33L1OTErk pünrck MONICIP, L C dae1105 ELDA (Alicae) h tda Nuevamente... DAHELLOS es obra de: Catalán Gil, Manuel Gonzálvez Agudo, Antonio Gras Sempere, Eduardo Merma !Wat, luan Navarra Pastor, Alberto Sierras G15111e7, Santiogo El presente Cuaderno se hon ra con una bella página de: Josá y acoge e.icritos de: Gavidia Antonia Motas Carola Gonzálvez Carlos Gonziez Manuel Sitedo Enrique Chiochilla Una Eldense Dibujos de: (armo, Alberto, (arios y F. Navarro Impreso era Imprenta Berenguer. -Novalda sll.20020 ELDA MARZO ifi0 Vuelve DAHELLOS a vuestras manos en su terce ra salida quijotesca, a despecho de Sandios Panza, bachilleres y barberos. Y esto vez encuentra a Elda sumida en el patético ambiente de su Semana Sarda, que inunda, de un imperceptible sentimiento de dolor nuestras calles, al paso imponente de las procesiones. Entre la doble hilera de lucesitas temblorosas en lo noche ocongojada, las tallas de los imaginero ,. espa ñoles materializan el drama anual de la Pasión en las c-dles eldenses, estremecidas. Luego vend,a, la ale gría de la Resurrección, coy, 1(1 algarabía C072 que Elda celebra ton gloriosa fecha. Mozos y muchahas; éstos re.-lidas con trajecitos claros de percal, saltarán y bai larán ra y las camino del Arenal, del . ç anlo Ne gro. de las Oervasias. Las blancas alpargatas Con cintas azules o ojos, parecerán una bandada de palomas dando sa/tilos por los caminos polvorientos. haciendo corros orfeánicos, esquiva rala las culebrinus rápidas de la comba y correteando alocadas en los báquicos alardeceres. Y en este ambiente de penas y risas, nuevamente, DA H ELLOS. Como el coloso Atlante, nosotros sostenemos sobre nuestras espaldas un inundo: el mundo del espiritua lismo y las bellas letras sobre la charca de la medio cridad colidia Jai; el mundo mÁrravdaiso de las meta fo ros, de las ideas que no tienen techo ni horizonte, de las artes nobles. ,os parece leve, en nuestros hombros entusiastas, esta carga.. Y tal vez SP:t porque nos ilu siono la. esperanza de que cuando este mundo gravite insoportabl e mente sobre -nosotros, la semilla lanzada con estas páginas habrá dudo sus frutos para el mayor nivel cullural de nuestra Elda. Aquí tienes, lector, nuestro tercer mensaje, que, como dijimos en nuestro primer cuaderno, mantiene enhiestos los banderines de nuestra poesía vernácula. -• n ••••••••••••• ••••••••• n •••1111.1.....nmaremamoon.,....... tpecr de,....... n - ---•-... _ CIZALLA MAS O MENOS LITERARIA Y FILOSOFICA por Jotur CpiUa No se ría de los poetas, señor; no se ría despectivamente. ä No sabe, señor, que sin ellos nada se hizo en esta vida? Poesía es creación. Por eso Dios, el Creador Sumo, los tiene por mensajeros, y nacen y no se hacen. Los poetas, con los santos y guerreros, dan pervidencia al alma de los pueblos, aun de aquellos que no tienen patria ni ley. ¿,Poesía, qué es? äY tú me lo preguntas, alma amiga? Escucha la voz de tu interior: observa en derredor, y eleva tu mirada al cielo. Ahí está la poesía, como te dirá tu alma. &Por qué no marchar por la ruta de nuestra vida con el zurrón repleto de ilusiones y esperanz:ts? Con mendrugos y andrajos por todo viático es penosa la jornada. No sabes, materialie,ta, con qué ingravidez se vuela hacia una estrella. - Sin Gramática, sin Retórica y sin Poética, el poeta sabe siempre de la vitalidad misteriosa del verbo. — Pienso si Dios no permitirá la perfección absoluta del hombre para que no caiga en el orgullo. Y, Al, los poetas, corno todos los grandes hombres, en general, tienen manchas y flaquezas, razón para la humildad. Sí; el hombre es un búcaro que guarda el soplo divino de la espirituali dad. Ahora, que también hay almas de cántaro. No confundamos a los poetas con los versificadores. El poeta versifica, pero no todo el que versifica es poeta. ;Airé es eso de poesía pura? Corno si la poesía, cuando lo es, no fuera pureza del alma. — No dejes abandonado sobre tu mesa un libro abierto. Ciérralo antes, que no es cortés dejar a nadie con la palabra en la boca. Te sorprendí leyendo a Bécquer, y asomó a tu rostro el rubor, por Aletazo limpio EID A (Alicarkte) Pájaros perdidos vienen y golpean con frecuencia en los cristales de nuestra . ventana abierta. Nos llegan muchos escritos pretenciosos de publicidad, cosa que nos alienta y nos halaga. Sí; aletazo limpio sobre nuestros cristales Tenemos pura ello una vasto. dosis =4 de bene v olen c ia, bruñida por nuestro amor a esa Elda lírica y patética, espiritual y emocionada, que tenemos forjada en nuestros sueños. Pero por eso mismo nos duele que muchas cuartillas, sobre todo de las que trascienden a cerebro femenino —j vaya si hay plumas garbosas entre nuestras paisanasl— hayan de quedar en el cesto, sólo por presentarse como pobres hijas de padres desconocidos Ténganlo en cuenta Una Eldense, Adelfa del Mar, Nauri, El Caballero Azul, Turquesa Oriental, P. C., Alicia, Tántalo, etc. etc. Aletazo limpio, sí. Pero por lo menos dejad tarjeta en vuestra ventana. Nosotros prometemos guardar el incógnito a lodos los colaboradores que así lo deseen, DAHELL,OS creerte calda en ridículo. Y ya ves, por Bécquer, en tu cara floreció una rosa. ¿Que tampoco «se lleva» Rubén Darío, me dices? Mi querida amiga, no lleves a los sentimientos el ligero criterio que tienes para los figurines y las modas. — Los libros en rústica o a la rúsiica —no tengo preferencia por preposi ción alguna -, son los parias de la biblioteca. Están desnudos, los pobres, junto a los pomposos volúmenes de obras completas, con lujosa encuaderna ción, nuevos ricos con impermeable de celofán. Al fumar el primer cigarrillo rubio, estás deliciosa. Pero sólo uno, amiga. que al segundo, no se por qué, ya eres una estampa de «cabaret.. ^ Nuestro s eg un do gra n Miguel, es decir Unamuno, decía que «el decoro es la seriedad de los que están vacíos por dentro.. ¿Comprendes por qué se ven tantos trajes impecables? En el firmamento de Elda ha aparecido una costelación de poetas, la de DAHELLOS, a quienes, con palabras de alejandrinos de Rubén, les deseo que «tengan los jóvenes amigos ceñida la coraza para emprender valientes la dura pelea y a los sangrientos tigres del mal darles caza.. ¡Salve, poetas, por Apo lo y Minerva! 111BLIOTEC,;!. 1`1181.. 1C X ? efein f or jetrcrna 1 UNA REINA DE PRAGON EN EL A l CAZAR DE ELDA stamos en Barcelona, y es el clic, digamos mejor, la noche, del 29 de Diciembre de 1387. El palario de los Heyes de .3 ragón pareee un barco de piratas en noche de naufragio. En su lecho de nita s itte agoniza el rey Pedro IV, id dcl puilalet», el Ceremo n i oso, el émulo terrible de su contem poráneo Pedro el Cruel de Castilla. Es el siglo de las reinas fatales, ve que, conio llamaradas de amor y de odios, de celos y de ambiciones, van dejando trágicas estelas de sangre sobre el acuartelado napa de la Península. Es también en la corte de Aragón el siglo de la fastuosidad, del hijo insnperado Y es. para completar el cuadro, el siglo en que los sabios de Toledo y de Cervera han extendido por toda España las tenebrosas prácticas de la magia simpática, hasta tal extremo que las mismas reinas no desdeñan hacerse brujas Pedro IV agoniza en su lecho de muerte. Sus ojos vidriosos buscan la fascinante mirada de su esposa, la reina Sibilia, la joven fortiana que durante diez años le ha tenido subyugado 3 on su hechizo de vampiresa, que diríamos nosotros Pero Sibilia no está allí. Lora de miedo, previendo terribles venganzas ante la inminente subida al trono de su hijastro don Juan, al que ella ha perseguido ferozmente, y axaltada su ambición en este supremo desplomarse de todas sus grandezas, Sibilia recorre, como un i urraca furiosa, las habitado lies de palacio, escondiendo ropas y joyas, propias y ajenas, en sus amplios baúles. Y en el temeroso ulular de la noche decembrina, azotada por el viento gélido de los horizontes nevados y arrastrada por todos loe venenosos huracanes i Id odio y del despecho, la joven reina, con su hermano Bernardo y otros servidores, huye, como una roja ráfaga de tragedia, a uña de caballo, sin volver su cabeza de bella pitonisa hacia el palacio en que agoniza su esmirriado y terrible espeso. Nunca se viö en Elda tanto esplendor. santo lujo y magnificencia como en los meses de Enero y Febrero de los años 1385 a 1387. En esos años y durante esos meses, nuestro alcázar se convertía ea residencia regia; y bajo sus altos artesonados se cobijaba, en un espléndido floreo de fiestas palacie gas, la curte aragonesa, que era por entonces la más suntuosa de toda Europa, gracias al celo protocolario de aquel rey pequeño de estatura tanto como grande de infernales rencores, que se llamó Pedro IV el Ceremonioso. Su esposa, Sibilia de Fortia, amaba nuestra dulce y florida tierra eldense y encontraba en el idílico valle del Vinalapó la paz y el sosiego tan necesarios a su espíritu turbulento. Cuando por vez primera, viniendo desde Sax, se hundieron sus ojos profundos en la tierna policromía de nuestro valle, al contemplarlo desde lo alto de la Torreta, surgió en la reina Si bilia un fuerte deseo de hundirse, corno una mariposa de luz, en la floresta prodigiosa. Todo el negro peso de odios y brujerías que llevaba en su alma de reina analfabeta y de madrastra rencoro sa, se dulcificó en la calma sedaticia de nuestro paisaje. Así 1116 que poco depués las manos sabias de los alarifes moriscos de Elda levantaban para ella, para recreo de la reina caprichosa, junto al arrullo fugitivo del Vinalapó, el magnífico alcázar que durante cinco siglos había de ser una de las más ricas joyas arquitectónicas del Levante español. Venía la reina Sibilia sobre una mula blanca, dando a las brisas maña neras el ancho brial de seda color esmeralda. Junto a ella, sobre sendas mulas ampurdanesas, dos monjas de Sijena, con velos de seda orlados de oro y con cinturones de perlas. Eran las dos monjas encargadas de acompañar e instruir a la joven reina que «no sabia letras,. Eran las únicas compañeras de la reina fortiana, que siempre fué odiada por las nobles damas aragonesas, por haber se introducido pecaminosamente en el corazón de Pedro IV, en vida de su anterior esposa, la muy amada reina Leonor. Precedía al cortejo una compañia de juglares, capitaneados por Pedro Calme, todos con vistosos mantos bordados de oro; mantos que antes habían lucido sobre los hombros de personas reales, y que los juglares solían recibir en premió a sus juglarlas. Y tras de la regia visitante, un cortejo nutrido y florido de caballeros y pajes. con aquellos ropones chapados de oro y pedre ría que poco después habían de hacer exclamar filosóficamente a Jorge Manrique aquellos •versos que todos los eldenses podríamos repetir con desgarrada melancolía; •.... los infantes de Aragón qué se fieieron? ¿Qué fu() de tanto galán? ¿Qué frió de tanta invención como trujeron? ¿Qué se fizo aquel trovar las músicas acordadas que traían? ¿Qué se fizo aquel dandar y aquellas ropas chapadas que traían?* Elda, la humilde villa de 300 casas a la vera del Vinalapó, dejaba su monótona vida campesina en aquellas semanas en que la reina Sibilia presti giaba con su presencia nuestro alcázar, y se convertía en una fiesta permanente; con las regias cacerías por nuestros montes; con la garrulería de los titereros en la plaza del Castillo, que Sibilia gustaba contemplar desde una ventana de sus habitaciones; con las danzas y ocurrencias de los juglares, regalados con aquel dorado vinillo de las uvas exprimidas para la mesa real por los albos pies de las monjitas de Santa Clara; con las Cortes de Amor en el salón regio del alcäzar, donde acudían, convocados por el Marqués de Villena, los mejores trovadores valencianös, y con el esplendor soberano de aquella joven reina, majestuosa y fría, sibilina y soberbia, que imponía la moda y los caprichos a todas las cortes europeas. Pero volvamos al 29 de Diciembre de 1387. LA reina, fugitiva como una bruja exorcizada, ha sido capturada por sus hijastros. Los que la acompafia ban son decapitados o encerrados como alimañas en jaulas de hierro. A ella la desposeen de todos sus bienes, que pasan a manos de su nuera y enemiga, la dulce Violante de liar, quien también vivió después en el alcázar de Elda y de la que nos ocuparemos en otra ocasión. Sibilia de Fortiä, despreciada y aborrecida más que olvidada, apura su cáliz en una triste prisión familiar. Luego se acoge, como tantas otras damas reales, al piadoso refugio del convento de franciscanos en liareetona, y allí ve cómo, uno tras otro, van subiendo al trono sus hijastros. a los que ella persi guiera con refinamiento de madrastra sin escrúpulos. ¡Con qué triste nostalgia evocaría entonces, destronada y aborrecida, aquellos meses de libertad florida y de rústicas adulaciones que vivió en su Castillo de Elda, frente a la mole soberbia y familiar de nuestro Bolón! Poco a poco el tiempo fué borrando todas las heridas, mitigando todos los rencores, vertiendo polvo de olvido sobre la borrascosa memoria de Sibilia. Pero su fama de bruja, aquel su afán de construir estatuillas de cera y hacerlas fundir lentamente, para que al unísono se deshicieran las vidas de las personas odiadas, aquel maleficio que et pueblo atribuyó siempre a las hermosas piedras que enjoyaron un día sus manos marfilinas, aquella fama de vampiresa que tuvo siempre entre sus súbditos, la acompañó hasta su muerte, ocurrida en Barcelona el 25 de Noviembre de 1406. En el museo de la capital catalana hay un bello sepulcro de mármol, donde duerme, fría corno las piedras preciosas que fueron la pasión de su vida, aque lla reina hermosísima y tenebrosa, que durante sus anuales temporadas en Elda calmó sus inquietudes oscuras en las castálidas aguas de nuestro valle virgiliano En Elda no hay un solo recuerdo para la reina fastuosa. ;Con qué íntimo alborozo nos gustaría ver siquiera rotulada una de nuestras calles con el nombre de Sibilia de Fortiá la reina que amó a Elda y la magnificó con el regio florón arquitectónico de su alcázar! 4. • 1 Alié hombre de Elda no guarda en el rincón mas amable de su memoria el recuerdo de una bata de percal, que sobre unos hombros núbiles fué bandetin de enpnche de juveniles emocio nes en una bendita tarde de monas?... LA BATA DE MONAS por J. Madrona Tarde dorada de Abril; canciones, gritos, carreras. Impacientando a la tarde temblorosa de promesas, rarren hacia el Santo Negro, locas de Abril, las obreras. Sombreritos de papel, leves pañuelos de seda; carmín barato en los labios, percal en la linea esbelta, y en los pies las revollosas zapatillas juglaresas Y en la boca una canción, y en el pecho ¡una caldera! Atropellado rosario de ambulan/es primaveras, que von tiraudo a los vientos manojos de ansias secretas. ¡Delirio de juventud! • ¡Tarde de monas en Elda! enbriendo castas alburas satinadas de inoc e ncia, clara como Abril rosado, como ligera y fresca, la bula de Monas luce su orgullo de clase media, y redora. en las muchachas sus sueños de cenicientas, y encandila ojos ansiosos, que a un mundo de luz despiertan. ¡Ay, leve bata de monas! ¡Ay, clara bala mareo a! ¡Cuanto almendro en flor desfila, por las calles en sorpresa! ¡Bala de monas, capricho de las muchachas de Elda! Tras el tronco gris de un pino, ébrio de triunfos acecha —al filo del Santo Negro— el niñito de la venda; y al revuelo de la clara y airosa bula morena, que levemenle levantan gayas brisas indiscretas, rizan el cielo embrujado las mitológicas flechas. ¡Ay, leve bata de monas! ¡Muchachas en flor en Elda! Tiene el percal esas tardes más org alío que la eda. Que, moneando en. has locas y ardientes lardes mone ras, con su bala florecida, su juventud y su cesta, no envidia, una chica eldense a la más alta princesa. Uo dia de auras nupciales recordarán, él y ella, la alegre bata ,de.nzonas que aquella larde abrileña levantó en el Santo Negro la dorada polvareda que les cegó para siempre con deliciosa ceguera. ¡Ay, claras batas de monas, almendros locos en Elda! EI manuscrito E L D A de D. Lam6erto Amai por liberto ,Vavarro g Q uedaría incompleta la bio- I grafía de D. Larnberto Aniat 1 publicada en nuestro anterior cuaderno, de no seguirle un estudio sobre su úni ca obra, que basta por si sola para reputarle como el primer historiador de nuestra ciudad. En sus años mozos como adjunto de su padre, D. José Amat y Amat, que fué comandante de la Milicia Nacional de ésta Villa y Al- 1 calde; después corno secretario del defensor de los derechos de Elda desde Ayuntamiento, y posteriormente corno distintos cargos públicos, nunca retri buidos y frecuentemente costándole dinero de su bolsillo, tuvo D. Lamberto ocasión de ir recopilando preciosos datos, sepultos en los polvorientos l egajos de los archivos municipal y eclesiástico, todos ellos referentes a la evolución de la antigua IDELLA hasta sus días. Hasta que un día de Febrero de 1874 pudo escribir con su letra increíblemente correcta y uniforme, a lo largo de casi mil páginas, estas palabras: «Sr. 1). Gonzálo Sempere. Mi venera do párroco y respetable amigo: Nuestro mútuo deseo de consignar los antece dentes antiguos del amado pueblo en que nacimos y de la gloriosa Iglesia en 1 que fuimos bautizados, esta cumplido.. Y siguiendo este plan, desarrolla en la primera parte una serie de artículos muy interesantes y documentados, copiando legajos y actas conser vados en los citados archivos. La enunciación de sus capítulos me exime de alargarme mas de lo conveniente, y hela aquí: .Su antigüedad. - Su Histo ria. - Personajes de estirpe regia que han habitado el Alcázar y descripción de éste. - Los Srs. de Corella y de Coloma y el Hospital de los P. P. Francis canos. - El antiguo Hospital. - Ermitas. - La única Iglesia Parroquia] de Elda. - Cosas notables halladas en los Libros de la Iglesia. - Cementerios. - Obras realizadas en la Iglesia. - Copia de la escritura de establecimiento de ésta Iglesia en el año 1528. - Id. de una información judicial del 1655 proban do que fué nacido en ésta villa el Conde D. Antonio Coloma. - Plano de la iglesia.» Entre las cosas notables que encontró en su rebusca por archivos, no resisto al deseo de copiar estas actas de defunciones de 1576: (Día de año nuevo murió un hico del herrero que bive a la casa de Cayeux «A 4 de Abril murió un hico de ramon xtiano viejo enterróse en la En 1578: «A 8 de Agosto murió martin Alasla xtiano nuevo fue Enterra do con uno de los curas en el Simenterio de fuera.. estas de matrimonios: «a XXI de Agosto de MDLXXI el hijo de beata Ira con la hija de bentarif recibieron las bendiciones de la Santa Madre yglcsia por mi mosén p aVellán Cura». d580. —Primo martin Castellani refi con la sobrina de angela Sorroza.. En el primer libro dedica un crecido número de paginas a detallar minuciosamente todas las obras realizadas en la Iglesia desde que, arrancados los signos del Alcorán, fué, erigida en Iglesia parroquial, hasta sus días. A través de sus páginas, repletas de nombres de párrocos, de obispos, de maes tros de obras, de familias cuyo mayor entusiasmo, traducido en frecuentes óbolos, era para el esplendor de la iglesia, vemos crecer la pobre mezquita, ensancharse, absorber calles, hasta llegar a la magnífica fábrica del 1875, año ea que 1). Lamberto fecha sus apuntes. Cierra este primer libro un hermoso plano en vitela de la planta de la Iglesia. En la segunda parte, de 433 páginas y unos apéndices relativos a la cuestión de aguas, desarrolla estos capítulos: «Lo que fue el caserío de Elda en plena dominación árabe; lo que era desde su reconquista hasta la defini tiva expulsión de los moriscos, y lo que es en la actualidad. - La vall de Elda. - Producciones de la, huerta y secano de éste término. - Artefactos e indus trias. - El río Vinalapó - Vicisitudes del riego de la huerta de Elda. pantano. - Santa Bárbara, Marquesado de Noguera. - Término general de Elda y mancomunidad con Petrel y Salinas para el aprovechamiento de aguas, leñas y pastos. - A principios del siglo XVIII prestó Elda eminentes servicios a la casa de Borbón en la Guerra de Sucesión. - La Feria de Elda. - De los documentos del archivo municipal que por su estilo y antigüedad llaman la atención se copian dos. - Escritores públicos de Elda. - El porqué hemos escrito esto.» Todo en este libro es curioso para el amante de las cosas de su pueblo. Su primer capitulo, en que nos describe el ensanche del caserío amparado a la sombra de la fortaleza morisca, hasta llegar a su época. menciona calles des aparecidas tiempo ha, como el callejón del Curro, y la del Aire; indicando nombres areaicos como la de Dueñas (Colón) y Pistola (Ramón y Cajal)... En el capitulo titulado , Artefactos e industrias , resulta curioso el contraste con la actual industria del Calzado, ya que detalla meticulosamente los molinos de papel, de aceite y harina, los martinetes de majar esparto —inventados o re formados por un tal Juan José, natural de esta villa, según describe el geógrafo Cabanilles— y por último la industria del esparto, primerísima en aquella época. En un .extenso capitulo que abarca desde la pagina 39 hasta la 308 se historia la lucha, sorda y angustiosa, de los agricultores eldenses contra la Naturaleza, que. dotándoles de un magnífico vergel y una tierra ubérrima, les negaba el agua precisa para que no se agostaran Mis cosechas ni se secaran sus campos. Y no sólo contra la naturaleza, sino contra los vecinos puebIns, que al usar, muchas veces contra mejor derecho de Elda, las aguas, no dejaban que éstas llegaran a las sedientas tierras. Hay cuadros verdaderamente impresionantes, corno aquel, causado por la orden de desecar los terrenos de la Laguna de Villana, cuyas aguas saladas y bituminosas fueron simplemente arrojadas al carlee general de riego. He aquí sus palabras: encuno las operaciones de saneamiento en más de 22.000 tahullas que • . 11•111ILIM le O! I& 1211 :I desgraciados pueblos más de doce míos, dejándoles enteramente arruinados y sumidos en la desgarradora indigencia. El desastre fué terrible y horroroso; ni un año resiStieron las vides; todas, absolutamente todas, se secaron; los olivos, árboles más resistentes, languidecieron, y en doce años sólo en uno, el 29, en fuerza de las abundantes nieves y excesivos fríos, dieron cosecha; los frutales la mayor parte murieron; la excelente tierra, que producía por tahulla 2 y 2 y me . dio . cahiees-de trigo y 2 de panizo anualmente, perdió todas sus ricas . sustancias para producir; el magnífico panorama que ofrecía esta huerta se vió convertido en un triste y despreciable erial. Los mayores propietarios se vieron reducidos a la más angustiosa situación; los pequeeos medianos tuvieron la pena de enajenar, éstos parte y aquellos toda o cuasi toda su propiedad.... Esta q ué tina de tantas calamidades que a la larga condujeron a que el pueblo eldense. volviera la . espalda a la tierra y larga en la industria la seguridad de pan y trabajo que-no encontraba. Otra de las sorpresas que depara este manuscrito, es la extraordinaria afirmación, inaudita para casi todos los habitantes de Elda Petrel y Santa Bárbara, de que en este último caserío estaba erigido nada .menos que ¡un Iklarquesado!... Sí, la Ermita de Santa Bárbara es el núcleo, el territorio donde radica el Marquesado de Noguera, cuya creación no hemos podido ni D. Lamberto ni yo dilucidar. Tan sólo puedo indicar que recientemente fué cursada la solici tud de rehabilitación de este título firmada por una seflora. Dice el Manuscrito sobre este Marquesado:. .Ntiestro humilde parecer es que la erección de este Estado en Sta. Bárbara, de ningún rendimiento, sólo tuvo per objeto dejar su jurisdicción a cargo del Gobernador. Bayle general del Condado, a fin de que ni Elda ni Petrel la tuviesen en él. por ei contra rse en el mismo enclavado el nachniento del agua potable de Elda y evitar las cuestiones que son consiguientes en el uso y aprovechamiento de las aguas Sin embargo, la jurisdicción eclesiástica sobre la Ermita de Sta.. Bárbara la conservó ei Cura de Elda, y así consta en varias visitas giradas por los Srs. Obispos...» Cierran el libro dos biografías, precisas, detalladas y sentidas de D. Juan Setnpere y Guarinos y D. Juan Rico y Amat, ambos parientes, lejano el primero y cercano el segundo, de D. 1.amberto. Inserta entre las paginas 402 y 403 un grabado . de Rico y Amat, con firma rubricada, al parecer autógrafa. De esta obra única, de este tesoro de la historia de nuestro pueblo. parece que noqueda más que un ejemplar, bellamente encuadernado y que fié propiedad del sacerd ote 1). Gonzalo Sempere y Juan, como se demuestra en la dedicatoria y en las iníciales de los lomos. Una ves más lamentamos la carencia en nuestro pueblo de una Bibliote (-a. y HeMerote:a Municipal, que tome a su cargo, con garantía de respeto y conservación, la custodia de ejemplares valiosos para el investigador de los ocultos orígenes y posterior desenvolvimiento de nuestra ciudad. En manos cuidadosas y amantes están hoy estos manuscritos, y no es de temer por el presente su pérdida; pero también estaban en manos solícitas las otras copias conocidas, y desgraciadamente no queda ninguna. Creo debiera estudiarse con tiempo la conservación y seguridad de estos libros, para honra de su autor y del pueblo al que tanto amó. D. FLORENTINO LOPEZ PEREZ Si DAHELLOS tuviera un corazón, el corazón de DAHELLOS seria esta cálida página, que hoy se honra, gozosa y emocionada, con esta loto del primero de nues tros suscriptores Gratitud, limpiamente, se llama esta figura Don Florentino López Pépez, nuestro amigo núme ro uno, es algo muy entrahado para los que tanta ilusión hemos puesto r , r1 este desin l eresaclo empei r io por el auge cultural de nuestra Elda. No sabernos manejar el i,censario; pero tampoco queremos silenciar la luerte corriente de simpatía que su gesto caballeresco ha despertado en nosotros Que en su honor enciendan luminarias las nueve musas inmortales! pohellos La cesta de —Hay que-espabilarse, chicas, que lo que es en estas Pascuas no hace la prima mi menda, llevando la cesta en palmas, para ver si alguno pica con arrullos de moscarda. El galán que (1 mi me ronde será por mi guapa cara, por mi cuerpito gitano, por el garbo de mi falda, y por estos dos ojazos como faroles de un «haiga. Y asá cuando venga y diga ( ¡Qué sobrosa estás, so guapa!, seré yo más que Ia cesta la que se sienta halagada; .más que la mona rumbosa, seré yo la requebrada. la mona Porque hay que ver qué bandidos son los chicos en las Pascuas. Oliendo como sabuesos se acercan a las muchachas, y es más guapa la que lleva la cesta más abultada. Pues conmigo dan en hue que mi tortilliea de habas, mi •fritaica• y mi mona no serán para la panza de cualquier fresco que luego me deje a 4la mona e pascua Revienta el Arenal de juegos locos .. —¿Llevas algo pa mi en tu cesta, guapa? --; Qué suerte tienes, hijo, que poniendo las monas en la cesta, en ti pensaba! El Duencle del Illonatdil LA QUILLA DE TU FRENTE Para n L a Marinera en tu frente, se ha dormido la luna; su sueño lo vigilan con celos orientales dos ojos talmendrinos, genízaros leales,. que a lumbraradas matan toda idea importuna Y dos ondas geme l as de cabe/los lastrados. que se yerguen en ritmo de gracia siempre ndeva, finge In quilla esbelta de una 1702.P que lleva contrabando de sneilos por mares ignorados. ¡Ay, fu barca. lunada, sencilla y altanera, quilla serena y firme que el cenit enarbolas en flamante penacho de luz, cual si quisiera brotar en un milagro de bien peinadas olas el inquieto abanico de una arara palmero. ¡Quilla de nardo henchida de una blanca quimera bogando en anchos mares de ensoñación, a solas! J. .1( INDIFERENCIA Te he esperado tantos años, tanto tiempo, tanto, tanto, que mi alma está cansada de esperar; y hoy, que llegas. hoy, que vienes a ofrendarme tus caricias, tus suspiros y tus besos, no hay en mí una sola fibra que responda o se conmueva a tu llamar. En mis noches solitarias, enervantes, abisnta/es, te he esperado hora tras hora, en un lento, infeliz desesperar. Te he llamado en mis delirios, en mis sueños torturant es, sin poderle nunca hallar. Y hoy, que llegas. hoy, que. vienes a ofrendarme tus caricias, tus suspiros y tus besos, no hay en mi una sala fibra que responda a tu llamar. ¡Te he esperado tanto tiempo...! Eduardo Oras , NOSTALGIA Aquel adiós henchido de esperanzas que optimista selló la despedida, no bien se separaron nuestras vidas convirtibse en amarga remembranza. Ni las la anguilas horas de bonanza, ni del ciclón la busca acometida, consiguen inmultar mi alma, sumida en grave y melancólica añoranza. ¡(!uetritas veces en puertos ignorados, en alas de un amargo y vano empeño, inconsciente y confuso le he buscado! Vencido, volveré por halagüeños senderos que condUcennie a tu lado, en las doradas cumbres de mis sueños. A. Afotol INRI No fue, Jesús, de espinas la corona que tu frente ciñó. No eran espinas las que hirieron tus sienes marfiliruzs, coronando de oprobio tu persona. El alma que desm.aya y le abandona cuando, solo, a la muerte te ene anzinas; la boca que a las manos asesinas te entrega y con un. beso te traiciona; los labios que tres veres te han negado... Esas son las espinas, esas son que hasta el fondo tu carne han desgarrado. Yo también me he sumado a la traición... Yo también, pecador, te he coronado... • Mea culpa, Señor. ¡Perdón, perdón! tiroq BiBLIOTVI A PüBLICk IfliNIGIPL ELDA (Ahcanle) LA PIEDRA EN EL AGUA La noticia cundió como el consabido reguero de pólvora ese. Fué como la consabida piedra que se arroja al tranquilo estanque y que, por un momen to, agita sus aguas tersas en círculos concéntricos, que van a estrellarse en las márgenes cesposas. Así, la noticia fue agrandándose en ondas, que competían en loca carrera con las que, levantadas por las seculares campanas, iban a estrellarse en los bardos fronterizos de pintorescas montañas. En el valle que forman éstas se halla Villacasi, lugar donde acaece lo que sigue. La vida en Villacasi. no sobresalía precisamente por ser agitada, ni mu cho menos divertida. La monotonía flotaba en el ambiente como una densa niebla. Escasos accidentes rompían la quietud provinciana, qüe parecía haberse posado indefinidamente sobre personas y cosas. Todos los días amanecían iguales para los villacasianos; siempre las mismas faenas, todo era ya sabido, trillado; nunca, nunca acarició lo inesperado la reluciente calva de Don A madeo, que, durante cuarenta años, abría todas las mañanas su-establecimiento de • Merceria, Paquetería y Similares», ni la dorada melena de Punta, i soñadora mecanógrafa de novela, que rompía sus uñas al servicio del Ayuntamiento. La carretela de Villacasi; he aquí el único lugar inquieto, el único lugar donde quedaba rota la monotonía del pueblo por los raudos coches que lo atravesaban, y que most:aban a los indígenas un mundo envidiable, un mundo emocionante, que cruzaba veloz, despectivamente. Como en todos los pueblos, la carretera condensaba lo más sobresa liente de la vida local. A ella acudían los lugareños en las tardes soleadas de los días festivos, a desgranar el rosario de su aburrimiento peripatético; ellas, las elegantes, con sus vestidos inevitablemente rojos, aderezados C011 los fulgores de teatral pedrería; y ellos, los elegantes. —alto tupé y calcetines amarillos— a dejarse deslumbrar por el brillo de sonrisas, miradas y chatarra, en un juego sin emoción, cuyas soluciones estaban resueltas largo tiempo ya. Pero en medio de este tedio abrumador, los villacasianos tenían su válvula de escape Era un vicio, una pasión que les atenazaba. Su vicio era la gran cátedra de nuestro siglo donde se educa la masa: el cine. Ff • te opio se había ido apoderando de los villacasianos hasta sunirles en un estado de estupidez contagiosa. Unas veces se manifestaba en forma de desgarrados alaridos que pululaban por las calles destrozando tímpanos y trompas de Eustaquio; esto era cuando en el cine local • daba n• algún film de Tarzán. Otras eran atacados por una manía paranoica de estropear fachadas con descomunales zetas, emulando las glorias del -Zorro; había Apocas en que Villacasi parecía una sucursal de Méjico; y no hablemos de la nefasta influen cia que las «vampiresas» ejercían sobre alguna que otra despistada chica. • • Por eso, la noticia fué como la piedra ya mentada. Botó por calles, plazas, tejados, hasta introducirse en lavaderos, tahonas, cocinas y reuniones. Nada menos y nada más. que la architalTIOSR y mundialmente conocida María Smith había arribado a Villacasi. Por fin se había detenido en el lugar unos de esos maravillosos automóviles que tanta admiración despertaban a su paso, aunque la detención se hubiese debido a un accidente. Por primera vez en la historia local un personaje divinizado como ídolo por la mentecatez reinante rompió la tradición, al parar su automóvil en el punto mas céntrico del pueblo. * * * Ante las puertas de la fonda, se fueron formando grupos de curiosos en cuyos ojos bailoteaba la admiración y la incredulidad. Pero allí mismo estaba la prueba, en forma de lujosísimo automóvil, al que se notaban, más que visibles, los desperfectos. Por fortuna el accidente carecía de importancia, pues salvo algunos arañazos en los brazos y magullamiento general del cuerpo de la estrella, no hubo que lamentar más que la pérdida de un ojo y fractura de la caja encefálica de dos de sus acompañantes. Pero la noticia seguía cumpliendo su cometido de esparcirse por todos los recovecos y rincones del pueblo. Todos comentaban apasionadamente el gran acontecimiento. A pesar de tener varias pruebas de ello, les parecía imposible que la heroina de tantas y tantas películas estuviese a unos, metros de ellos en carne y hueso. El guirigay era tremendo; salieron a relucir distin tas escenas de películas interpretadas por ella. Se enumeraban, una a una; y uno a uno todos su maridos; y cuando algún feliz villacasiano recordaba algún título o nombre olvidado, la satisfacción le inundaba al comunicarlo atrope lladamente por temor a algún adelantado. Seguía incrementändose la multitud, que prensada y ocupando una mínima cantidad de espacio vital, tenía invadida la calle. Era como u» mar con oleaje de cabezas y rumor de voces. Era un bloque compacto, amasado, como un pavimento de ladrillos huecos, Era un poso donde se hablan sedimentado la estulticia y el cretinismo. De pronto aquella masa comenzó a tomar vida inquieta; aumentó el rumor de las voces hasta convertirse en un infernal tronar: * vine salga!, lque salga!.. Al cabo de cuatro horas consecutivas de esta guisa, cuando las voces parecían graznidos de pato y las gargantas resecas amenazaban rom perse como el cristal, se tuvo la merecida recompensa La *estrella» se dignó asomarse por un balcón del segundo piso y agitar la mano en señal de saludo. Ver esto y entrarles a todos un ataque de «delirium tremens, fué todo uno. En el paroxismo de la felicidad, las pupilas se dilataban;-las mandíbulas temblorosas dejaban abrir bocas que chorreaban babas; un extraño temblor de piernas y brazos les impelía; el que tenía la dicha de tener más espacio, se retorcía por el suelo preso de sacudidas epilépticas y risas histéricas, escapadas alocadamente, demostrando todo ello el morboso placer que sentían los villacasianos. Pero, a Dios gracias, esto duró sólo unos minutos, ya que la estrella hizo mutis tras las cortinas del balcón ante el cariz que tomaban los aconteci* mientos. e e Empezaba a anochecer. Una ligera pero persistente lluvia calaba lentamente a los villacasianos, que, impertérritos, se mantenían firmes en su puesto. De pronto, se sintió un nuevo movimiento progresivo de la masa. Un auto, el que en el pueblo servía para alquilar en las bodas y para llevar a los escasos viajeros a la estación de ferrocarril, intentaba abrirse paso. Su dueño, Silvestre, sonreía con toda su boca; tal era su dicha y contento en aquellos instantes. Se pavoneaba, engreido, ante el volante de su viejo Ford, atormen, tando a una vieja bocina con anginas, y abriendo brecha en la masa con ayuda de lg inedia di:1001 g de municipales del pueblo. La *estrella, habla decidido continuar su viaje basta la ciudad en tren, por lo que se requerían los servi tios de Silvestre hasta la estación férrea. Tras improbos esfuerzos, logró el auto llegar a la puerta de la fonda. En ella apareció, resplandeciente, la (estrella acompañada de . su doncella, resueltas ambas a llegar vivas o muertas al auto de Silvestre. No hay pluma capaz de describir este momento. A Dante, Hornero ý Milton, acostumbrados a tratar a las masas quisiera verles en mi lugar. Era un océanoembravecido y tempestuoso, con tifones, trombas, remolinos y corrientes internas. La .estrella», sin haber tocado el suelo, fué lanzada violentamente, revuelta entre los municipales, al interior del coche, no sin antes perder en la refriega lo s . botones del vestido, una media y tres pesetas en calderilla que siempre llevaba por si acaso. Dos horas tardó en salir el auto con la ayuda de los municipales, que quedaron tirarlos en las afueras del pueblo como piltrafas, derrengados, molidos, deshechos.. Ya en camino libre, empezó a formarse en el rudimentario cerebro de Silvestre un movimiento de ideas. Se sentía culpable; era él el que arrebataba el ídolo al pueblo, a su pueblo. Escuchaba todavía en sus oidos los ecos desgarrados de las voces de sus paisanos: .¡No te la lleves! ¡No te la lleves!» Y las lagrimas corrían por sus mejillas. Le considerarían responsable de borrar de Villacasi días de gloria. La idea se hizo firme en Silvestre; ya sabía lo que tenía que hacer; aunque le repugnaba llevarlo a la práctica, interiormente se alegra ba,.pues su nombre se haría famoso y saldría en las primeras planas de todos los periódi COA del mundo. No lo pensó más; y con un gesto que recordaba al de aquel helénico que quemó una de las maravillas del mundo para que su nombre pa sara a la posteridad, dió un brusco giro al vehículo, que fué a despeñarse en un precipicio de cuarenta metros. * * * Villaeasi vivía unos momentos jamás conocidos en su historia. Todos los corresponsales de la prensa nacional y extranjera, se habían trasladado allí para seguir el curso de la poca vida de María Smith Esta agonizaba en el pe queño hospital de la localidad, entre los fogonazos de magnesio y la euforia de los villacasianos, que holgazaneaban endomingados, como en los días de fiesta. • • María Stnith, sintiendo llegar su hora postrera, pidió un sacerdote, cosa que nunca comprendieron en Villacasi. Después que Dóit Cosme,.el cura, salía del hospital, muy satisfecho por la gran cantidad de pecados cosechados, volaba el alma de María hacia lo desconocido. Los periódicos centuplicaron sus crónicas y las cámaras llevaban a las pantallas de todo el mundo el gran acontecimiento del día, con pálidas imáge nes de villacasianos haciendo esfuerzos por ser Captados por el ojo mágico del cine. Muchos años después, cuando la relativa gloria de María Smith había sido condenada al olvido del mundo, en Villacasi aún se mantenían vivas aquellas jornadas de acendrado entusiasmo y emoción Montañas de periódicos eran guardados cuidadosamente y enseñados a nuevas generaciones, que abrían desmesuradamente los ojos. c9mo maravillándose de que tanta gloria, fama y popularidad fuera posible hubiese gozado en lejano día Villacasi. 1-le aquí un tierno paisaje, justo escdo. nario para la más idílica novela pastoril. Naturaleza sensitiva junio a la magia evocadora de unas ruinas venerables y bajo el gesto amable y familiar del abuelo Bolón. 11 1 esto, y sólo esto, fué el ambiente secular de Eldal No diremos con el poeta aquello de que cualquiera tiempo pasado fui mejor; pero j es tan grato evocar aquella calma sedaticia en la que libaron su inspiración tantos ingenios eldensesl , 2. J1içt ¡MI VIEJA ELDA! Estaba amoscada; el día me había sido ingrato, aunque previsor. De todas formas, sentía necesidad de hallar algo que me confortara; algún elixir o leni tivo que sirviese de sedante a mi con tristado corazón. Me marcho a la calle, sin rumbo fijo. Me detengo ante algún escaparate, hago alguna pequeña com pra; voy al Ayuntamiento al objeto de informarme sobre datos de la historia de Elda; y. al salir de éste, súbitamente, me asalta la idea de explorar yo misma las pinas calle)as de la vieja villa. Me dirijo a la Plaza de Arriba, desde le que empiezo la ascensión a la típica calle del Castillo. Mientras aseguro el cambio de mis pies, voy inspeccionan. do las fachadas de estas viejas edifica. eiones, a las puerps de las cuales veo sentada en rúst i lea silla baja, alguna que otra 4 vieje,cica), ya casi centenaria, que observo me miran con curiosidad. ¡Si ella s . supieran lo que por allí me lleva! ¡Si supieran que voy tras historia, del pueblo que ha casi un siglo las vil nacer, cómo se aprestarían a compla. eerme! Pero adivino que las pobreeitaa carecen de la ciencia que yo busco. Paso de la del Castillo a la de las Virtudes, internándome bajo el arco -7 ) Pe A act . 1, r 4Le 114-.31, _n que da entrada a la placeta Antes de atravesar éste, una conocida mujer que se halla sentada sobre el portal de una vecina casa, me grita al reconocerme; —Pero, ¿adónde va? Yo, sin detenerme, porque el deseo de avizorar lo desconocido me precipi ta hacia aquellas pendientes, la saludo sonriente, y, con la naturalidad de uien va a entrar en su casa, le respon do a la vez que le sefiálo con la mano; ¡Arriba! Mla, entre extrailada e indulgente, me despide con sonrisa cariñosa. Yo, mientras paso los desaparecidos um hri . les de la histórica fortaleza, pienso; Sea gentes de la auténtica Elda; Doblo hacía la izquierda; subo una pendiente al margen de la cual se ha llan empotradas unas enanas casas-cue vas y me encuentro frente a las ruinas, que sólo de lejos habla visto, de lo que un día fué . alcázar de Elda. Ansiosa de explorarlo todo, avanzo a la derecha y llama mi atención una tosca puertecita recubierta por completo do latas y sujeta con gruesos alambres para que no la abran. Mi curiosidad me incita a querer saber lo que se verá tras ella, y, resuelta, meto los dedos y, haciendo hueco, miro por su rendija. Observo algo así como un oscuro abismo, que me recuerda la historia o leyenda de una mina subterránea desde allí a la calle Nueva. Miro en dirección horizon tal, sobre los tejados, y mi vista tropieza con nuestro hermoso templo, que, erguido, alza sus simétricas torres y su cúpula sobre los tejados que filialmente se agrupan a su alrededor. Es la hora del crepúsculo vesperti no, y llegan hasta mí, no sólo las voces de bronce que invitan al Angelus, sino también la . de monaguillos y campane ro que, estando a una altura semejante a la mla, me llegan bien perceptibles, Por su eco traduzco en ellos un estado de inocente felicidad; y contemplando el hermoso panorama, medito que en verdad no hay sensación más grande de celestial dicha que elevarnos mucho. Mas, como dijo alguien, t no para mirar (Sigue en la página 349 ica el n 80 na, .ia id. :ne ‚ja 7i6 Ja . ;as as co üains Oruñeweld ..CALVAR(0 Semana Janla Ç(t2flie En Elda, por sus singulares características de población, la Semana Santa tiene gran semejanza con lo q u e debió ser en Jerusalén, hace 19 siglos, el drama tremendo del Calvario. La Pascua había congregado a una turba forastera y abigarrada, que, sólo casualmente, iban a presenciar, y como un espectáculo más, las sublimes epigonias de la Redención. Por las calles angostas pasaba Jesús —temblor de cielos estremecidos, en sus ojos indulgentes; cárdenas suavidades de perdón en la flor fecunda de sus labios—. Y curiosa, solamente curiosa, con la estólida frivolidad de todos los populachos, se agolpaba en las bocacalles la dispar masa humana. Calles viejas de Elda. Jesús pasa derramando bondades y consuelos, pobre entre los pobres, por nuestras retorcidas calles, empapadas de religio sidad ancestral. Telas humildes desbordan en los balcones doloridos de sombras, en un sincero anhelo de enjugar, como la santa Verónica, la sanguinolenta faz divina del Redentor. y hay diamantes de piedad en muchos ojos conmovidos. Pero el desfile religioso aboca pronto a la mundana y frívola Calle Nueva. El encanto popular y entrafiable de la procesión &dense se torna ostentación y pose calculada y fria. Ampulosa y fatua exhibición de lujos femeninos; escándalo de sonrisas banales en el augusto cáliz de la noche re dentora; frívola expectación de una multitud desarraigada, cuyos ojos farisai cos no saben humedecerse ante el Divino Mártir Nazareno, y cuyos labios inexpresivos parecen prontos a repetir el «crucifige, crucifige mime; sacrilegio impúdico de disparos de magnesio, que repiten cien veces el beso de judas en las pálidas mejillas de Jesús... Como en Jerusalén, la turba se agolpa, atrozmente frívola y mundana, para presenciar el sacro desfile. Como en Jerusalén, sería difícil hallar un piadoso Cirineo. Los ojos del Nazareno ya no son suaves y paternales, Son como de acero. Aterroriza mirarlos a la luz blasfema del magnesio. Parece que Cristo quiere soltar la cruz y coger el látigo con que un día fustigó en el templo a la turba de mercaderes venales y de fariseos hipócritas.... Pero delante de El camina, descalza, una pobre mujer, esparciendo, como un tarro de mirra, la dulzura de su sencillo corazón creyente. Jesús la mira, divinamente compadecido... Y sigue con su cruz, hasta el calvario de todas las ingratitudes, donde quedarán sus brazos abiertos, ávidamente abiertos, con la inmensa amplitud de sus generosidades infinitas. Por las calles de Elda seguirá Barrabás recibiendo la enhorabuena del populacho gesticulante. ¿Dónde están? ¿Qué encontrados pensamientos crepitan en tu alma pura? ¿Qué tropel de sentimientos? ¿Qué inacabables tormentos la fé que te tengo apuran? g Eres —pues, al fin, mu , jer coqueta y envanecida? dO acaso al verte perdid» rindiéndote a mi querer me quieres también perder? ¡Qué abismo de desamor! ¡Qué tormentoso amargor en nuestro encendido afán! ¿Dónde están tu fe, tu amor, tu cariño...? ¿Dónde están? Teudüro 0T P ,51`, T n V i .v V • ,re 2119 1 ;,11111 tLe e le e !let , h4. prr Mren uni Cataldn Os hablare de Vergelinct. Desde el lugar en queme hallo se ofrece una bella persputiva del valle vergelinense. Me agrada subir a Petrel, porque desdP la vieja ermita del santo guerrero, se perfilo Verge fina, su huerto, elie razerím: Es de ver cómo es/os petrelenses cubren de v ,, rde las ondas en que es conducido el santo a su morada. Volvamos u Vergelina; aguardemos otra ocasión. para dedica,. unas cuartillas al anfiteatro petrelense que nos permite gozar ele la hermosa vista del ralle. Por esto solo estaríamos agradecidos a Petrel, si no existiesen otras causas • • * El río, a cuya orilla se encuentra Vergelina, trae siempre unos escurrir», bree de aguo. Cuando llueve en las montañas y el río acrece su caudal, es un acontecimiento para esta sencilla gente. Abandonan su trabajo y acuden en tropel a ser testigos de la riada. Si algún vergelinense no puede desplazarse a la orilla del encrespado río, pregunta a los que lo han hecho los pormenores necesarios para crear en su mente la copia exacta de la avenida. —Tenemos el mejor río del país— me dice, enfático, el párroco de Verge tina, siempre que surge la conversación sobre este asunto. A mis puyas responde con las suyas, y henos aquí ensartados en sabrosa polémica. Siempre terminamos llegando a un acuerdo. —Me horroriza esa clase de individuos que discuten por sentirlo común— afirma el buen párroco. —Y no se dejan. convencer— concluyo yo. Y este colofón provoca en él un golpe de risa que se prolonga bastan/e. Soy siempre el convencido en estas amistosas controversias. Buen tipo el curita. Desde hace algunos días, —junto con el maestro de escuela que a su vez fabrica los envases —son sus palabras-- para los que el doctor no puede salvar de la muerte— se encuentra muy orgulloso. Ha leido un artículo publicado en un diario madrileño y en este articulo ha visto insertada una palabra puramente vergelinense Y desde entonces cura y maestro me acosan continuamente. Desea el maestritlo que salpique mi prosa de voces locales. El sacerdote llega más lejos; me insta a escribir una leyenda en que, repletas como legajos de notario, ensarte todas las palabras indígenas de este lugar. Hoy ya tienen en qué apoyar sus deseos. Pese a cuan/os esfuerzos hago para convencerlos de que las tales voces, y más la empleada por el pu l cro estilista levantino, son co munes a toda la región, n.o logro que claudiquen ante mis razonamientos. Cura y maestro me han entonado hasta grabarlo en mi memoria un estri billo que en la lascua . de Resurrección cantan mozos y mozas al volver del campo en que celebran la resurrección del Señor: A id se hiñe; así se amasa; así se da la vuelta a la masa,. Para ellos esla cancioncilla aquí nació y tun sólo aquí se canta. Dudo que así sea. „, y !o :911 1,, y, 4 ,„,!;..11, 11 11 111e 1 1 111 i!.. n ! .1. ---- por Ecluu reo Oros 1,111 [1111.delLi,. Todos los años, cuando hierve la savia nueva en los pinares, entre almen dros floridos y fragancia de primavera, despierta de su largo sueño el Arenal. Se acerca su dia grande; tiene que acicalarse para él. Con un largo desperezo se saeude la somnolencia; arriba le mira un sol burlón, que le saluda como viejo amigo; una nubecilla extraviada huye a lo lejos en. el horizonte. El Arenal se peina con esmero sus arenas de oro rubio; se toca luego con su trozo de cielo azul más brillante y se perfuma con lodos los aromas que la Tierra exuberante exhala, Ya está listo; ya puede esperar confiado la llegada del Domingo de Pascua, del día del Arenal. Los montes vecinos le miran con secreta envidia; ellos no tienen su día... * * * El aire se es/remece de risas, de cantos, de gritos jubilosos; desde allá arriba, el Arenal semeja un confuso hormiguero negrean/e; la arena casi des aparece bajo la malita( humana. ¡Cómo goza el Arenal! A todos acoge con benevolencia y alegría; él sabe bien. sus obligaciones de huésped; él scim que toda esta multitud viene a celebrar su día, a pasarlo con él, y sabe corresponder con delicadeza y agrado u sus visitantes. Cuando las luces se van difuminando, la muchedumbre inicia su retira da; un reguero interminable de gente une el Arenal con el pueblo; ahora si que la semejanza con el hormiguero es complela. Los últimos cantos se han alejado hasta perderse en el crepúsculo; el silen cio vuelve a adueñarse otra vez de aquellos lugares, de los que tuvo que huir ante la acometida de la turba bullidora y jovial. El Arenal ha quedado un poco trastornado; restos de papeles y meriendas ensucian su 4Intes limpia arena; ésta aparece hollada y removida profunda, mente. Mas equé importa? Fatigado y jadean/e, él contempla, el final de aquel magno día con una beatifica sonrisa en su rostro. lara él no pasa el tiempo: lodos los años esta fecha le encuera, a igualmente joven. Por fin, dando un último adios, el Arenal se dispone a descansar. Saca su blanco gorro de dormir, hecho con luz de /una, y se arropa con el manto de la oscuridad. Empieza a soplar un ligero vientecillo que empuja juguelonamente los papeles esparcidos aquí y allá... * * * Mañana, y pasado mañana, y los días siguientes, el Arenal contará una y otra vez a sus vecinos las aventuras y delicias del Domingo de Pascua. Y ellos, los pardos montecillos y las humildes colinas, le escucharan asombrados, y gira ve; el gusano de la envidia volverá a cosquillear en me almas de tierra.,. LA RONDA por Santiago Sierran En los tiempos de Mari . Caslaña, cuando las cosas eran seres con habla y los Más inverosí. miles sucesos acaecían, ocurrió queuria jovencita de gran belleza e incontables virtudes, era cortejada por muchos y poderosos varones, que estaban dispuestos a entregar 8u valiosa. existencia en aras de la prenda amada. De entre ellos, se distinguían tres, que eran a. cual más varonil, más gallardo y altanero. Constantemente se sucedían trifulcas terribles en las proximidades de la. humilde barraca huer lana donde habitaba la singular doncella. Pero una vez, y cuando ya se encontraba en edad de contraer matrimonio. fue tanta y tan grande la pelea que los tres osarios caballeros armaron, que el padre de la sin igual dama, alarmado y orgulloso u la vez, les llamó al orden 044 y les dijo: —Mi hija, caballeros, se casará con. aquel que reuna las cualidades que ella tiene en su crisálida de oro. Ni es orgullosa ni altiva. Es sencilla, humilde y bondadosa., cariñosa y enamorada; ,pero no por eso es menos exigente que cualquier otra doncella más poderosa y más bella. De forma que si alguno de los presentes se cree con las suficientes cualidades para enamorarla, que demuestre ser el que ella desea. Quedaron los caballeros bastante contrariados, pero uno propuso a los otros dos lo siguiente: — Razón tiene el anciano padre de nuestra bella criatura; y por lo tanto os propongo que de hoy en diez días que es el mes de Agosto, nos reunamos allä cerca de las Cabañuelas y solicitemos la asistencia de la -dueña de nuestros suspiros, dándole a conocer nuestras cualidades más sobresalientes; y ella dirá CUG I es el afortunado elegido de su corazón.. Quedaron de acuerdo y se despidieron hasta el día primero de Agosto. • • * Pasaron los días y llegó el de la original contienda. Trabajo les cost4 convencer a su Dulcinea de que asistiese, pero ante las repetidas muestras de amor y bajo la influencia del padre, que le había prometido aconipañarla, accedió. Y allá partieron todos hacia las Cabañuelas para iniciar la conquista más preciada de lodos los tiempos. Llegados al lugar empezó a hablar el primero que dijo así: —Me ha tocado en suerte ser el primero que Os dirija la palabra, ÿ ha sin quizá el primero que os hable de amor. Con esto solamente debería estar satisfe cho; pero como no tengo quién me alabe en vuestra presencia, voy a ser yo mismo el que lo haga dándoos a conocer mi generosa condición.. Mi mayor placer es revestir los altos montes y las grandes praderas con inmensa capa. de blanca nieve. Me gusta inundar lo« campos con cristalinas aguas; acreciento los arroyos; ablando tierras áridas, y endulzo los inmensos salobres, dando vigores nue v os a las resecas campiñas, que me agradecen con sus verdores el favor que les vengo haciendo año Iras año. Pero necesito casarme, porque con una mujer fecunda daría vida a las inmensas planicies estériles. La dama dió un suspiro; pero, sin hacer comentario alguno, indicó al siguiente que hablara. —Mi amor es tan grande y tan, ardiente, que no quisiera encenderme más porque sería capaz de quemar cuanto a mi alrededor se encuentra. Yo llevo la alegría a todos los hogares. ¡Si viéseis las playas donde se divierten los hombres y mujei es, si viérais esas noches despejadas y serenas, cómo incito al amor a los dulces- enamorados; si vidrais a los niños alegrar con sus cantos la existencia de la humanidad entera ,. 1 ls tanto el derroche que hago de oro en polvo sobre la aterida humanidad, que los votos de agradecimiento me llegan en plegarias cantadas por el blondo trigo. Las cigarras no dejan de alabarme, y los pajarillos se encuentran tan contentos que no hacen más que volar y piar con la gracia de los mi.smos ángeles. La dama dió un nuevo suspiro pero sin hacer comentario alguno, indicó al siguiente que hablara. —Nací entre vientos y lluvias. Enf re frescas mañanas me crié, y frias noches me cobijaron bajo Mi palio de estrellas. Mi mayor ilusión ha sido siempre desmelenar a los juguetones árboles, limpiándoles de sus hojas. He preparado a la Humanidad para mayores rigores y he curado las quemaduras que ha pro ducido el sol durante anteriores épocas. Necesito casarme para alegrar mi existencia y la de la mujer que ,de acompañe, pues me gusta recogerme en el hogar. La dama did un tercer suspiro y dando por terminada la reunión, los citó para el siguiente día en su casa. —Aro saben cuánto me complace verles ante mi. No sé las virtudes que han encontrado en mi persona para amarme de tal manera. Sepan que sola mente me gusta cuidar de las flores y de los nidos de los pajarillos. Por algo mi madre nie bautizó con el nombre de Primavera. Y como he sido educada en este ambiente, nunca podré amoldarme a otra cosa que a vivir entre las abejas, de las que soy reina, y ente las perlas del rocío. Pues bien, Vd. se llama Otoño; y siento decirle que n.o ha tenido suerte esta vez; por lo que le ruego me perdo ne. Tampoco usted. señor Verano, ha sido afortunado, y lo siento. En fin, señor Invierno, dios de las nieves, si me creéis digna de ser vuestra esposa, yo os seguiré a todas parles. Procuraré desde ahora hacer menos fria vuestra exis tencia, y de esta manera las gentes dirán de vez en cuando: t¡Hace un día primaveral»! —Y yo —dijo el Verano— siempre os seguiré, linda Primavera, por si algún día pensáis dejar tan frío elemento. y yo —dijo el Otoño— seguiré al Verano, ya que no puedo pasar sin veras, y siguiéndole a él, por lo menos alguna vez, podré contemplaros con toda la pasión que siento. Y así sucedió. La Primavera siguió al Invierno, su legítimo esposo; detrás, fuer 9n ei Verano y el Otoño en pos de la dulce amada. * $ * Un papá elciense Hay que pensar algo, señor Don Silverio; hay que pensar algo, que esto está muy negro. Los pagos llegando, las letras venciendo, y ni un mal pedido ni para un remedio. ¿Quéhacemos.quéhacemos, señor Don Silverio? —Veamos, veamos: devuelves las letras de Sánchez y Pérez, y que las prorroguen quince o veinte meses. Le escribes a López y a Gómez y a Esteve... Le escribes a todos unas cartas largas; y a todos les dices las mismas palabras: los tiempos son malos, las ventas escasas, la. gente no compra, y luego, no paga. En fin. tú ya sabes como lo hemos hecho en rasos iguales. Y a los operarios, que esperen, que aguarden a cobrar los pnntos, a que esto se aclare,. que por unos meses no van a arruinarse. —g Estamos? —Estamos, señor Don. Silnerio. Haré lo que dice. Veremos, veremos... —¡ Ah! Se ine olvidaba: en esa remesa que has de . hacer mañana, le metes al Banco dos letras de «guagua, como tú ya sabes. Pues quiero mañana feriarle el abrigo de pieles a Encarna y a Mari la bici, y a pagar sin falta el mes del colegio de Sala y de Tana. No quiero que digan los que en todo paran que un tal fabricante como yo, que lanza treinta y tantos pares todas las semanas no mantiene el rango que pide su casa. El Duende dei Montistit g i bastado del hazakei.ta por Carola Gonzálvez «La tarde ha florecido con un crepúsculo violeta como la túnica del Nazareno..., Ríen ron risa bronca las matracas, parodiando los voces burlonas del populacho que esperaba a Jesús, con ese placer perverso de las almas envileci das, con eso bestial sed del sufrimiento ajeno. Penden otras, inertes, de las pequeñas manos cansadas de voltearlas. Grita, corre y salta /a chiquillería, presa de una inquietud que no comprenden. Como sujetos a poderosa atracción., vuelven apenas se alejan y siguen esperando con una vaga noción de por qué. Un lienzo del Greco semeja desde la acer a opuesta la visión del Nazareno, enmarcado por el amplio portal; y entre la vacilante penumbra y luz, luz y penumbra de los vacilantes faroles. Ansiosa y triste la mirada que contempla la inquieta expectación del infantil enjambre, parece anhelar el momento de recorrer calles y rostros con la fiebre de un eldense viajero que trajera el alma enferma de nostalgia. Ya la noche ha espesado su negrura. Se agitan. las sombras en los porta les y la emoción se abraza estrechamente al alma de los que presencian la salida. Giran locamente las matracas; corre la llama de cirio en cirio. . reflejo viene a figurar dos lágrimas en los ojos del Nazareno; dos lágrimas de Sangre. Vestida de vísperas, la calle Nueva le tiende sus largos brazos; se arremolina la gente en las aceras.. El va pasando; inclinados los hombros, ondeunle al viento la parda melena, sangrantes las manos amorosas que sostie nen la Cruz Y su mirada, antes ansiosa y triste, es ahora como un arcángel de luz que va desbrozando caminos de infinita misericordia. Ha y viejos que lloran a su paso; mujeres que suspiran; muchachos que sonríen y a quienes la sonrisa se les va desdibujando al enfrentarse con el Cristo... Más que a los labios, es a los ojos donde asoman las plegarias; ojos que mudamente imploran y prometen. Allá, por las bocacalles solitarias, hay hombres y mujeres que se ven sorprendidos por el encuentro. Aletea en 8148 rostros la vacilante luz de los fanales. Vencida la cintura, ondeante al viento la parda melena, se aleja el Nazareno, y vuelven a resbalar por las mejillas dos lá.q rimas que un nuevo re flejo hu puesta en sus OjQS, dos lágrimas que vuelan al cielo, convertidas en estrellas. ? I Sección ARTE Siguiendo nuestro empeño de revalorizar el panorama artfstico de nuestra ciudad, hemos conversado con algunos personajes de este mundi llo, y hemos encontrado un amplio espititu de cooperachIn y una entu siasta disposición para todo cuanto a elevar el nivel cultural eldense se refiera. Con el resultado de estas conversaciones podemos felicitarnos al dar estas noticias: EXPOSICION GABRIEL POVEDA oSL92 DAH ELLOS ha conseguido que este notable pintor eldense, hace yo varios años sin contacto con el público, exponga sus cuadros mejores en el Mlón. de Exposicio nes del Casino Eldense, cedidos galantemente por esta entidad. Esta Exposición. se celebrará dnrante las fiestas de Moros y Cristianos y Dahellos publicará amplios comentorio s sobre. la m isstui a su celebración. III EXPOSICION bE ARTE LOCAL Recogiendo la tradición pictórica impnesta por lo extinguida Sociedad Amigos del Arte, de ofrecer al buen público &dense la obra de sus artistas, coincidiendo ron las tradicionales fiestas de Navidad, DALTELLOS convoca /a III Exposición de ARTE LOCAL, con estas bases: 1.° Pueden concurrir a ella todos los pintores y dibujantes eldenses. Las obras serán de procedimiento libre (óleo, acuarela, gouache, tinta china o pastel) y habrán de presentarse con marco los óleos, y montadas sobre cartulina y protegidas con cristal las demás obras. 3. D.4 HELLOS otorgará un premio y gestionará de organismos oficiales y entidades culturales establezcan premios permanentes, que se concederán previo examen de un Jurado competente. 4 Todo lo no previsto en estas bases lo resolverá DAHELLOS atendien do a la mayor justicia. a a a Estos son nuestros proyectos, con lo que demostramos que si criticamos la falto de iniciativas en el aspecto cultura/ y lamentamos que sociedades creadas a este efecto lo hayan postergado por varias razones que no son del caso comen tar, no nos contentamos con la critica cómoda y estéril, sino que damos un paso al frente; hoy en la ayuda y divulgación de nuestra pintura; quizá mañana en la aireación del ambiente del aficionado fotográfico —hoy encerrado en su cáinaro oscura por propia voluntad de no exhibir sus obras . —; o en la ronsecu rión de una extensa Biblioteca Popular, abierta, a todo el pueblo eldense dirigida por sus regidores; o consiguiendo unos conciertos sinfónicos que serian de gran éxito por la masa de verdaderos amantes de la música de los colosos alemanes, especialmente. Pero esto son proyectos. los hoy contentémonos con las realidades, que ciertamente no son pocas. Eldo tiene unos cuadernos literarios, donde 814 . 9 hijos, tal rez futuros Azorines, Castela.res o Mirós, encuentran cariñosa acogida. Elda tendrá un muestrario anual de la obra de sus pintores. CieJlamente no es poco. A. Navarro le 1 a e aida por Carloa Oonz5/e4 o le ví; y tenía el pelo rubio y los ojos azu les; los bracilos redondos y una frente clara con amanecer de idens. Corría y jugaba, porque era un niño; y nos miraba con sus ojos profundos muy abiertos, maravillado de lodo. Cuando habla ba movía el dulzor de sus labios chiquitines; y su voz, con trémolos suaves, , estaba hecha de preguntas difíciles. Fuí su amigo en los jardines . de tct plaza pálida, porque quise verle creber, y para . éso me senté en un banco en , una larde ainar . illa de sol que :se escpndkil Estuve mucho tiempo allí. Cada hora ponía una expresión en los ojos del rii4;,n cada emoción nueva encajaba en su alma. Y él, con ansia audecisima lanzaba al ambiente su candor infinito; nos bañaba. en ternezas y tomaba para .sí ponipa fría dé nuestros halagos, estudiados, hipócritas... Creció. Se envolvió su espíritu en apariencia de horribría, y, en cortséeuen cia, nosotros empezamos a oir sus ideas con respeto, y él, Se sintió trascendente. Así fue como entró vanidad en su seno. La vanidad es mujer, y por eso, en el corazón grandote del hombre, jugaba con el amor. Y así se hizo jaclancioso y se empeñaba en proteger a todos, presumiendb de superior. Hasta que un día —inevitable— tuve que cederle parte de mi banco. Hablaba con una muchachita morena, y lleno dé viveza se esforzaba en (ora darla. Le brillaban los ojos, que ya tenía hundidos en órbitas moradas; se engrandecía su alma metida en el cuerpo que el tiempo dejó contrahecho. Ella, vacía y hueca, apenas le miraba. Le vi derramar el amor con furia suicidci, con calor generdso que ponía tenazas de angustias en su cuello. ¡Con la horrible conciencia de su fealdad, iba matando seiprop.io amor!.,. .A cada nuevo desprecio, a eada mirada fria, buscaba en sí mismo el refugio y el cariño de su propio intelecto; y desde los rincones de su cerebro la vanidad le despreciaba can un rencor cruel, con una saña brutal de tigresa herida, Quería encontrar la ayuda de Dios; . y Dios le había hecho aquella( piernas torcidas, aquella espalda cargada... Y se hundía cada vez más en un: rincón vicioso, como un animalejo a quien dan de pedrada.s. Su pecho, ampliamente varonil, resoplaba oprimido por la espantosa zarpa de la impotencia. Era que en la vieja alcoba ce su corazón, un niño rubio, de ojos azules y manos celestes, estaba muy enfermo, muy enfermo. • y el dulce. cariño se moría, con la suave melancolía de los sueños demasiados hermosos. Yen otra tarde amarilla, con sol eterno que volvía a esconderse, me vanté de un banco de la plaza pública, para seguir andando entre las melancólicos árboles calieepanles. •II Pa (oio otVidada, poe Aibertn Ahmarro eon este titulo inau gura DAH ELLOS una nueva sección que esperamos sen del agra do de nuestros lectores, especialmente de aquellos que comienzan a encontrar más encanto a los recuerdos del pasado que a las realidades del presente. Esta sec ción, al conjuro de una vieja fotografía extraída de entre el montón arrinconado que todos guardamos, traerá a estas páginas personas que e•s un tiempo fueron famosas. cosas que vivieron intensamente, ambientes desaparecidos para siem pre, viejos aspectos de la Elda antigua destruidos por el embate del progreso... Ved hoy esta foto, hallada en el museo de gloriosos recuerdos de Doña Mila gritos Gorgé, persona conocida y querida por lodos los eldenses, por cuya razón no precisa más presentación. Para los lectores a quines dedicamos esta sección no hará falta preguntar quiénes son estos dos señores, pues el gozo del recuerdo habrá invadida sus corazones. Pero a los jóvenes si se les puede poner a prueba, en la seguridad de que pocos serían los que dieran adecuada réplica. Pero si no sus efigies. sus nombres sí que estan en la mente de todos, pues no se horra facilmenle la estela que dejaron a su paso D. Ramón Gorjd y Soler, eminente compositor y profesor de música. Director durante . muchos años de la Banda de Sta. -Cecilia, y li. Maximiliano García Soriano, inspirado poeta de fácil donaire, ambos eldenses cien por cien., de corazón, si nó de nacimiento. ¿Qué acontecimientos han reunido ante el objetivo a estas dos figuras, una de ellas con &instilado aspecto por la barba que lo adorna? No es dificil la con ¡unción pues quienes les conocieron saben, que muchas veces se hallaron juntos, ya que les unió eslrecha amistad y frecuentemente colaboraron. en obras que todavía perduran, poniendo uno la inspirada música. y el otro la letra. De esta colaboración nacieron los Villancicos que se estrenaron en. el III Centenario de la Venida de los Patrones y que aún se cantan en las fiestas septembrinas, así como el «Himno de Bienvenida a los Patronos- que se cantó por primera vez en. 1904 en el cilado Centenario, y por segunda en 1940, cuando mida recibió .le nuevo las imágenes de la Virgen de la Salud y del Cristo del Buen Suceso. Otra muestra de la Triictifera colaboración Pié la famosa zarzuela ,ROSALIA, cuyo estreno en el Teatro Castelar constituyó un verdadero éxito. Representaron los principales papeles la Sra Mita gritos Gorjé y los Srs. Conslantino Pérez, Antonio Cremado; y -intonio Vera, y causaron gran regocijo las diversas situa ciones alusivas a la industria que comenzaba a llenar la. vida local. Aparadoras, zapateros, maestras, pul, onos y demás fauna zapateril aparecían graciosamen te representados, entonando pegadizas canciones como la del 4 Coro de aparadoruss que decía: «Sonsos las apuradoras que 1 , Proini l ) del taller 11BLIOTECk vnLICL MUNICH ELDA (Ati anic) Es una lástima que partitura y libreto se hayan perdido, pues creemos seria de gran éxito la reposición de e R_osalia» en las funciones de aficionados, por el ambiente en que se desarrolla, familiar a lodos los eldenses y por la inspiración y graeia que músico y poeta derramaron en la obra. Precisamente esta «foto olvidada» estaba destinada a ornar ¡aportada del librelo que iba a ser impreso, idea que desgraciadamente no llegó u realizarse. La efigie de O. Ramón Gorje lleva a lodos los que le conocieron intensos reruerdos de tiempos pasados. Evoca el Certamen Musical de Alicante, en el que la Banda de Santa Cecilia logró un estruendoso triunfo, al ganar el primer premio, declarandose desiertos el segundo y tercero para mejor premiar la grandiosa actuPción.. ; el gesto arrogante con que 1) Ramón arrojó a sus pies la partitura de la obra obligada, «Oteloa, en el citado Certamen, dirigiéndola sin papeles, entre el asombro admirado de jurado y público.. ; la hermosa bande ra blanca y azul, colores de la provincia, ganada en este Certamen, y con. la que se entró triunfalmente en la villa; bandera que envolvió el cuerpo sin • vida del maestro en su traslado funeral, y que hoy guarda, como una reliquia, su hija Mita gritos, &Isla que cumplida el fin sentimental a. que la destina, vuelva a la Banda que la ganó para ser orgullo emocionado de viejos músicos y gloriosa enselaiaza de los que empiezan a solfear las escalas de non Hilarión. Evoca también las pintorescas situaciones a que diö lugar el eisma de realistas y peseteros en el seno de la Banda de Sta. Cecilia; cisma que dividió en dos al pueblo y provocó cancioncillas satíricas —de las cuales conservo una en mi archivo—, burlas y chanzas de variados calibres, acaloradas discusiones sobre la primaria en la armonía de bis ejecuciones, ij hasta se dice que vez hubo en que chocaron en sin igual combate ambos bandos y hubo empate de abolladuras en cabezas e instrumentos... Todo eslo evoca esta descolorida foto, olvidada entre un montón de recuerdos de un tiempo glorioso. Tríptico amoroso Fulgor de amanecer: ¿qué tienen tus pupilas?... Tus ojos van O ser dos estrellas perdidas; que vivir es tener la vista peregrina. Acaso tendrás sed, y un ansia de querer que brotará infinita tll ser. ¡En la plata del día, siempre podrás beber! He pensado muchas vecea en Lo que se llama amor: manojito de claveles; desvelos que tengo yo. Las lágrimas son de nieve cuando salen al albor, pero cuando el sol las queme sobre el cáliz de la flor serán ya sangre caliente. ¡Dime si sabes de amor; que el amor siempre es vallen y se vive o no es amor! ¿Dices que quieres de mi...? De mí ¿qué podré ofrecerte.. ? No tengo más que ilusiones y un bello campo de flores, que donde se nacen mueren. ¡Ay, mujer, cómo es la vida!... No se corno pueda verte. . Yo se que los corazones suelen hacerse razones y llegar a comprenderse. Donde las gulas n Iel din lucen con su luz más fuerte, hay un juego de colores. TU sabes que en los amores hay peligro de perderse. Tú piénsalo bien, mujer, y si tratas de pedir, pide lo que puedas ser y lo que puedas vivir. Manuel vicedo CONSULTORIO PANAMPULSCO del Otiencle del gnonasid jrclareción: Tentamos sobre nuestra mesa de Eedaccion algunas preguntas que se nos habían hecho por escrito, en la absurda creencia de que seriatnus lo bastante inteligentes para contestarlas acertadamente; pero he aquí que, antes que las echáramos en ese cesto tan grande que hay en t o. da redacción, llegó nuestro «gracioso. colaborador •El Duende del Monas til», y, en cuanto las vi.), se apoderó ferozmente de ellas, amenazándonos Con una novela del «Coyote», su arma favArita. Tuvimos que dejarle hacer y aquí está su sarcastioa euietbu4.aciini. De un Bibliómano: He leido en un número atrasado de ?BELLA, en su número 23, de 10 de Julio de 1926, un artículo titulado «Biblioteca Populars, en el que se da cuenta de la concesión a Elda, por el entonces Ministro, señor Yanguas Messia. de una Biblioteca Popular, así como una importante colección de libros, todo destinado al pueblo de Elda, bajo el patrocinio de su Ayuntamien to. Y ahora les pregunto: Porqué no se realizó una obra tan meritoria? ¿Por qué al cabo de los años no se ha realizado todavía? RESPUESTA: Vd. es tonto, amigo. No comprende que 8i se abriera esa biblioteca. tan nociva como todas, buena parte de la juventud eldense caería en la depravación de estudiar, y hasta podría suceder, en el colmo ya de la relajación, que quisieran ser esas inútiles personas que se apodan poetas, escritores. hombres públicos, y hasta ministros y Jefes del Catastro. No, señor; vengan amas, bachilleres y barberos, y quétnense todos los mamotreloe; y viva el MIIS, el chamelo y el = arrastrao. ; el fútbol y las chapas, el Lelo y el Trinquete, que esos si que son centros donde la juventud puede encontrar adecuada enseñanza. De libros bastantes tenemos con el «Coyote, y el de e Efectos Impagados,. De un aficionado al cine: ¿No habría manera de evitar esa guerra continua de los del anfiteatro de los cines contra los ocupantes de las butacas de abajo? RESPUESTA: El origen de eso es muy lejano. Creo que habría que pedirle explicaciones a Lumiére en primer lugar; pues si él no hubiera intuido el cine, no habría habido productoras; sin éstas, indudablemente no existirían los artistas; sin ellos, no habría público; y sin éste, no habría cines. Además estas hostilidades son una especie de atractivo que nos ofrece el cine, casi el único, dado lo soporíferas que son las películas. Vd. no sabe la delicia que es ir a un espectáculo a divertirse tomando como monigote de pim-pam-pum al de abajo. En mi niñez lo hacía, y puedo decirle que no hay felicidad más grande sobre la tierra que cuando ei de abajo, alcanzado en un ojo por un feliz disparo, se indigna y prorrumpe en estentóreas amenazas. Es delicioso, créame; y no debiera Vd. protestar, pues ésa es también la escuela de pilotos bombarderos del mañana. De . Un hincha; ¿Porqué, con un equipo tan magnifico como el Depor tivo, estamos en peligro de caer al abismo de la categoría regional? RESPUESTA; ¿Quien diablos le ha dicho a Vd. que es magnifico? De Un poeta: ¿ No creen Vds. sería más acertado hacer la ermita de San Antón en lo alto del cerro del Castillo, haciendo una tapia alrededor de los ruinas y convirtiendo aquello en un . jardín, parejo a. la otra. colina, la del Depósito? Sería más espectacular la procesión u través de las viejas calles, la subida al alto por el rústico puentecillo y la concentración en el ameno jardín poblado por ruinas legendarias, que se es/remecerían de gozo ante los areabu zazos.,. Tal vez allí pudieran erigirse el edificio que albergara el Archivo y Mimo de Elda. RESPUESTA: ¡Qué hermosas tonterías sueñan estos poetas melenu dos y piposos! De Un pirata; Vds. que tanto alardean de odio a las inuletillas, al tópico y los viejos moldes, contéstenme a esto: ¿Qué innovaciones introducirían .en la. Fiesta de Moros y Cristianos para que tuviese características peculiares, que la distinguieran de otros pueblos? RESPUESTA; Serian pocas; no crea Vd. que la íbamos a volver palas arriba. Primero le encargaríamos la redacción de los discursos de la Embajada al genial autor del « D. Juan . Tenorio o Dos Tubos Un Real, , con licencia para hacerlo a su gusto, Pondríamos un equipo de altavoces con el fin de que los embajadores no se quedaran afónicos: o por lo menos le daríamos a cada uno una campana de gramófono. También variaríamos lo. del asalto al Castillo, hoy sin emoción, por estar previsto el resultado. Ante sus muros se entablaría he eonzlit.áe á dearoholaso. limpio, y el bando que lograra el castillo, « pa» él todo el año, hasta: el siguiente, que se combatiría ()ira vez. Y por último es tableoeriomos un premio de constancia paro el alferez de los «Navarrose, por SU pertinaz y estereotipada exhibición de liga, a fecha y momento fijo, como la a parioión de un corneta. NOTA.— El !Nene del d(fireastjt contestard a todas las preguntae que nuestros lectores se sirvan hacerle, d iP igüttts por esc,r‘to a Cuaderno., 4iterar¡ou i j 4115LJ,oS — Elda. rdontinturcidn de Lfrti Wija fidtt.1) hacia abajo, sino para acercarnos in?is al infinito). ¡Qué bien pensaba San Pascual Bailen, al elejir la peña más alta para dirigir a Dios sus fervientes oraciones! Yo también, cuando me encumbro en cualquier lugar, me siento feliz e inspirada. Y embriagada de poesía celestial, he corrido alocada por los desmoronados peñascos, hasta subir gateando a las cimas de las murallas, desde las que he sentido la emoción del vértigo ante el cauce del Vinalapó, que con sus aguas plateadas por los últimos rayos solares serpentea pintores camente junto a mis plantas. En tan vertiginosa altura he contemplado, extasiada, el magnífico pano rama que a mis ojos se ofrecía. Y admiradaantetanta bellezri,sobre las mäsaltas ruinas de nuestro castillo legendario, quedé unes instantes meditando... Idella..,, Dahellos..., Elda..., Condes de Cervellón—, Cerdeña..., ¡Imágenes veneradas!... Aldea minúscula..., ciudad populosa... Y sobre estos conceptos; ¡Un castillo y una flor de lis!... Y con gran melancolía extiendo mi vista por el amplio pano. rama, dominando los horizontes de los cuatro puntos cardinales y una súbita amargura se apodera de mi corazón .. Medito... Petardos desmoronadores..., peñascos que saltan enfurecidos, yendo a estrellar su coraje contra el inocente suelo que, luego soportará resignado el martirizador golpeteo de incesantes picotazos... Rodar y más rodar de peñascos. Un peñón que se desmorona, y un castillo que se viene abajo .. ¡Oh, monumento glorioso, testigo secular de nuestra tradición! Será po sible que desaparezcas por completo; que no quede ni rastro de tus esqueléti cos restos; que la siempre noble ciudad ya no pueda recostar en tí su soñadora cabeza ? Sí, soñadora de grandezas y prosperidades, al murmullo de las cris talinas aguas, que, serpenteando, faldean la Tafalera, para caer graciosas por la Rafa, semejando una cascada, que, precisamente a tus pies, parece convertirse en eterno trovador, cantando alegre las estrofas de tu señorial historia. Mas, si tú desaparecieses... ¡Oh, pobre Vinalapó!... Sus aguas al caer junto a la desaparecida figura ya no serían alegres trovas.,. Se convertirían en eterno gemir por la destrucción de su inseparable musa durante tantos siglos... «Si ha de ser así —como dijo tu preclaro hijo Castelar, en su escrito «Recuerdos de Elda si ha de ser así, no me lo digais. Si refiTla él a si, al volver, no encontraría el encanto de que gozó en su niñez... Y yo repito, haciendo mías en este caso sus palabras; ¡Si ha de ser así, no me lo digais; prefiero ignorarlo ..1 eutioildad por A OonzdIvez Aguado uy de la opinión de que lodos los representantes de la Humanidad han sido en su tiempo, y somos en el nuestro, unos verdaderos e incurables curiosos Siempre se ha tildado a la mujer como a la genuino repre sentante de este indiscreto hábito, pero seguramente esto ha sido porque el hombre, consciente de su falla, ho procurado encubrirla, descubriéndola en el sexo débil, pala poder así dietratr la atención que debiéramos poner en nosotros mismos. Yo, a pesar de ser hombre, no tengo inconveniente en aclarar esta teoría, y la manera más completa de poder hacerlo, es exponer un caso, en el que he podido comprobar hasta qué grado llega ese afán de curiosear en los humanos. Y desde luego, no ho sido una mujer quien me ha dado ocasión de poder comí), °borlo. Paseaba cierto dia en compañía de unos amigos por una frecuentada carretera, gozando de una larde deliciosa y departiendo con ellos de cosas ) triviales y sin importancia, cuando, al llegar cerca dP un elevado puente, vimos 5 allí reunida una numProsa muchedumbre que discutía y daba muestras de pánico, asomándose, ahora unos, luego otros, por encima de las tapiadas barandillas y mirando al fondo del precipicio, adonde, como después pudimos averiguar, se había arrojado un hombre. Todos comentaban la mala fortuna del desdichado que momentos antes se arrojara al profundo abismo; todas, menas un hombre pequeño e impaciente, que paseaba nervioso de un lado a otro de la espacioso carretera, dándose golpes en una y otra mano y mesándose de vez en cuando los despeinados ca bellos Pensé al verle, y por su actitud, que posiblemente fuera un familiar, o, a lo menos, un amigo del desgraciado suicida; y con objeto de conocer más a fon do el suceso, —porque. quieras que no, a mí también me gusta...—, me acerqué allí donde él estaba y le pregunté: —s Vd, acaso, pariente o amigo de ese poco afortunado señor? ¿Cómo pudo ocurrir tal desgracia? ¿Murió, o al menos hay esperanzas de poder salvarle? A las cuales preguntas me contestó un poco molesto: —No soy amigo ni s pariente de ese que fué; y además. no tengo lo menor idea de cómo pudo ocurrir eso que Vd. llama desgracia, ni tengo interés en saber si se salvará o no. A mí, lo único que me inleresa saber, y eso sí que rabio por saberlo, es el móvil que le impulsa a hacerlo. Y después de dirigirme una mirada curiosa, como si esperara de mí la respuesta a sus ae6samientos, se alejó de nosotros murmurando; —¿Porqué lo habrá hecho? ¿Cuál será el motivo?... No pude menos que exclamar: Curiosidad, curiosidad, tienes esclava a la gente. Tu sentido es bien patente —il en toda la Humanidad. Zratar de descubrir lo que Elda es capaz de realizar sería pueril. ..~3~trwe--e215wr Dentro y fuera de sus límites es sobrada MANSION mente conocida y admirada. Sus costumbres son en muchas ACOGEDORA ocasiones discutidas y objeto de mor daces ironías por parte de quienes más por E. Chinchilla la conocen, gracias a ese fenómeno de ri validad regional que se produce; pero lo cierto es que la discuten; y cuando esto es así, quiere decir que algo tendrá de valía para levantar esas pequeñas polvaredas que tanto la regocijan y que no la aiectan, porque está satisfeeha de su laboriosidad feliz y próspera. Sea como fuere, Elda pone el sello de su inconfundible personalidad en cuanto produce o crea. Los eldenses nacen ya con el imperativo del trabajo. Pro lucir, crear, vivir y... divertirse; a esto queda reducida la vida de la ciudad. Trabajar para ganar el sustento de cada día y procurar alguna distracción a los músrulos eansados, justa compensación y ley natural de vida. La vida mundana de la eiudad es en mayor o menor escala la misma que la del resto del mundo. I ero tal vez por el torbellino de su inquieta actividad tenga invuluntariamente olvidada la parte de espiritualidad que hay en las bellas letras. Los habitantes de esta ciudad leen, indudablemente; quizás una minoría mucho y otra minoría nada; pero por término medio se lee, y esto ya es algo. Bien es verdad que todas las lecturas son o eran —tenemos ya a DAFIELLOS— (niundas de límites afuera. Mas si se lee en general, ¿porqué no ocuparse de algo local? ¿Porqué no prestar apoyo a una iniciativa que honra a Elda y a sus iniciadores y que ha cristalizado en una feliz realidad? ¿Porqué no sentirse un día orgullosos de que letras eldenses salten al palenque de la notoriedad? Hace muchos años, una gran dama de la localidad llamada Mella, dió a luz un hermoso varón, orgullo de los eldenses. Creció hermeso pero los hados envidiosos robaron a tan gentil dama el fruto de su corazón, llegando a ser tan intensa su pena que poco tiempo después murió Aquella señora era tan amante de su pueblo y de sus letras que sólo con miraria y escucharla se sentía henchido de amor patrio el orazón de cuantos la conocieron. La espiritualidad literaria eldense se vistió de luto y lloró la pérdida de aquel tesoro; mas la enfebrecida vorágine industrial que venia desarrollándose y que aún continúa, hizo que todo se olvidara, y sólo algunos, muy pocos, suspiraban por algo que creían no iba a resurgir jamás. R ro un día reciente, feliz día por cierto, los que recordaba n a Idella» con nostalgia, recibieron una grata invitación. Los elegido s , por una misterios u transmisión, sintieron un ramalazo de gozo, y en el acto presintieron que en jardín adormecido germinaba una ple tórica semilla Y surgió DAHELL0S, el cuaderno de letras eldenses que espera pene trar en el alma y conciencia de todos en una recíproca hermandad de calor y apoyo. PaAeleas