes y lo dejó marchar a su suerte. Pero los místicos añaden un nuevo aspecto, otra visión. Y para expresarla recuperan el mito, resto idolátrico, como expe riencia religiosa transformante. Mito, misticismo y misterio son palabras que proceden de la griega musteion = cerrar los ojos o la boca. Nacen de la oscuridad y el silencio (lhon Macquarrie, Thinking about God. Londres, 1957, pg. 34). Decía Avicena que los profetas han revelado las verdades supe riores «bajo forma de mitos, fábulas, símbolos, alegorías y presentación de imágenes». EI místico judío, para expresar su experiencia de Dios, nos dice que realiza un mítico viaje a tra ^ ALBORADA ^ vés de los siete cielos. Santa Teresa sigue el mismo camino por los siete castillos de la vida interior. Dice San Pablo en la Ild Epístola a los Corintios, 12,2,4: «Sé de un hombre en Cristo que hace ca torce años -si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, tampoco lo sé, Dios lo sabefue arreba tado hasta el tercer cielo; y sé que este hombre... fue arrebatado al paraíso y oyó palabras inefables que el hombre no puede decir». También Mahoma viajó de Arabia al monte de Jerusalén y ascendió por una escalera a los siete cielos; acompañado de Gabriel, siguió el peligroso ascenso; cada uno de los cielos estaba presidido por un profeta, alcanzando al fin la esfera divina. Las fuentes más antiguas respetan el relatar la vi sión final, pero a ella parecen referirse los siguientes versos del Corán, 53, 13-18: «Ya lo había visto descender en otra ocasión, junto al azufaifo del confín, junto al cual se encuentra el jardín de la morada, cuando el azufaifo estaba todo enmascarado. No se desvió mirada. Y no erró. Vio ciertamente parte de los signos tan grandes de su Señor» . Igualmente lacob vio una escalera que subía hasta el cielo, por la que subían y bajaban los án geles. Y el mismo camino de ascensión siguió S. Agustín con su madre durante su estancia en Os tia. Los describe en Confesiones IX, ^0: «Luego nuestras mentes fueron e/evadas, en cendidas con mayor afecto, recorriendo como por esca/ones todos los seres corporados hasta llegar al cielo, desde el sol y la luna y las estrellas lucen sobre la tierra. Subimos todavía más arriba pen sando, hablando y maravillándonos de tus obras. Entramos en nuestras almas para trascenderlas después y así llegar a la región de la abundancia indeficiente» . EI ascenso, pues, a los cielos, indica el umbral del significado último. En fin, experiencias similares fueron las experi mentadas por los chamanes (Joseph Campbell, Bill Moyers. The Power of Myth, Nueva York, 1988, pg. 85). EI significado profundo de estos mitos se arrastra desde el Paleolítico representado por la subida al cielo o el «vuelo mágico» del ave de pre- ENSAYO sa, del águila. Indican la subida a la interioridad del sí mismo. Significado semejante tienen los mi tos sobre el arco iris. EI chamán, que ejerció una función esencial para el equilibrio anímico de la sociedad altaica, sufre crisis extáticas en que su alma viaja a otros mundos, a los nueve cielos y al profundo averno. Y de regreso trae la sabiduría de los dioses, la capacidad de curar, cuenta las mara villosas aventuras transcurridas en el mundo de los muertos. Pero también en nuestro tiempo dice Santa Teresa: «En estos arrobamientos parece no ánima el alma en el cuerpo, y así se siente muy sentido falta de él el calor natural. Vase enfrian do, aunque con grandísima suavidad y deleite. Aquí no hay ningún remedio de resistir... viene un ímpetu tan acelerado y fuerte, que veis y sen tís levantarse esta nube o esta águila caudalosa y cogeros con sus alas. Y digo que se entiende y o veis llevar y no sabéis donde, y es menester áni ma determinada y animosa, mucho más que para lo que queda dicho, para arriesgarlo todo, venga lo que viniere, y dejarse en las manos de Dios e ir a donde nos llevaren de grado, pues os llevan aunque os pese. ...Otras era imposible sino que me llevaba el alma y aún la cabeza tras ella, sin poderlo tener, y algunas todo el cuerpo, hasta le vantarlo». EI camino a las profundidades místicas, o a las honduras del psicoanálisis, está Ileno de riesgos. Todas las tradiciones señalan sus peligros y acon sejan ser Ilevados por un experto. Son necesarios inteligencia y un equilibrio psíquico. Los maestros del zen indicaban que nunca un neurótico se curará con la meditación, si cabe se pondrá más enfer mo. Los judíos no permitían que los jóvenes se ini ciaran en la Cábala hasta que adquirieran la sufi ciente madurez; incluso aconsejaban que fuera casado, para garantizar un equilibrio sexual ade cuado. ► . ^ • ► , ;: *iT ► 1 Desde antiguo se han empleado técnicas para alcanzar estados especiales de la conciencia que facilitaban Ilegar a la situación extática. Los místi cos judíos utilizaban sistemas semejantes a los del Zen o el Yoga. EI sabio babilonio Hai Gaón (939 LOS ÉXTASIS MÍSTICOS Y SU BELACIÓN CON EOS SUEÑOS 1038) lo explicaba así (The lewish Mystics, Lon dres, 1990, pg. 23): «Tiene que ayunar durantte un determinado número de días: tiene que poner la cabeza entre las rodillas, mientras se susurra suave mente a sí mismo alabanzas de Dios con el rostro mirando al suelo. Como consecuencia contemplará lo más íntimo y recóndito de su corazón y le parecerá como si viera las siete moradas con sus propios ojos, dirigiendo su mirada de una a otra a fin de observar lo que hay en ellas para poder encontrarlo». EI español Abraham Abulafia (siglo XIII), en su búsqueda de la illuminación, elaboró un sistema de concentración similar al yoga, con técnicas de respiración de un mantra y la adopción de ciertas posturas. La oración de los cristianos orientales era una iluminación, una actividad psicosomática seme jante a la relajación, con técnicas semejantes a las de Oriente lejano. EI maestro hesicasta Evagrio Póntico (siglo IV) decía: «Cuando estés orando no formes dentro de ti ninguna imagen de la divini dad y no permitas que tu alma se vea configurada por la imagen de ninguna forma». Concepto muy semejante al del Yoga: «Orar significa despojarse del pensamiento», con el resultado de alcanzar una experiencia de unidad y en la pérdida del ego. Ese camino es para la cristiandad occidental un camino de desolación y tensión. Los Ejercicios Es pirituales de San Ignacio. La Noche Oscura de San Juan. Y como el Psicoanálisis nació en Occi dente, se concibe que en las sesiones del diván del psiquiatra se viaje al averno, a los oscuros recove cos del Ello, a la zona oscura de nuestra intimi dad. EI psicoanalista pretende sacar a la luz lo que está escondido en la caverna. EI místico, en cam- bio, prosigue su camino y va más allá del antro, a un ámbito de Luz. En el viaje a los arcanos del ser, a veces el mís tico encuentra a Dios personificado en epifanías a las que es posible amar, muy distintas al lejano Dios de los filósofos. Ibn-Arabi tuvo una visión de una joven, Nizan, manisfestación de la Sophía di vina, y a la que dedicó los versos amorosos de EI diván. Casi un siglo después Dante Alighieri tuvo un trance semejante al ver a Dios a través de Bea ALBORADA trice Portinari. EI viaje relatado en la Divina Comedia por el Infierno, Purgatorio y Cielo se inspi ró en los ascensos a los siete cielos de los místicos judíos y en el de Mahoma al azufaifo del confín de la divinidad. Dante, en su camino a su incons ciente simbólico, no el oscuro al que accede el psi coanalista en la mente enferma, sino al luminoso del místico, es guiado por lo que él cree es la ins piración divina: «Oh, fantasía que, de cuando en cuando, arrebatas al hombre de tal suerte que no oyera mil turbas resonando, ^quién, sino es el sentido, ha de moverte? Muévete aquella luz que el cielo se//a, por sí o por el querer de quien la viere». En el Corán, como luego consideraremos de forma más detenida, aparece la misteriosa figura de Khidr, el director espiritual de Moisés, Ilamado también EI Verde. Este nombre podría indicar la siempre renovada fuente de la sabiduría oculta o, como en la novela EI rostro verde de Mayrink, lo oscuro, lo que está detrás, ya que el color verde no es tal, sino la mezcla de dos colores distintos. Es la personificación del hombre primordial pre sente en lo más hondo del hombre de todas las culturas. Representa el conocimiento no racional y se manifiesta en el simbolismo de nuestros sue ños, los que aparecen en la fase IV. ^^s^ • ^ • ^` • Sobre la realidad última del estado místico no podemos realmente atisbar su verdadera natura leza, sino atenernos a la palabra de los protago nistas. Casi siempre la experiencia es de carácter religioso, pero no siempre. Hay momentos de gran claridad de conciencia, de estados de vigilia en el sueño en los que lo que se alcanza no es la unión con Dios, sino la Sabiduría. Son casos famo sos el de Descartes, durante la noche de 10 de no viembre de 1619, cuando tuvo la visión de la exis tencia de una ciencia universal y que fue para él una verdadera revelación. También Pascal tuvo su noche de agonía, y su transformación en ese espí ritu desgarrado, del hombre de ciencia que quiso creer y del que surgieron los Pensamientos, testi monio de un alma sufriente. ,^ ^ ^ .^^A^BC^RADA Pero, en general, los místicos no tienen dudas sobre su unión con Dios. Comentaba Ibn Abbad de Ronda que «no debe entibiarse el propósito del devoto para llegar a la unión durante su viaje, hasta que llegue a la presencia de Dios y al goce de su familiaridad, es decir, hasta que Dios le otorgue estos favores, gracias y carismas». Para el sufí AI-Junyad de Bagdad la búsqueda de Dios era como una vuelta al estado primordial, a la auténtica Fuente del Ser. Es como ir hacia «fuera de sí», en una forma de alienación, de una «separación» como dirían los seguidores de Freud. La concienciación del «animus» o el «ani ma» que Ilevamos dentro, como dirían los jungia nos, el conocimiento de nuestro ser dividido. EI perfeccionamiento vendrá de la reunión, de la asunción consciente de ese ser bipolar que Ilegará a ser integrado. Es el ideal conocido como Tawhid en el Corán. EI Dios de los místicos no es una realidad obje tiva, sino profundamente subjetiva; pero no in ventada, más bien interiorizada en la profundidad del Yo. De esta manera lo indicaba AI-Hallay, mís tico sufí muerto en una cruz: -Yo soy Aquél a quien amo, y Aquél a quien amo es yo: somos dos espíritus que moramos en un cuérpo. Si me ves lo ves a Él, y si los ves a Él, nos ves a los dos. («The Mystics of Islam», Londres, 1963, pg. 151. R.A. Nicholson). Santa Teresa relata en su Vida muchas de sus experiencias místicas. Durante el trance el místico siente estar en una posición intermedia entre dos formas de estar, de vivir: «...porque en ella (la si tuación mística) aún siente el alma no estar muerta del todo, que así lo podemos decir, pues lo está al mundo; más, como dije, tiene sentido para entender que está en él (cap. 18). No existe, pues, disminución del estado de consciencia, más bien una agudización de la misma. EI hecho que se experimente más como vivencia que como en tendimiento lo expresa muy claramente en otro párrafo: «Entiéndese que se goza un bien, más no se comprende este bien». Y, más adelante, «EI có mo es ésta que llaman unión y lo que es, yo no lo sé dar a entender.. ni sé entender qué es mente, ni que diferencia tenga del alma o espíritu tam poco; todo me parece una cosa, bien que el alma EI^S^YQ alguna vez sale de sí misma, a manera de un fue go que está ardiendo y hecha llama... Esta llama sube muy arriba del fuego, más no por eso es co sa diferente... Como no puede (el alma) compren der lo que entiende, es no entender entendien do». Para el creyente habitual la concienciación de Dios es producto de la contemplación de la natu raleza. Es el Creador, el Todopoderoso, que mora allá en los cielos. Para el místico, en cambio, está en la profundidad del sí mismo. En Kónisberg, so bre la tumba de Kant, se puede leer una de sus ci tas famosas: había dos cosas que le movían cada vez a más admiración y era «el cielo estrellado encima de mí y la ley moral dentro de mí. Son pa ra mí pruebas de que hay un Dios por encima de mí, y un Dios dentro de mí». Este último sería el Dios de los místicos. Para Ibn-Arabi cada ser hu mano es una epifanía, manifestación, del Dios es condido. Pero la realidad inagotable de Dios no puede expresarse a través de cada ser humano, y la revelación, el Logos, que Dios ha hecho a cada uno de nosotros es única y diferente para cada cual; por ello, en cierta manera, cada uno tiene «su propio Dios», todos referidos al Único. Algo así como una parcial encarnación de Dios. Insisten en que en ese estado se pierden las fa cultades naturales y todo el ser es captado por la divinidad. Para Ibn Ata Allah de Alejandría, «en el éxtasis del sujeto desaparece la esfera de su sen sibilidad y se le abre la presencia de la santidad divina, mientras que al salir del éxtasis el con templativo continúa con su Señor en dicha pre sencia. En el estado de éxtasis el sujeto es llama do hacia Dios, y al salir es él quien a Dios llama». De igual forma que en el sueño normal los es tudios neurológicos han encontrado la fase REM, en que la pasividad (parálisis) muscular se ve acompañada con una hiperactividad cerebral; cuando sólo los músculos oculares están hiperacti vos y las ensoñaciones invaden nuestra mente, al go semejante ocurre en el estado místico, extáti co. Decía el mismo Ibn Abbad, ya citado, «que la aproximación real y verdadera a Dios consiste tan sólo en que ella contemple cómo Dios está próxi mo a ella. Esta contemplación produce en el alma una intensa vigilancia, un temor reverencial...». LOS ÉXTASIS MÍSTICOS Y SU ^ELACIÓf^ CON LOS SUEÑOS d • • a^ • ► , ss ► • r ^ ^ _ •, r _ ® • Son muchísimos los ejemplos que se podrían citar de la vinculación del sueño con el éxtasis místico. Así tenemos el caso de Mahoma EI momento del éxtasis es relatado así (en tra ducción de E. Dermenghem): Una noche de la úl tima década del Ramadán, en una cueva del Monte Hira, no lejos de la Meca, mientras dormi taba, se produjo la infusión de la Palabra Increada en el mundo relativo, el descenso del Libro al corazón del profeta. EI ser misterioso le mostró en sueños un rollo de lienzos cubierto de signos y le ordenó que los leyera... -No sé leer, dijo Maho ma. -Lee, repitió por dos veces el Ángel, poniendo la tela alrededor del cuello del durmiente. -^Qué leeré?. -Lee, en el nombre de tu Señor, que ha creado al hombre... EI elegido se recogió, cons ciente de que el Libro había bajado a su corazón. En esta visión, tan escuetamente transmitida, se aprecian algunos de los caracteres básicos del Islam, comunes al Cristianismo. La existencia de un Dios Supremo, esencialmente «distinto» del hombre (le jos, pues, de cualquier concepción panteísta). La ca racterística de Religión revelada a través de un Li bro. No obstante, hay una característica distintiva, y semejante a la mentalidad induista: la relatividad de este mundo, muy semejante a la consideración del mundo como apariencia, no auténtica realidad, propia del pensamiento indú. _ . _ ^ _ • + ► _ ► Pocos relatos hay que expresen tan claramente la agonía y la transformación personal como el relato bíblico de la lucha de Jacob con el Ángel. A primera vista incomprensible, adquiere súbita claridad si se lo considera como la descripción de un sueño místico. «Quedóse lacob solo, y hasta rayar la aurora estuvo luchando con él un hombre, el cual, viendo que no le podía, le dio un golpe en la articula ción del muslo, y se relajó el tendón del muslo de lacob luchando con él. EI hombre dijo a Jacob: -Déjame ya que me vaya, que sale la aurora. Pero ALBOI^ADA lacob respondió: -No te dejaré ir si no me bendi ces. ÉI le preguntó: -^Cuál es tu nombre?. -Jacob, contestó éste. Y él le dijo: -No te Ilamarás ya en adelante Jacob, sino Israel, pues has luchado con Dios y con hombres, y has vencido. Rogóle lacob: -Dame, por favor, a conocer tu nombre, pero él le contestó: -^Para qué preguntas por mi nombre?; y le bendijo allí. Jacob llamó a aquel lugar Pa nuel, pues dijo: -He visto a Dios cara a cara y ha quedado a salvo mi vida. Salía el sol cuando pasó de Panuel e iba cojeando del muslo». Una larga noche de lucha; noche oscura del alma que diría San Juan de la Cruz, en la que Dios o el Angel golpea y golpea, mientra el hombre sigue ciego. La búsqueda de la Luz siempre es dolorosa. Y tiene el precio, la herida en la cadera de Jacob, señal permanente de la Transmutación personal. Cuando el contrincante bendice a Jacob, le cambia el nombre: se Ilamará Israel. Entre los semitas supo ne algo fundamental; el nombre se confunde con la persona; el cambio del mismo supone que, a partir de entonces, el patriarca será otro. Su vida tendrá otro norte. Sus caminos serán distintos. Y ensegui da se lee en los capítulos del Génesis que, tras la Experiencia, Israel hace las paces con su hermano Esaú, terminando los conflictos familiares. Tam bién, después se enfrentará con sus hijos por causa de la crueldad de éstos con lo siquemitas. Todo relato es simbólico, como en los sueños que escarban en el inconsciente. La lucha -la agonía- dura mientras persiste la oscuridad del alma; sólo la aurora, con la visión de la nueva Reali dad, terminará con ella. Entonces comprende Ja cob que el Adversario era un aliado, y pide su bendición. EI tormento ha terminado en gozo. Pero si meditamos sobre los avatares de los dos hermanos, Jacob y Esaú, dos gemelos tan opuestos, delicado uno, brusco y velloso el otro, imprudente y extrovertido Esaú, lacob apegado a sus padres. Que intercambian sus destinos. Si lo meditamos, repito, veremos que, en realidad, son uno mismo. En concepción moderna son el ani mus o el ánima que todos Ilevamos dentro. La du plicidad sexual. Cada aspecto, «cada hermano», es el complemento del otro. Su lucha es la que to dos mantenemos con nosotros mismos. Y la paz entre hermanos que se alcanza tras la lucha con el ^^ ^ ALBORADA ^,^,^ Ángel es la reconciliación interior, la superación de la diferencia, el asumir la duplicidad. En conse cuencia, la personalidad se acrece. La armonía en tre nuestro inconsciente irracional, místico, Ileno de energía pero oscuro y luminoso a la vez, con el componente racional de la vigilia. EI trance místi co Ileva a la Unidad. _ ► _ • ► ► _ : ; _ En el libro de Carlos Castaneda Viaje a Ixtlán (Edit. Fondo de Cultura Económica, 1993) relata su iniciación en la brujería guiado por el brujo don Juan. Y en el relato de sus experiencias últi mas es sorprendente el parecido con el pasaje bí blico que acabo de indicar. Su preceptor le inter pela así: «Las plantas de poder (se refiere a las alucinó genas con las que había tenido experiencias pre vias) son sólo una ayuda. Lo de verdad es cuando el cuerpo se da cuenta que puede ver Sólo en tonces somos capaces de saber que el mundo que contemplamos cada día no es nada más que una descripción. Mi intención ha sido mostrarte eso. Desgraciadamente, te queda muy poco tiempo antes de que el aliado te salga al pasoh. Más adelante, el brujo don Genaro le cuenta a Carlos cómo fue el final de su iniciación: «Era yo joven cuando me enfrenté por prime ra vez con mi aliado. Recuerdo que fue ^en las pri meras horas de la tarde. Yo habíá estado en el campo desde el amanece,r iba de vuelta a mi ca sa. De repente, el aliado salió y se interpuso en mi camino... Tuve miedo. Un escalofrío me subió por la espalda y mi cuello se puso tenso como ta bla (una situación muscular semejante a la que se puede inducir fácilmente por hipnosis). -^Qué pasó cuando agarró usted a su aliado, don Genaro? -Nunca imaginé que fuera así. Fue algo, algo, algo... como nada que pueda yo decir. Después que lo agarré, empezamos a dar vueltas... pero yo no lo solté. Giramos por el aire tan rápido y tan fuerte que yo ya no veía nada. Todo era como una nube. Dimos vueltas y vueltas, y más vueltas. De repente sentí que estaba parado otra vez en el suelo. Me miré. EI aliado no me había matado. ENSAYO Estaba yo entero. iEra yo mismo! Supe entonces que había triunfado. Me puse a saltar de alegría. iQué sensación! iQue sensación aquélla! Es realmente sorprendente la similitud de la ex periencia de don Genaro y la que tuvo Jacob. Son prácticamente idénticas y se han vivido con más de dos mil años de distancia temporal y por protago nistas pertenecientes a pueblos muy dispares (el ju dío semita y el indio americano). A partir de esa ex- periencia también don Genaro empezó a vivir en un mundo distinto, ya nunca fue el que era. . :_ .^ ^ •:-^ En esta curiosísima sura se expone en forma de relatos de misterio, de manera simbólica, ese fe nómeno de transformación con crecimiento per sonal que sufre el creyente al pasar los trances místicos. Contiene tres relatos sucesivos, de los que haré referencia a los dos primeros, el de los siete durmientes y el de Chadir o Khidr, de los que Jung hizo una interpretación enormemente interesante. En el primero, siete jóvenes de Éfeso, en tiem pos de Decio, se retiran a una caverna.Se consi deraban monoteístas y huían del mundo idolátri co. Son acompañados por un perro, que quedará en el umbral, y cuyo simbolismo es oscuro. Están situados entre la derecha -oriente- y la izquier da -occidente-. Allí quedaron durmiendo. AI despertar no conocían el tiempo del sueño, que fue de trescientos nueve años. Ellos buscaron la perfección a través de la me ditación, adentrándose en la caverna de su propio interior, del yo no manifestado, y avanzan en el camino del propio conocimiento. Y su situación, entre oriente y occidente, indica el punto medio, el lugar simbólicamente considerado como centro del mundo, lugar de transformación y sacrificio, punto privilegiado para comunicar con Dios. Este simbolismo del punto del centro se conserva en muchas tradiciones y representaciones; así pode mos recordar todas las que se refiere a la muerte de Cristo, en las que Éste está siempre en el me dio, entre los ladrones. Quien entra dentro de sí involucra su ser consciente con el inconsciente que estaba olvidado. Su LOS EXTASIS MISTICOS Y SU RELACIÓN CON EOS SUE^IOS conocimiento supone siempre transformación, aunque no siempre positiva. Cuando supone acre centamiento se acostumbra expresarlo en forma de alargamiento de la propia vida (caso de los 7 durmientes, que permanecieron en la caverna más de 300 años; también en la Edad Moderna Para celso consideraba que el alquimista que alcanzaba el verdadero conocimiento, la piedra filosofal, ve ía alargada su vida). O también una forma de al canzar la inmortalidad, como se predicaba en los misterios de Eleusis. En cuanto al segundo relato, expuesto resumi damente, Moisés dice a Josuá, su servidor, hijo de Nun, que caminen hasta la confluencia de los 2 mares, pues Dios le había indicado que allí encon traría al hombre más sabio de los existentes (Cha dir). AI cabo de un tiempo de marcha notaron que habían perdido el pescado que Ilevaban consigo. EI servidor da la culpa a Satanás del olvido. Mila grosamente el pescado se ha encaminado por sí solo hacia el mar. AI saberlo, Moisés ordena regre sar en su busca, porque allí donde esté el pescado estará su maestro. Y, en efecto, allí lo encuentra; y le pide consejo y que le permita acompañarle. EI desconocido le indica que no tendrá (Moisés) sufi ciente paciencia para permanecer en su compa ñía, mudo y sin protestar. Moisés le ruega y le promete acatamiento, por lo que seguirá en su compañía. A continuación suceden una serie de acontecimientos incomprensibles para Moisés, que protesta, con lo que moverá a disgusto a su maestro que, tras explicarle lo incomprensible, se separará de él. Para Jung, Chadir representa la suprema Sabi duría que está en lo más profundo de nuestro in terior. Moisés va acompañado de «su sombra», Josuá, que es el desdoblamiento de sí mismo, su «anima inconsciente». Es hijo de Nun, que es nombre de pez, o, lo que es lo mismo, que es hijo de las profundidades. Es una situación semejante a todos los ejemplos de hermanos míticos (Caín y Abel, Jacob y Esaú, Rómulo y Remo, los Dioscuros...). EI lugar de encuentro, el de la transforma ción, el de aprehensión de la Sabiduría también está en el lugar de en medio, entre los mares. La pérdida del pez representa una catástrofe, la pérdida de la sabiduría profunda. Por eso Moi ALBCJRADA sés corre a reencontrarse con él. En cierta forma, su simbolismo se confunde con el de Chadir, figu ra que se asemeja en cierto modo a Cristo (no se olvide que la figura del pez fue un signo de iden tificación de los primeros cristianos). Dicha pérdi da supone una disociación de la personalidad, fre cuente en las neurosis. Es lo que los primitivos Ila maban la pérdida del alma o, lo que viene a ser lo mismo, un rebajamiento del nivel mental. Moisés se siente fatigado por la pérdida de su alma, la falta de la líbido. Es decir, el alejamiento de la fuente de la vida. EI reencuentro con el pez supo ne la reestructuración de la personalidad, el des pertar a la nueva vida. Es una imagen semejante a la recuperación del aqua permanens de los alqui mistas. Chadir es el sí mismo, el nacido en la caverna, el de larga vida, que se renueva permanentemen te, semejante al profeta Elías, el pez redivivo, el que como Osiris, es desmenbrado al fin del día para renacer de nuevo. Es el hombre primordial, mientras Moisés, hombre corriente, no podrá nunca comprender su conducta, como Job no comprendió a Yhavé. Lo que realmente renace, quiero decir lo que se mantiene como permanen te, es el pez, lo olvidado, aquello situado en lo más hondo del ser, de lo desconocido. De allí sur ge la esencia inmortal. Es lo que maravillosamente expresó Isaías en su relato del siervo de Dios. Y lo transformante se expresa como interiori zación, como «nutrición». La santificación viene a través del pan en Cristo, y del vino, como también ocurrió con el culto a Dionisos. Y en la transfor mación está implicita la inmortalidad. He intentado hasta ahora saber algo sobre el estado místico y su relación con los sueños. He procurado ante todo basarme en los testimonios de los místicos, de los autores que han vivenciado esa especialísima situación espiritual, con el fin de dar poco margen a la elucubración y guiarme por los hechos. Hechos que, en este caso, no son cuantificables ni verificables a voluntad, pues son experiencias únicas y con características propias de cada personalidad; ello hace que, aunque se ^ ^ ALBORADA mejantes, nunca sean idénticas. Voy a resaltar ahora algunos aspectos que me parecen funda mentales, y buscaré como punto de apoyo otra ci ta del libro de Castaneda. En ella Don luan le dice a Carlos: «Hacer es lo que hace de esa roca una roca y de esa mata una mata. Hacer es lo que te hace ser tú y a mí ser yo. Ahí tienes a esa roca por ejem plo. Mirarla es hacer, pero verla es no hacer. Esa roca es una roca por todas las cosas que tú sabes hacerle. Yo llamo a eso hacer. Un hombre de conocimiento sabe, por ejemplo, que la roca sólo es una roca o causa del hacer, y si no quiere que una roca sea una roca, lo único que tiene que hacer es no-hacer. Cuando uno no-hace está sintiendo el mun do... ^A quién importa que tú entiendas o no? Estas misteriosas palabras contienen un mun do de sabiduría. Para comprenderlas hay que ima ginarse la situación mental del hombre primitivo, antes que, al finalizar el Neolítico, los filósofos presocráticos (Thales, Anaxímenes, Anaximandro, Parménides) inventaran al individuo. Antes, el hombre se consideraba inmerso en la Naturaleza, como parte constituyente de la misma. La vivía pero no la comprendía. Ellos adoptarón una postura de enfrentamiento a la Naturaleza para defi nirla, comprenderla y, como meta final, dominar la. Para ello inventaron la tremenda palabra ser, sin la cual ya no sabemos hablar. Entendida como substantivo cuando hablamos del ser de las cosas, y como verbo copulativo cuando decimos lo que las cosas son. Somos nosotros los que atribuimos a cada una determinadas cualidades. Cuando al gunas de éstas separan bien a un objeto de los de más, permitiendo definirlo mejor, decimos que constituyen su esencia. Pero esa esencia es creación nuestra. Y las cosas en realidad no son, sino simplemente están. Si en la abstrusa cita anterior cambiamos la pa labra hacer por definir, el texto se vuelve más comprensible. Lo que pretende es considerar esa condición primera del hombre en la que todo es taba indefinido, en el que las cosas no eran, ese tiempo en el que se podía sentir el mundo, en pa labras de don Juan. Por eso añade después: ^qué importa que entiendas o no?. E^ISAYO En la situación mística, el protagonista se su merge en una realidad total al penetrar en el in consciente colectivo de la especie, en una visión primordial. Todo aparece entonces evidente en esa misteriosa situación de contemplación en que no tiene cabida la duda. Ningún auténtico místico ha dudado de la inexpresable realidad de su expe riencia. Lo místico es esencialmente indefinible. Si pudiéramos desprendernos de nuestra cultura (del hacer de don Juan) y volver a la situación virgen del niño al nacer, podríamos vivenciar (no-hacer) el Mundo. «Sentir» la Historia completa de la Hu manidad. Y en su relación con los sueños, el estado mís tico es un auténtica paradoja. Como en los sue ños, el místico se sumerge en el subconsciente, colectivo e individual, pero de forma vigil. Sueña despierto. También en este punto don Juan tiene palabras clarividentes. AI iniciado, al preparadopara el éxtasis tras largos sacrificios, él lo Ilama guerrero, y dice así: «-EI soñar es real para un guerrero porque allí puede actuar con deliberación, puede escoger y rechazar; puede elegir, entre una variedad de co sas, aquéllas que llevan el poder, y luego puede manejarlas y usar/as, mientras que en el sueño común y corriente no puede actuar con delibera ción. -^Quiere Vd. decir entonces, don luan, que el soñar es real? -Claro que es real. ^Tan real como lo que estamos haciendo aho ra ?. -Si se trata de hacer comparaciones, yo diría que a lo mejor es más real. En el soñar tienes po der; puedes cambiar las cosas; puedes descubrir incontables hechos ocultos; puedes controlar lo que quieras. Soñar es igual de serio que ver morir o cualquier otra cosa en este temible y misterioso Mundo... La movida de arreglar /os sueños no es sólo mirar las cosas, sino mantenerlas a la vistas. EI soñar es real cuando uno ha logrado poner to do en foco. Entonces no hay diferencia entre lo que haces cuando duermes y lo que haces cuando no estás dormido». EI que pueda que vea, y mejor durante un sueño. EL RENCO: EL DESPERTA TORERO Manuel SERRANO GONZÁLEZ Antonio Pérez «EI Renco» se ha convertido para el mundo taurino de Elda en un referente, máxime si tenemos en cuenta que esta última temporada la ha culminado con un brillante triunfo en la prestigiosa plaza de Valencia. ^ALBORAD^, ero, además, EI Renco toreó en Elda el día 19 de septiembre, con motivo de las fiestas patronales en honor a la Virgen de la Salud y el Cristo del Buen Suceso, junto a Genaro Ten, Juan Belmonte y Álvaro Gómez. La destacada tarde que tuvo el joven novillero local le sirvió para cortar dos orejas y rabo en su primero, y dos orejas en el segundo. Esta meri toria actuación le permitió además salir a hombros por la puerta grande de la plaza. PREGUNTA: ^Por qué te hiciste to rero? RESPUESTA: Porque desde que nací he vivido dentro del mundo taurino, sa bes que mi padre fue rejoneador. Desde pequeño lo viví mucho. P. ^Cuántas corridas toreaste el año pasado? R. En la temporada pasada fueron 28, perdí las corridas del mes de junio por la cornada que un novillo me asestó en la plaza de toros de Zamora. Si no hubiese sido por este hecho la cifra hu biese sido muy superior. P. ^Cuántos trofeos cortaste? R. Creo recordar que fueron un total de 69 orejas y 10 rabos, aunque a veces se pierde la cuenta ya que tras una fae na lo que te importa es preparar la si guiente y rápidamente se olvidan los premios obtenidos. P. ^Cuándo te gustaría tomar la al ternativa? R. La alternativa es algo que viene solo, la tomaré casi con toda seguridad la temporada que viene. P. ^Dónde te gustaría que fuese? R. Quiero que sea en la plaza de Ali cante y mi mayor ilusión es que sea de ENTREVISTA ACOp^AÑA06 DE SUS CORRESPONDIENTES CUAd11llA5 DE P^ADOHE5, BANDERIlLER05 Y SUBRESALIENTE ^ ,^,h^ ^ ^ ^ ^1 Barrera de Sombra 2.500 ptas • Contrabarrera de Sombra 2.000 ptas En!rada General: 7,506 ptas. • Especial Jubilados y Niños: 7.000 pias. ^ EL RENCO: EL DESPERTAR DE UN TORERO la mano de Manzanares, un torero al que siempre he admirado. P. ^Qué toros te gustaría lidiar? R. Me encantaría enfrentarme en el ruedo a un Vitorino en una plaza de primera. P. ^Qué piensas precisamente de esa ganade ría? R. Los vitorinos son un conjunto de todo: casta, nobleza, selección, fuerza; un toro legendario como los miuras. P. ^Tienes preferencia por alguna plaza? R. La de Sevilla, la plaza de toros de la Real Maes tranza de Caballería es para mí un poco como la ca tedral del mundo taurino. P. ^A qué torero admiras más? R. Hoy por hoy el torero que más admiro es José ^AL(30RADA ^ Mari Manzanares, sabe rematar los toros y es de ; una gran estética. Es un torero inmenso. P. ^Qué te sugiere la figura de Manolete? R. Creo que en el mundo de los toros hay un an tes y un después de Manolete. Antes se lidiaban, después se toreaban. P. ^Qué crees en tu opinión que aportó Mano lete a la fiesta nacional? R. Paró, templó y dominó a los toros. A partir de entonces cambió la percepción que se tenía del to- rero-valor por la del torero-arte. P. ^Qué piensas de la afición taurina eldense? R. Aunque se han dado más festejos este año, la pega es que aún es escasa la afición y la asistencia a la plaza. pero cuando los carteles están rematados el público asiste. Si yo, como torero funciono, la pla za de toros de Elda también funcionará. nt^tsvrcr-^u^ «Te preguntan acerca de la menstruación. Dí: Es un mal. Manteneos, pues, aparte de las mujeres durante la menstruación y no os acerquéis a ellas hasta que se hayan purificado». ( Sura 2,222). «Las mujeres tienen derechos equivalentes a sus obligaciones, conforme al uso, pero los hombres están un grado por encima de ellas. Dios es podero so, sabio». ( Sura 2,228). «Los hombres tienen autoridad sobre las muje res en virtud de la preferencia que Dios ha dado a unos más que a otros y de los bienes que gastan. Las mujeres virtuosas son devotas y cuidan, en au sencia de sus maridos, de lo que Dios manda que cuiden. iAmonestad a aquéllas de quienes temáis que se rebelen, dejadlas solas en el lecho, pegad les! Si os obedecen, no os metáis más con ellas...» (Sura, 4,34). ; Adriano GÓMEZ RUIZ Las anteriores citas están sacadas de EI Corán, edición preparada en castellano por Julio Cortés y publicada por la Editora Nacional en la coleccíón Biblioteca de la Literatura y Pensamiento Universales. Madrid, 1980. C e nos antoja que en un estado confesional, is lámico, ninguna oportunidad se le ha ofreci do a la mujer para disfrutar la más mínima parcela de poder político. No hay reinas ni que la rodeaban y únicamente sucumbió cuando aquéllos aunaron esfuerzos para derrocarla. Cuando en la Península Ibérica el reino nazarí tocaba a su fin ante la presión militar castellana, un guerrero granadino, alcaide de la fortaleza de Piñar (actual municipio de Granada a unos 50 kms. de la capital), ante la imposibilidad de hacer frente a los ejércitos cristianos, pasa el Estrecho acompañado por 300 caballeros musulmanes con sus familias y deudos para establecerse definitivamente en tierras africanas. Conseguido el permiso del sultán de Fez, emperatrices en el mundo musulmán, pues la vida pública casi está vedada a la creyente. No obstante, hubo una excepción: una mujer gobernadora en toda la historia de Marruecos y na da menos que en la primera mitad del siglo XVI. Una mujer irrepetible, como el tiempo ha demostra do; ella se enfrentó sola a los poderosos enemigos ^ ALBORADA HISTORIA E INVESTIGACIÓN reconstruye la ciudad de Tetuán (arrasada por los portugueses 50 años antes) en 1485. Este guerrero, Ilamado Abu AI Hassan Ali Man dari AI Garnati, encontró en tierras magrebíes el to tal apoyo del fundador de Chef-Chaun, el emir Mu lay Ali Ibn Rachid, dueño indiscutible de toda la ye bala norteña y, de hecho, independiente del sultán de Fez. Ambos guerreros se declaran los más serios ene migos de los portugueses de Ceuta, Tánger, Alcázar Seguer y Arcila, y las familias más relevantes de Te tuán se enriquecen con el fructífero mercado de es clavos. Para estrechar más los lazos entre ambos jefes militares se concertó la boda de AI Mandari o AI Mandri con la jovencísima hija de su protector y amigo Ibn Rachid, Ilamada Sit AI Hurra. Como esposa, permaneció fiel a su marido, a quien con el tiempo, por su inteligencia y dotes de mando, sustituía en las numerosas ausencias de su esposo. _ , ^ • ► _ ; . : ; • Los investigadores difieren sobre la identidad de AI Mandri; mientras algunos defienden la existen EI musulmán, aguerrido e indómito, es el dueño del universo. Alá lo quiso y, para demostrarlo, la razón de sus armas, su veloz y noble caballo y el horizonte casi infinito. SIT A^ NU^RA: LA UNICA ^/1^lJE^ QUE COBEf^NÓ EN ^AR^UECOS ^^ A ^ O ^ RA ^ La musulmana, humillada desde siempre, cabalga sobre el también humillado y humilde pollino. No es dueña de nada. Alá lo quiso. cia de varios personajes sucesivos con el mismo nombre (Ibn Azzuz, M.Dawd), otros atribuyen la aparición del guerrero granadino en documentos muy separados cronológicamente, a su longevidad.Lo que sí es cierto que Sit AI Hurra, bien por la ce guera y ancianidad de AI Mandri, bien por viude dad, desde 1530 era la gobernadora indiscutible de Tetuán y como tal, pacta con Barbarroja en igual- dad de condiciones, hace cautivos cristianos en el mar y cierra la frontera con Ceuta cuando lo cree conveniente. Una flota formada por barcos argelinos y tetuaníes saqueó Gibraltar en 1540; el éxito de la empresa pro porcionó un considerable botín y numerosos cautivos. En los tratados de paz entre Portugal y ef sultán de Fez y en la paralización de los ataques y piratería que ellos conllevan, no se incluye un compromiso de aceptar y respetar lo pactado por parte de Te tuán, que sigue ejerciendo el derecho de corso por las costas mediterráneas. Era tal el dominio que de esta zona mantenía Sit AI Hurra, que el sultán Mulay Ahmad AI Wattassi no du HISTO^IA E INVESTIGACIÓN «Alá es el más grande», grita el muecín desde lo más alto, y el eco trepidante de su oración Ilega lejos. EI creyente sueña, en un dorado paisaje de ensueño, que el poder de su Dios es tan infinito como infinito el número de granos de arena del desierto. Sol, desierto, horizonte, sueño...•todo es masculino, pues «los hombres están un grado por encima de ellas. Dios es poderoso, sabio». da en venir a Tetuán, en 1541, y pronto el sultán vol vió solo a Fez dejando a su reciente esposa como gobernadora de esta región septentrional de Marruecos. Este matrimonio, de absoluta justificación políti ca, proporcionó un respiro al sultanato, amenazado permanentemente por los saadies pues, al menos, se aseguraba la frontera por el norte ante las incur siones de los portugueses. La protección del débil monarca no le va a servir de nada a la enérgica gobernadora de Tetuán y un complot fraguado por su propio hermano, emir de Chef-Chauen, su yerno Admed AI Hassan y el padre de éste, que había abandonado Fez, derrocó defini tivamente a Sit AI Hurra, en 1542. Desposeída del gobierno y confiscados todos sus bienes, Sit AI Hurra se retiró a su ciudad natal, Chef-Chauen, donde vivió con amargura sus últi mos días. Es el ejemplo de esta belicosa dama chauní, que trató de igual a igual a emires árabes y gober- nadores portugueses, a príncipes mulsulmanes y a poderosos corsarios, el único dado en la historia de Marruecos. ASTE José Luis BAZÁN LÓPEZ Cuando María Antonia Ripoll Ilegó a Elda con sus hijos Concha y Emilio (alrededor de 1836), en España estaban ocurriendo determinados sucesos muy significativos, entre los cuales podemos destacar: 1°. Durante la guerra carlista, Gómez inició los preparativos de una expedición, que aunque un cierto tiempo después consiguió una cadena de éxi tos, se pudo demostrar que existía una incapacidad tan aparente que era difícil que ganaran la guerra. 2°.- Reinando Isabel II, había un convenio per manente entre el ejército y la burguesía para crear movimientos revolucionarios. Esta alianza estaba funcionando con resultados muy positivos. 3°.- EI Consejo de la Mesta, que era una asocia ción que venía desarrollando sus funciones, unas veces bien u otras menos bien, perdió la mayoría de atribuciones por medio de un orden dictada el 31 de enero de 1836. A partir de ese momento se Ilamó, Asociación General de Ganaderos. 4°.- Los empresarios españoles se incorporaron a determinadas asociaciones para defender sus pro pios intereses. Esto motivó que se organizaran por gremios y, como no fue del agrado del Gobierno, en diciembre de 1936 fueron derogadas todas las posi bilidades. on fuerte nostalgia, nuestro tribuno recordaría durante toda su vida el periodo que vivió en Elda, lugar donde acumuló una serie de expe riencias que más tarde le iban a servir para di ferenciar distintos ambientes. Todo esto se puede ridad, realismo y personalidad. Para demostrar sus comprobar en muchas de sus epístolas dirigidas a vivencias nos limitaremos a comentar un pequeño personas de variados lugares, pero ante todo en su párrafo: librito titulado Recuerdos de Elda o las Fiestas de mi «Felices, muy felices los que nunca salisteis de pueblo. En él nos da su verdadera imagen de since ese nido, ni atravesasteis las tempestades del mun HISTORIA E INVESTIGACION do. Felices, muy felices los que consagrasteis todos los días a Dios vuestras plegarias en la misma iglesia, a la familia vuestro amor en el mismo hogar, al cielo vuestra mirada en el mismo horizonte, y casi supis teis desde la infancia el santo lugar donde habían de reposar vuestros huesos. Nosotros cambiamos de hogares como de camisas, dejándolos sin escrúpulos abandonados como los avestruces dejan sus crías con el desierto, y a lo mejor nos quedamos en un abrir y cerrar de ojos, hasta sin patria, desdichados náufragos. iY nos creeréis felices porque oís resonar por ahí nombres antes oscuros, cuando los felices sois vosotros!. Cierto que no habéis visto las obras maestras de arte, pero tampoco las profanaciones de la inspiración y la servidumbre del genio; cierto que no habéis probado el licor embriagante de la gloria, pero tampoco la amargura de la calumnia; cierto que no habéis subido a las cimas vertiginosas del poder, pero tampoco rodado a los eriales donde se elevan las espinas de la envidia.» Castelar en este texto nos da una visión muy es pecial de un pueblo que vive apartado de las gran des ciudades, pero que él añoraba con cierta envidia debido a su vida «primitiva» y a una tranquilidad muy lejana de los núcleos urbanos que visitó a lo largo de su dilatada vida. Nos imaginamos al jovencísimo Emilio corretean do por las calles eldenses, principalmente por la de San Roque, en la Escuela Municipal donde ejercían como maestros D. losé Casiano López y D. Antonio García de Juan y marcando unas diferencias con otros condiscípulos, los cuales le Ilamaban el sabidiIlas por la trayectoria vital que demostraba. Pero pa só pronto su niñez, y para prepararle hacia su desti no tuvo que «sufrir» muchas horas de trabajo. EI propio Castelar en una de sus autobiografías, que escribió en tercera persona, nos dice: «Su madre le hacía leer horas y horas seguidas, habiéndole infun dido tal afición a la lectura, que ha sido necesaria la edad que hoy tiene, la posición que hoy goza, para quitarle la manía de leer por las calles. (...) En Elda aprendió las primeras letras y la lengua latina. Sus traducciones Ilamaban la atención de los maestros, no sólo por la exactitud, sino por la elegancia y la propiedad del lenguaje. A los trece o catorce años había escrito multitud de novelas, folletos políticos, discursos históricos, meditaciones religiosas. Ningu na de estas obras de la niñez se ha salvado. Emilio Castefar las escribía, las leía él solo, y luego las ras gaba, temeroso que los demás las leyeran, pues era muy grande su timidez. Algún amigo de la infancia, que sorprendió páginas olvidadas o descuidadas, di ce que se distinguían ya por la novedad de las ideas y la extraordinaria elocuencia». Después de pasar largas temporadas en Sax, donde tuvo la suerte de recibir enseñanzas de am- plio nivel de la mano de D. Pedro Valera, se fue a Alicante a estudiar Bachillerato, y en 1848, con die ciséis años, se instaló en Madrid. Muy pocas veces vino Castelar a Elda, la última y más significativa fue un año antes de su muerte (25 de mayo de 1899) cuando ya estaba retirado de la política activa. Una tarde del mes de mayo fue reci bido por las autoridades y pueblo en general. Alber to Navarro nos amplía esta visita: «Rodeado de una gran multitud visitó algunas casas de amigos y desde la situada junto adonde antes estaba situado Corre os, en la calle Nueva frente a la de Colón, en la casa que fue almacén de la Viuda de Norberto Rosas, se dirigió a la Iglesia parroquial, donde oró ante el altar de los Dolores. Celebrándose entonces las Flores de mayo, y en el templo cantó la célebre diva Milagritos Gorgé, entonces en la plenitud de su arte». Elda se ha portado muy bien con D. Emilio y una prueba magnífica fueron los esfuerzos de unos el denses que, a mediados de la década de los años veinte, tuvieron la idea de erigir un monumento al gran tribuno en unos terrenos que la Sociedad EI Progreso poseía. Se organizó una Comisión para que se encargara de dar ideas con vistas al tema económico, aunque hasta el año 1932 no se inau guró el monumento. Estas personas no dieron tre gua a todos los eldenses que, gracias a sus aporta ciones, consiguieron levantar una bella estatua, en cima de un pedestal, que continúa presidiendo nuestra Plaza Castelar. La primera piedra la colocó, el 16 de enero de1932, el Presidente de la República, D. Niceto AI calá Zamora, y a partir de esa fecha los esfuerzos y sacrificios de la Comisión se incrementaron hasta el 7 de septiembre del mismo año. Fue un día grande. Aquel miércoles, Elda tenía un aspecto de fiesta, to dos los edificios públicos y las viviendas lucían unas colgaduras con los colores nacionales. Una entidad tan carismática como el Casino había realizado un verdadero alarde de ilumi nación adornando con cientos de bombillas la fa- chada y el jardín, debido a que las Fiestas estaban dedicadas a Castelar por cumplirse el Centenario de su nacimiento. La Co misión organizadora, pre viamente, había cursado invitaciones a distintos personajes como D. Mar celino Domingo, que por cierto, la noche anterior al acontecimiento comunicó que problemas parlamen tarios le impedían asistir, por lo que enviaría en re presentación del Gobierno a D. Fernando Valera, Di rector General del Minis terio de Agricultura. Marcelino Domingo fue profesor de primera enseñanza y además periodista. Durante las elec ciones de 1914 fue elegi do diputado y quince años después fundó el partido radical-socialista. Se convirtió en uno de los mayores conspiradores durante la dictadura de Primo de Rivera. Fue Ministro de Instrucción Pública y, cierto tiempo después, se en cargó de la cartera de Agricultura, Comercio e In dustria. En nuestra ciudad contaba con grandes simpatías por lo cual tenía numerosos seguidores de su partido. EI periódico EI Luchador de Alicante (6 de sep tiembre de 1932) publicó el programa de actos que estaba previsto para el día siguiente: A las 8,30 de la mañana la inauguración del monumento a D. Emilio Castelar. A las 2 de la tarde, el banquete en el Teatro Cervantes. Por la tarde, a las 4, la inauguración del Grupo Escolar. A las 10 de la noche el Certamen Literario. Para que asistieran el Director General, Sr. Va lera, y sus acompañantes tuvieron que modificar el horario de los actos. EI único personaje que Ilegó el día anterior fue D. Mi guel de Unamuno, que sería el mantenedor del certamen literario. De tal manera que lo primero a celebrar fue la comida en el Teatro Cervantes, don de asistieron los repre sentantes del Gobierno, autoridades municipales, periodistas y todos los componentes de la Co misión organizadora. A los postres dirigieron la palabra: José Capilla, y el Director General de Pri siones, D. Vicente Sol, persona muy querida en Elda. Después del banquete todos los asistentes se di rigieron hacia la plaza donde estaba ubicado el monumento a Castelar. Una vez allí, acompañados de numerosos elden ses, se dio lectura al acta de entrega del monu mento al Ayuntamiento. EI alcalde D. Aquilino Ba ñón, descubrió la estatua mientras la Banda de Música interpretaba el Himno Nacional. Una fuer te ovación estuvo dirigida a la espléndida obra del escultor D. Florentino del Pilar y a continuación D. Ángel Vera presentó a D. Fernando Valera, el cual pronunció un discurso que versó completamente sobre la figura del ilustre tribuno. Para finalizar es te trabajo es necesario que valoremos la iniciativa de nuestra Mancomunidad, por la programación de determinados actos y publicaciones que se van a desarrollar con motivo del centenario de la muerte de D. Emilio Castelar sucedida el 25 de mayo de 1899. TRAS LAS ` Ramón CANDELAS OR^ILÉS Uno no puede olvidar sus raíces zapateras. Remedando al cantor EI Pali, que en unas sevillanas preciosas, le pide a su madre que no le riña porque quiere ser costalero, podría decir: Madre no me riñas más / por querer ser zapatero /Zapatero fue mi padre/ y zapatero mi abuelo / Madre no me riñas más/ por querer ser zapatero. ^ i mi madre me riñó, ni Ilegué ^ a ser zapatero, explicarlo ahora no viene al caso, pero I` es verdad que siempre me he sentido zapatero. Donde quiera veo una tienda de zapatos, allí que me paro, no digamos si se trata de má quinas o utensilios; cualquier artículo, revista, fotogra fía o recorte de periódico, al momento, distrae mi atención. No es de extrañar que ,un día, visitando el Santuario de la Virgen de las Virtudes en Vi Ilena y al encontrarme con un San Crispín, se activaran mis vibraciones zapateras. Efectiva mente, una vez dentro del templo, a mano izquierda y pa sando el baptisterio, encon tramos un singular recinto, al que Ilaman los villeneros «EI cuartico de los Milagros». Y es que allí existe un verdadero re voltijo de exvotos: cuadros, fotografías, cartas, escritos, poe sías, lazos, mil recuerdos y testimonios de comulgantes, de novias, de soldados, de comparsas; y, có mo no, las habituales manos, piernas, cabezas, ojos y corazo nes de cera. Pues, entre este batiburrillo del sentimiento y la fe, se mezclan, como en una almoneda, diversas imágenes, entre las que, para mí, destacó un San Crispín, difuminándose todas las demás. San Crispín, ya saben, era zapatero; y era, allá por la Edad Media, Pa trón del Gremio de Zapa teros, siendo recuperado, como tal, después de la Guerra Civil de 1936, aunque no hubiera gre mios o se Ilamaran de otra manera. En Elda, se construyó la ermita y em pezaron a realizarse la ro mería y los festejos para el día del Santo, el 25 de ^ ^ ® ,^s ^ Antigua ermita de Las Cruces,Villena. octubre. Ahora se le dedican las Fallas, pero en otras fechas, dada nuestra proclividad a dar ► e vueltas al calendario. Era de esperar que Villena, pueblo también za patero, tuviera su San Crispín. Así es, en efecto. En esta ocasión, el Santo está solo, no le acompaña su hermano en el martirio, San Crispiniano. De pie, con su delantal de cuero, con una mano em puña la cuchilla y con la otra sostiene la palma del martirio que le Ilevó al Cielo. A ese cielo eleva la mirada su rostro noble y barbado; a su lado una pequeña mesa completa los atributos del santo: zapatos terminados y a medio hacer. Parece que acabe de rondar una planta y se levante en iluminada oración. Pero, ^cómo es que el santo zapatero Ilega has ta aquí?, a un santuario Mariano. Bueno, pues pare- ce ser que el Santo tenía también su ermita, que por cierto era antiquísima, y muchos la hemos visto en cima del túnel de la autovía, en Villena. Con su ve tustez, las obras bajo su sustento terminaron por derribarla. No hemos encontrado testimonios de que la ermita estuviera dedicada a San Crispín, se la conoce como «De los Pasos» porque en ella se guardaban también los pasos de Semana Santa, que se bajaban al pueblo para las celebraciones y proce siones; otro sí, se la conoce como ermita de Las Cru ces, por las que exitían en su explanada, finalizando un Vía-crucis, que subía a este gólgota villenero. Pero D. José Abellán, cura de las Virtudes, nos da testimonio de que la ermita está bajo la advo cación de San Crispín. Seguimos buceando en textos de la ciudad hermana, por cuanto, por similitud, nos pue dan servir para trazar el bosquejo histórico de la nuestra. Y aparece, en el libro Historia de Villena de García Soler, eminente arqueólogo e historiador de ella, un capítulo dedicado: Contratos de aprendizaje en el siglo XVI, y en contramos una referencia a un «contrato de aprendizaje de un zapatero» que dice así: Mencionamos el celebrado en ^588 entre en matrimonio y el hermano de la mujer, que era maestro zapatero, el cual se obligló a recibir, criar y avezar en el oficio a un niño de diez y nueve meses, hijo de aquéllos, y a tenerlo en su poder hasta que cumpliera los dieciséis años, a cuyo tiempo le daría vestidos nuevos y los aparejos necesarios para ejercer su oficio. Los pa dres se obligaban tan sólo a no reclamar al mucha cho todos aquellos años salvo en el caso de comprobados malos tratos por parte del maestro. Merece adentrarse en el estudio de este párrafo, por las consideraciones históricas, económicas, la borales y sociales que de se derivan, pero ello lo de jo a personas más cualificadas. Igualmente la em presa de estudiar y profundizar en el documento, que junto al mismo se publica sobre Ordenanzas de los zapateros de Villena (1525). ^,^k,aé ,^.;•^¢^, ^^,,.,^,^^r- ,^%^^ --„ ^ J ^^^ ^^. , a^,, ..9..,rÑ«^M ..^ a^M^... ^ L ^ ,r^. m d . ^ ^, ^7^ ^.r.^.^ ... ► ^.,,...^,ic.-^..^^M^. ^a,.- a ^.^.^^ BM,..+It,....,!`x«,..^? ^1 r ,r^a...J s.«t ^1^,., ^ á^«^.,y^.x.,. y ► .ti^^.., ^^^^^„j.,.«. f^-o..^..^^^..^^.^^.` 9..^,»^ r^w $.^i... &.^ ^y, ^,; .^,.,..^^^.F. ^..(a^ ^ t r^ s.^«.. G ,^7. aB r..».. «,^a,,,cA,, r,.^ ^^.. av 1 zaR..^.^ ^^^ a^•a-^, .Gp ® i.,;^^s^;M^^^ *,_°^^ ^^,, a,,. 1. & ^ ,^^^, ^ L. *` °. j, ^ ^ to° }^A°b : ^^ ^r ^^^ ^ ^ ., »^^.. M^ ! ^ ( a sa ^0.:^7 % .s ^xlLr. ^ Ordenanzas de los zapateros de Villena. ^ ALBORADA^ ^ UN NUEVO TÍTULO EN LA PRENSA PERIÓDICA DE ELDA: GUERRA SOCIA Alberto NAVARAO PASTOR Una de las aspiraciones que animaban mi trabajo sobre la prensa periódica eldense, publicado el pasado año en una excelente edición del Instituto Gil-Albert de la Diputación Provincial de Alicante, dentro de su serie Historia de la prensa alicantina, era, además de dejar constancia de la riqueza y variedad de títulos y contenidos de la prensa periódica editada en nuestra ciudad, la de invitar a quienes poseyeran periódicos eldenses no conocidos o tuvieran noticia de la existencia de otros títulos no incluidos por el autor o ejemplares de otros de los que únicamente se conoce el título, pero de los que no ha Ilegado a nosotros ningún número, a dar esta información, que nos haría conocer sus características, orientación, contenido y colaboradores, fijando estos datos, como se ha hecho en la citada obra con todos los que ha sido posible. elizmente, ahora podemos dar cuenta de un nuevo título que añadir a la crecida nómina de los publicados, el Ilamado Guerra Social, de fi liación anarquista, gracias a la amabilidad y atención del fundador del Museo de Artes y Oficios de Monóvar, don José María Román Amat, quien, entre su copioso fondo etnológico, bibliográfico, histórico, industrial y otros de una variada riqueza y rareza, posee fondos documentales y hemerográfi cos referidos especialmente a Monóvar y sus pobla ciones limítrofes, que en el caso de Elda son singu larmente importantes, entre los cuales figuran va-rios ejemplares de este raro periódico semanal el dense, publicado en 1915/16 y del que hasta ahora ALBORADA HISTORIA E INVESTIGACIÓN sólo se conocía una alu sión a su posible exis tencia contenida en la obra EI anarquismo en Al ican te. 1868-1945, de Francisco Moreno ^^Q^ Sáez -escritor alicantino, ^oNJ ^ coordinador de la citadá serie de la prensa de Ali cante- en cuya página 37, refiriéndose a la pre tensión de los grupos anarquistas de nuestra provincia de editar pe riódicos para dar mayor difusión a sus ideas, leemos que se proyectaban varios y que « ...en Elda se habla de Guerra Socia/...». Ahora, gracias a esta deferencia del señor Ro co r 1 re o¢ adeiad¢ ,at°n aircta Y ESIEJOOS P9EVEHIOOS F^e^^^ a 1a ca[^s^Ía ^^ ^ a y^^a ^,^°i^^,^ia. c^ an.,;^,i, r la, r¢ L,g°bicr^^.+yA . -- ----..^.,_. ,.,,¢ltas^pi,tpnia., han adejane r„=a=,,,°ag°bir^°... ^para otra oportun^dad, cnandoo ^1O qt= Y+Ke,,,,a rn^„ca;+a°f. a= En cuan[o la guerra europea, cons(ap[ ncr(ecrtdn .e la maqui c°dqwv +°,or n,^:dlo^r °, wa•, ,ryor. ee n c°letivo que hue año artq, al servicin de^ aprtalismo, ° comecu^necw de ta accmn, sur- . ^+ propi+ ,edaa jnn n, va, ntCxiaad¢a y nu voa CayS °„ part;,,o.,,; ^a+a agrupac;o y mctlio asola al mundo, se extien- s, no que tra_necevuía ^ve ahota ^e e ae. maaa Ws ciudades, w_eam- nos mata,an de hambr ion.seño- d`YCOY^ P cro. cuanao sc han peral^_+ r°ca+ n=^ssci .a^ co„ :°ao, ,°, pór a°tpda+lu pa^„aguadoe. t,iñas y los pueblos con todo el r s dores, después espcranr:=, en lon de sa;ia otr,^ e r.,,.,,n. o °:,,. áli[oddestruccióny d:mue , robaronannesrro salario, ya¢quc °rríba;to^mum„culosquegob^m- tr°=,° ,p„dcr+y,,p,;uo^„n=.a^ ne an como en to. que de.,can yu- bo,:,,4^o,no ovo= aro, tr.gai°cc... in que se vislumbre ni por a•somo, genralmente, nos han metido ga n L,ta c, ^a .a^laaa. P=n, n;,da dina^ ,u [erminacion; en cuanto los po- tn por hebre y os han ,^Fndido bmn , o cabe perelr ei ticn,po ,°bria ,;M, ar m.,,.^, °,iai,tc^ liticos juegan al rur,ao dd poder s,empre, xbe poo^ anreca. en contcmpluc,ones, um^ proc^ r,,,^:; cr c ^a,,,b^o de a,,,o ^^o.^c.+mo. enve conservadnres libeedea, La Unión G. de Traoa adores r^endo nvolucionan°menmcoacra ^^ p^^cro wr+ ^^ • Y ^J WEramoe quc 1, xul,^,tl° dcl prrtldoYlibe^ e.teregimen quc descansa enla r+,,, oauc. la Arima inec,cnc^An entre r¢[ormistas y nv rutas, los y el Partido Sociatista han organi Y P ^ ^ cl hambre API pucblq ae kapaM1a e^^ la yu.ra urop+r agiqtishs,losacaparadorecdelari eadorecientemeoxuna,campa0a roducmrn ^t+°r+,.c^i+.,,,,.y°,,.^^+no=°^• a^ucza social, baslndox en pretex , nra pedir nvnas leycs al ^l:audo p 6„ b. i,,,,a^...,i,^ .br i^, rr^.,a o, mán, podemos dar cuenta de este nuevo título, que es el precursor de los periódicos ácratas publicados en Elda muchos años antes que Proa (1931-32 y 1935), Nuevo Rumbo (1937) y Al Margen (1937 38). Guerra Social apareció el 12 de diciembre de 1915, impreso en los talleres Tip, de Manuel Vidal, de Monóvar, en formato 41 por 28 cros. y cuatro páginas divididas en cuatro columnas de 6 cros. me didas que no varían en ninguno de los cinco núme ros conocidos, cuyas fechas son 12,19 y 26 de di ciembre de 1915 y 2 y 9 de enero de 1916. Se des conoce si se interrumpió la publicación después del número 5, pero es posible fuera así al no figurar nin guno más en la colección del Museo, de la misma población que la imprenta donde se hizo la tirada del semanario. Otros datos característicos son su dirección, que se fija en un Centro Obrero del que no se da la calle de su ubicación. EI precio no se indica para el ejem- plar suelto pero sí para la suscripción por un trimes tre, fijada en 1 peseta para España y 150 para el ex tranjero. No se dan nombres de su dirección ni redacción, pero por lo que se deja entender en un artículo pa rece que los responsables de una y otra serían los profesores de Escuelas Racionalistas Emilio C. Carbó y Antonio Loredo, a los que parece que se aludió despectivamente como «dos locos de Barcelona» en una hoja volante impresa en Elda criticando la con ferencia dada por éstos en el Teatro Castelar el 10 de octubre de 1915 en defensa y propaganda de la labor de las escuelas racionalistas, calificando la ho ja a estas enseñanzas de «tabernarias». (Art. Ellos y nosotros, G.S.,n° 1). Para responder a estas acusaciones la Comisión escolar encargada de la Escuela Racionalista insertó la nota Una invitación y un ruego para que todas las personas que lo desearan visitaran dicha Escuela en horas de clase para comprobar que la enseñanza que en ella se daba no tenía nada de «tabernaria». (n°1) EI objetivo de Guerra Social era el habitual en la prensa ácrata, con violentas críticas a cuestiones diversas como la carnicería que estaba teniendo lugar en los frentes en que combatían entonces los Aliados contra los Imperios Centrales, la religión, la sociedad de clases, la autoridad, la pena de muer te, la burguesía, la propiedad, la patria, y demás «plagas» -según el ideario anarquista- de la socie dad constituida. NISTQ^IA E^cuela ^lod2r^a de Eld ^`; ^^^ ^^^^ Esta Lscuela La de^termAO en ubsoluto los premfos v lo^ casrig L:1 prcmio gcncra trccucntc^ucu[c bajas pati:oncs. 1•:I casGgo :^w u., ,i^^^n,^^^^. Loa dos obatarullzun cl^dcs-cnvolv^micmro^dct ^cr^ mora(. ^istribución del tiempo y del trabajo :.1.LS. Lscritura, Lc^tura,,, Ari[mel^ca. ^L^IiTes ^acr^^^ro. L ^a^r:,, . zooios;^. IIL.KCOLIS. Dbuju, 1r^nas, Gcometrta. ;cLV1á. Lscrlwra, Illatorrcca,vowbwarlo. Y[lliES.. ^ Escritura, Lccturu, fVitmútica. ^:ii2,D0,.. l:^r^^ru^., Lecwra, Gramátíc. ^^ iCÁ ^.a^.ores, Lsu;wr.. L,^cwr:,,. ^^Islca. La^or^, nm,,,aa.:,, i.^c.,,,,, ac.,^,^:,,. „n^r..r,; Ir.,Lajos Ma, ,u I^,s^nlo^, ^ ^i,^.,. 1a . ^s „ ,, I^.:.cur , , ,. ^^s^^;t^rs: ^^i ^`^^^„r^. I^r^„°5: ^ ^..,^,n,rs. ,.,,^„^, , ,^ri.,^,,ti,.. ^i^rai^^, ,^,..,,...,.^. Notas 1 I^^ 1^ d ^a cl^ 30 ^ y5 n t T.. ...l 6t ^d ^^ .I^ ^.^ i i^ ^ l. ^^. ^. i1^., s.n otr^ ^^^ uic , . otensi^,n pre[u r. ^I^d cn I ^^tc ,. ;^y; n la ri. ^I v c, d^ rrollo ntc c^tu:l I^.nlri sc y ^! sc I, I n u,, , ir^, i. ^ cai si ,ii« ^. EI anarquismo estaba en aquella época muy extendido entre la clase obrera de Elda y existían grupos activos como «Los invencibles» y«Un tren en marcha», así como sociedades obreras que en número de tres constituían el Centro Obrero, la más importante de las cuales era la Sociedad de Zapateros La Racional. EI semanario recoge en sus páginas parte de esta actividad al informar de las intervenciones de su ŝ propagan distas en poblaciones cercanas como Petrel, Sax, Villena, Salinas, Monóvar y otras, haciendo pro selitismo de sus ideales. Uno de los aspectos más importantes de este proselitismo eran las Escuelas Racionalistas, siguien do las directrices de La Escuela Moderna fundada por Ferrer Guardia. En Elda se constituyó una de es tas Escuelas, por cuyo profesorado pasaron, en sus distintas épocas, Antonia Maymón, José Alberola, Emilio y Eusebio C. Carbó, Vicente Galindo Fontau ra, Fortunato Barthe y otros. Guerra Social informa detalladamente sobre es ta Escuela que funcionaba en Elda en el anuncio que reproducimos junto a estas líneas, con detalle de asignaturas, horarios y método, aunque no indica la ubicación de esta Escuela Moderna. También anun cia otra Escuela Normal Racionalista por correspon dencia (n°5), con la peculiaridad de que se indica solamente su localización en una calle, Niña Guapa, 7, bajo derecha, que no creemos haya existido nun ca en Elda, por lo que suponemos sería de alguna anarquista, de los rras (n°5). temas La otra población de la comarca que no se cita. Probablemente como elogiosa de mostración de la cali dad de la enseñanza dada por la Escuela Moderna de Elda, el semanario publica dos largos artículos de un alumno de di cha escuela, Emiliano Bellot, de 12 años de edad, en los que se ocupa, dentro de la más pura ortodoxia Patria (n°3) y Las gue EI cuadro de colaboradores de Guerra Social es corto, pues además de los citados Antonio Loredo y Emilio C. Carbó solo podemos citar a Alfredo Calde rón, Eloy Trapet (que polemiza con EI Reformista al igual que el que utiliza el seudónimo Hobbes), Eduardo G. Gilimón, F. Pí y Arsuaga, Juan Calaho rra, Antonia Maymón y Vicente Gil, escudándose los demás en seudónimos como Lucrecio, L. de la Acracia, Dyonisios y otros y completando el conte nido de los números con trabajos o pensamientos de conocidos teóricos o de escritores cuyas frases coinciden con sus postulados. En este último aspec to es de señalar la alusión a una frase de Azorín pu blicada en ABC: «Los pueblos marchan hacia un ob jetivo de justicia y libertad por encima de todos los políticos y a pesar de todos los políticos». Dentro de su concreción de objetivos, limitando sus textos con exclusividad a la difusión de las doc trinas libertarias, Guerra Social aporta un nuevo en foque documental de la presencia de estas ideas entre la clase obrera eldense en aquel año de 1915, del cual hasta ahora únicamente teníamos noticia periodística por los varios semanarios publicados Liberal de Elda, EI Reformista, La Semana y Cultura y Progreso que presentaban una visión muy di ferente de la situación social que se vivía, tanto en Elda como en varias poblaciones cercanas, la que ofrece Guerra Social. II^VE^TI^A^IOi^ ^.°ti^,t•t,i^jtt3° t^^lr^t•i^,, ti^ et,^^t:;,;t., c. . . , ,, . ,. .^ ,:^.:._ ;..^ , .r. ^:-^_,.^^;^. !oS^^°J^l^u UC higiauC l^Uas los oías E LA BODA Y PARTOS ISABEL DE PORT POSA DE CARLOS I Francisco SUSARTE MOLINA; ntes de exponer el tema que nos ocupa quie ro hacer un preámbulo a fin de ambientarnos con las costumbres que había hacia el s. XVI respecto a bodas y partos, época en la vamos a centrar los acontecimientos. En cuanto a las bodas se refiere diré que, desde muy antiguo, se concertaban a voluntad de los pa dres. No importaba la opinión de los hijos y todavía menos si era una hija la que se iba a casar. En la aris tocracia, además de por el padre, el matrimonio po día ser dispuesto por el rey. La mujer podía contraer matrimonio legalmente a partir de los doce años (cuando tenía la menstrua ción se consideraba apta para consumarlo) y el va rón a partir de los catorce. Cuanto de más alta al curnia era la familia más precozmente solía concer tarse el matrimonio, Ilegando incluso a fijarse desde el nacimiento de la persona si la conveniencia así lo aconsejaba. Como el interés era lo primordial en un matrimo nio, las bodas entre personas de distinto rango social eran raras. La endogamia gremial era lo habitual, so bre todo en la realeza, donde casarse por amor era considerado signo de plebeyez; de ahí que si alguna vez un matrimonio real se celebraba por amor (como lo fue el de Alfonso XII con María de las Mercedes) fuese acogido por el pueblo con gran entusiasmo. De hecho, el matrimonio era sólo una «capa ju rídica», por cuanto los intereses económicos, políti cos o de Estado eran los que prevalecían. Detrás de un matrimonio real, la mayoría de las veces, había una calculada estrategia, un tira y afloja entre no vio-novia-dote. Los reyes condideraban a las naciones como propiedades particulares, por lo que las bodas se hacían buscando alianzas que ampliaran su poder o sellaran la paz entre países. Además, siempre que era posible, concertaban un segundo matrimonio entre ambas familias para reforzar el acuerdo. No será hasta la Ilegada de las constituciones democrá ticas (hace alrededor de siglo y medio) cuando los matrimonios reales pierdan su importancia en este sentido. EI primer paso para la boda eran los desposo rios, o promesa de matrimonio futuro como los de finió el pontífice Nicolás I, en los que, después de negociar ambas partes, se fijaban las condiciones y dote que debía aportar cada contrayente. Todo lo acordado quedaba reflejado y firmado en unas es crituras públicas Ilamadas capitulaciones. Después de la firma de las capitulaciones y has ta la boda estaba, podríamos decir, el periodo de noviazgo. Durante el mismo, los futuros contrayen tes, que la mayoría de las veces ni se conocían, no se veían ni tenían comunicación excepto por alguna carta o algún retrato en el que el pintor de turno procuraba «sacarle» favorecido disimulándole los defectos físicos. -__ I^ALBORADA ^ m,^. HISTO^IA E I^IVESTIGACIáI Posteriormente a los desposorios se hacía la en trega de la novia y, más tarde, se celebraba la cere monia religiosa o misa de velación, que revestía gran solemnidad por cuanto con ella se distinguían las bodas cristianas de las de otros ritos. EI prelado oficiaba la santa misa, bendecía los anillos, hacía la velación (consistente en poner un velo sobre los hombros del marido y la cabeza de la mujer en señal de sumisión) y daba la bendición a los novios. A continuación se entregaban las arras, alhajas y ves tidos con los que ocasionalmente, como dote com plementaria a la estipulada en las capitulaciones, el novio obsequiaba en ese día a su esposa. La novia podía aportar algunos objetos de uso personal (el axuar) que, caso de enviudar, volvía a recuperar ín tegramente. No ocurría lo mismo con lo entregado por el novio que, aunque enviudara, ya no se lo de volvían. A la ceremonia religiosa seguía la fiesta nupcial, o sea, más o menos lo mismo que se hace hoy día. EI derroche en festejos era considerable, tanto en las bodas reales como en las demás, cosa nada extraña si tenemos en cuenta lo dada que siempre ha sido la gente a la ostentación. En ocasiones, la fiesta duraba tantos días, el número de invitados era tan grande y el despilfarro tal, que Ilegaron a dictarsé órdenes en caminadas a frenar el gasto. Así por ejemplo, en el siglo XV se limitó el número de invitados a cinco va rones y cinco hembras por parte de cada contrayen te (aparte de los padres y padrinos), se fijó en sesen ta maravedís el gasto que podía hacerse en vestidos y se redujo el jolgorio a un máximo de dos días. Referente al parto, conviene tener en cuenta que siempre ha estado considerado como un hecho muy importante en la vida de la mujer por cuanto de riesgo y repercusión social entrañaba; y si la par turienta era una reina, la trascendencia todavía era mayor. Todo monarca, al subir al trono, tenía como obli gación dar al reino un heredero. De ello dependía la sucesión de la corona. Por eso, pese al riesgo que corrían las soberanas en los partos, era preciso que tuvieran hijos; cuantos más mejor, pues la mortali dad infantil era muy elevada. Pero se había de estar seguro que el recién nacido era hijo de la reina. Por ello, aunque la asistencia a los partos estaba prohibida a los hombres, las rei nas habían de dar a luz en presencia de personas que ostentaran cargos oficiales para que pudieran testificar la legitimidad de los recién nacidos. Se evi taba así que pudieran repetirse situaciones como la ocurrida a doña María de Portugal, esposa de AI fonso XI de Castilla: Resulta que, en 1334, cuando doña María esta ba a punto de dar a luz, temerosa de las iras de su marido que había amenazado con matarla si no le daba un varón, ante la posibilidad de que pudiera tener una niña, preparó la sustitución de su «posible hija» por el hijo que una judía acababa de tener. Pe se a que el cambio no Ilegó a efectuarse, pues doña María tuvo un varón (el que luego sería Pedro I e/ Cruel), las dudas y sospechas siempre estuvieron presentes para muchos. Éste fue el motivo de que Pedro I, además de temido, fuese odiado por ser considerado hijo de judíos. Enrique de Trastámara (hermanastro de Pedro) siempre mantuvo la idea de que el cambio se hizo; y hasta tal punto lo creyó que cuando años después le dio muerte (1369) lo hizo Ilamándole hijo de puta judío. A raíz de este suceso se impuso la norma de que en todos los partos reales hubiera testigos oficiales. Costumbre que se mantuvo hasta hace muy poco si bien, con el paso de los años, los testigos, en vez de esperar en la misma habitación de la parturienta, lo hacían en una sala contigua. Tampoco debemos olvidar que no podemos enjuiciar la asistencia obstétrica de antaño en función de los conocimientos científicos actuales, sino que hemos de hacerlo en relación con las circunstancias de cada época pues, durante mucho tiempo, la obstetricia no constituyó ciencia propiamente dicha si no que fue una colección de confusas nociones sugeridas por la experiencia: las mujeres daban a luz ayudadas por sus madres o por ancianas experi mentadas (matronas). Eso sí, conscientes del riesgo que entrañaba el parto, tanto para la madre como para el niño, invocaban fervorosamente a los santos y se rodeaban de toda clase de amuletos al efecto. Las matronas estuvieron asistiendo en los partos a las mujeres durante siglos debido a que, según de cía Carbón en 1541, el sabio colegio de médicos determinó, por honestidad, que fuese la mujer el ministro para ayudar a las necesidades que suelen a ALBORADA DE LA BODA Y PARTOS DE ISABEL DE PORTUGAL, ESPOSA DE CABLOS I las preñadas acaecer en el tiempo de su preñez y parto; y bien informadas de su arte intenten a se mejantes cosas socorrer. EI parto estaba considerado un acontecimiento dramático. Superar el trance de dar a luz y sobrevi vir a un puerperio no era nada fácil, máxime si tene mos en cuenta los remedios que utilizaban, como por ejemplo, aplicar a la natura de la madre boñigas secas y pulverizadas para ayudar a la expulsión del feto, o estiércol de caballo crudo o cocido en vinagre, o telas de arañas, o arañas quebrantadas, apli cándolo en las partes vergonzosas de la mujer para detener la hemorragia puerperal. Con razón dice Garrison en su Historia de la Medicina, que en un parto normal la mujer podía tener esperanza de sal varse si no sucumbía víctima de la fiebre puerperal o de la eclampsia. Pero un parto dificil era cruel y mortal casi de necesidad. Por eso, reinas y personas de alto nivel social, cuando se aproximaba la fecha de dar a luz, hacían testamento. Asimismo, pasada la cuarentena (algo más de un mes después del par to), tiempo que se consideraba necesario para con seguir la purificación, la madre acudía a misa de pa rida (o de purificación) para dar gracias a Dios por haber sobrevivido. Si todo había transcurrido bien la familia distin guía a la matrona con el privilegio de sacar de casa al recién nacido y Ilevarlo a la iglesia para bautizar, como si fuese su segunda madre (de ahí el nombre de madrina o comadre). Luego, como es natural, le reservaban un lugar prefente en el banquete. Con el paso del tiempo, los conceptos científicos fueron cambiando pero, en el aspecto obstétrico, lo hicieron de forma muy lenta. Durante muchos si glos, por pudor y por decencia, la asistencia a los partos siguió reservada exclusivamente a las muje res. Y, tan rigurosamente estaba vedada esta misión a los hombres, aun siendo médicos, que por no ha ber hecho caso a esta prohibición al doctor Wert, de Hamburgo, en el año 1522, le costó la vida. Resulta que dicho doctor, para ver un parto no tuvo mejor idea que vestirse de mujer. Disfrazado así entró en el aposento donde una parturienta se encontraba a punto de dar a luz, pero la mala fortuna quiso que lo descubrieran. Cara pagó su audacia pues fue juz gado, condenado y quemado en la hoguera. La asistencia a los partos por médicos empezó en España a principios de siglo XVIII. Fue doña María Luisa Gabriela de Saboya (primera esposa de Felipe V) en 1707, quien introdujo esta «moda francesa». La lactancia, por entonces, solía hacerla una no driza, sobre todo en las familias acomodadas. La madre no debía amamantar, decían, porque queda muy alterada y aparejada para calentura. Cuanto más pudiente era la familia más nodrizas solían te ner y más prolongada era la lactancia. Uno de los empleos que daba de comer a muchas familias era, precisamente, el de ama de cría. Desde Alfonso X(segunda Partida, Título VII, Ley III) la elección del ama de cría se hacía siguien do unas determinadas normas pués había de ser ho nesta de costumbres, de buena crianza y genio templado, que no haya servido en el oficio de criar, sea limpia y curiosa, que no beba vino ni licores... y, como se creía que a través de la leche podían transmitirse cualidades morales y espirituales al ni ño, estaba prohibido que moras y judías amamanta ran a hijos de madres cristianas. Hecha esta introducción entraré en el tema. A comienzos del año 1500 vinieron al mundo el príncipe Carlos y la princesa Isabel, de cuyo matrimonio e historia obstétrica vamos a ocuparnos. Ha blar de boda entraña tener antes que hablar de no vios. Así que veamos quienes fueron éstos. La princesa Isabel era hija del rey de Portugal Manuel I el Afortunado y su segunda esposa, la in fanta María de Aragón (tercera hija de los Reyes Católicos). Nació en el palacio Real de Lisboa un miércoles, 23 de octubre de 1503, entre las tres y las cuatro de la madrugada. Pasó sus primeros años junto a su madre que, como buena hija de los Reyes Católicos, se encargó de educarla, enseñarle a hilar, coser, bordar y darle una formación religiosa. Pero doña María murió al dar a luz a Eduardo, por lo que Isabel tuvo que ha _- N 0 A ^ 1. La primera esposa de Manuel I fue Isabel, la hija mayor de los Reyes Católicos. ALBt^RADA La princesa Isabel de Portugal. NISTO^IA E INVESTIGACIQ^ cer de madre para con sus hermanos pese a que só lo tenía catorce años. Su padre, viudo ya dos veces, volvió a casarse con terceras nupcias (1519) con su prima Leonor, hija de Juana la Loca. AI morir Manuel I de Portugal (13. X11.1521) su viuda, doña Leonor, preparó las bases para el matri monio entre su prima e hijastra, la princesa Isabel dePortugal, con su primo el príncipe Carlos de España. Isabel, desde su juventud, despuntó una gran belleza que fue acentuándose con el paso de los años. Tenía un cuerpo esbelto y elegante, dulces y lánguidos ojos, cabello rubio y abundante, piel blanca y suave, cara ovalada y labios delgados. Se gún testimonios de la época, además de una de las mujeres más hermosas del mundo, era muy culta, amante de la música, el arte y la poesía (fue mece nas de Garcilaso de la Vega y de Juan Boscán). Mo ralmente se decía que era mansa y retraída más de lo que fuera menester, honesta, callada, devota, discreta y no entrometida. Sin embargo, gustaba vestir con suntuosidad, como lo hiciera su madre y su abuela Isabel la Católica. EI príncipe Carlos era el primogénito de Juana la Loca y Felipe el Hermoso. Irrumpió en el mundo de una forma poco habitual. Resulta que, estando ya doña Juana en muy avanzado estado de gestación, quiso asistir a una fiesta de gala que se celebraba en el castillo de Gante, tal vez movida más por los celos y por el deseo de vigilar a su marido que por ganas de fiesta. Entrada la noche, y en mitad del sarao, se sintió indispuesta. AI parecer, rompió bolsa y se reti ró al excusado; mas como tardara en salir, sus da mas, preocupadas, entraron a ver qué le pasaba, Ile vándose la gran sorpresa al encontrarla en pleno periodo expulsivo. Tan avanzado estaba el parto que fue imposible trasladarla a otro lugar. Fue real mente un parto muy rápido. Así, el 24 de febrero de 1500, a las tres y media de la madrugada, en un re trete, vino al mundo el príncipe Carlos. Don Carlos era de carácter taciturno, solitario, religiosamente muy devoto, mal estudiante y muy dado a los torneos y a la caza. Le gustaba mucho la cerveza (introdujo en España su uso), el pernil cura do (como se Ilamaba por entonces al jamón serra no), las ostras, las suplicaciones (los actuales bar quillos), las naranjas y, especialmente, el melón. Físi camente no era muy alto pero sí bien proporciona do, frente espaciosa, mirada penetrante, nariz agui leña, y tan pronunciado prognatismo que parecía que tuviese la mandíbula postiza y le obligaba a llevar la boca abierta. Tal vez por esto, y a sugeren cia de la emperatriz, de casado se dejó una barba ancha y corta para disimular el defecto. AI respecto, se cuenta que un rústico infanzón de Calatayud, con ocasión de una visita que hizo el rey a esa ciu dad, se le acercó y le dijo: Mi señor, cerrad la boca, que /as moscas de este reino son muy traviesas... A sus veinticinco años don Carlos estaba soltero y sin compromiso, aunque no le faltaban novias pues era pretendido por casi todas las princesas eu ropeas, ya solteras o viudas. Políticamente interesa ba que contrajera matrimonio pero, como España estaba empobrecida a causa de tantas guerras, una boda con un buen apoyo económico era lo más DE LA BODA Y PARTOS DE ISABE^ DE PORTUGAL, ESPOSA DE CAR^QS ^ EI príncipe Carlos. aconsejable. Con este criterio, teniendo en cuenta que Portugal era una de las naciones más ricas de Europa, la infanta portuguesa, además de ser muy guapa, era el mejor partido que se podía encontrar. Y, por si fuera poco, era la candidata propuesta por su prima Leonor. En tal sentido, en la primavera de 1525, se ini ciaron las negociaciones con Juan III, hermano de la novia, si bien no se cerraron hasta varios meses des pués debido a la discusión sobre la dotación econó mica de Isabel. Por fin la operación se ultimó con el acuerdo de que doña Isabel aportaría 900.000 do blas castellanas de oro y el emperador sólo 300.000 (cantidad que conseguiría hipotecando las ciudades de Úbeda, Baeza y Andújar). Pero, aun así, no había dinero en la corona espa ñola para hacer frente a ese gasto, por lo que se concertó otro matrimonio: el de Juan III (sucesor de Manuel I a la corona portuguesa) con la infanta Catalina (la hermana menor de don Carlos, la hija pós tuma de Felipe el Hermoso). De esta forma se esti puló «una rebaja» en la dote, quedando la negocia ción definitivamente cerrada con la aportación de doña Isabel de 660.332 doblas de oro (cifra astro nómica en aquella época 2) y nada por parte de don Carlos. Vamos, una operación «redonda» para las arcas españolas. Ultimados los acuerdos financieros se firmaron las capitulaciones (17. X.1525) y, pocos días des pués (1. X1.1525), previa presentación y lectura de la dispensa papal, el cardenal Salviatti (en represen tación del papa) celebró el matrimonio por poderes en el palacio de Almeirim, ricamente decorado para esta ocasión con tapices de oro y seda. Don Carlos estuvo representado por Carlos Porpeto Laxao. Después de la boda, doña Isabel, ya emperatriz de España, se acercó hasta los reyes de Portugal (su hermano luan y su cuñada Catalina) y, de rodillas, los besó. A continuación comenzó el sarao, que ella presidió sentada entre los reyes portugueses bajo un rico dosel de terciopelo. Acabado el acto enviaron a don Carlos una misiva notificándole que ya estaba casado. Cuando él recibió la noticia se puso tan contento que mandó circulares a todas las ciudades del reino comunicando la buena nueva. Hasta el 30 de enero de 1526 el cortejo luso no salió de Almeirim camino de España para hacer la entrega de doña Isabel a los españoles. Vino acom pañada por sus hermanos, los infantes don Luis y don Fernando, y por el duque de Braganza. La comitiva portuguesa Ilegó a Elvas, lugar fijado para el en cuentro, el 4 de febrero, unos días antes que la espa ñola. En esos días de espera doña Isabel fue agasaja da con grandes fiestas celebradas en su honor. EI séquito español, al mando de don Pedro de Meneses, marqués de Villarreal, salió de Toledo el 2 de enero y tardó una semana en Ilegar al lugar de la 2. Actualizada el año 1998 equival dría a unos 9.000 millones de pesetas. HISTO^iA E INVESTiGACi^I^ cita. Lo integraban muchos caballeros, entre los que estaban don Fernando de Aragón, duque de Cala bria; don Alfonso de Fonseca, arzobispo de Toledo; los duques de Medina-Sidonia y de Béjar; y los con des de Aguilar, de Benalcázar y de Monterrey. Reunidas las comitivas se presentaron las cre denciales por parte de unos y otros, procediéndose a la entrega de la princesa portuguesa. EI acto tuvo lugar el domingo día 7 de febrero de 1526, cerca de Elvas y Badajoz, en mitad del puente sobre el río Ca ya. EI infante don Luis cedió las bridas de la mula sobre la que viajaba su hermana Isabel al duque de Calabria; y, flanqueada a su derecha por éste y el marqués de Villarreal, y a su izquierda por el de Bé jar y el arzobispo de Toledo, emprendió el camino a su nueva tierra. La comitiva se dirigió a Sevilla sin prisas, pues don Carlos así lo había dispuesto para que le diese tiempo de acabar las negociaciones que mantenía con Francisco I de Francia. Por cuantas ciudades pa saba, doña Isabel era acogida con fiestas y grandes muestras de entusiasmo. Así Ilegaron a Cantillana, distante de Sevilla cinco leguas, donde esperaron unos días para dar lugar a que la capital hispalense se preparara para el recibimiento. EI 3 de marzo, ba jo el clamor popular, doña Isabel entró en una Sevi Ila magníficamente engalanada; se albergó en el AI cázar y, durante la semana que tardó en Ilegar su marido, se celebraron grandes fiestas. Don Carlos, tan pronto como acabó las negocia ciones con Francisco I(21.11.1526), marchó a Sevilla al encuentro de su mujer. Entró en la ciudad a caba Ilo, siendo objeto de un caluroso recibimiento (10.111.1526). Fue en primer lugar a la Catedral para dar gracias a Dios por el feliz término del viaje y de allí marchó al Alcázar, donde le esperaba la empera triz. Oviedo, cronista de la época, narró así los he chos: ...cuando entró en el Alcázar eran ya dos ho ras de la noche, e entró con muchas hachas. E cuando llegó al aposento de la Emperatriz e se vie ron, la Emperatriz se hincó de rodillas e porfió mu cho porque le besara la mano. EI Emperador se aba jó mucho a la levantar, abrazándola, e la besó e la tomó por la mano e se entraron en otra cámara e se sentaron. E después que un cuarto de hora estuvie ron allí, con muchos grandes, el Emperador se pasó a su aposento e se quitó la ropa de camino que traía, e se vistió muy ricamente... con un sayón de tercio pelo con tiras de brocado por todas partes. Des pués, Carlos e Isabel cenaron en privado en sus aposentos. EI tenía veintiséis años y ella veintidós. La ceremonia de ratificación tuvo lugar aquella misma noche (ya día 11 de marzo de 1526) en la sala de la Linterna del Alcázar (hoy salón de Emba jadores). Ofició la misa el arzobispo de Toledo, Alonso de Fonseca, y fueron padrinos de boda el duque de Calabria y la condesa de Haro, camarera mayor de doña Isabel. Decía Oviedo que estuvieron en la misa muy pocos caballeros; porque fue cosa no pensada sino ansí fecha de improviso aunque astutamente, tal vez queriendo decir que, de esta manera, don Carlos evitaba la comisión de control de la consumación del matrimonio. Acabada la misa los novios se retiraron a sus habitaciones y...en tanto que el Emperador estaba en su ĉ ámara, se acostó la Emperatriz, e desque fue acostada, pasó el Emperador a consumar el matrimonio como ca tólico príncipe. Una vez consumado, don Carlos enseñó a la asamblea las sábanas del lecho nupcial, como era ritual. AI día siguiente, con gran alegría, comenzaron las fiestas nupciales pero la muerte de la hermana de don Carlos, Isabel, reina de Dinamarca, obligó a suspenderlas. Se reanudaron el 15 de abril, una vez finalizados los días de luto oficial, y continuaron hasta el 18 de mayo, fecha en que los recién casa dos emprendieron viaje de novios a Granada. La ciudad gustó tanto a la emperatriz que su marido, por complacerla y con la idea de algún día instalar allí definitivamente la corte, inició la construcción dentro del recinto de la Alhambra del, todavía ina cabado, Palacio de Carlos V. Además, y como ob sequio a ella, mandó plantar en los jardines de Lin daraja unas flores persas hasta entonces desconoci das en España: los claveles. Los reyes se mostraban muy felices y, según las crónicas, ... están en la cama hasta las diez y las on ce; y cuando están juntos, aunque esté todo el mundo presente, no miran a nadie y no hacen otra cosa que hablar y reír entre sí. La luna de miel se prolongó durante nueve meses. Lo que en principio se planificó como un matrimonio por interés, se transformó en un verdadero amor. EI matrimonio se mantuvo siempre unido y muy bien avenido. ^LBCiRADA DE LA BODA Y PARTOS DE ISABEL DE POBTUGAL, ESPOSA DE CARLOS I Carlos I e Isabel de Portugal. Cuando el 10 de diciembre de 1526 dieron por terminada su luna de miel y marcharon a Valladolid, la reina, o mejor dicho, la emperatriz 3, como quería doña Isabel que la Ilamaran, estaba embarazada de tres meses. Por tal motivo, el viaje lo hizo en una litera Ilevada a hombros. Llegaron a la ciudad del Pi suerga el 24 de enero de 1527, instalándose en el palacio de don Bernardino Pimentel. A primeros demayo, ante la proximidad del parto, doña Isabel hi zo testamento (como era habitual en aquella época en estas circunstancias) y se dispuso para afrontarlo. EI parto se inició a mediodía del 20 de mayo de 1527. Fue lento.y laborioso, pues terminó en la tar de del día siguiente. Cuentan los cronistas de la época que el valor de la emperatriz era tal que, pe se a los muchos dolores que sufría, no se quejó ni una sola vez; con el rostro cubierto, aguantó con dignidad y serenidad pues, decía: Me consuela la esperanza de parir un príncipe para los pueblos, causa de alegría y no de tristeza. Estuvo asistida, como lo estaría en todos sus partos, por su partera mayor doña C2uirce de Toledo que, consciente de lo mal que lo estaba pasando, le instaba a que gritara para desahogarse. Doña Isabel no sólo se negó a hacer tal cosa sino que, además, pidió que apagaran las velas de los candelabros del aposento para que si hacía algún gesto incontrolado no pudiera ser advertido por los cortesanos, que preceptivamente presenciaban el acontecimiento, evitando así que su dignidad pudiese verse menos cabada. AI fin, a las 16 h. del 21 de mayo de 1527, vino al mundo un infante. Un mes después (25.V1.1527), en la iglesia de San Pablo de Valladolid, este niño fue bautizado. La comadrona sacó al recién nacido de casa y lo Ilevó en brazos hasta la iglesia. Allí lo recogió el duque deFrías, doña C^uirce quedó a su derecha; a la izquier da se colocó el duque de Alba, detrás los padrinos, después de ellos seguía la nodriza, María Sarmiento; y por último, ordenados según su categoría, los no ^ íai (} 1 A 5 : 3. Era emperatriz por ser la mujer del emperador de Alemania; pero no era reina porque doña Juana la ^ ! Loca, propietaria del reino, suegra y tía suya, aun vivía recluida en Tordesillas. ^ a^BORAL a , ^.._..,^_ Felipe II. HISTORIA E INVESTIGACIÓ^J bles de la Corte. EI arzobispo Alonso de Fonseca ce lebró la ceremonia, imponiéndole al recién nacido el nombre de Felipe en memoria de su abuelo pater no. Después hubo un gran banquete. Doña Isabel se levantó por vez primera después del parto el 12 de junio, oyó misa de parida y presidió las justas y festejos que se celebraron en su honor. Cuando el príncipe Felipe aún no había cumpli do un año de edad fue jurado heredero del trono por las Cortes de Madrid (19.IV.1528). Sería el futu ro Felipe II. Don Carlos viajaba continuamente por sus terri torios europeos y doña Isabel, como antaño su abuela Isabel la Católica, hacía otro tanto por Espa ña. La corte iba de un lado para otro: Madrid, Valladolid, Sevilla, Toledo, Burgos... En uno de esos des plazamientos, a principios de 1528, en Valladolid, venía al mundo su segundo hijo: el infante 1uan, muerto a poco de nacer. En tanto don Carlos estaba en las Cortes de Monzón tratando de conseguir dinero, la empera triz daba a luz por tercera vez. EI hecho ocurrió en Madrid, tal vez el 21 de junio de 1528 °, siendo fru to del mismo una niña muy prematura a la que Ila maron María 5 en memoria de su abuela materna. Pocos días después del alumbramiento, doña Isa bel tuvo unas calenturas que los médicos de cámara Zurita de Alfaro y Villalobos atribuyeron a los calores del verano (aunque en realidad eran debidas al palu dismo). La trataron dándole a beber las aguas de la fuente de San Isidro. Por tal motivo, la emperatriz, en agradecimiento al santo, mandó construir una ermita en la pradera del Manzanares. Posteriormente le repitieron otros episodios febriles que, al igual que el anterior, remitieron con las mismas aguas. También en Madrid nació el infante don Fernan do, sin que tampoco haya acuerdo entre los histo riadores de la fecha en que ocurrió. Pudo haber sido el 21 de noviembre de 1529 pues, en la carta que los dichos doctores de cámara enviaron al rey (que en esta ocasión se encontraba en Bolonia), le decían: A veynte y uno del presente, a la una hora después de la media noche, començó a sentir la emperatriz los dolores del parto que venían no muy espesos y grandes, y entonçes vino aquella agua que suele preceder a los buenos partos. Estos dolores proce dieron así remisos hasta las siete de la mañana y en esta hora se començaron a esforçar y menudear, y luego sintió la comadre que el parto estava en las manos y que la criatura venía bien encaminada sin tropieços ni dificultades como sue/e haver en estos partos. Su Mag. parió al punto de las ocho y purgó #^ 0 T^$ S: 4. Según el padre Flórez, en el año 1528 vinieron al mundo los infantes Juan, María y Fernando, cosa im posible puesto que no fueron trillizos. Por eso hay discrepancias respecto a las fechas del nacimiento de estos tres infantes. 5. María casó con su primo hermano Maximiliano II de Alemania. Tuvo catorce hijos y terminó sus días como monja en el monasterio de las Descalzas Reales. Murió en 1603. DE LA BODA Y PARTOS DE ISABEL DE POBTUGAL, ESPOSA DE CABLOS I María de Austria. muy bien todo lo necesario y quedó, a Dios gracias, tan buena como si fuera otra la que havía parido. Nació un infante grande y gordo y hermoso, con una voz tan formada y unos ojos tan abiertos como si fuese de tres meses nacido. EI emperador conoció la noticia probablemente el 8 de diciembre, es decir, dieciocho días después del nacimiento, pero no Ilegó a conocer a su hijo porque el príncipe murió a los siete meses (13.V11.1530) y don Carlos no Ilegó a España hasta el 28 de abril de 1533. (Desembarcó en Barcelona, en una escuadra al mando del almirante Andrea Doria. Fueron a recibirlo sus hijos, Felipe y María, y su mujer, que tuvo un nuevo brote febril). ALB4RADA ^ Tras ese regreso, don Carlos estuvo con su mujer poco más de un año, lo suficiente para dejarla otra vez embarazada; y, una vez más, cuando Ilegó el momento decisivo, él estaba ausente (en esta oca sión en la guerra de Túnez). EI parto tuvo lugar sin complicaciones el 24 de junio de 1535, en Madrid, en el palacio de don Alonso Gutiérrez, tesorero del emperador. A la recién nacida la bautizaron con el nombre de Juana 6 en honor al santo del día y a su abuela paterna. Don Carlos no supo que le había aumentado la familia hasta el diez de julio. Acabada la guerra con Túnez, el emperador vol vió a Valladolid. Allí estuvo durante algo más de un año y, ni que decir tiene, volvió a dejar embarazada a doña Isabel. Y, no sólo la dejó embarazada sino también sola, por cuanto en agosto de 1537 se marchó otra vez y no regresó hasta agosto del año siguiente. Don Juan de Zúñiga decía que ...aunque su Magestad desea ir con el emperador para las Cortes de Aragón, no sé si se lo estorvará la preñez, aunque más creo que sí estorvará, porque va mu cho en guardar este preñado... EI parto tuvo lugar en Valladolid (19.X.1537) dos meses después de haberse marchado don Car los. En esta ocasión en casa de su secretario, don Francisco de los Cobos. EI recién nacido se Ilamó Juan (en memoria de su hermano fallecido) y tam bién murió muy pronto (a los cinco meses), por lo que su padre tampoco Ilegó a conocerlo. Ante los continuos viajes de don Carlos, los gas tos que ocasionaban las guerras y el derroche de la corte, la presión impositiva no tenía más remedio que ser alta, mal vista y muy criticada por el pueblo. De poco había servido la orden dada por los Reyes Católicos para frenar la ostentación. Por eso, Carlos I promulgó una nueva pragmática (1534) prohi biendo a todos sus vasallos de cualquier condición y cualidad o preeminencia o dignidad que fuesen, exceptuando su persona, la de su Magestad la em peratriz su mujer e infantes sushijos, fuesen osados de traer o vestir brocados ... ni echar guarniciones _ _ _ _ _ _ - --- --^ 6. La infanta doña Juana fue, posteriormente, la fundadora de la Orden de las Descalzas Reales de San- ; ta Clara. Murió en 1573. J r ^ ALBORADA HISTORIA E INVESTIGACIÓN Juana de Austria. en /as dichas ropas ni en otra cosa, de hilo de oro ni de plata ni hilado ni tirado, ni pudiesen traer bor dado ni recamado de seda ni cosa hecha en basti dor. La pena por incumplimiento de tal disposición podía Ilegar a ser de cinco años de destierro; y para el sastre, jubetero o guardicionero que hubiese he cho la prenda se le advertía la primera vez y sería condenado a galeras para el resto de su vida si era reincidente. No obstante, hubieron excepciones pa ra el uso de ropas lujosas: primero para con los ca balleros y nobles cuando iban a la guerra, después aunque no fueran. Y así, poco a poco, las ordenan zas fueron relajándose y terminaron por ser total mente inútiles. EI malestar popular ante la mala marcha de la economía era tal que, en noviembre de ese 1537, se convocaron Cortes para rogar a don Carlos que no abandonara más el territorio español, que suspen diera las guerras y moderara los gastos. ÉI lo com prendió y aceptó, pero las necesidades de dinero eran tan acuciantes que no hubo más remedio que crear un nuevo impuesto, la sisa, consistente en dis- minuir la pesada de algunos artículos, generalmente los comestibles, pero pagando por ellos como si el peso fuese completo. Del encrispamiento del pueblo por el gasto de la corte se cuenta que, un día que don Carlos participa ba en una partida de caza y abatió un venado, para transportarlo pidió ayuda a un viejo leñador que ha bía por allí. EI pobre hombre, ignorando quién era la persona que se lo pedía, se negó a ello alegando que no tenía fuerzas para eso y añadiéndole que lo hicie ra él que era joven. EI emperador, divertido, pidió que le dijera cuál era, a su juicio, el mejor y el peor rey que había tenido España; a lo cual repondió el campesino: EI mejor, Fernando el Católico, que en gloria esté; y el peor, éste que tenemos, que se va unas veces a Italia, otras a Alemania y otras a Flan des, dejando a su mujer y sus hijos, pero llevándose todo el dinero de España. Y, con llevar todo lo que montan sus rentas y los grandes tesoros que llegan de las Indias, no se contenta, sino que echa nuevos tributos a los pobres leñadores que nos tiene arrui nados. Don Carlos, pensativo, dio unas monedas al viejo y se alejó; pero cuando un miembro de la es colta dijo al leñador quién era la persona con la que había estado hablando, este le contestó: iLástima no haber sabido que era el rey, porque de haberlo sabi do le hubiera hablado más c/aro!. Después de un año de ausencia el emperador regresó a Toledo (9.V111.1538), lo que supuso para doña Isabel una nueva gestación. Se calculó su final para bien entrado el verano de 1539, por lo que don Carlos, confiado en que aún faltaba tiempo pa ra el acontecimiento, marchó a Madrid con su hijo Felipe para hacerle una evaluación de su prepara . __ _ _ N Q^ A S: 7. Esta permisividad en la utilización de ropas de gala en los combates ha supuesto que los trajes milita res hayan mantenido su lujo y ornato hasta hoy. DE LA BODA Y PARTOS DE ISABEL DE PORTUGAL, ESPOSA DE CARLOS I ción cultural. Pero sucedió que, unos días después de haberse marchado, doña Isabel tuvo un nuevo episodio febril (las tercianas malignas que padecía). Bien por esto o por otro motivo lo cierto es que, precedido de una profusa hemorragia, se desenca denó el parto antes de lo previsto y el 21 de abril de 1539 nacía un niño muerto. Cronistas de la época dijeron que el niño Ilevaba muerto algunos días an tes de nacer pero, por si acaso, le administraron el agua de socorro en la misma alcoba, imponiéndole el nombre de Fernando (como su tercer hijo, muer to a los siete meses). Tras el alumbramiento, el estado de la emperatriz empeoraba por momentos. Doña Quirce de Toledo, su partera, consciente de sus limitaciones y ante la alarmante situación, le insistía reiteradamente para que permitiese entrar a los médicos, Ruiz y Ontive ros Saavedra, que esperaban al otro lado de la puer ta de la cámara. Llamaron también a Villalobos y La guna, los más prestigiosos médicos de la época, pero doña Isabel, bien por pudor o Ilevada de un sentido fatalista, se negó tajantemente a ello diciendo: Si Dios quiere curarme lo hará sin necesidad de médi cos; y si tengo que morir es inútil su iñtervención. Después de casi tres semanas de sufrimiento, doña Isabel expiraba en Toledo, en la madrugada del 1 de mayo de 1539, a los treinta y seis años de edad. La infección puerperal fue la causa de su muerte. Don Carlos, que había sido avisado de la grave dad de su mujer, volvió de Madrid apresuradamen te, pero cuando Ilegó la infortunada emperatriz ya había muerto. Era tanto lo que la quería y tan gran de el dolor que le causó su muerte, que no quiso ver su cadáver para conservar viva la imagen de aquel bello rostro que tanto había amado. La muerte de la emperatriz supuso un duro golpe no sólo para él sino también para el pueblo que tanto la quería. Sus restos, siguiendo la costumbre instituida por Isabel la Católica, fueron trasladados a Granada pa ra darles sepultura en la catedral. La organización del fúnebre cortejo se encomendó a don Francisco de Borja, duque de Gandía, Caballerizo Mayor de la emperatriz, hombre de confianza y enamorado en secreto de ella, asumiendo la presidencia del mismo el príncipe don Felipe, que iba a cumplir doce años. Preparada la comitiva, se cerró el ataúd con Ila ve, Ilave que guardó el duque en señal de que se ALBORADA hacía depositario del cadáver hasta su entrega al fi nal de su destino. EI féretro, muy sencillo y cubierto con un paño bordado con las armas del emperador, fue transportado a hombros por diez servidores que se turnaban cada determinado tiempo. A me dida que pasaban los días la fetidez que emanaba el cadáver era tan insoportable que los porteadores aligeraban la marcha cuanto podían, pues notaban menos el cansancio que las ganas de Ilegar a su destino. Ya en Granada, el duque de Gandía abrió el féretro para hacer la protocolaria entrega del cadáver a los clérigos que habían de darle sepultura. Pero, al destapar el ataúd, el estado de descomposición y el hedor que despedían los restos eran tales que to dos retrocedieron ante el macabro espectáculo, desmayándose más de uno. Cuando los religiosos, como era preceptivo, preguntaron al duque si ése era el cadáver de doña Isabel de Portugal, éste les respondió: lurar que es Su Majestad no puedo, pe ro juro que su cadáver se puso aquí; y, al parecer, añadió la conocida frase: Nunca más serviré a se ñores que se puedan morir. Después de esto el du que de Gandía se consagró a Dios, ingresó en la Compañía de Jesús y en 1671 fue canonizado: sería San Francisco de Borja. Carlos I abdicó en su hijo Felipe (16.1.1556) y se retiró al monasterio de Yuste, acompañado de su cervecero, Erik van der Trehen, y de su médico, Luis Lobera de Ávila. Realmente, no fue al monasterio sino a un palacete que se hizo construir junto a él. En ningún momento hizo vida monástica, ni siquie ra recogida ni penitencial, y muchísimo menos Ilevó hábito. Eso sí, vistió de luto para el resto de sus días y, fiel a su difunta esposa, no quiso volverse a casar pese a que no había cumplido los cuarenta años y sobrevivió a su mujer casi veinte. En su residencia junto al monasterio esperó el fi nal de sus días, comiendo desaforadamente, pues no podía estar más de dos horas sin yantar. Su voraz apetito y la gota obligaron a su médico ponerle a dieta $. En Yuste pasaba el tiempo rodeado de libros y entreteniéndose con su magnífica colección de re lojes (que él mismo cuidaba y reparaba) de los que en cierta ocasión, contemplándolos, comentó: Yo, que he aunado diez pueblos, no soy capaz de que ^ ALBORADA HISTO^IA E INVESTIGAGIQ#^^^ estos relojes, a los que doy ĉ uerda cada día, den a la vez la misma hora. En la madrugada del 21 de septiembre de 1558, con el crucifijo que había per tenecido a su mujer apretado entre sus manos, mu rió don Carlos. Fue sepultado en el monasterio. En 1574 sus restos fueron trasladados de Yuste al Monasterio de EI Escorial, al igual que hicieron con los de doña Isabel desde Granada (en Granada sólo quedó el primitivo ataúd de su amante esposa). Desde entonces, los dos reposan en EI Escorial. Cuando muchos años después de su muerte los ciudadanos de Gante pensaron erigir una estatua a don Carlos, como reconocimento a sus glorias, hu bo quién propuso grabar en el pedestal de la misma la siguiente inscripción: 11 naquit dans la merd, ll vécut dans la sang, ll mourot dans la biér. (Nació en la mierda, Vivió en la sangre y Murió en la cerveza. ^^^^:^^:^ AYUSO ARROYO, P. P.: Mujeres con Historia (1994) BARBERÁ, C.: Juana la Loca. (Planeta. Barcelona, 1992) BERNIS, C.: Indumentaria española en tiempos de Carlos V. (Consejo Superior de investigaciones Científicas. Madrid, 1962) CALDERÓN, E.: Las bodas de los Reyes de España. (Cire ne. Madrid 1993) CARBÓN, D.: Libro del arte de las comadres o madrinas y del regimiento de las preñadas y paridas y de los niños. (Mallorca,1541) Transcripción de F. SUSARTE. (Universidad de Alicante,1995) CASAS GASPAR, E.: Costumbres españolas de nacimien to, noviazgo, casamiento y muerte. (Madrid, 1947) DIAZ PLAJA, F.: La vida cotidiana en la España del siglo de Oro. (Edad. Madrid, 1994) FISAS, C.: Historias de las reinas de España. (Planeta. Barcelona, 1991) FRITSCH, E.: Sobre la fiebre puerperal y el tratamiento local de la misma. (Monografías clínicas, 1881) GARCÍA CÁRCEL, R.: Las esculturas del Siglo de Oro. (Historia 16. Madrid, 1989) GONZÁLEZ CREMONA, J.M.: EI trono amargo. (Planeta. Barcelona,1992) GONZÁLEZ-DORIA, G.: Las reinas de España. (Bitacora. Mad rid,1989) GONZÁLEZ SEVILLA, Ma E.: A la mesa con los reyes de España. (Temas de hoy. Madrid, 1998) HERVIEUX.: Enfermedades puerperales consecutivas al parto. (Madrid 1879) JUNCEDA AVELLO, E.: Ginecología y vida íntima de las reinas de España. (Temas de hoy. Madrid 1992) LOSADA MÉNDEZ, J.: La sanidad en la época del descu brimiento de América. (Fundación Rey Alfonso XIII. Madrid, 1994) NÉSTOR LUJÁN.: La vida cotidiana del Siglo de Oro es pañol. (Editorial Planeta. Barcelona, 1992) PHILIPPEAU.: Manual de Obstetricia y de Ginecología, para su uso de los prácticos y de las matronas. (Bu dapest, 1902) SÁNCHEZ ARCAS. R.: EI parto a través de los tiempos. (Madrid, 1995) SARASUA, C.: Criados, nodrizas y amos. (Siglo XXI. Ma drid, 1994) VICENS VIVES, J.: Historias de España y América social y económica. (Barcelona, 1972) VIDAL SALES, J. A.: Crónica íntima de las reinas de España. (Planeta. Barcelona, 1993) VILADOT, G.: luana la Loca. (Salvat. Barcelona, 1995) VOLTES, Ma J. y P.: Madres y niños en la Historia de Es paña. (Planeta. Barcelona,1989) _. _._ _ - - .. ..._---- ....---..__._ _._ ......- ^(3 T A^^ 8. La dieta consistía en lo siguiente: para desayunar, un tazón de caldo de ave con leche y azucar; para al morzar le hacían iveinte platos diferentes!; merendaba con pescado o marisco; y cenaba asados, empanadas, conservas, fru tas y pasteles. Además, y para ayudarle a soportar el hambre, entre comida y comida se le permitía tomar jamón y dulces. ` _ --_ -__ A^BORADA GÉNESIS DE LA BIBLIOTECA PÚBLICA MUNICIPAL DE ELDA ^ Consuelo POVEDA^ Es objeto del presente artículo relatar someramente, pues un estudio profundo sería objeto de una monografía más elaborada, la historia de la Biblioteca de Padre Manjón. EI pretexto no es otro que su próximo cincuentenario, concretamente en el año 2002, y para celebrarlo nos parecía oportuno rememorar, no sin cierta ironía, su instalación «provisional» en lo que fuera el salón de actos de Las Escuelas Nacionales. Para efectuar el trabajo recurrimos tanto a fuentes orales ( Don Alberto Navarro Pastor), como a las escritas ( la publicación de esta época, la revista de periodicidad trimestral Dahellos). a revista Dahellos en su número 3 fechado en marzo de 1950, en su sección Consultorio Fu nambulesco del Duende del Monastil, duende que encarnaba las opiniones de don luan Ma drona, unas veces, y de Alberto Navarro, otras, aludía a un artículo publicado en el Semanario Idella de 1926 en el que se daba cuenta de la concesión a Elda de una Biblioteca Popular. Y a modo de mofa «EI Duende» opinaba que con libros como «EI Coyote» y el de «Efectos impagados», los eldenses ya tenían su ficiente. En el número de septiembre, y en la misma sección aparecía un poema sobre el asunto, que por su frescura reproducimos en la página siguiente. Lo cierto es que la redacción de Dahellos, era consciente de la gran importancia de que Elda conta se con una biblioteca pues la ciudad, con el transcurrir del tiempo, se había convertido en un núcleo in dustrial de gran movimiento en la que unos cuantos empezaron a notar la falta de una biblioteca pública donde encontrar material de estudio y consulta los estudiantes, deleite los aficionados y un ambiente grato y culto todos. Así que la publicación se compla cía en servir de portavoz, condensando la opinión de los eldenses en la de tres personas que, tanto por sus méritos personales como por la posición que ocupa ban, representaban dignamente la de todos. Y, con la intención de que su voz fuese escuchada por el Ayuntamiento, la revista Dahellos planteó una serie de cuestiones a don loaquín Campos Fernández, di rector del Grupo Escolar, a doña Dolores Maestre, di rectora de las Escuela Graduada de Niñas y a don luan Terrades, ex-director de las Escuelas Nacionales Graduadas. Y en el número de diciembre de 1950, apareció en la revista Dahellos una encuesta pro-bi blioteca pública municipal en la que podemos apre ciar una colaboración entusiasta a dicho proyecto. Sin ALBORADA j ` (^^ n, a 1ia i;nlií. ^,no ha ^•iato imprenrao an Dalrolloti q^^c ponan Gux; dioau que qninci;u,{po^ternoe qna bil)aEvoa pr. Los lov yuc ^emi^a, pa que noa dostru^:a y nos dnsasnemos, lo^^nndo novelns sin pa^ur un sórtimo? ^Rud ^nn¢a tensa quo argún iuiprotoro ae noupar¢ en cosas dirnas de oste pueblo! . Alli habrE^ Coyotea. porcientoa y cientos, chi^tes b:^Lurricos, onortos y tebeo^s, noreles de awopes, de ornnen, du mtoc7n, iiovolioes de a^as de la aasa Pueyo, que tr¢en turculencias de asastnos negros y c¢ras ttu© n.rustan eueudo noa dornremoa, y novolas grandes, las de a reaJ,ccí pliego, de nsns que te s¢can, cuando v¢sloyendo, HISTORIA E INVESTIGACI®^^^ ^i ll o^eca,^ cá Irígríma asina, gorda emno un gdevo. iQuú idce han teníol iQ.né arwllo pe rm puoblo t.raer urnta conci¢ pa tos lo^ qno lemos! I$I rvmo e mi f(ibrica, qne es hombre may pórrto, r;uc se !ee un Co^^ote en menuto y medío, dicu que ¢ est© paso tos somos talentos; porqvc h^^,}• que afijarao ]o ^^uo duprendemoe los grandea y chiçoe lc^endo. lcyeudo. So, enquo do corrf¢ no puc^o ]ocrlo, u mi poco e poco todo lo emnpriendo, y por la lefm•a maquito hesta ol sueño. 1or eao ie dioo, ^a!ú, quc me ¢leáro que estos qn© a empujonae redartan Dahcllos ae h.úgan prroponSo quo nos rleslustremos, quo noa dostrupamoa, quo nos dosasn©mos. i^o digaui quo on 1?ldx a©mos alPabotos! et nuun^nn nea ,vun^ss+rr. embargo, todavía estaba por resolver un aspecto muy importante, la buena acogida o no del Consisto rio, que era en definitiva el que tenía la última palabra. De modo que los redactores de Dahellos elabo raron un preciso informe en el que documentaban la necesidad de una biblioteca que fue remitido al Alcal de. Pieza fundamental de este engranaje fue la figura del Secretario Municipal, don Fernando Gil Merlo, a quien solicitaron concertar una entrevista con la pri mera autoridad municipal. Ésta no se hizo esperar, acordándose que se realizaría a principios del mes de enero de 1951, pero una indisposición física, causada por la gripe, del Alcalde, impidió que ésta se consu mase hasta el día 12 de este año, fecha en la que una Comisión formada por don loaquín Campos, don José Sedano, don Juan Madrona y don Alberto Navarro, acompañados por el señor Secretario Muni cipal, fue recibida por don losé Martínez Gon zález, alcalde de la ciudad, quien mostró una acogida favorable a la iniciativa, asegurando que no pasaría mucho tiempo hasta que la mis ma se debatiera en Pleno. Y así fue: el 20 de abril del mismo año, se aprobó, por acuerdo plenario, la creación de la biblioteca. Mientras tanto, la revista Dahellosno ceja ba en su empeño y en el número del mes de marzo de 1951, coincidiendo con la proximidad del Día del Libro, 23 de abril, uno de sus asiduos redactores, Pigmalión, o sea don Juan Madro na, destacó que les hubiese gustado haber inaugurado la biblioteca para esa fecha. Sin em bargo, y como dice el dicho popular, «las cosas de palacio van despacio». Todavía tuvieron que esperar que Ilegase el día 8 de junio para avan zar un paso hacia adelante con la constitución de la Junta Rectora de la Biblioteca Pública Municipal en el despacho del Alcalde, a las 19 h. de ese día. Dicha Junta estuvo formada del siguiente modo: Presidente D. Maximiliano Aguado Bernabé. Vicepresidente D. José Sedano Serna. Tesorero D. Antonio Tamayo Maestre. Secretario D. Alberto Navarro Pastor. Bibliotecario D. Joaquín Campos Fernández. Vocales: D. Antonio Porpeta Clérigo, D. Federico Jover Cerdá, D. losé María Pons Gar cía y D. Juan Madrona Ibáñez. En la Junta había representación de las entidades civiles, eclesiásticas y culturales de la ciudad, tales como Iglesia, Falange, CNS y Sociedad Cultural Ca sino Eldense. Pronto comenzaron a trabajar, y de esa reunión surgió el acuerdo de que Alberto Navarro continuase los contactos necesarios con bibliotecarios de otros municipios, tales como Elche, látiva y Burjasot en el desarrollo diario y la Escuela de Bibliotecarios de Bar celona para los aspectos más especializados y Ilevar a cabo un cambio de impresiones sobre algunos aspec tos fundamentales, tales como el Reglamento que se adaptara a las necesidades y características de nuestra ciudad, así como también se plantearon cuestiones re lacionadas con la partida presupuestaria destinada a la compra de libros y con la gratificación del encargado de la biblioteca. A lo que el Alcalde adujo que ese pri ^ÉNESIS DE LA BIBLIOTECA PÚBLICA MUNICIPAL DE ELDA mer año la biblioteca no dispondría ni de partida ni gratificación. A pesar de estos escollos, los ánimos si guieron «in crescendo» puesto que los donativos bi bliográficos fueron cuantiosos desde los comienzos, donativos que puntualmente aparecían reseñados en las páginas de la revista Dahellos. Sin embargo, los promotores sabían que ésa no podía ni debía ser la base de sustento de la futura biblioteca. De modo que, contando con el beneplácito de la administración municipal, se dispusieron a tramitar la documentación administrativa necesaria al órgano nacional corres pondiente, el Servicio Nacional de Lectura, para la consecución del lote fundacional y la recepción de los sucesivos lotes con que este Servicio dotaba periódi camente a las bibliotecas, que fue remitido el día 4 de julio de ese mismo año y dirigido al Sr. Bodonau, di rector general de Archivos y Bibliotecas. Con el verano ya avanzado, sólo quedaba espe rar la acogida que obtendría °I deseo local por parte de las altas instancias nacionales. Mientras tanto, los donativos de libros no cesaban, hasta el punto que en Dahellos ya no relacionaban los títulos, sólo aludían a los benefactores que los donaban. Por otra parte, había comenzado a gestionarse la com pra del mobiliario destinado a equipar la biblioteca. Y después de algún tiempo, el 16 de noviembre de 1951, Paquito Vera, eldense afincado en Madrid por motivos profesionales y figura peculiar donde las haya, pues era algo así como «el cónsul de Elda en la capital de España», siempre dispuesto a cola- borar con sus lejanos paisanos, comunicó mediante telegrama que se había aprobado el envío del Lote Fundacional de Libros con destino a la biblioteca de nuestra ciudad. Y a primeros de año, el 10 de ene ro de 1952, de nuevo Paquito Vera comunicaba que el envío de libros había salido de Madrid a través de la agencia de transportes Navarro. Como hemos dicho, las gestiones de compra de mobiliario ya habí an dado comienzo, escogiendo el trabajo del carpintero Diego Serna, al que le fueron encargadas cuatro librerías de 240 x 220 y 28 cm. de ancho y cuatro mesas-pupitre de 240, con un coste total de 6.800 pts. Queremos destacar que en el contrato de compra se había especificado que el mobiliario debía obrar en poder del Ayuntamiento el día 15 de abril, descontándose por cada día de demora el 1% de la cantidad acordada. Estando el Lote Fundacional de Libros en camino y dado el carácter del contrato (imaginamos que el carpintero trabajaría a destajo), sólo les quedaba fijar fecha de inauguración. Pero ésta todavía se hizo es perar un poco, pues aunque la pretensión, según la revista Dahellos, era que se inaugurase con proximi dad a las fiestas de Moros y Cristianos, fecha en la que se contaba con 1.167 volúmenes, que por cierto se estaban preparando adecuadamente para su puesta en circulación, confeccionando los consi guientes catálogos o ficheros: alfabético de autores, sistemático de materias, fichero de artículos de revis tas y sección bibliográfica local. Pasaron las fiestas de Moros y Cristianos y volvie ron a fijar fecha de apertura para el día 10 de sep tiembre. La revista Dahellos, en su número de sep tiembre, anticipó algunos datos acerca de los servi cios que iba a prestar la biblioteca y forma de utilizarlos, especificando la gratuidad del servicio y explicando la organización de los catálogos-ficheros para faci litar las búsquedas a los potenciales usuarios. Y por fin el día Ilegó. Tal y como estaba previsto el día 10 de septiembre de 1952 fue inaugurada esta institución con gran solemnidad asistiendo como mandaban los cánones, las autoridades civiles y ecle siásticas, dando así comienzo a la actividad de esta anhelada obra. Para finalizar destacaremos que la ubicación pro visional de la biblioteca en el salón de actos de las Es cuelas Nacionales no fue del agrado de alguno de los componentes de la lunta de la Biblioteca, si bien es cierto que tampoco existía alternativa alguna, pues don Federico Jover vaticinó su carácter provisionalpermanente, como si hubiese vislumbrado el futuro a través de una bola de cristal. Pues después de transcurridos casi cincuenta años la biblioteca sigue ocupando el salón de actos del actual colegio público Padre Manjón, si bien ahora mas deteriorada en su infraestructura, con escasez de espacio y un largo et cétera de despropósitos. Y, como hace cincuenta años, nuestra ciudad sigue mereciendo una gran bi- blioteca dado el notable aumento de usuarios de las cuatro ya existentes. Pero no caigamos en el desánimo, no quepa el pesimismo en nuestros anhelos y quizás, con un poco de paciencia, algún día la Biblioteca Central Munici pal sea una realidad. d ^ ALBORADA S AL CE M EL REY CARLOS BRE EL GREM AP ATE ^ Antonio PORPETTA ROMÁN; Una vez terminada la presentación de esta grabación de mis poemas, y como segunda parte de este acto, déjenme que les sorprenda un poco hablándoles de un tema que no tiene nada que ver con la literatura ni con la poesía. Voy a referirme durante unos minutos, y por las razones que luego les revelaré, a un rey de España, uno de los reyes más simpáticos y«progresistas» de nuestra historia moderna. oy a hablarles de Carlos III, hijo de Felipe V, aquel primer monarca de la casa de Borbón por el que nuestros antepasados eldenses tan heroicamente lucharon y concedió a Elda el título de «fidelísima» y el privilegio de añadir una flor de lis a nuestro escudo en su memoria. Carlos III, nacido en 1716, se convirtió a los 18 años, y por cesión de su padre, en rey de los territo rios italianos denominados las Dos Sicilias. Después de 25 años de floreciente reinado en Nápoles, vino a España en 1759 para suceder a su hermano Fer nando VI, muerto tras una temporada de locura y de melancolía. Contaba entonces el nuevo rey 43 años de edad, y el Marqués de Lozoya lo retrata co mo: «de inteligencia menos que mediana, testarudo y tenacísimo en sus conceptos de la política y de la vida. Severísimo consigo mismo y bondadoso e in dulgente con los demás. De recta conciencia y exac to cumplidor de sus deberes». Permanecería en el trono hasta su fallecimiento en diciembre de 1788, a sus 73 años y tras 29 de regir los designios hispánicos. Carlos III comienza su reinado en pleno auge de lo que se ha dado en Ilamar «el despotismo ilustrado», movimiento renovador de una España anclada en el pasado, polvorienta en sus tradiciones secula res, que implicaba una apertura a las ideas europeas -ideas enciclopedistas de impulso a las artes, las ciencias y las técnicas, en parte precursoras de algu nas de las que años después tomarían carta de na HISTORIA E INVESTIGACIÓN turaleza con la Revolución France sa de 1789, que tanto cambió la historia del mundo- para conseguiruna modernización de nuestro país y una «puesta al día» de nuestras instituciones y de su anquilosado funcionamiento, procurando avan ces en la economía, en agricultura, en la industria, en la edúcación, en la cultura, es decir, en el mejora miento general de la vida de los ciudadanos. Para desarrollar sus ideas y propósitos, se enfrentaba el nue vo rey con graves problemas y trabas considerables. Por una par Antonio Porpetta. te, la inmensidad del imperio es pañol de la época, con sus enormes dificultades para su control y organización económico-admi nistrativa. No olvidemos que aquel imperio estaba formado nada más y nada menos que por gran parte de lo que hoy son los Estados Unidos (con cretamente, territorios tan extensos como la Lui siana, California, Arizona, Nuevo Méjico, Tejas y La Florida); todo ello junto a Méjico entero; toda la América Central y la del Sur, excepto Brasil; Cuba, Puerto Rico, la parte española de Santo Domingo; y los archipiélagos de Oceanía. Por otra parte, una estructura social anticuada e inamovible, poco proclive a cambios y redistribucio nes, formada, de arriba a abajo, por: en primer lu gar, una clave privilegiada (alto clero y alta noble za), con sus exclusivos intereses y privilegios econó micos y su ingente acumulación de tierras y de ri queza; en segundo lugar, la burguesía, formada por comerciantes e iridustriales con sus agrupaciones de mercaderes y sus cinco Gremios Mayores (joyeros, pañeros, lenceros, drogueros y especieros), formada por las clases medias: comerciantes menores, hidal gos, párrocos, funcionarios, propietarios rurales y profesionales liberales; en tercer lugar, los artesanos y labradores, formando estos últimos una extensa masa campesina caracterizada por su apego a viejas costumbres y a viejos sistemas de trabajo, y por su pobreza, tanto cultural como económica; y en cuar to lugar, las clases inferiores en las que, además de los esclavos, mendigos y gitanos, algunos historia públicos ni empleos municipales de ningún tipo, según establecían muy dores especialistas en esta época incluyen a las gentes dedicadas a oficios manuales denominados «viles» o que inspiraban aversión, ente otros: taberneros, caldereros, peleteros, amoladores, esquilado res, carniceros, curtidores, herreros, sastres, carpinteros y... zapateros. Enseguida veremos esto de los «oficios viles», pero adelantare mos que esta última clase social te nía absolutamente vetadas las po sibilidades de acceder a la hidal guía ni a ningún otro privilegio no biliario, y no podía ejercer cargos antiguas disposiciones legales. Y junto a todo esto, algo que hay que valorar en su auténtico significado y que arrastraba de siglos anteriores: un culto superlativo al honor y un con cepto peyorativo del trabajo, considerado como «deshonra legal», fruto a su vez de la mentalidad hidalga, cuyas ocupaciones específicas venían sien do, inmemorialmente, «iglesia, ejército, mar o casa real». A pesar de todos estos inconvenientes, Carlos III, con la ayuda de personajes tan valiosos -verda deros técnicos en sus respectivas especialidades- co mo Ricardo Wall, Esquilache, el marqués de la Ense nada, el conde de Aranda, el marqués de Grimaldi, Floridablanca, Olavide, Campomanes, Jovellanos, etc., nombres todos ellos a los que tanto debe la Es paña moderna, consiguió buena parte de sus aspi raciones y reformas y pudo dar un giro de 180 gra dos a muy diversos aspectos económicos y sociales de nuestro país. Para su labor de modernización, el rey se impuso desde el primer momento tres tareas fundamentales, a cual más difícil: limitar el poder de la Iglesia (recuerden ustedes la expulsión de los jesuitas) y limitar el poder de los Gremios, pero con servando todo lo útil que esos tres estamentos pu dieran aportar al bien común. Entre otras muchas consecuciones de su reina do, podemos citar: los avances de la enseñanza pri maria (la educación nacional empezó a ser conside-rada, por vez primera, como un servicio público), la ^ ALBORADA HISTORIA E INVESTIGACIÓN fundación de Colegios de Medicina y Cirugía, Es cuelas de Veterinaria, Jardines Botánicos, Escuelas de Ingenieros, Escuela de Comercio, Sociedades Científicas, Museos, Gabinetes de Estudio; las grandes mejoras en la urbanización de ciudades, villas y aldeas; la implantación de nuevas industrias; la racionalización de cultivos y de explotaciones gana deras; las repoblaciones de tierras con colonos españoles y extranjeros; la expansión económica; el re formismo gubernamental; la fundación del Banco de San Carlos, precedente del Banco de España; la creación, finalmente, de las Sociedades Económicasde Amigos del País, con objeto, según indicaban sus Estatutos, de «fomentar, perfeccionar y adelantar la Agricultura, la Economía rústica, las Ciencias y artes y todo cuanto se dirige inmediatamente a la conser vación, alivio y conveniencia de la especie huma na», sociedades que tantas aportaciones realizaron y tanto colaboraron al desarrollo de las ideas «ilus trad as» . No vamos a juzgar aquí otros aspectos del reinado de Carlos III -que tuvo también, como es natural, sus errores y fracasos, por no hablar, por ejemplo, de su política exterior, en la que, con frecuencia, no anduvo muy acertado-, pero sí diremos que todas esas consecuciones, y citamos aquí de nuevo al ^ REAL CEDUL^i D 1` i S. ^1. Y SENORES DEL CON.^,EJO^ POR LA QUAL SE DECLARdç QUY. ^O SOLO 1 05in de Curndor , sino tamMen los demas 2rres y Oficios de Harrero i Savtrc; Zapatero , Csrumtero y a eere modo, soo honesros y óonradw; y que el llso dE ellos no enviltte la ltnili&i ni Ia perscna del que ios exeree, ni la inhaNilísa para nbrener 7,is em pléos muNcipales d la República en que nréu av cindados Ios Artevnos ó Menestrales quc tos ean-e eiren; con lo demas qae se ezpmsa. A^v0 EIV MADRID^. :y8g. I+.n la Irnprenta de DoN PruRO DInxltr. marqués de Lozoya, «crearon un clima de conviven cia en ideales comunes y esfuerzos colectivos, cuya eficacia se prolongó, de manera más esporádica, a lo largo del siglo XIX». No es mal resumen para una España deteriorada por los vientos de la historia, que había perdido su antiguo europeísmo, y que ahora intentaba un acercamiento a la modernidad recobrando la fe en sí misma y en sus posibilidades, aunque, con el paso del tiempo, todavía le aguarda ban muchas penurias, muchos retrocesos y muchos sufrimientos de toda índole. Nos hemos referido antes a los «oficios viles» y al «cóncepto peyorativo del trabajo», ideas que tie nen bastantes puntos en común, como enseguida vamos a ver. Para ello, no hay que olvidar la pers pectiva histórica: no podemos juzgar actitudes o mentalidades de hace más de 200 años con nuestra actual visión de las cosas, después de tantas evolu ciones sociales y políticas que han tenido lugar en el mundo desde entonces. EI hecho es que en España, y durante varios si glos, hubo una auténtica obsesión por la hidalguía y por lo que se denominaba «limpieza de sangre», fra guada a lo largo de tantos años de Reconquista y luego de convivencia entre cristianos -como casta superior y moriscos y judíos -como razas inferiores DOM CARLOS, POR LA GR ACfA D& DIOS, Rey de Cnstilla, de Lcon, de.9ragoo-, de Ia; Uos Sicilizs , dc jerusalen , de avarra, de Graneda , de Toledo, de Velencia, de Ualicia , tle Maltorca , de Sevilla, de Cerdeíra , de Górdaba,, de Córcega, de Murcia, de jacn, dc los Algarbes, de Algeciras, de Gíbral[ar, de las Tslas de Caozrie, de las [ndiesOrien t:des y uccidenrales , islas yIicrrr firme del Nar Ocáno; Archiduqae de Austda; Uuyue de Iiorgo • d Erabaure y de Mílan; Conde de Abspurg, de Flaodec, 1irol y Earcelona; SehorAe Vizcaya y do ^iolina, &c. A los del mi Consaja, Presidente y Oidm^es dc mis Audirncia.c y Chantillerías, AIaldes, Al2uaeilc•s^dc ml Casa y Coae, y á tncfos las Cor regidores, Asisrente, Gobemadnres, dlcaldes Ma yores y Ordinarios, asi de Realengo, como de Seño río, Abadengo v Ordenes,-Diredores^ é [ndividuos de las Sociedades Ecanbmicas estabiccidas, y qne se es[ablecieren en estos Reynos , y den^as Jueces, Yii nistro y personas dc qualyuier ralidad , es[ado y condicioo yue se , tan[o á lw que ahora son , co mo á tos quc serán de aqui adelante, 6 yuienes lo eontcnido en esta mi Real Cedula t^zu á tocar pne da en qualquier manera : Sabed, que por la Socieda d Econbmica dc amigos dcl Pais de Madrid con mori vo de una memoria pre.sencada en ella , se hizo una represen[acien al mi Consejo en primero de Aqosto det ato pssado de mil setecienms uchenta y neo, A s mamamEestando ei infelia es[ado en que se hallan los Curtidores del Reyno de Galicia en medio de sus muchas fetigasq Ia buena disposicion que tienen pa• ra eaemer el curtido uniéndole con ]m labranza; los muchos socorros que les ofrece es[e ramo : que sin embarp,o de ello es generalmenre abandanado es[e oficíoen el mismo Reyuo, en donde.no se 6ace Co o alguno^aftivo de^los.Curtidos, pues la mayor parre de tas piéles que se gastan. em éI entran cur [idas de otros Páises, despojando así á aqué(.del di nero que es ran necesario:.que^.no pende esro de^ ocio sidad de los naturales, sipó del desprecio en que se rienen las Arres é induseria, porque su genio es suma mente Iahorioso^, y no perdanan faciga alguna para asegurar su subsister^cia, deduciéndose claramente que las verdzdens causas de donde procede el abandono de los Curtidos son del error comun, producido de que po(las Coristitnciones Gremiales, Esrarucos de las Heimandades, Comunidades,ó Cuerposse esclo ye como viles á los que^ profesan el oficio de Cnrridor^ y á sus descendirntes, y por.tanro dexan de aplicar á sus híjos á su mismo oficio.por no incurrir en la nota é infamia en que están, dc lo yual dima na su ruina ^ y que teniendo la Provincia de Galicia las mejores proporciones. para fomemar este ra o de Comercio con el qce se lograr4 dar ocnpaeian d sus namrales, y evitará ]a esvaccion de czecidos cauda les yue se sacan por los C:urddos, ]a babía parecido convenien[e ponerlo en noticia del mi Corsejo para que moviendo ios obsrá ĉ ulos que han embamzado su progreso y adelantamiento, me consulrase sería ron ducente deciarar , que é los Curtidores , Zurradorea, y demas Artesanos de qualquie oficio que sea , se [engan en lu clase de persmasrhanmdas, y que su oti y, con frecuencia, malditas-. Junto a la exención de impuestos y otras prebendas que conllevaba el esta tus de hidalgo, nadie quería antepasados moros o judíos, y quien los tenía trataba de ocultarlos por todos los medios posibles, inclusive la adulteración de árboles genealógicos y la falsificación de todo tipo de partidas y documentos. Las Reales Chancillerías, tribunales especiales en lo que se dirimían estas cuestiones, rebosan en sus archivos de «pleitos de hidalguía» con las pruebas y los procedimientos más inverosímiles y complicados. Esta obsesión es una de las causas del menosprecio por los oficios manuales. Según nos dice nuestro paisano Altamira, «el hecho de haber estado el trabajo manual durante los siglos de la Reconquista entregado a los siervos musulma nes, es decir, a vencidos en la guerra, influyó en acentuar la división, clásica en los tiempos de Roma, de los oficios en liberales y no liberales». Un autor de principios del XVII, Pedro Aznar de Cardona, nos indica que los moriscos eran dados a oficios como tejedores, sastres, sogueros, esparte ños, olleros, albéitares (es decir, veterinarios), col choneros, hortelanos, zapateros. Los moriscos, co mo ustedes saben, fueron expulsados en 1609, o sea, 150 años antes de que Carlos III ciñera la corona española. Pero seguramente, a lo largo de ese si oficias no los envilezr.!n, ni les nhsren pers eb[ener los empléos m^uicipale. Je Repúblic,. Visro e mi Consejo , haniendo e na:lo ate sunw mn larretlrxion y cuidado que pid.:1.av qr;:v^ dad, y[enizndo presrnre lo expues.o por mi pri:ner Fiseal Conde de Campománzs, me propuso en ron aulta de cinco de Febrero próai no I^r dec.drncia e que se hsllan, no sólo las .{rres y Vficios, mó r mn bien d Comereio y Fabr.as, nrn;!ucid, Jc la prro u pxian vulgar de vileza que se lee ha mu avibuycndo por esplicaciones easua!es de Ine LeSes. Y Por bas dis pasiciones p.:rticul:,rea de Ecru[u^o; y G^ns^ieuciones de s u Cefr^día.,, Hcrmandadrs y n ros Cccrpn: po liricn:^eriqir.os con autoridad pública; y la necesidad de romarse una edcar, providencia que,borr:,ndo Jicha pmcupac n,Pm ^alosreCeridnsUdciasylraUriras poniéndoloe en ]a 1clase de honrados para qne cnn es p discincion sa exrcirzn y siqan Je padres 4 hijos, como se hace en otros Reynos y prnvincias. 1 por mi Real resolucion a la cirada Coesuha, he renidn a birn de deelanr, eomo dedara, que no sJlo zI O^cio de Corridor, sinú tamt,ien los demas Ar[es y Ofi^_ios de k:e , Sastre,Lapaaro, Carpin[ero y ó ., i es te modo, son honesros y It,nrad u, aue el usnte clins no envikce la t:imilia, r.i Ia peranca drl qae Ins exer ce, r. inhabilira p.rra obrener ;o empl=os m palex de+la tiepi:bliza en uue rstJn avrcindadn.+lns .lnesanos ó ^1^nc.s[r.rles que Ins exerciren ; y yue ca:upocn han de perjudicar los Aftes y Oficios pora el goce y preroqsr s de Is Hidvlguí , a Ins yue la rcneren leqiri menre ronforni. aalo Jecl.r^,lo c. i Orden. a de Ree:np:aa s del Exereiro, de rres de i vi+^ubre de mil serrcientos y se eara, aun que [os zr.efcieren por sus mismu pereonas : stendo vC glo y medio, la «memoria histórica» del menospre cio de esos oficios, no por ellos en sí, sino por quie nes tradicionalmente los habían ejercido, junto al temor de ser considerados quienes los ejercieran «conversos» (es decir, «nuevos cristianos», antiguos musulmanes convertidos al cristianismo, casi siem pre por conveniencias sociales y económicas y no por convicciones religiosas) perduró en la mente de las gentes y en el sistema social, marcando como «viles» y«abyectos» todos esos oficios. Un hidalgo español de la época, un cristiano viejo, limpio de sangre y más o menos descendientes de godos o de viejos luchadores contra los infieles invasores, no podía ejercer oficios reservados a gente baja, enemiga de la religión. Como digo, hay que ponerse en la mentalidad histórica de la época que estamos considerando. Pues bien. Carlos III decidió terminar a rajatabla con ese estado de cosas, con esa absurda «deshon ra legal» y pública que recaía sobre esos trabajado res y esos oficios. Es como si un día hubiera tomado una decisión, diciendo: Vamos a dejarnos ya de ton terías: Aquí se han terminado para siempre los «oficios viles»; de ahora en adelante sólo causará vileza la ociosidad, la vagancia y el delito, que son las actividades viles por definición. eceptuad^s de esta r;gla Ins Artisras ó Meneur.il.: u. hijos que abandonarc:r su -, l el de =ns pa. drr:, y no .cc cedi,:arzn ., hrn^,nocrqnalqoiera ar[_^ ó Prottsion con aplicacion y anroeechamieurn, ann yue zl sbandonn sea por eausa de ri.lucza y ahm:dan :; pncn sn wl c endo oc os y sin drsti , quicm les ohsmn lwtoecios ysesrarnro. c h^aa Je prerent; en inrehqrncia d.: que el mi C mn sejn qv:ndn hallare yae en rs qener.rcione^: Je pa dra, hijn y nieeo, ha eurcind, y sigu exerciran dn un+ fumilia el (:nnierio,:; ias Yabricas,mo adelantm:irneos nr,r.^ñles y de orilidad al G.sr.^do, me pn^l.:uu :i (sequn Ie he pre nid::^^, lu Aiariocicn que Ivr: . cedrn al :Ive xe eupicre } junilicare se dircLlor ó eabzza de la ral rimilia que pn,mneee y _u aplicacion, sin excepmar la conczsion ó prleiler!i,+ de n^bleza si le c nsiderase a-edor ^,nr Ix csliCad de los adelantamienros del C:nmercio ó F^. 6nr,:. 1 n::,ado se obsrve invinf,blrmenre csta Real esnlucinn. sin emh:c•^o de lo Aispuesm en las Lzpcs G. y 9. druW r. libro q. dei Ordenamienrn Real ; la a. y a. rírulo r. libro G. y la^ 9, [:ruln r 5. Lbro .y^. de la ltempilacion qnc [raran de los Oficios bexos, sile. } i n^ , y iodas las deua, qnc hablcn de arc panoe annque :,qu( m espccifiquen, pues las derogn y anolo en qu:n[o^rraren y ee apo:+q:n .i lo rrrcriJ,., y quiero que en zsra p,rte queden sin uin Nun di^1^,, comn c mbien qnalesqwera ovas opir n nes, srmm^cus, es[a[uros, u , o,rumbres y qva . ro s.: u mtrario. Puhlicada en el mi Con.xi: r.rn Rcal resnh:inn eu Jace de1 co:rizme, acordó s^^ cu:nplimiencq y mn formc .: rll ^, y^ lo que aobre e[ modn dc . cion e ousítron mis Fixales, esi,edir estasu^:txá:^i CéC^^i ^.: Por Ir ^o.^l ^ o^Aa Je v^. _.^ .uea,ri^ luyarm, s:n:r^,r ^^ ,a,c^.n y p:^i. 1 cr.vut .. F..p.:.,.u.rdur, runi:.li^ ^. , . q1^,. +^` ; ;1 v ^^.+.ro,,^,...^:^_. v ; .n ae I . ^,^in ^ R.p^blica,l rv , ce y d^ ur.:, r;er„ E„o:,^, ,. nrran ,.: xcr.ur e y i I y I^LA^1 _ 1 i.^.n Jus^r^^^,,.^,a+l.e..r, .n.a:o^.clRe1..^.^ iohireescrih:rpr.rs .n2aio.-.IkoNh ^ fixuerdr. nrtJ.:+ef N.ir c ae -_ 6^n Ti^wnio de Inclw^ = I1^^.nTo^nisSer^ = a^o uer^,ra, c^ar.o. - xx^„r,r,. _ r^^,a s`mmy ee,d^e^. _ ^r^:dnre ,+ a^.,::cnmr ^^yor L.in ^icolae erdugo. c ..p.^.;r,..,.d:..,,r, er qu. ^..nl^a m., r.d.o e=rr,,^^o J. ,4rr,i.a. NiSTO^IA E II^VESTI^ACIOi^ Y con este propósito -que hemos de calificar como auténticamente revolucionario para su época, pues rompía con moldes secularmente establecidos y acep tados- dictó su Real Cédula de 18 de marzo de 1783 por la cual se declaraba, y cito textualmente, que no sólo el Oficio de Curtidor, sino también las demás Ar tes y Oficios de Herrero, Sastre, Zapatero, Carpintero y otros a este modo, son honestos y honrados; y que el uso de e//os no envilece la familia, ni la persona del que los exerce, ni las inhabilita para obtener los em pleos municipales de la República en que estén ave cindados los Artesanos que los exerciten Es decir que, a partir de ese momento, y gracias a esa real disposición, quienes ejercieran esos oficios -entre los que, como han visto, figura específica mente el de zapatero- podrían aspirar a la hidalguía, podrían ejercer cargos de gobierno municipal (reservados hasta entonces a nobles e hidalgos) y ob tenían por y para siempre carta legal de ciudadanos con todos los derechos correspondientes a su esta do y condición. E incluso los hidalgos que en lo su cesivo pasaran e ejercerlos -no todos los hidalgos eran potentados, ni mucho menos- no perderían su carta de hidalguía, a diferencia de lo que antes ocu rriera. Una Real Cédula que establece, por tanto, un avance social importantísimo al que t6dos los histo riadores se refieren destacando su carácter funda mental, como rompedor de viejos prejuicios, de vie jas tradiciones superadas, de viejas injusticias. Nos imaginamos que el buen Carlos III tuvo que enfren tarse a muchas presiones y vencer muchas resisten cias hasta Ilegar a la firma de esa disposición. ^En qué podía afectar a la Elda de entonces el contenido de esa Real Cédula? Desde luego, no de un modo general: la mayoría de los 3.500 habitan tes que, según nos dice Alberto Navarro en su insu perable Historia de Elda, componían su población hacia finales del siglo XVIII, se dedicaban a la agri cultura, vivían, más o menos directamente, de la tierra. Existirían, como es lógico, gentes dedicadas a esos oficios «viles», tan necesarios para la vida cotidiana; y a todos esos artesanos, a título indivi dual, sí les afectaría, y de manera enormemente positiva, la «liberación» legal que suponía el decre to del Rey. Recordemos que la industria del zapato no se inició hasta mediados del siglo XIX, y no al canzó un desarrollo digamos «organizado» hasta finales de ese siglo y comienzos del actual. Pero a pesar de todo, si los zapateros «de silla» son los antecesores de quienes trabajan en nuestras actuales y modernas fábricas de calzado -y así ha quedado reconocido en el monumento que recien temente, y con toda justicia, se les ha dedicado-, aquellos «zapateros» del siglo XVIII vienen a ser a su vez los abuelos de esos antecesores, los lejanos pioneros de lo que con el tiempo iba a constituir el modus vivendi general de nuestro pueblo. Creo que, por sentido de agradecimiento histórico, Elda, pueblo zapatero por excelencia, no puede olvidarlos ni puede olvidar que por esa Real Cédula de 18 de marzo de 1783, firmada por un Rey justo y bienin tencionado, los zapateros obtuvieron para siempre y de manera expresa una dignidad ciudadana de la que nunca debieron carecer. Después de este largo comentario, casi una «mi ni-conferencia-», muchos de ustedes estarán pen sando: «EI poeta se nos ha vuelto loco; cómo se ve que los años no pasan en balde: ha empezado pre sentándonos un Compact Disc con una grabación de sus poemas, y acaba hablándonos de Carlos III, de su reinado, de su política social, de una Real Cé dula... iQué cosas!. Pues no, todavía no me he vuelto loco, aunque todo se andará. Sucede, sencillamente, y por eso esta larga introducción, que yo tengo un ejemplar, au téntico y original, perfectamente conservado, de esa Real Cédula de 18 de marzo de 1783. Aquí es tá. Y sucede también que he pensado que su desti no mejor era mi pueblo, para que en él permanezca y se guarde, como testimonio de un tiempo pasa do, de una situación quizás incomprensible pero real, de una dignificación del trabajo humano concretada en la figura, tan entrañable para todos nosotros, del viejo zapatero. Este documento, con sus 215 años de antig ŭ e dad, cuyo valor material no es tanto como su signi ficado histórico y su aportación sentimental a una parte importante de nuestra lejana memoria, junto al hecho de haber sido expresamente buscado y conseguido por mí para este fin ... deja de ser mío en este mismo instante para ser propiedad del pue blo de Elda, a quien, en la persona de su Alcalde, como principal representante, hago entrega y quien decidirá, con su mejor criterio, su destino definitivo. A^RrR EI Megalitismo en Andalucía Occidental Manuel DOMÍNGUEZ CORNEJO Desde finales del Neolítico se produce en la ^^ Antonio DOMÍNGUEZ PÉREZ DE LEÓN península ibérica, y también en otros puntos de Europa, un fenómeno cultural de gran envergadura por la cantidad de yacimientos arqueológicos que ha legado. Nos estamos refiriendo al megalitismo. C e conoce con este nombre al conjunto de ente rramientos colectivos realizados en sepulcros cuyo denominador común es el haber sido construidos con enormes piedras o losas; de perímetro como en la cubierta y una segunda facies calconítica en la que podemos encontrar sepulcros de falsa cúpula. Entre ambas fases y como nexo de unión entre ellas encontraremos numerosas hibrida ciones y variaciones. En una zona de la provincia de Huelva que en una buena parte coincide con el actual término mu nicipal de Zalamea la Real confluyen una serie de factores que propician una especial profusión de ya- cimientos megalíticos -sólo en Zalamea se han localizado hasta el momento 49 sepulcros-. En general todos ellos responden a las características comunes del resto de la provincia. Sin embargo, en un área pequeña de este término se producen unas condi ciones que dan lugar a un tipo de enterramiento que es exclusivo de este lugar no dándose en nin gún otro de Huelva ni de la península. Son los Dól menes de EI Pozuelo. ahí su denominación (mega=grande, litos=piedras). Son los comúnmente conocidos como «dólmenes». La provincia de Huelva, por su situación dentro del sudoeste peninsular, va a ser el solar sobre el que va a originarse con gran profusión el fenómeno dolménico con unas especiales características que lo van a dotar de unas señas de identidad propias y bien diferenciadas. Hallamos en esta provincia dos fases en el proceso de construcción de dólmenes que son los que van a evolucionar hacia los distintos tipos que posteriormente vamos a encontrar. Una primera facies claramente neolítica, en la que los monumentos funerarios son de galería y en los que se utilizan ortostatos (grandes piedras) tanto en el HISTO^iA E II^VESTIGACI^i^ Dolmen n° 7. Vista de una de las cámaras del dolmen n° 7. Se trata de un conjunto de 13 dólmenes que re cibieron ese nombre por hallarse en las proximidades de esa aldea de Zalamea y que desde su descu brimiento por Cerdán en 1945 despertó el interés de la comunidad científica por varios motivos, entre ellos las características constructivas, por su distribución y relación entre ellos y por su proximidad con la mina prehistórica de Chinflón. Todos ellos, excepto los números 10, 11 y 12, se en cuentran en un relativo buen estado de conservación, pudiéndosele apreciar el túmulo y la distribución de sus cámaras. La primera de sus especiales ca racterísticas es el diseño de su cons trucción. En la mayoría de ellos se aúnan en el mismo túmulo más de una cámara que no responde a una estructura determinada, siendo su distribución irregular y el número de ellas aleatorio, encuadrándose en el tipo del dolmen de galería en forma de V con varias cámaras ane xas. Es el caso de los dólmenes 1, 2, 3, 5, 6, 7, 12 y 13. La peculiaridad de estos monumentos consiste en que a la cámara se le fue añadiendo otras, partiendo desde el corredor, según las necesidades del pueblo que los construyó. Aunque éste es el tipo más común encontrado en el área única, caso del 8 y 9, así como un gran dolmen de galería única con piedra de sostén central, el nú mero 4. Todos estos dólmenes se encuentran concentrados en tres grupos. EI primero de ellos formado por los números 1, 2, 3 y 4; el se gundo grupo lo constituyen los nú meros 5. 6, 7, 8 y 9 y el tercero, los números 11, 12 y 13. Las primeras preguntas que ca be hacerse después de todo lo ex puesto en relación con el fenómeno megalítico en general y con los dól menes de EI Pozuelo en particular son: ^Cómo vivían los pueblos que construyeron este tipo de sepulcro? ^Cuál era su organización? ^Qué creencias les Ilevó a realizar tales manifestaciones funerarias?. Por lo que podemos deducir de todo lo estudia do, estamos asistiendo al primer gran cambio en la estructura social y religiosa de la prehistoria en Zala mea. A finales del Neolítico, la religión y los rituales religiosos, entre los que ocupan un destacado lugar frOS ^OL,^/IENES DE ĉ L ^OZ[JE^O ZALAMEA ^A ^EAL Dolmen n° 1. Hachas y azuelas halladas en los dólmenes de EI Pozuelo. los funerarios, toman relevancia como un factor fundamental en la organización y la estructura so cial de aquellos pobladores. Nos encontramos por primera vez en nuestra historia con un monumento funerario cuya significación va más allá de esa fun ción, un lugar en torno al cual se concentran una serie de manifestaciones religiosas que lo convierten en un símbolo emblemático para el pueblo que lo RAD construye. No es un lugar levanta do con una finalidad exclusivamen te funeraria; se trata de un monu mento religioso en el que la inhu mación es un elemento más de las creencias que Ilevaron a sus cons tructores a levantarlo. Por estable cer una comparación, encontramos un paralelo, salvando las distancias y con las diferencias lógicas que es tablece el tiempo y las distintas cre encias, en nuestras iglesias de la Edad Media y Moderna, en las que además de ser lugares en los que se rinde culto a Dios y se celebran ceremonias religiosas, se entierran en su interior los cadáveres de los cre yentes. En lo que respecta a su organiza ción, al no haberse excavado nin gún hábitat de los que utilizaron es tos pobladores, los únicos elemen tos de los que podemos deducir nuestras conclusiones son: el lugar de habitabilidad, la ubicación y dis posición de los enterramientos y el propio monumento megalítico, así como el ajuar funerario encontrado. Probablemente se trata de gru pos poblacionales dispersos que ocupan y aprovechan zonas fértiles y que, en el caso de EI Pozuelo, estarí an situados al norte de los enterra mientos. Desconocemos la relación que pudiera existir entre estos gru pos poblacionales, que a su vez esta rían divididos en clanes familiares. Estos clanes familiares estarían suje tos a una unidad superior en la que unos de los elementos o factor común serían los cul tos religiosos o funerarios. Cada grupo dispone de un lugar que podemos denominar sagrado, en el que construyen sus monumentos funerarios, lugar que se constituye como marca territorial e identificativa de dicho grupo. En él, es muy posible que cada dolmen correspondiese a un clan determinado; el número de ellos estaría en relación directa con la densidad de ca BC3RADA deduce la existencia de una figura que ocuparía un liderazgo religioso común a todos ellos. En determinados momentos claves para la vida de estos grupos, los clanes se agiutinarían en torno a esta figura como podrían ser en algún tipo de manifestación religio sa o cultural como la construcción de un dolmen. La economía de estos grupos en general y de los clanes en particular se basaría en una agricultura de subsis tencia y en una ganadería pastoril que quizá tuviese mayor relevancia, apro vechando las especies autóctonas, como podrían ser cerdos y cabras principalmente. Así mismo, la caza y Cerámica y collar de cuentas. Ajuar funerario de los dólmenes de EI Pozuelo. la recolección de frutos silvestres ocu Placas de esquisito representando ídolos. Dólmenes de EI Pozuelo. parían un papel destacado. Hay otro elemento más que no debemos olvi dar: se trata de la minería, que tendría un papel significativo, no tanto por que las actividades mineras supongan un aspecto fundamental de su econo mía sino por las implicaciones sociales y culturales que conlleva. Presumible mente estos pobladores no eran me talúrgicos, las actividades mineras su ponían tan sólo una actividad com plementaria que realizaban en deter minadas épocas del año inducidos por otros pueblos con los que comercia ban pero que viene a explicar la con centración poblacional en esta zona así como su continuidad en el tiempo. Probablemente el cian no ocuparía de manera permanente un lugar, sino que realizaría unos desplazamientos, que si bien eran limitados, vendrían da grupo poblacional, así pues el número de clanes impuestos por el agotamiento de los recursos de los que lo componen determinaría el número de dólme- lugares que habitaban. nes, y el de personas que forman el clan el tamaño y Fruto de su propia importancia, del interés que envergadura del monumento funerario. Dentro de despierta en la comunidad científica y en un amplio cada clan se extrae una organización social en la que sector de la comunidad local ha sido la eiaboración uno de sus miembros ostentaría una jefatura sobre el de un proyecto para la creación de un parque me resto tal como se desprende del hallazgo de un bas- galítico que dé aprovechamiento turístico y cultural tón de mando en el dolmen número 4. Igualmente se a estos yacimientos. ^NISTOF^IA E iNV^STICACI^N ^°------- ` Ai..BC3^AQÁ Vicente ALAACÓN JUAN Ha pasado un cierto tiempo. Nos encontramos en pleno verano y nunca mejor dicho, están haciendo días de un calor bochornoso y para más desgracia incrementado con un aluvión de incendios forestales. n un semicírculo cerrado en sus extremos por las orillas del mar Mediterráneo, en el cual nuestra ciudad Elda está casi ocupando el cen^^-: tro, nuestros bosques arden. Por suerte, ya que no somos muy ricos en estos dones que la naturaleza ofrece, no se queman todas las arboledas, pero sí un gran porcentaje de las mismas y algunas otras zonas separadas por muchos kilómetros de distan cia. En una palabra, hay bosques y matorrales que mándose por toda la Comunidad Valenciana y parte de las de Murcia y Albacete. Algunos pueblos han tenido que ser desalojados, incluso corren rumores de que se han producido muertes. Yo, entrada la noche, estoy ante el televisor sentado en mi buta cón pegado al balcón, escuchando la narración y la visión de tales catástrofes y al mismo tiempo su friéndolas. Pues, mirando a través del amplio venta nal abierto hacia los montes, percibo en la lejanía ALBURADA como un resplandor rojizo; es más, casi, rodeándo- me veo y noto palpablemente que el aire que respi ro está recalentado, poblado de minúsculas cenizas, mezclados con ellas diversos olores a quemado y humos que la enturbian como si fuera una neblina falsa, provocándome tal angustia y sofoco que por unos momentos me encuentro molesto y creo asfi xiarme. Cierro los ojos ante tal espectáculo inten tando reponerme y cuando los abro mi mirada que da fija sobre el ídolo que tengo colgado en la pared. AI lado de él está el esenciero de barro con el fras quito de esencia que compré en aquella reciente «Semana Ecológica». ^Quién iba a pensar entonces que ocurrirían con tal intensidad y cantidad tantos incendios? Por mi mente pasa la idea de ambientar el salón estrenando el esenciero. Vierto de la botelli ta un poco de esencia en la parte destinada a ella, en la otra enciendo con el mechero la velita. Cuan do la Ilama se consolidó, coloqué encima la parte móvil del esenciero con la esencia y me dispuse pensativa y pacientemente a esperar su resultado. Mi mirada se quedó clavada en el ídolo y mi cabeza recordó el momento y las circunstancias de su compra. Fui dejando volar mi imaginación, mientras iba sintiendo que a mi alrededor se creaba un entorno que sustituía agradablemente al que añteriormente estuvo a punto de ponerme enfermo. Era delicioso, se desprendían unos efluvios y fragancias que im- pregnaban la habitación con unos olores y aromas refrescantes. Mi respiración se hacía más tranquila y placentera ante estos vivificantes y suaves perfumes que me Ilenaban de tal calma y sosiego que, influido por la visión del ídolo, este estado me predispu so a que el acto anterior de purificación ambiental fuese como ofrecimiento ritual pagano a un extraño y misterioso Dios representado, en la habitación, por una talla de madera y pedirle que por su intercesión aplacase los fuegos y los vientos malignos, convirtiese estos últimos en favorables, nos manda se Iluvias y ayudados con los esuerzos y afanes de hombres de buena voluntad, entre todos, unidos por una última súplica desperada, consiguiéramos la extinción de los incendios... No sé las horas que pa saron, porque cuando me desperté ya había ama necido. La velita del esenciero y la esencia se habían consumido y a pesar de ello el ambiente aún estaba cargado con su aroma y frescor. ^^RRATIVA Quiero creer que por dicha ofrenda o sacrificio incruento a un Dios desconocido, lo fue asimismo para el Dios en el que yo creo, aunque en aquella noche mágica en un principio no pensé en ÉI. Lue go, al despertarme por la mañana sí lo hice partí cipe único de mi homenaje y de mi deseo de que los trágicos incendios que nos causaban tantas pérdidas, sinsabores y desgracias desaparecieran lo antes posible. Así ocurrió unos pocos días des pués de que guardabosques, bomberos y volunta rios, trabajando intensamente con grandes es fuerzos, lo consiguieran. Quiero creer que por mis súplicas y peticiones, unidas seguramente a las plegarias y rezos de muchas personas más, deja ron de ser noticia los incendios. Unos días más tarde, comentando con mi nie to, un chavalín de cinco años inteligente y despier to como el que más, lo referente al cuidado que debíamos observar cuando vamos de excursión al monte para evitar que se queme, se deteriore o ensucie, me recordó que de nuestra visita en la se mana ecológica guardaba los libritos y folletos que repartían con consejos para cuidar la naturaleza. Entre ellos había algunos referentes a las normas que se tenían que realizar para salvaguardar los ár boles y plantas que pudieran existir en los montes. Los leería con atención y haría caso de sus reco mendaciones. Me acordé cómo se maravilló y emocionó con cuanto vio en nuestro recorrido por todas las instalaciones que se ofrecían a los visitan tes, sobre todo dentro del modelo reducido de la granja. Ésta le causó gran alegría sorprendiéndose al ver de cerca animales reales, vivos y libres, co rreteando, como gallos, gallinas, patos... y hasta un borrico; animales que sólo conocía por la tele, el cine o sus libros y que, cuando iba respondiendo a sus preguntas salidas de su curiosidad y sed de concocimientos, y entre infinidad de ellas, le hice ver la diferencia entre la gallina y el gallo, al seña lar a este último me preguntó ingenuamente: Abuelo, ^esos son los pollos que compramos asados y luego nos los comemos en casa rociados con salsa y con patatas fritas? Sí, -le respondí, con no mucho convencimiento por mi parte de que fuera una respuesta con la que quedara satisfecha la última pregunta que me había formulado. José Luis BAZÁN LÓPEZ Bien sabe Dios cuán accidentado había sido el peregrinaje, cuántos suelos había cubierto aquella vieja alfombrona que permanecía enrollada e inútil en el hall de la casa de Claudiano: no había habitación de tamaño suficiente para ella y cortarla le parecía a su nuevo heredero un crimen. ecordaba Claudiano haberla pisado por última vez, durante los años cincuenta, cuando descan saba sobre el salón-comedor del piso de la madri leña calle Postas donde pasó sus postreras breve dades su tío Hugo, a quien había correspondido la su sodicha en una de las innumerables partijas hereditarias que, misteriosamente y desde geografías y apellidos di versísimos, habían convertido la casa de Postas en ló brega almoneda de la gloria antigua. Tal era la prodiga lidad de las hijuelas que una muchedumbre de muebles descabalados inundaba el hogar reduciendo el espacio habitable a escasas cavernas practicadas en su espesu ra. Buen número de habitaciones habían sido clasura das y convertidas en almacén de chirimbolos y arma tostes. Y un aroma rancio a polvo inevitable «pregna ba» el domicilio. EI pasillo que debía abrir camino hacia los aposentos interiores estaba prácticamente cegado por una irregular ristra de antig ŭ edades, armarios de li moncillo, bargeños, arcones, escritorios, tapices y retra tos de monos próceres con marcos de «orificia» o la brados en «papier-marché». Una librería isabelina ceñía con plomiza majestad el recodo final, mostrando una vetusta colección de la enciclopedia Espasa. Claudiano tenía ocho años cuando, las tardes de los jueves, visitaba con su madre el oscuro museo de sus tíos. Invariablemente, tras atravesar la jungla del pasillo, Rósula, la mamá de Claudiano, Ilegaba al salón comedor protestando con risas nerviosas por el mora tón canalla que, a buen seguro, le saldría a causa del porrazo que se acababa de propinar contra la cantone ra del bargueño enemigo. Con la excepción de don Hu go y su esposa, Bibiana, dos cominos consumidos por la edad, los visitantes, si querían salir indemnes de la aventura, debían atravesar el alevoso pasillo de canto y con rigurosa concentración. En el salón-comedor, invariablemente, don Hugo les recibía con una cortés sonrisa desde su silla. Claudia no se esforzaba en recordarlo de pie, pero no podía. AVl^ Don Hugo siempre estuvo así, como una antig ŭ edad más, depositado en una silla labrada, de respaldo de terciopelo, frente a una mesa de nogal enorme, sem brada de papeles, cortaplumas, tinteros, plumieres y otros objetos de escritorio.Trabajando. Escribiendo siempre, minuciosamente. Deslizándose por el filo del cartabón (apoyado sobre la hipotenusa de la escuadra), un lápiz faber blando iba trazando paralelas rigurosa mente equidistantes sobre el blanco papel de barba. Luego, primero «a lapicera» tenue y más tarde ciñendo el plumín sobre el débil garabato a carboncillo que ser vía de guía, iba rellenando las hojas con su tembloroso pulso de elegante caligrafía. Don Hugo era el último monje amanuense y había empeñado sus postreros años en una obra ingente, incatalogable, que había de coronar su vida. Con la perseverancia que caracteriza la devoción auténtica, cada seis meses su fina silueta de hidalgo viejo concluía un nuevo volumen que era deli cadamente encuadernado a la holandesa o media pas ta, con lomera bermeja, forro de tela y guardas de fan tasía. En aquellas largas veladas de los jueves debía man tenerse el niño sobre el duro asiento de una silla de pa lo de rosa, en respetuoso silencio mientras, acabado el té, los mayores jugaban a los naipes. Regularmente era el pinacle su distracción favorita. Pero si Rósula intervenía en la partida, los ancianos anfitriones condescendían a la canasta o el tresillo dada la incapacidad y origen humilde de la mamá de Claudiano para más distingui dos pasatiempos. Sólo pasados algunos meses, cuando se consideró prudente y conforme a su desarrollo des velar al sobrino los secretos de las cartas se incorporó a Claudiano a la timba, eligiendo para la ocasión un juego de menor ambición y señorío: el julepe. Pero entretanto, mientras ese honor no fue concedido, el mequetrefe era aherrojado sobre la silla con admoniciones de buen comportamiento y un puñado de cuartillas en blanco para que con la escuadra y el cartabón se entretuviese en el ejercicio de las rectas paralelas. Tal vez la china tortura de aquellas horas forzó a Claudiano a la ocurrencia de presentarse un buen día con un monton cito de fichas bajo el brazo. En las escasas líneas de aquellas pequeñas cartulinas, con letra enorme y desi gual, había comenzado el crío, ante la inquietud de la madre, su primera novela y, consecuentemente, sus eternos problemas. Claudianito en el internado, que así se titulaban las cartulinas, era una cruenta y sombría ^^^^a^r^v^ narración de colegio, preñada de crímenes grotescos, sórdidos, y charcos de sangre infantil que teñían de púrpura la inmaculada nieve de un paisaje imposible. Traviesos chiquillos de prietas y pícaras carnes arañadas por la maleza en su corretear excesivo y su alegría culpable, víctimas de la tentación del juego, encontraban merecida muerte en los tenebrosos bosques que rodea ban el internado a manos de víboras justicieras o tuer tos y sucios vagabundos, ex presidiarios que cortaban mendrugos con navaja cabritera y masticaban ruidosa mente sin cerrar la boca, sin urbanidad alguna, semiocultos en frondosidades prohibidas. Don Hugo posaba a Claudiano sobre sus rodillas y leía en voz alta, con fer vor fingido, pero suficiente, las fichas rellenas por el ni ño desde el último jueves. Acabada su lectura corregía la desigual inclinación de las «tes», discurría sobre la inutilidad de ese palo horizontal que quería adornar, con singular ordinariez, el rabo de las «qus», alababa los adelantos sintácticos y cálamo currente de la criatura y le enseñaba tres o cuatro palabras nuevas, tales co mo «alcatifa», «linaje» o, incluso, «televisión». Luego, mientras ellos echaban una mano de tresillo, Claudiano de enfrascaba en la continuación de su terrorífica nove la tomando el lápiz entre sus dedos del único correcto modo, «erguido» sobre la silla de palo de rosa y sin poner los codos sobre la mesa. (Años más tarde, ya hombrecito, espoleado intelec tualmente por la Escuela Ling ŭ ística de «Copenag ŭ e» y los formalistas rusos, Claudiano publicaba en una revis ta especializada una aproximación semiológica al códi- go heráldico cuyo título rezaba: Signo, Historia y Clase Social: el Blasón, un sistema simbólico de doble articu lación. lerarquía y Democracia en el Lenguaje. EI estú pido trabajo alcanzó notable éxito en los círculos es tructuralistas franceses y fue ampliamente reseñado por Roland Barthes en la revista Tel Quel). Claudianito aguardó desde entonces las vespertinas visitas de los jueves con mal disimulada ansiedad. Pero el magisterio del hidalgo no había de durar mucho tiempo. Dos semanas después el rumbo de las veladas cambió súbitamente. Hacía temporadas que don Hugo venía quejándo se de un callo caprichoso y mal educado que reclama ba pertinazmente su atención desde el dedo meñique del pie izquierdo. No había alpargatas ni calcetines que socavaran la moral de la rozadura. Ni la gilette que, so bre el juanete, manipulaba regularmente doña Bibiana L^C^ND^ ^NT^F^FiARÍ^N El C?^^t^ C^)^T^^ Ĵ C) ^Ll^ ^!(^ Flll^;C)? lograba liquidar el infame huésped: no bien extraía, enteriza, la dureza, dejando un cráter, profundo y ven tilado, que hacía las delicias del viejo, el espolón se apresuraba a multiplicarse, realojándose con presteza en el recién deshabitado domicilio. Y así, una vez, callo va y callo viene, las esperanzas de don Hugo de acabar con tan antojadizo inquilino por medios pacíficos se esfumaron. Así las cosas, sin mediar aviso, se presentó don Hu go en la consulta de su pedicuro. Con enardecido dis curso explicó al galeno, larga y apasionadamente, la magnitud de su dolencia, lo prolongado de la batalla, la duración del asedio, la insidiosidad de aquella porquería sinverg ŭ enza, tumor inmundo, excrecencia tegumental indigna de un hidalgo, buba de vagabundo, infame turba de nocturnos ácaros. Era ya necesidad imperiosa acabar para siempre, sin perder un segundo, con aquella plaga, ojo de gallo de pelea, raza enemiga. No estaba don Hugo dispuesto a morir, como correspondía a su abolengo y edad, de una pulmonía, sin derrotar antes en justa lid el escozor lace rante del maldito callo sin modales ni urbanidad. Por lo tanto, si la medicina, como ya se había demostrado, no acertaba a encontrar remedio civilizado, había que re currir -concluyó don Hugo- a taxativos procedimentos: «Se corta el dedo y Santas Pascuas». Le escuchó el doctor con asombrada atención, intentó moderar su encendido ánimo, convencer al paciente de lo insensato de su determinación, lograr una tregua, negarse en redondo al desafuero... Na da. Inútil. Tanto calor puso don Hugo en sus consi deraciones, con tanta habilidad practicaba la contro versia, tanta gracia le hizo al médico el anciano que no sólo accedió a la operación, sino que prometió efectuarla en riguroso secreto, ya que doña Bibiana, si fuera consultada, opondría su tenaz sentido co mún al desaguisado. En la clínica del Rúber, el mismo día que ingresa ba cadáver Tyrone Power (según doña Bibiana, el «hombre más guapo del mundo», que, a la sazón, rodaba en las afueras de Madrid Salomón y la Reina de Saba cuando le sobrevino el infarto), pasó a me jor vida el dedo meñique de don Hugo. La intervención se desarrolló sin complicaciones y, felizmente, pocos días después, don Hugo se incorporó a las partidas de tresillo de los jueves luciendo en su pie izquierdo un denso vendaje. Con alegre indignación contaba doña Bibiana a las visitas el disparate acae cido mientras don Hugo escuchaba sus protestas con sorna orgullosa. Y una y otra vez, con voz entera, repetía el caballero: «Muerto el perro se acabó la rabia». Iba don Hugo por el tomo XXVIII de su inconmesura ble hológrafo cuan do una fementida gangrena lo dejó pa jarito en menos que canta un gallo. De la mano de su madre fue condu cido Claudiano al pi sito de sus tíos la mañana de un mar tes. Iba el niño en si lencio, alarmado y perplejo: no era jue ves, ni había almor zado... Media hoja del portal estaba ce rrada y, en el vestí bulo, provectos y severos varones rubricaban un pliego abierto sobre la mesita que habitualmente servía para el té de las cinco y media. Arriba, mezclada con la tur bamulta de muebles, una contrita exposición de luc tuosas ancianas hizo difílcil el paso hasta el salón-comedor donde se hallaba la viuda. Pasaron unos minutos de afligidos murmullos antes de que el padre con dujera al niño al obitorio. Cuando Claudiano vio descansando en su ataúd al rostro anguloso de su tío, como tallado en mármol, y con un pañuelo anudado sosteniendo sus mandíbulas, quedó fuertemente impresionado: «EI tío Hugo -pen só- ha muerto de un dolor de muelas». Luego oyó mu sitar a su padre: «Es un féretro de niño». Y, en efecto, el tío Hugo estaba tan consumido que había necesita do un ataúd infantil para evitar holguras que hicieran bailar sus huesos en el interior de las tablas. Y, como el alma de los niños, la suya ^iría a parar al limbo, porque San Pedro, sin duda se confundiría?. «De recién nacido su primera cuna fue una caja de zapatos donde se cria ban los gusanos de seda -comentó la viuda-; siempre fue retaco mi Hugo». Sacar la caja de allí y atravesar el atiborrado pasi Ilo fue tarea ímproba y fatigosa. EI armazón amena zaba descuajeringarse de un momento a otro y doña Bibiana, muy entera, vigilaba las evoluciones de los empleados de pompas fúnebres, no fueran a desca carillar alguna de las reliquias que tanto amaba el extinto. EI honorable anciano, aún muerto, se re sistía a abandonar el museo. Hubo que sacar el perchero al descansillo de la es calera para evitar un desaguisado. Aque Ilo, más que un en tierro, pareció una mudanza... Esa misma tarde, tras el sepelio, la viu da repartió entre los familiares más cerca nos las obras com pletas de su difunto marido. A Claudianito le correspondieron los tomos VII y VIII del ingente códice. Luego, cuando Ilegó la hora de retirarse, hubo una commoción: el niño se había esfumado. Lo buscaron por todos los rincones de la casa; bajaron, incluso, al piso de la vecina; preguntaron al portero... Nada, cosa de magia, se había esfumado. Tan inexplicable era su desaparición que doña Bibiana, siempre célebre aun en mitad del duelo, se atrevió a sugerir, en broma horren da, que a lo mejor la criatura se había colado de ron dón dentro del ataúd y se lo habían Ilevado a la sepul tura con su querido tío. La chaza provocó primero un espantoso alipori entre los asistentes, luego risitas ner viosas, finalmente convulsas carcajadas que nadie po día detener. Sólo Rósula -el corazón de una madre de lira de amor- dio por buena la sospecha, rompiendo a Ilorar. Únicamente satisfizo al niño regalar señales de su presencia: estaba allí mismo, recogido silenciosa mente, yuso la mesa, suso la alfombra, repasando el tomo VII de Los rnejores artículos de ABC. «^Dónde enterrarían el dedo cortado del tio Hu go?», se preguntó Claudiano, pensativo, observando la inútil alfombra enrollada en medio del hall. Y una vez más se dijo a sí mismo que debía hacer un esfuer zo por encontrar cuanto antes el momento de bajar al sótano aquel molesto y enorme fardo que deslucía la entrada de su casita. Carmen GUARINOS MAESTRE Es cierto, que cuando un amigo se va de nuestro lado, el alma se resiente. Triste realidad que hay que aceptar, porque las despedidas siempre angustian... ^ ero a nuestro siglo, no le diremos adiós... Aunque el clásico diga: «que el pasado es un equipaje que se debe dejar en el camino», a nuestro siglo, que inexorable se marcha, no podemos con él ser tan ingratos; han habido tantos trozos de vida, con alegría y también con desvelos, que estos hechos tan profundos, hará nos sea difícil olvidarlo. Nuestro pasado tendrá que persistir. La existencia, está estrechamente unida a una serie larga de ilusiones: unas, ya realizadas, y otras, que quedaron en solo esperanzas. C2uizás en el próximo veintiuno, que se acerca, poda mos realizar muchas de ellas y disfrutar de los bellos pro yectos que soñamos ayer... Así que, el recibimiento al mis terioso desconocido, tiene que ser con toda solemnidad. Hay que comprender, que el ser humano juega un pa pel muy importante en el mundo; es el eje de su funciona miento, pero no podemos suprimir sus muchos defectos. ^Podrá ser posible, que nos traiga el nuevo siglo, un grado tal de perfección que nos sintamos aliviados de los males que nos enturbian nuestros días? Con un mucho de fanta sía, creamos que en el próximo siglo encontremos las solu ciones oportunas y nos den una gran lección. Muy arries gado es vaticinar nuestro futuro, pero nuestro afán de paz y comprensión nos empujarán hacia esas metas. Por eso creo, que es conveniente recibir con gran alegría al nuevo visitante; hemos de atenderle como el invitado que viene de lejos, por primera vez a nuestra casa y hay que impre sionarlo con un estupendo «menú» de simpatía y cariño. ^Sabremos superarnos, para no cometer los mismos errores que hicimos en este siglo? Nos interesa, por egoís mo, no perder día, hora, minuto, si siendo mejores, hace mos un mundo más feliz. No quiero ser pesimista, pero observo, que no pode mos derrochar nuestro tiempo en divagaciones, mejor aprovechemos con ilusión los momentos que nos ofrezca el siglo venidero. Sin duda, el tiempo es nuestro mayor enemigo, se in terpone, y no te da espacio para recrearte cuando la vida te sonríe; y tiene cierta gracia, porque cuando quieres que acelere su marcha, se para en seco. Si hacemos historia lo comprobaremos: cuando eres joven, las horas se deslizan con una lentitud desesperante, tienes prisa para realizar tus sueños... Sin embargo, cuando se avanza en la vida, no hay forma que disminuya su ritmo. Es equivocado vivir este mundo con nostalgias; si está constituido para la renovación y el progreso, debemos prepararnos para ello y caminar hacia esa línea. Estoy un poco inquieta y nerviosa, con la Ilegada de este nuevo amigo. Lo encuentro para mí, unas veces muy lejos, casi inalcanzable, y otras lo veo a la vuelta de la es quina con sus grandes inventos y sus increíbles descubri mientos... ^Llegaré a tiempo? Esa es mi duda y mi inquie tud. Es alucinante, y a la vez un demostrado talento; que no sea concreta nuestra marcha de esta vida tan estupen da, porque si fuese de otra manera, me saldría de la cola, para tratar de conocer lo que puede ser el siglo que viene. Tengo la sensación, no ha corrido el tiempo; sino, que es algo personalizado que nos visitará como por arte de ma gia, venido si no del cielo, de tierras lejanas, y que trata de enseñarnos a vivir mejor. A lo mejor, os parecen extrañas mis apreciaciones y absurdos mis puntos de vista sobre el tema que nos ocu pa. No es nada raro que nos apene perder el siglo de to da nuestra vida, tan conocido y amado, y que sintamos una desvelada curiosidad por los días que se avecinan. Lo ideal sería, que trajese un enorme cargamento de felici dad para repartirla entre todos, sin distinción. iAsí lo es peramos! ^^^n Antonio PORPETTA Pues mire usted, ^qué quiere que le diga? Esto ya es otra cosa, esto ha cambiado mucho, pero que mucho... i hubiera visto usted aquel ciervo... aquel cier vo, tan gallardo y tan distinguido, qué porte, qué clase, qué señorío... Aparecía en el jardín, por allá, junto a los macizos de rosas, y era co mo si todo se iluminara, como si todo adquiriera una belleza distinta, inesperada. Sin perder la armo nía de sus andares, erguida la cabeza, con su gran cuerna dorada de sol, se iba acercando a la casa, despacito, despacito. No era vanidoso, no, ni mu cho menos, qué va... pero si era como un niño... En cuanto cruzaba la puerta, se iba directamente a la sala, donde ya sabía que le estaban esperando los tres elefantes pequeñitos, sus amigos preferidos... Bueno, los elefantes no es que fueran pequeños por edad, es que eran enanos, no habían crecido, ni creo que crecieran ya. Me hubiera gustado mucho co nocer a sus padres, pero no tuve ocasión: aparecieron un buen día por el sendero, cantando una especie de mazurka o algo así, tan felices, tan libres de prejuicios, y se quedaron conmigo. Yo creía que para siempre, pero ya ve, no puede uno hacerse ilusiones... Qué grupo tan divertido, el ciervo, grandote y, en el fondo, bastante tímido, y los tres elefantes, re voltosos, dicharacheros, infatigables en sus jue gos... La de trompadas que le daban, cómo corrían detrás de él, cómo de escondían barritando desde los más ocultos rincones: entre las faldas de la mesa camilla, detrás del televisor, debajo de mi sillón... Era un espectáculo increíble. Y no digo nada, cuan do en sus carreras y persecuciones, todos se trope zaban con la hiena, y caían al suelo con estrépito, y gritos, y risas... La hiena es que tenía una risa con tagiosa: tan pronto como veía al ciervo jugando con los tres elefantitos, empezaba con sus carcajadas y todo el mundo acababa ríe que te ríe. Hasta el cuervo, que no era partidario de jolgorios ni desmadres, soltaba alguna risotada desde allá arriba, la barra de las cortinas, su lugar de observación preferido. Lo que digo, era una risa contagiosa la de aquella ben dita hiena. Debía ser muy feliz, siempre tan alegre... Pues ya ve usted, cómo son las cosas: ahora ni ciervo, ni elefantitos, ni hiena... ^Qué habrá sido de ellos? ^Dónde se habrán metido? No sé... De todas formas, para divertidos, divertidos, aunque en plan intelectual, los mirlos. No es que vi nieran cada día, no: se dejaban caer de cuando en cuando, aunque siempre disfrazados de bardos y juglares, a la manera medieval, con sus calzas, sus ju bones, sus caperuzas... y cómo entonaban. Todavía me acuerdo de aquella coplilla: Es pequeño el grano de la buena pimienta; pero más que la nués conortá é más calyenta: así dueña pequeña, sy todo amor consienta, non há plaser del mundo qu en ella non se sienta. Había que ver qué visajes, qué muecas, qué ojos en blanco, cómo tañían sus rabeles, cómo baila ban... Es que parecían profesionales, de verdad. Y no caían nunca en la ordinariez ni en lo chabacano, no, jamás: cantaban eso sí, con mucha picardía, siempre cosas de clásicos castellanos, pero eran unos mirlos que sabían estar, a pesar de su carácter desenfadado y bromista. Cuando daban por termi nada su actuación, hala, recogían sus cosas y echaban a volar. Era un grupo verdaderamente simpáti co, con el que se pasaban unas veladas de locura... NA^RATiVA Hace tiempo que no vienen... Cualquier día apare cen otra vez, ahí, en las ramas del olmo viejo, como antes... No crea que quiero presumir, pero la verdad es que yo era un padre para todos, un confidente, el mejor de los amigos. La de problemas y problemas que yo he escuchado y he ayudado a solucionar. EI colibrí, por ejemplo: Se me ponía en el hombro, se acercaba a mi oído, y podía estar horas y horas con tándome sus tribulaciones... No, no voy a cometer la indiscreción de comentárselas a usted, mi mucho menos. Eran casi siempre problemas personales, al gunos muy íntimos. Tenga en cuenta que hay mu cha soledad por ahí, y hoy en día tener alguien que ESTCI HA CAMBI^IDO M^jCNQ escuche y comprenda, es un tesoro. EI colibrí sabía que sus confidencias siempre serían sagradas para mí, y por ello me abría su alma de par en par: dificul tades familiares, problemas de vivienda (no acababa de hacerse con un nido que le gustara de verdad, que se acoplara a sus necesidades), discusiones con los chicos... En fin, que el pobre se desahogaba conmigo y eso le hacía mucho bien. Y no crea, a pesar de ser tan chiquitín, tan poquita cosa, tenía su orgu Ilo, incluso su mal genio. Había que ver cómo se po nía cuando el guepardo, que yo pienso que siempre le había tenido algo de envidia, no sé por qué, le Ila maba despectivamente «pájaro mosca». Lo que sol taba el colibrí por ese pico... Yo procuraba poner paz, porque sabía que todo eran bromas, pero es que tenía muy poca correa, se irritaba con facilidad. Todo lo que tenía de bonito -era como una joya que volara- lo tenía de mala leche... ^Dónde estará? ^Y el guepardo, que también tantas veces me había pe dido consejo, adónde habrá ido...? A la que echo de menos, ya ve, con lo feúcha y antipática que parecía, es a la iguana. En cuanto caía la tarde, ya estaba junto a mí, con la correa en la bo ca, dándome con la patita, para que la sacara de paseo. Todas, todas las tardes, lo mismo. Cuando veía que yo me levantaba, se ponía a dar saltos de ale gría de satisfacción, y se iba directamente a la puer ta, a esperarme. Era una iguana muy agradecida, muy cariñosa. Se empeñaba en dormir conmigo, en la cama, allí bien acurrucadita, a los pies. Pero ron caba mucho -seguramente soñaba con selvas y manglares, digo yo- y siempre terminaba sacándola al pasillo, o colocándola, completamente dormida, en la alfombra del comedor, con los demás. Nunca se quejaba: yo creo que comprendía que con esos ronquidos no podía dormir junto a mí... Pues ya ve, cómo cambian las cosas: si volviera, hasta con ron quidos y todo la dejaría dormir en mi cama... Ya le digo, la echo mucho de menos... Como al rinoceronte. Todavía recuerdo el susto que nos dio el día que lo descubrimos en el porche, tan tranquilo, tomando el fresco, y poniéndose cie go de membrillos. De mis membrillos, claro, que en tonces estaban en su punto justo de madurez y el orangután me los iba a recoger para hacer dulce aquella misma tarde. Lo hubiera matado. Pero era tan inocente, tan torpón, tan incapaz de una mal ALBC^RAC)A dad, que había que quererle a la fuerza. Pero eso no significaba que yo le consintiera todo, ni mucho menos. Ei día que le sorprendí afilándose el cuerno en la pared dei cuarto de estar, todo perdido de ye- so, unos desconchones tremendos, que se veían los ladrillos y casi la habitación de al lado, tuve que po nerme serio y plantearle las cosas con crudeza: o utilizaba para esos menesteres el rallador de la coci na y la piedra pómez o, sintiéndolo mucho, tendría que marcharse de casa. Como era de buen fondo, lo comprendió bien y a partir de entonces fue un mo delo de comportamiento y de delicadeza en su trato con los otros. Acabamos siendo grandes amigos... Hasta que desapareció... También desaparecieron las gaviotas. Era un ma trimonio ejemplar, siempre dispuestas a echar una mano y a sacrificarse por todos. Habían venido del Mediterráneo, de una isla griega, me parece, y aquí se quedaron, tan contentas. Había que ver las exhi- biciones aeronáuticas que hacían los domingos por la mañana: qué despegues, qué rizos, qué evoluciones, qué caídas en picado, para remontar cuando ya estaban casi a ras de tierra... Les tomé mucho, mu cho cariño. Eran la alegría de esta casa. Eran... Ya ve usted... Ahora... Lo mismo que el centauro y su centaura... ^Có mo? ^Que no hay centauras? ^Entonces? Pues hu biera jurado que eran también matrimonio. Bien, es lo mismo: una pareja encantadora, afable, educadí sima. Yo creo que eran universitarios: cómo conocían el mundo clásico y cómo dominaban la mitología... Es que lo sabían todo, todo, sobre mitología. Las noches de invierno, junto al fuego, oyéndoles con tar sus historias de dioses, animales fabulosos, héro es, nereidas, tritones, qué se yo, eran inolvidables. Qué pena: ya no se repetirán. ^Por qué se habrán marchado? ^Por qué? ^Por qué? Es la misma pre gunta que me hago cuando pienso en todos los de más: los halcones, las nutrias, los delfines... Esto ya es otra cosa... Esto ha cambiado mucho, mucho... Sí, de acuerdo, el médico ya me dio el al ta. Todos me encuentran estupendamente, todos me dicen que cuánto he mejorado, el magnífico as pecto que tengo, lo bien que estoy ahora... Y nadie se da cuenta de que yo, sí, estaré muy bien, tendré muy buen aspecto... pero me he que dado solo, completamente solo... C Maritza JOSIMCHEVICH Vinieron a la hora de un claro crepúsculo a podar el césped. La hierba se pone tan verde, que parecería ser un enorme cantero. odos son muy altos, tienen incluso más de dos metros. Sus máquinas repiquetean sin parar. Los observo de le jos, desde una piedra. No denotan haberme notado. ^ De grandes bolsas de plástico sacan de repente unos aparatos en forma arriñonada, y con ellos empiezan a pul verizar el pasto, incluso allí donde hay maíz. Inquieta, me levanto de la piedra, me acerco a ellos y les pregunto: -^Por qué hacen eso, por qué pulverizan con este veneno? -Así tiene que ser, para que sea fértil- contestan tranqui lamente sin interrumpir su faena. -Esta tierra ya lo es, no lo necesita- digo. Ellos convienen conmigo: -Sí esta es la tierra más rica del mundo- lo dicen con toda tranquilidad, pero no dejan de pulverizar. Me giro y les doy la espalda porque no puedo mirar cómo se muere la hierba. Me agacho. Introduzco los dedos de la mano derecha en la tierra. Les pregunto: -^Quiénes son estos altarios? ^Acaso saben, y es por eso que pulverizan, o bien pulverizan porque no saben?. La tierra empieza a morderme los dedos. -^También tú, alma de mi alma?- exclamo con tristeza, sin reproches, y retiro apaciguadamente mis dedos ensan grentados. Veo tres huecos en el suelo y oigo el ruido de la efervescencia, una especie de burbujeo. AI instante, la tierra empieza a vomitar a través de ellos; es algo que se parece a una densa cal blanca, con grumitos. Me pongo de pie. Lle vo la mano derecha a la cabeza. Estiro los dedos cual abani co en tanto me giro hacia el horizonte. La sangre fluye de las yemas a la palma, de la palma al brazo, del brazo al seno, al estómago, desciende por la cadera, baja por la pierna, go tea, se adentra por esa cosa blanca de la tierra. Miro abajo, mi pie derecho, y me doy cuenta de que lo blanco perfora con lo rojo un cráter rosado. Desde ahí oigo el susurro del viento más antiguo: -Por esta puerta no puede entrar ningún desconocido. GRAFIA:^; • MARITZA YOSIMCHEVICH nació en Belgrado en 1946. Terminó la escuela primaria, el liceo y la Facultad de Filología (departamento de Lengua y Literatura Inglesas; Lengua Española) en la Universidad de Belgrado. Efectuó estancias de estudio en EE.UU.,Colombia, Pana má y México. Tras haberse afirmado como traductora literaria (Fuentes, Arenas, Vargas Llosa, Gallegos, etc.), se giró hacia su verdade ra vocación literaria, la labor narrativa y novelesca. La primera selección de cuentos, titulada EI escorpión sabía, apareció en 1989 y suscitó evaluaciones muy favorables entre los críticos literarios, los cuales estimaron que se trataba de una escritora de expresión madura, rica capacidad de invención y sugestiva tendencia hacia lo fantástico y esotérico. En su segundo libro, EI hostal del Señor (1991), la autora transforma la inspiración esotérica en un consistente tejido literario que de paso some te a una sátira implacable a la sociedad de consumo actual. EI tercer libro, la novela EI fondo en la cima del mundo ĉ onstitu ye un paso adelante tanto por lo que se refiere al enriqueci miento de la estructura novelesca, como por lo que toca al ahondamiento de los contenidos esotéricos, el número de personajes y la densidad de sus destinos. Es una novela que en forma imperceptible para el lector, pero también para los pro tagonistas, poco a poco va modificando la base real de la exis tencia humana, trasladándola a un plano esotérico en el que, si bien de un modo material y palpable, por medio de los sím bolos de este mundo, se van delineando los destinos espiri tuales y ultraterrenales de los protagonistas. En la actualidad Maritza Yosimchevich vive en Belgrado con sus dos hijos. Está escribiendo su cuarto libro (cuentos y relatos), y en calidad de redactor dirige varias bibliotecas de la Editorial DBR Publishing. (Traducción del serbio: Silvia Monrós-Stojakovic) BC)RAaR AE Lydia SANCHIS PÉREZ Mi bisabuela pelaba los erizos de campo así: zas, zas, casi sin mirar. Los cocinaba como si fuesen cochinillos, y su marido siempre repetía plato. Y de postre... sandía, como el día anteríor, y el otro, y el otro... n una mano la media luna roja, sonriente y pecosa (en la otra, la escopeta de la sal), la mirada gatuna escapándose por el ventanuco de la precaria caba ^^^ ña y escarbando en la noche, mi bisabuelo cuida ba su campo de sandías en sazón, quizá ya demasiado tiempo. Se aflojó el cinturón y salió a estirar un rato las pier nas. Bajo una luna Ilena, el bancal de sandías exhibía sus enormes vientres vegetales, como lunas verdes, co mo huevos de luna, como lunas de agua. Miró la luna y se relajó: «Demasiada luz, no creo que hoy se atrevan». Pero no podía confiarse en exceso. En la tremenda canícula del verano, el sandiar era una irresistible tenta ción. Se arrodilló y le dio unas palmadas a una sandía, que ofició de tambor y dio la nota correcta: «Esta cae mañana». Bajo la mirada ciclópea de la luna, la sandía lo regó de reflejos de agua, la piel tersa y satinada, a punto de estallar. «Más suave que piel de mujer -pensó- pe ro no tanto como la de su Asuncionica». Se aflojó un poco más el cinturón. «Realmente le hacía a uno bien comerse un erizo de vez en cuando después de dos semanas de gachas -con la digestión en marcha, sus pensamientos rodaban lentamente-; en invierno les ponía de cebo un plato de leche. Es lo que más les gusta. Aquí no tenía, pero, con el calor, no desdeñan, en absoluto, darse un atracón de sandía. EI que le había cocinado hoy su Asunción lo había atrapa do así, dentro del vientre de la sandía, como un feto extraño y espinoso. Era una hembra enorme, preñada, de las que dan para el almuerzo y la cena». Se acercó en dos zancadas al vientre siniestra do. Lentamente le vino a la boca un regusto de bi lis. Se sentía raro esta noche. La luna, desmesura da, descubría, con descaro, un espectáculo de fe cundidad desaforada. «Joder, si hasta el erizo estaba preñado...» Y allí los tenías a ellos. Todavía no eran viejos, pero ya iban perdiendo la esperanza. Mira que él la ha- bía catado bien... y la seguía catando, pero ya ves. ^Y para qué quería uno deslomarse trabajando co mo un burro? Le vino la imagen de sus sobrinos, el Tomaso y el Sansón. Soltó un bufido y, con un amago de ra bia incontenible, pateó el vientre, lechoso de luna, que reventó en sangre vegetal, dulce y pegajosa. EI aire mismo se adensaba, líquido y caliente. Un ru mor se adueñó de sus oídos, como si millares de erizos estuvieran royendo millares de sandías. Se sintió impotente y gritó en la noche. -iEstoy hasta los mismísimos... de ver tantas barrigas. Mañana temprano nos vamos pal pueblo! -Y se marcó un corte de mangas. A las tantas de la noche, incapaz de soportarlo más, despertó a su mujer: -iAsunción, Asunción, despierta!: iQue no puedo dormir!. -A mí no me vengas con ésas. No habrás tra bajado hoy bastante. iDéjame dormir!. Pero tampoco ella logró volver a conciliar el sueño, como si las palabras de su marido hubiesen actuado como alguna suerte de conjuro. Es más, le pareció estar más despierta que nunca. ALBCJR^,DA La luna, que entraba por el ventanuco, se derra maba sobre los pobres enseres y los dotaba de una belleza mágica. Pronto constataron que sus propios ojos habían alcanzado una rara penetración. Cuando se cansaron de contemplar las maravillas de la habitación hechizada por la luna, entablaron conversaciones que a la luz del día no hubiesen podi do soñar. AI segundo día de no dormir sus conversaciones se hicieron tan agudas que aprendieron a cortar la mantequilla con las palabras. AI tercer día, las palabras adquirieron tanto po der que empezaron a crear las imágenes que sugerí an. Fue entonces cuando empezaron a soñar des piertos a cualquier hora del día. Y muy pronto dejó de producirles extrañeza el ver superponerse, sobre el monótono paisaje cotidiano, sus más delirantes fantasías. AI cumplirse una semana, cada cual empezó a vislumbrar los sueños del otro. AI principio muy te nuamente, pero luego con una claridad desconcer tante. En ese mismo instante comenzaron los líos. A los diez días, Asunción había visto de todo, pe ro cuando una mujer bella, joven y de ojos reidores bajó de la carreta y se abrazó a su marido, no pudo aguantarse más: ^ -i^Y ésta? ^Quién es?! Pero era ella, años atrás. Reconoció el vestido, porque se lo había cosido ella misma, pero nada más. -Yo siempre te veo así -le dijo él. Por primera vez en muchos años, Iloró Asuncio nica. Muchas de sus amigas hubieran dicho que de alegría y la hubieran felicitado por su buena suerte. Pero Iloraba porque allí mismo la golpeó la evidencia de que él no la amaba en absoluto. A ella, a la ella de ahora, ni siquiera la veía. A los quince días él vio a una niña refrescándose los pies en el agua cantarina de la acequia. -^ Y ésta quién es? -Es mi hija -rió Asunción. -iPues será tu hija, pero no la mía! Eso la molestó lo indecible, por eso, cuando Asunción vio caer a sus pies a un pajarito y, a contra luz, alcanzó a vislumbrar al mocoso, con el tirachinas aún en la mano, estalló en cólera... -iAh, no! iSerá tu hijo pero no es mi hijo! NAR^ATIVA Y fue innecesariamente dura: -iSi hasta le has puesto las orejas de tu abuelo Pascual, y el chicharrón de nariz de tu tía Honoria! Después del encontronazo pasaron dos días sin dirigirse la palabra, y sus pensamientos empezaron a concentrarse y a reconcentrarse, hasta que Ilega ron a pesar tanto que acabaron por conformar una losa que cegó el camino a los sueños. Siguieron despiertos y activos pero sin siquiera un mal sueño que Ilevarse a los ojos. AI principio fue un alivio, pero pronto empezaron a estar mal humorados incluso sin motivo. Lo que no era el ca so, porque la situación se estaba volviendo insoste nible. A todo esto venía a añadirse otro misterio. A la par que los sueños se esfumaban, Ilevándose al chaval, mi bisabuelo se dio cuenta de que la imagen de su mujer empezaba a perder nitidez, como si también ella, de alguna manera, estuviera hecha de la misma substancia de los sueños. Y, así, mientras la sentía desvanecerse día a día ante sus ojos, mi antecesor empezó a prepararse para unas durísimas «negociaciones» recordando, con desaliento, la infinita dedicación con que ella seleccionaba los frutos hueros o podridos y los in cluía en los lotes de algún desdichado Pepico o Jua nico, que habían tenido la desfachatez de darle moneda falsa en anteriores tratos. -^Pa qué tanto trajín -se quejaba él, harto de verla con la romana a cuestas Dile que tas dao cuenta y yastá? -Ya sabes que yo no sirvo pa eso. Tampoco creo que llamarlo ladrón vaya a mejorar mucho la situación. Y seguía con la balanza, intentando ser justa en el fraude. En esta guerra muda él no se atrevió a jugar otra carta que la del silencio, desconfiando de cualquier otra «iniciativa» porque: -^Qué se puede esperar de una mujer que siempre tiene el gallinero de par en par? -le espe taba sin más a su mula, que asentía sin dudar. EI asunto al que se refería era ya viejo pero aún le escocía. Sucedió en los primeros tiempos de su matrimonio. Ella se le había negado, muerta de sue ño, en un frío amanecer y él, despechado, abrió las puertas del gallinero al marchar hacia los campos, ^,^^a ^^iz^^s^ con la nada secreta intención de sacarla de su tibio y confortable lecho. Pasó toda la jornada imaginán dola correteando de aquí para allá intentando reu nir a tan cacareante comitiva. Pero ella se lo tomó como si tal cosa. Dobló la ración de maíz a las que se quedaron en el corral y, conforme iban Ilegando las vecinas con las gallinas fugitivas, las regalaba a las portadoras, no sin antes rebanarles el gaznate allí mismo: -Si no quieren estar conmigo, yo tampoco quiero que estén -afirmaba plantada sobre un charco de sangre. Jamás volvió a cerrar el gallinero. En este pulso presente, Asunción no le dirigía la palabra a su marido, ni tampoco la mirada, pero no descuidaba en absoluto sus obligaciones para con él. Incluso las intensificó si cabe. Nunca Ilevó él la ropa interior tan limpia ni con tanta lejía. Con los primeros sudores del trabajo se le ampollaba la piel como el tocino en la sartén. Pero ni por ésas se quejaba él. Eso hubiera sido tanto como claudicar. Era una excelente cocinera pero, durante ese tiempo, se volcó, literalmente, en la cocina, y de sempolvó recetas olvidadas (e injustamente odiadas por su marido) deseando unas palabras de protesta. Pero él «tragaba» y callaba. Sin sueño y sin sueños, sin palabras, sin sonrisas y sin hijos, las noches se hacían interminables y ella volvió, de riuevo, a tejer ropa de bebé, de «niña». A la luz del candil, mortecino ya en la madruga da, él la miró y le dio un vuelco el corazón. Se le an tojó translúcida, evanescente. Luego respiró. Había sido una ilusión óptica. Con las primeras luces, Asunción dejó las agujas y la lana rosa, cerró los ojos y empezó a cantar muy suavemente. No hablaba con él, pero él oía las pala bras cantadas. Y no, no era una bajada de bandera, era una nana dulce y melancólica que se enroscó en sus oídos como una espiral de fuego y Ilanto. Después de eso no quiso ni mirarla (temió no verla) y salió huyendo con la mula hacia los campos. Pasó toda la mañana hablando con el animal. -«O cedo o me encuentro casado con el aire» -le decía, y, sólo por eso, aguantó en la faena hasta que el hambre hizo nudos con sus tripas. Cuando Ilegó al hogar, la comida y el vino esta ban sobre la mesa, y ella le esperaba sonriendo sen tada en una silla. Pero no supo ni cómo la vio porque se había vuelto invisible. Sólo sabía que estaba allí, sonriéndole. Y, extrañamente, eso le bastaba. Pero a ella no, y cuando le acercaba la jofaina pa ra que se lavara las manos, con un gesto totalmente inesperado, le lanzó el agua a los ojos, tal vez con la intención, desesperada, de lavarle la mirada. Entonces él la vio, y ella lo supo porque de pron to su verdadera imagen empezaba a reflejarse por toda la casa; desde los pucheros, los peroles y las ca / -^ _t ^`^ ( , t .^. `_ ^_ ^ ^ ^ ^^ ^ -^----..^ ,._ ^ , : , ^. „ Ĵ ^. ^^, ^.^ ^;. ^ ^-- J`^ 1 `^ ^ ,-,-. ^-^F ^^^ ^ ^^ ^^ ,^ ,. , , ^, ^ , r. ^^ ti_.. . ^^ ; ^ -, ^ ^ , ^-^l , ,^:. ^` ^ r `^ r ____ ^ ,-, v .},---^ -^ ^, ; (^ ^ ^^ ` ._.^._-` - - . ^ ^ ^^ 1i^^.^ ^`-`.,.;;.^a:` ^^ ., ^^ ^^, ^ _^_, ^LBORADA cerolas la miraban sus propias imágenes, múltiples y únicas. Corrió hacia un espejo y, después de tanto tiempo, allí estaba su imagen. iY era hermosa! Sintió por él un agradecimiento infinito pero no por ello le dirigió la palabra, sino que le puso delante un plato de arroz con tantos caracolillos co mo granos, tal vez con la aviesa intención de estor barle el hambre. Pero él, embelesado, sin quitarle la mirada de encima, iba engullendo cucharada tras cucharada, masticando ruidosamente los caracoles con su cáscara. Ella comenzó a reír francamente y lo imitó. Y cuando cada uno vio que el otro estaba a punto de hablar, se apresuraron ambos, con lo que hablaron al mismo tiempo: -Que sea niño -dijo ella. -Que sea niña -dijo él. Esa misma tarde volvieron los sueños, inconteni bles, densos, con aromas, terriblemente verdaderos. A él lo alcanzaron en el trigal. Allí vio abrirse un boquete en la tierra y a sí mismo que se intro ducía por él. La curiosidad pudo más que la pre caución y se siguió. Dentro había un horno que iluminaba y caldeaba la estancia, y de su boca emanaba un delicioso aroma de asado de.carne a las finas hierbas. Quiso probar a qué sabía el sueño, y el hombre real ayudó al hombre soñado a extraer la apetitosa bandeja del fue ĝ o. Ninguno de los dos estaba dispuesto a dejar que se quema ra semejante cena. EI asado estaba en su punto, sólo que era Asuncionica, cocinada a fuego lento, a punto de caramelo. A Asunción los sueños la sorprendieron prepa rando la cena. Sentada en el lecho, desgranaba unas mazorcas mirando vagamente la marmita que hervía en el hogar. De pronto, el fuego se convirtió en trigal que, partiendo de su cintura, se abría en abanico hasta el infinito. Miró hacia atrás y era lo mismo: miriadas de espigas cerraban su pirámide en torno a su talle. Ella era la cintura de un enorme reloj de arena, de trigo, de gente, tan grande como el tiempo humano. Y se sintió frágil, a punto de quebrarse. Miró otra vez hacia delante y una in gente multitud la miraba con los ojos cerrados. Yo, que los apretaba con fuerza, no pude resistir la curiosidad y, desde bastante cerca, la miré de soslayo y le sonreí. Y ella se quedó quieta, dormi da, mirándome, en sus sábanas de lienzo. i^añ^^TÍVA , A los nueve meses nació mi abuela. Fue hija úni ca. Cierto que circularon algunos rumores sobre un hijo «extramarital». Habladurías de pueblo. Nunca dimos pábulo a semejantes patrañas. Porque era marital, y bien marital. Sólo que nunca creció. Todos nosotros, de niños, hemos ju gado con él. Es el abuelito-niño. Yo lo he visto igual que lo vio Asunción. Es el que se come los albarico ques verdes, se sienta sobre las sandías y duerme la siesta sobre la alfalfa. Busca lombrices y juega a las canicas con los escarabajos de las patatas, capaz de inventar para ti, en un instante, el juego más trepi dante. A veces, (no lo niego), también le pedimos con sejo. Es cierto que es un niño, pero es tan... viejo. Por otro lado (y esto nos atañía más directa mente) jamás cesaron las elucubraciones en nuestra familia sobre las posibles causas de aquel trastorno del sueño. En su tiempo aventuraron la posibilidad de que el erizo se hubiera alimentado de hierbas «extrañas». Aún hoy mi madre asevera que segura mente se debió a una disfunción hormonal provo cada por la preñez del erizo. -No me extrañaría nada que hubiese «aporta do» algún gen -se burla mi padre, aludiendo al ca rácter de sus hijas. Dicho lo cual lo vapuleamos, sonriéndole ferozmente. Sea cual fuere la causa, lo cierto es que, median te un acuerdo tácito, el erizo pasó (de ser conside- rado uno de los platos preferidos) a convertirse en una especie de animal totémico, una suerte de án gel tutelar de la familia. Y así ha ido pasando de padres a hijos. Les dejamos platos con leche en el jardín y, cuando todo está en silencio, avanzan ha cia ella, apuñalando los matorrales al pasar, con un fragor de granizada. A veces conseguimos verlos si se recortan algún segundo bajo la luna. Los queremos. -Ayer vi uno muy claramente. Nos miramos a los ojos largo tiempo. Hoy lo espero. He puesto le che en un plato, y también un trozo de sandía. «íErizo mío, ven! iQueya siento que me es tán... naciendo las espinas!». FIN Entremés (y mes) Lydia SANCHIS PÉREZ Ante todo presentarnos: ^ 1- Yo soy la primera vocal de la palabra ojos. Digamos que soy uno de sus ojos. Y aquí, muy cerca de mí, les presento a mi hermano gemelo ^2. ^ 2- Yo soy el otro ojo de la palabra. Y permítanme añadir que juntos formamos un compuesto altamente explosivo, capaz de derribar, con sólo un pestañeo, murallas más firmes que allá en lericó. 0 1- No hagan caso de lo que les diga 02 porque no es un ojo serio. iVamos, que no es realista!. A todo le ve su lado bueno, iaunque no lo tenga!. eguro que se debe a que siempre está de mar cha con la «jota» y luego van como van, ha ciendo «eses» todo el tiempo. Y, ihala!, a ver doble, como si viendo sencillo no fuera sufi ciente. Y eso no es, que así... cualquiera. Yo es que ni entiendo cómo podemos ir juntos mirando para todas partes. Porque mi punto de vis ta siempre ha sido más serio. Quizá se deba a que no tengo a nadie delante que me distraiga y me ta pe el panorama. EI caso es que siempre acabo viendo el lado ma lo de las cosas (que siempre lo tienen). O es que lo atraigo. Y no crean que lo busco, que yo pongo buena voluntad. Pero basta que no quiera ver algo y, zas, ya está enfrente, en pantalla panorámica y a todo color. Y, a veces, (iqué quieren!), me hago el ciego, pero sólo consigo que «ese algo» crezca y colonice todo horizonte. Y no se esfuma hasta que «reconozco» que lo he visto. Soy un ojo muy molesto, lo admito, y también bastante esquivo y solitario, pero es que tengo mal «fario». Todo me lo encuentro yo, mire donde mire, que el otro día, huyendo de fuera, miré para adentro y me topé con la viga, y.^2 sólo con la paja ajena. O si no aquella otra vez que estuve en una revis ta. Que el de la imprenta nada más verme pensó; «ihuy!, éste, ihuy!, icómo va!». Y me presentó a una hache, que no me dijo nada en todo el tiempo. Y como el que calla, asiente, pues eso, que yo no paraba de hacerle guiños. Y es que la pobre era mu da. Pero claro, yo no lo sabía. Y es lo que yo digo, que siempre me toca bailar con la más fea. Y muchos que nos conocen opinan que no ha cemos buena pareja, y tienen mucha razón, que yo no paro de hablar y ella nunca de callar. Y aunque me da mucha pena (y ya nos hemos dado un buen «lote») yo le pido al de la imprenta que me ia saque de encima, que me come la... moral y, aunque ten go muchísima paciencia, ya me ha Job-ido bastante. .^ 2- No hagan caso de mi hermano, que está desmoralizado. (En un aparte) Es su estado natural. No es que sea yo optimista, es que sé dónde mirar. En cambio, a él el ojo se le va para... ^. 1- (Parece que delirante) Daña, que algo que da. Si no dañas hoy doñarás mañana. Daña hoy, no lo dejes para Doñana. 0 2- (Alarmado) Desde luego que te veo muy afectado, y hasta algo estrábico. Tú mira cosas que no te exciten, como yo. iMira!, iMira cómo bosteza esa ranita tan graciosa!. ^ 1- Sí, está «mortalmente» aburrida... de vivir. Y por eso le hemos preparado un cócktel de lodo aderezado con plomo, zinc y arsénico, todo ello ela borado con las proporciones más armoniosas. ^ 2- iNo sigas, no sigas!, que se te ha puesto el ojo plúmbeo, cínico y cianótico perdido. Aunque te entiendo. A mí tampoco me gustaría nada que me declararan Patrimonio de la Humanidad. (Ya sabemos lo que les pasa). ^ 1- (Cínico) Es que para ser verdaderamente patrimonio humano, ha de ser destruido. Si no, no es representativo. Es nuestra marca, nuestra firma. .^ 2- Haré como que no he oído. Y Doñana está muy lejos, y no me alcanza la vista. ^ 1- Pues no te acerques al Hondo, ni le eches el ojo al Segura. Y tampoco te conviene... que vayas «vinalopeando». .0 2- En eso ya vas teniendo razón. Ya no hay dónde mirar. Pero tampoco es para exagerar. A ti lo que te pasa es que no has pegado ojo desde lo de Mururoa, y ahora que la India ha hecho ipatachín! con la bomba «H» ésa, ( que también es casualidad), y que Pakistán ha hecho ipatachán!, y que luego Afganistán ( temblando) ha hecho ipata chín!, pues eso, que es lo que se Ileva ahora: «mira, yo la tengo más H que tú», le dice un gobierno a otro. «Yo, tres veces», «pues yo, cinco», «pues yo, más»; y si no tienen colonias a las que joder, las sueltan en su propio país. Y es que con semejantes y amantísimos gobiernos, no necesita uno de ene migos. ^. 1- Sería para «mearse» encima de risa, si no fuera para Ilorar a mares. La frontera que separa lo cómico de lo trágico es, a veces, tan sutil que permi te la existencia de una tierra de todos y de nadie, donde los dos sentimientos pueden coexistir, aun que encontremos dificultad para expresarlo. En esa pequeña parcela de irrealidad podemos... ^«mear nos» de pena?, ^Ilorar de risa?, ^orinar con los ojos?, ^reír de pena?... ^ 2- ^Ves cómo necesitas dormir urgentemente? Ya desvarías sin freno. A Dios gracias que ése no es mi problema. Ahora mismo estoy que me caigo de sueño. Te repito que el secreto está en elegir bien lo que quieras mirar. Por ejemplo, este año, con todo lo desastroso que ha sido el fenómeno Niño (y que ahora dicen que viene la Niña) y lo erráticamente que se ha comportado el clima, yo sólo he querido mirar el desierto empapado y, súbitamente, floreci do con plantas del Terciario. Y con esta última y be Ila imagen os doy las buenas noches. (Cierra el ojo, vase y no hubo nada). ^ 1- Ahora sí que me ha dado en el blanco del ojo. Reconozco que yo también me he recreado mi rándolo e imaginando cómo esas plantas, verdade ras bella-durmientes, habían sorteado las mareas del tiempo para ir a naufragar, momias vivientes, en las ardientes arenas del desierto. Pienso en eso y el ojo se me ilumina con un extraño fulgor porque me asalta la idea de que... lo que aún no ha nacido, todavía no lo hemos podido matar. De un tiempo a esta parte me asedian negros presagios. Mirando a los hombres me da por recordar a unos peculiares organismos que vivieron en el planeta cuando todavía la tierra era joven y que te nían la particularidad de producir oxígeno como substancia de desecho, hasta que hubo tanto en la atmósfera (para suerte nuestra) que se envenena ron y murieron. Y eso me hace pensar (y que me perdone Dios): ^a qué asqueroso bichejo estamos... preparando cuna?. (Cierra el ojo, trasvase, y no hubo qué.) TELÓN VICffITf fSTfbflfl