jueves, 28 de marzo de 2024

Heridas que van tejiendo el cuerpo del poema

Rafael Carcelén
12 junio 2015
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Heridas que van tejiendo el cuerpo del poema
Alicia García Núñez (derecha) y Chantal Maillard (izquierda)

Mi cuerpo es

un mapa de cicatrices

y tatuajes, lo cruzan letras,

algunos símbolos, muertos

que no desaparecerán.

Mi sangre transporta tinta,

afanada, queriendo ser escrita.

He aquí uno de los poemas del interesantísimo libro de la ilicitana afincada en Barcelona Alicia García Núñez, Más cicatrices me hacen más alta. Periodista y artista visual además de poeta, este es su tercer libro tras publicar La historia sin nosotras en 2011 y Sombras en 2012. Un libro nada complaciente, de una valentía extrema, que no rehúye la aflicción ni la adversidad. Una propuesta radical. En el fondo y en la forma. Fruto de un viaje real a un pueblecito de Eslovenia en septiembre de 2012 y varias escalas en otras ciudades y países, el libro supone un viaje iniciático hacia una madurez siempre inacabada: “Más cicatrices/ me hacen más alta,/ más débil, más fuerte;/ más gato, no pasa el tiempo/ por esta piel marcada”, como recoge uno de los poemas nucleares del conjunto escrito en Eslovenia.

No me parecen gratuitas las alusiones a María Mercé Marçal o Alejandra Pizarnik en el pórtico del libro. La joven Alicia García comparte con ellas un cauce expresivo en permanente búsqueda y un concepto de escritura que implica a todas las células de su cuerpo. El resultado es un poemario incisivo, medular, que ahonda en la herida para ir aplacando el dolor con el bálsamo de las palabras. Heridas que se abren y se cierran  y que van configurando un mapa de cicatrices que nos hacen crecer y conocernos.

No muy alejado se sitúa el territorio por el que transita desde hace ya muchos años la poesía de Chantal Maillard, poeta belga de 1951 nacionalizada española y profesora universitaria especialista en filosofía hindú hasta el año 2000. Su último poemario La herida en la lengua prosigue la línea iniciada con Matar a Platón (2004) o Hilos seguido de Cual (2007), todos ellos publicados en Tusquets. Una de las “voces  poéticas más intensas, honestas y radicales del panorama actual”, en palabras de Mª Luisa Blanco. Un poemario que afronta el dolor para exorcizarlo y digerirlo utilizando las palabras, los versos, como un bálsamo vivificador. Otro viaje al interior para no dejar de cuestionarnos a nosotros mismos, para hurgar en tantas ilusorias apariencias que nos presentan un yo inequívoco y que sin embargo en nada nos ayuda a un auténtico crecimiento. 

Más cicatrices me hacen más alta de Alicia García Núñez

Desde el cuestionamiento radical del lenguaje que utilizamos al de la percepción que de la realidad -¿realidad?- nos hacemos, cada verso es un bisturí que a la vez que abre la herida le muestra al lector la senda para obtener algún alivio. Pero no hay concesiones. En la última sección del libro, Balbuceos, Maillard vuelve la mirada a los alemanes Nietzsche, Hölderlin o Celan que llevaron su lenguaje a experiencias límite ante el auténtico naufragio de una civilización superviviente a la locura de sendas guerras mundiales y cientos de exterminios y masacres. Y con un grito de desesperanzada denuncia, nos recuerda los territorios donde se sigue aniquilando a pueblos enteros mientras la esclarecida Europa duerme su sueño de trescientos años oyendo cantar a un pájaro. “Otros pájaros, oscuros, habrán de despertarla”, concluye.  “Quién pudiese aún vivir en la inocencia, sin preguntas, sin temor y sin vergüenza”, se lamenta, para seguidamente cerrar el libro sin esperanza ni convencimiento: 

Desandar lo andado. Aspirar a encontrar un pueblo sabio, un pueblo antiguo, un pueblo elefante, cuya fuerza no estuviese al servicio de la agresión, la conquista o el poder, que tan sólo exigiese que se respetara su derecho de paso: el camino sagrado por el que la manada atraviesa los territorios sin dañarlos. 

Hallar un pueblo sabio. Desear salvar la tierra si tan sólo se hallase uno. 

Dos libros de poemas, éste de una poeta consagrada y aquél de una joven en continua experimentación, que nos muestran el territorio común de unas voces exigentes e insumisas, más allá de la distancia de la edad, en un panorama general tan propenso a la modorra y el bostezo

La herida de la lengua, Chantal Maillard

Rafael Carcelén
Rafael Carcelén
Acerca del autor

Además de disfrutar como maestro de escuela, me encanta escribir. Y leer. Y subir los montes alicantinos. Y jugar al ajedrez. Y… siempre me sigue apeteciendo aprender. Y segregar lo que aprendo -lo que vivo, lo que siento- en artículos, poemas y aforismos como éste: “¿Es imaginable la felicidad en un grano de pimienta?”

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