-DA (Alicar t 1 . + : I .• 4 . • • -4- L,Pite) 1) f 1)1 1 • 1 ,.. G., 4 di • ••• - . r : 6 .X.11 6 4 2.zr-=`‘ UMOde incienso son hoy nues tras metáforas, nuestros ver sos y nuestras prosas, que llegan has /a tu trono, Señora de la Salud, en los días sonoros en que lada se te ofrece con entrañable plenitud de fervores. Quisiéramos que no senos tacha ra de irreverentes al publicar nuestra deseo de trocar esa flor de lis que el ángel sostiene a tus pies por esla palabra amable y generosa —D AB ELLOS —. que . 1 aire bién. es po ro nosotros, como la flor de lis, símbo lo de realeza, de esa fina realeza del espíritu sobre la materia y de lo ideal sobre las mundanas a enbiciones A tus pies, inefable Patrona nues tra, cifra y símbolo de lux viejas tradiciones que tan hondamente venera mos, deponemos hoy nuestras plumas en cálido homenaje, con el santo deseo de requerirlas luego, ya empapadas para siempre en la luz piadosa y azu lanle de tus ojos, para que destilen sobre las albas cuartillos y en/re el. humo de incienso de nuestras más ar dientes aspiraciones, la eterna belleza de las ignoradas rutas del espíritu. DA HELLOS SEPTIEMBRE 1950 D E L E TIEMPOS RE M O TO S i me • 1 (A N M .4 1) FU, N A Hace dos mil años ,----7— U. lector, habéis poendo michas verts por un delicioso paraje donde (..... / el tande:luí, ron los grociosas curvas de su hilillo de agua, va co siendo a las de Elda las fierras Micos de Petrel. Pero, al posar por ese viejo comino, ¡qué ajeno habrás estado a penso, que por ahí mismo posaron hace mas de dos mil arios las legiones de Roma con lodo. la gloria militar de los tiempos consulares, y que ahí mismo, donde tus ojos no y en hoy más que unas vulgares elevaciones del terreno, levantaron ellos dos soberbios torres, una en lo alto die cada colina, a ambos lados de/ Vinalapó! Dos torres (irían fos los llamaban ellos) que recordoban la. culminación vicloriw so, en esta tierra, de una grau compaña militar, y que, prestigiados con el ea róeler sagrado de los templos, fueron magníficos trigo res de peregrinación religioso. Eron entonces. los buenos tiempos de Mella (pronúnciese 1-del-lo), de lo Elda romana. mondo la edificación urbana no estalm donde se encuentra hoy. sino ol otro lodo del río, a la vera de los triunfos coronados por las águilas in ríelas. De oq•del lugar pagano, devastado, incendiado, regado con sal y moldecido por los sacerdotes cristianos en el año 399 en cumplimiento de órdenes imperiales ¡qué pocos vestigios quedan hoy! Aborvolado paro mi de sugerencias, me invito y me seduce esle tema. y he de violeo l urme para llevar mi plumo por otro cauce, si que también rico en colorido de antigüedad. Nombres de Elda Te he dicho, lector, que Eldo se lloodoins entonces Mella, nombre PI in ihn pura li. grocias a aquel periódico local que logró la máxima difusión en mes lro pueblo. Y por la tangente del nombre . 0te, escapo hoy, para divagar un poco sobre los diversos nombres con que desde hoce mas de dos mil años se le viene llamando a esta hermosa tierra enmarcado entre las eleraciones de Bohío, Bo leig, El Cid y Santa Bárbara. Cuolquiera que, guiado por lo que han escrito las plumas locales, quiero saber si los romo elos dieron a Elda este u otro nombre, si los moros la llamaron de ha o cual manera, si los godos lo designolinn con tal o cual mote, se hará un embrollo laberíntico, ya que son mirillas las al y ,urdloa vocuiladee que sobre el particular se han escrito con la mayor desfachatez Pretendiendo oc/arar esto cuestión. hemos conseguirlo eolologor hasta dieciseis formas que sirvieron a los antiguos para. designar nuestro pueblo. Y vayan aquí relacionados, no por orden, de antigüedad, sino al modo más útil o mi propósito. Son: Eta, Ello. Ela, Ello, Ei/um, Eldo, Adellorn, Adello, Idellum, Mella, Huella, bah/o, D tdno, Dallo, 04.111os, Dahlos y Dhenos. 4 Un nombre milenario Sin envanecernos de mayor cultura, pero si de más parienritz pura dilu cidar este punto, con la (rifad« de unos ligeros conocimientos hixtóriros ij bot112ü, ticos (un regular eonorimiento del latín, unos brizotts, de arribe y un casi vulgur eoi me¿miento de las leyes semánticas) podemos afirmar que desde hace dos mil af os, y o pesar de. haber tenido aquí su asiento diversos pueblos, di/ei entes col t urne y lenguas n uy disimiles, el nombre de Elda ha sido siempre el mismo. Las dieciseis voces antes anotadas no son mas que una misma palabra modificad t por artícu l os y preposiciones y empleada en su doble forMa nurra 3 rica. Esta polo bra es ELLA (pronúnciese Kl-lo) con su Avena singular Hilan, en romance El-lo. Pero, por fovor, no nos diga ningún eruitilo local que es/2 Ellum es el que se cita en el Dinerario de Antonino Cu,aí:lb,. Tómese la molestia de comprobar las distarrifIN, neeticulosumente detallados en dicho Itinerario, y constata, d que el poblado Muta del Itinerario imperial cae fuera de /o que hoy es la provincia de Alivon!e. Indudablemente fu d empleado primero el nombre en singular, mondo esto ero sólo un pugus pettenerient e a un menriado dóminus con su cohorte de clien tes, liherlos, esc ( avos, ele Más tarde el mognifico valle hubo de albergar u otros poterfam i lias con sus posesiooes y su yente Entonces ya no fué Ellunt„ pié Ella El-la), que lu P tio 1w bin de pronunciarse Elda, mundo, olvidado ya el lat,n de los Horac i os y Virgilios, iba tomando cuerpo, sobre la urdimbre del serme rus!?,. cus, el vigoroso romanre u Ca,tillu. ¿Quién dijo !delta? Hemos leido algunas veces que los arribes emplearon el nombre de Mella. Esto es absolutamente falso. Loa árabes emplearon las formas que empiezan por Da..., ligeramente variadas por In característico movilidad de las vocales en esa lengua. Los que conocen lo geogru fía de Marruecos están familiarizados con nombres como Dar Drius, Dar Qoebdani, Dar Ui/fien, tan semejaoites a nuestros Dahellos. Fueron los romanos los que lo llamaron ldella, transformación de lo-Ella, romo también la llamaron Adella, es decir, Ad-Ella, o sea el mismo nom bre Ello ( Eldo) precedido de la preposición in o de la, preposición ad. No vale la pena detenerse mucho en esta aclaración. Significado de la palabra Elda Una última pregunta que aflora u los labios del curioso: ¿Y porqué le dieron ese nombre a estas tierras? (2t.té significado tiene la palabra Elda? Na es tan. vasta nuestra cultura como pura sentenciar apodiclicamente so bre esta cuestión. ¡Vos acogemos a lo opinión de otros más eruditos, según los cuales este nombre, como otros muy semejantes de poblados antiguos, recoge la ruiz eli o ili. que significa algo así como finca de, recreo. Así nos lo da a entender e l Poema Milenario del earlagettero Abikliassan•Hazim ben Mohanted, del siglo N111 que se conservo, en. el Excorio& flitertuscrito número 454, y que, hablando de nuestro suelo. dice textualmente estas po (tibios, que son un verda dero poema de tu belleza de las lierrus eldenses: tlugar deli c ioso, deleite peli groeo de los hondo es, región de la hermosura . ¡Cuántas veces se eoconlraron allí los hombres e y ° puedo camino, y desde aquel momenlo fueron amigos y ca marada s! 37 ISIMMINME Z n 111 n 1 n 1 alar BARRO Y LUZ Son. de barro mis manos; y un gozo de luceros quiero apresar en ellas en ?reinante delirio. Son de barro mis manos._ ¡Qué terrible martirio llevar las/re de arcilla por los altos senderos! Ya sin párpados. gritan mis ojos, pordioseros, mendigando la gracia de In carne de lirio. . Mi corazón, en vela se quema como un cirio, consumido en la fiebre de .sus ayes postreros. , ,y nunca he de lograrle?... ¡Nunca, nunca,. Dios mío! e ,y hay que apurar las heces de este (ice, bo desvío? ¿A qué mundos hostiles me llévas tras tu luz? Con un amplio su lurio de rosas y de estrellas cúbreme ya, mi diosa de lw badoras huellas; que el barro ae mi carne se me desgaja en. cruz. PIGMALION IMPOSIBLE Yo aprendí de los as/ros las alias trayectorias, que relatan en clave fanlá.slicas historias de dioses, de hecatombes, de un mundo fantasmal. La Esfinge milenaria me dijo sic secreto; y el Dante, por cien versos, me vendió su amuleto pura ver del Infierno la tragedia letal. Tras , el velo de isis se me aclaró . el misterio; y escuché cómo reza la cruz de un cementerio, cuando alarga en la noche sus brazos de piedad, Nada escapó al intento tenaz do mis antojos. ¡Pero llevo una vida mirándote . a los ojos... sin encontrar en ellos tu escondida verdad! J. MADRONA Yo su no I miserho Yo soy co ato el misérrimo mendigo que vive de implorar; pero yo imploro al cielo los ocasos lila y oro y las noches eufóricas... Y sigo ,• por médanos descalzo y sin, abrigo, atento sólo al interior leso ro... Yo sé que he de cruzar cual meteoro tan. solo con la luz que ra conmigo. Yo 80y un ser extraño, que camina por el prisma del tiempo, paso a paso, entre beso de estrella y entre espina. Y cuento como triunfo mi fracaso; y espero ver el alba más divina al sumirse en las sombras del Ocaso. FRANCISCO MOLLA MONTZSINOS Reías... En el agua de tu risa he lavado mi alma vieja, Sígueme bañando así en lu risa limpia y fresca, que no sabe todavía de amarguras ni problema s, ni de instintos retorcidos, ni de almas contrahechas... Que aún es toda blanca y clara, fuente virgen, linfa nueva... Sigue, pues, riendo así con tu risa linpia y fresca, que en el agua de tu risa yo he de lavar mi alma vieja.„ v - (9 n 50 , 1., 4 4TI i* ler dem os dinero ! por EL DUENDE DEL MONAET1L Me habló tan sincero, —Como te lo cuento, amigo Torcuato, en Elda no hay nadie que gane ni un chavo... ¿Que no te lo crees? Escucha mi caso: Me encontraba ayer un poco apurado:), clas malditas letras de todos los sábados!) y me dije, digo: Pues iré a Fulano que es un buen amigo... y que tiene cuartos. (Se ha hecho hace poco un chalet muy majo; tiene varias casas; se ha comprado un auto...) Lo encuentro; lo cojo; y apenas le hablo cambia de semblante, se me pone pálido, se mesa el cabello, se estruja las manos, y me dice: «Amigo, me coges tronchado. Esto es un desastre; esto es un fracaso. Solo da disgustos el hacer zapatos. Mira estos protestos; las cartas del Banco; fljate qué nómina; fíjate qué gastos: No se si podré, con algún milagro, escaparme de una suspensión de pagos..., tan acongojado, que salí con pena de haberlo enfocado... Pero el caso urgía; había que hacer algo. Y entonces pensé buscar a Zutano, el de los curtidos, que es tan buen muchacho. Llego al almacén. Le busco; le paro, y le suelto el disco. Contestóme rápido: .¡Sí que vienes, hombre, en momento amargo! Ahora justamente estaba pensando si cerrar las puertas y ahorcarme de un árbol, o tirarme aprisa P° r el Puente abajo. Esto es una ruina; no puedo aguantarlo.. Tuve que decirle cuando hubo acabado: Yo tengo seis duros, si te sirven de algo.... Pero, ¡,a qué seguir? Así he visitado a un montón de amigos de los más granados, y todos lo mismo: gimiendo, llorando, nadie gana nada, todos a rruinados. ¡Qué drama, compadre! ¡Qué horror y qué espanto! —Pero, Ay los chaletes, las cusas, los autos, las fábricas nuevas que se van alzando? —¡Quimera, espejismo, delirio insensato, en Elda no hay nadie que gane ni un chavo!... • efr . 1410 con v-Zi ,./ G CIZALLA MAS O MENOS LITERARIA Y FILOSOFICA por ALBBIC12 Los poetas viven de la poesía. Ahora, «comer«, ese ya es otro cantar. — Los tópicos, prejuicios y lugares comunes son los fósiles de nuestro entendimiento. El cultivo del arte, por ser sacerdocio de la Belleza, exige sacrificio. Es doloroso sufrir una injusticia; mas si quien la causa es un hombre, un verdadero hombre, ha de sufrir mucho más. Las faltas de ortografía son las más leves faltas que puede cometer una mujer. El humorismo es el sedimento que en el alma ha dejado el dolor. ^ La dificultad, no está en escribir, sino en pensar lo que ha de escribirse. La cortesia, cuando es excesiva, presupone hipocresía. Alguien que se jactaba de ser hombre fuerte, decía: 1 os hombres no lloran.. Y le respondió uno, tenido por-debil; «Ni las bestias tampoco. Existe el clamor de que la vida actual es muy dura. No. Lo que se ha endurecido esel corazón humano. — Me dijeron que era muy distinguida, ql e estaba altamente educada. Y le of decir «tío., «machote y otras lindezas propias del lenguaje de las flo res. , Siempre hallamos razones para justificar nuestro egoísmo y, por tanto, desoir el dolor ojeno. De atenerse más a las formas que a las esencias nació toda una moral faristiica. El misántropo sufre la quiebra de todos los afectos hurienos. — Quien tiene espíritu gregario lo mismo se incorpon • 1 a-lin ovejas que a una manada de lobos. Todo depende de la po IIida EL LIBRO ,A,,IVI ,j440{110 7:0 r k_ 4 I z z librito en el regazo, sentada tras el mostrador donde los cubiertas de colores variados fingen un tapiz policromo sobre los descoloridas tablas. Pocas veces se ilumina su rostro pálido con una sonrisa pero este momento es una exrepción. Lo muchochn ya conoce /u figura uno y varonil 0 .w ei-tà pe ha aporecido ante ella. Es un joven es( u diante de Derecho que gusta de vagar por los pues/os examinando los libros y adquiriendo alguno de vez en cuando, generalmente de poesía. —¿No está tu abuelo?— ha preguntado el joven. —No, pero es lo mismo. Veo lo Tac gaste. Jaime Blut, que así se llama el (-Mal ianle, acepto la invitación y extintiva los nuevos libros llegados al pues/o. La nuschaehu silenciosamente lo conlernpla. nace días que la vieja caseta del cAvi», como le llaman al abuelo de la muchacha. está cerrada. Esta agoniza lentamente en la cama de un hospital. Detrás del mostrador parecía ser una muchacha normal, pero ocultaba de esa forma sus piernas destrozadas, desarticuladas por un desgraciado accidente. Siempre con su expresión triste, resignada con su desgracia, era el único consue lo de su abuelo. Y ahora, la joven se consume por un mal que los médicos no slscuen t run y agoniza lentamente en la cama del Hospital. —Muerte de bisleza— le han dicho al abuelo. Blut deja atrás las anchas Ramblas y tuerce a la derecha A pocos pasos cambio el aspecto urbano de lal manera que parece haber recorrido leguas en lago, de unos metros. En vez de los lujosos comercios de atractivos y luminosos escaparates, del amplio paseo bien arbolado y con sus cararterisiicos secciones 1s. .4 Y uno sombra de tristeza en el ros. tro delgado y pálido de la muchacho que se destaca sobre un oscuro fondo de libros viejos Sus ojos grandes y bziMedos, rodeo das de un circulo violaceo 8 74 pierden ea el minoro ma mísero de los barracones de libros de oca sión, zoco de los ingenios donde convergen los amantes del libro en, busca de ocasiones que fre cuentemente encuentran. La muchacha está inutóvil,.con un pequeño d e 1 08 Fiarex y los Pájaros que dan nombre u dos tercios de .estas flani.blas; en lagar de las elegantes viviendas, deslumbraides de mármoles y herrajes que flanquean el paseo, se ha encontrado ante desnudos y ennegreeidos paredones. boc as de calleja s sucias y tenebrosas y casas agrietadas y ruinosas. MUR allá, m „bria ande de .4ta razona s, dignifitada, por su misión de Museo del Mar. Y brotando del suelo p omo si fueran hongos «pagados, las toscas casamatas de les llibrers de vell. barceloneses. Estos ya conocen estudiante. Soben de su vagabundear de un puesto a otro, examinando libros encuadernados en antiguo pergamino, volúmenes de tLa illustració Calalana • y del •Museo Artístico, solazándose en la contempla ción de los grabados en boj, hoy sustituidos por la realidad que dan las «Koduks y •Leicas Blat llegó al tenderete del •Avi. y repasó la balumba de libros que se amontonaban allí. Conocia casi lodos los libros que poseía cada barracón, in cluso su colocación que solo se variaba para introducir algún libro nuevo pa ra sustituir los vendidos. Una raya oscura entre dos lomos blancos llamó su atención. Era un librito de poesías de U/2 poeta oriental que Mal tenia gran imite rés en saborear. Después de repasarlo detenidamente pregunta al viejo li brero: —¿Cuánto vale este librito, •Avi? Esie se sobresalta, como si saliera de un sueno. Mira el libro y dice con voz apagada; —Por ser para ti, una peseta. Pareciéndole muy barato, el joven entregó la peseta y se marchó, segui do por la mirada triste y extrañamente cansada del viejo. El billete, hecho una arrugada bola, cayó sobre el regazo de una vieja que pedía limosna, unos pasos mas allá. Una eez sólo en su Cuarto de pensión., Mal aportó de su mesa los volumi nosos libros de texto Y coloró frente así su adquisición. No le gustaban los libros forrados, le daban una sensación de interinidad, de muebles enfundados, de que llevaban guardapolvo o delantal, traza impropia de objetos que unían a SU po der de difusión cultural un alto valor decorativo, frustrado por el sayal gris del forrado. Despaciosamente, romo se le quita el velo a una recién desposada fué quitándole el papel que cubría la cubierta Una blanca hoja doblada cayó sobre la mesa y quedó inmóvil. Blat la abrid, curioso. En letra menuda y elegante, la carta decía: * Te he esperado... tan intensa y fuertemente que la angustia de la espera ha sido más fuerte que el deseo de verle llegar. • En mis 2)oches torturadas, saturadas de soledad, consteladas de luceci b is vagas de ilusión, he añorado tu presencia junto a mi; /a expresión de tu tertnra cálida y enamorada. Como a las princesas durmientes de los cuentos infan tiles, yo deseaba que llegara el caballei o que hiriera revivir en mi, con un dulce —111 beso, un ansia nueva de seguir existiendo. Pero el caballero no lea llegado y 4, princesa muere en un prolongado sueño, agitado y poblado de risiones que la hacen gozar y sufrir. Yo guardaba un manantial inxhausto de ternuras para ti, soñaba con rodearte de solicitudes mientras el aroma de todas bis flores embalsamarían el escenario, de nuestros besos... pero tú no has llegado y mi corazón 8e ha cansado de esperar por más que tni alma ha intentado agui j onearle can la eeperanzu. lero, ¡ha esperado tan/u! Cuando este libro llegue a tus manos, como se que lle gará, no me busques yo, reza por mi alma. torlurada que murió de amor. ¡Te he querido tanto! — ¿Estamos en el siglo XX? ¿Quedó atrás el XIX eón sus laces de gas, sus poetas románticos y suicidas, sus lirismos exaltados y amores imposibles? ¿Hay todavía quien muere de amor? El tiempo hu dado una vuella hacia atrás. Mal, la mejilla apoyada en. una mano, la mente revuelta en encordrados serdimienlos y dudas, relee la carta. Es demasiado sincera para ser un capricho románliro de alguna mujer en un momento de tedio. No, Blat siente la angustia. de su culpabilidad inconsciente. Pero, ¿seria para t la carta? No tiene nombre, pero la linfa es reciente. El joven rebusca en lo mas recóndito de mas recuerdos buscando una mu jer de vida tan interesa como se revela en la carta. Enseguida rechaza las visio nes de obreri t as. modistillas y estudiantes que le va pintando su memoria. Y nuevamente machaca su cerebro la pregunta: —¿Quién será? — A la mañana siguiente, el 4 Avi. lo recibe con. gesto ausente y la amargu ra pintada en su arrugado rostro: —No se de quien [veda ser ese librito. Mal. Pero le ruego una cosa...— el viejo se paró como sin saber de que for ma proseguir. —Diga —le animó el joven. —Solo te ruego que lo coneerves siempre contigo, como si fuera una rel;quia de alguna pe, sana querida .. Asombrada, Mal rió cómo una lágrima resbalaba por las mejillas del viejo antes que éste transpusiera la remendada cortina de su librería y desa pareciese. El librero del puesto contiguo comenló, dirigiéndose u [PM: —Desde que murió 414 nieta está desconocido— y terminó moviendo la en beza —No terminará bien... —¡Córrio! —preguntó, asombrado Dial— ¿murió aquella Inueliacha? —Si, hace unos días la enterraron. — Algunas noches, cuando la . vida febril de la urbe ha callado, la soledad 4 del pequeño cuarto del estudiante parece que se ilumina c,n rin tenue resplart latiOs ardorosos en los suyos. . Y entre los cendales de su sueño, Mal siente la leve presión de unos —¡Te he querido tanto...! dor y que una voz lejana y dulcísima musita: Beteic por ENRIQUE CHIN(111ILLA (9 res ambicioso. Quisieras dominar la ciudad donde vives. Tú crees que tu ambición es un secreto, pero te engañas, pues es del dominio público. Yo lo sé incjor que nadie, porque sin que tú me veas, te sigo cuando marchas a la inmensa atalaya que preside el valle y, en su cinta, miras con ges to de conmiseración la ciudad extendida a tus plantas. Y yo, que desde abajo te contemplo, me río de tí. Escucha: ¡Iteeuerdas la parábola del retrato de Dolían O ray, cuando el joven aristócrata disoluto y libertino se enfrenta con su imagen y al ver re flejados en el cuadro los estragos de su vida licenciosa, poseído de terror, rasga el lienzo con un pu,fial y muere en el acto? Pues mira: en nuestra vida todos tenemos un retrato en que se van reflejando paulatinamente nuestras calamidades, nuestras taras morales y físicas, aunque de monienti»to nos pereatemos de ellas, como le sucedía al protagonista de la leyenda; pero lle ga MI día en que nos damos cuenta de que somos una ruina; y entonces, asustados y desesporados, queremos destruir ta ni hién nuestro retrato; pero como no somos leyenda, no tenemos más remedio que arrastrar nuestras miserias hasta el fin, !Eres joven! Piensa, pues, en la enseñanza de esta para bola y frena tus pasiones. lItt las noches de tormenta en que los relámpagos se suceden sin fin y les truenos retumban poniendo rictus de miedo en los rostros de los medro sos, pienso en los pobres caminantes que a la intemperie están afrontando las furias de los elementos. Cuando el aire, loco, silba a través de los árboles y se filtra por los in tersticios de las ventanas, yo me encojo en mi lecho, corno si las ráfagas de aire frío pudieran envolverme y lanzarme sin piedad al espacio. Se que si un rayo se precipita implacable sobre mi casa, un pararrayos abrirá sus fauces y absorberá su potencia destructora. Se también que toda el agua que en alusión cae se encauzara por canales y desagües y será reco gida por ramblas y arroyuelos. Por eso, porque siento mi inmunidad, esos caminantes sin protección alguna son para mí como héroes legendarios que hacen guardia en el inmenso templo de la noche, y por ellos rezo una oración. A lía llovido torrencialmente. Las calles se hallan húmedas y fangosas. De trecho en trecho, con la superficie rizada por el airecillo que sopla, charcos y más charcos. Un niño chapotea con sus botas altas charoladas en el cen tro de un charco. Otro, de aspecto humilde, calzado con unas leves alpargatillas, también surea el arroyuelo con riesgo de coger una pulmonía. El niño las botas altas, con un corazón como tina torre de grande, mira a su humilde oompetidor, y sin pronunciar una palabra, se quita una bota y. la trueca por una alpargata, ¡Ya están en igualdad de condiciones! En esto llega su aya; y al ver la escena, desealza al otro la bota, obliga al suyo a ponérsela y tras tot tirón de orejas se lo lleva. El bondadoso niño refleja en su mirada una triste sombra de resignación, y el niño pobre le sonde... ES MEJOR ASI 31 A RZO i g... Soy ya precoz Otoño: tú, Primavera nurva. es luyo el Porvenir. Con el corazón roto, te doy este consejo: aléjate de mi. ...,...„-.--% No intenten, ternera ria,apvesurar la Tala: ya llegará el Sufrir. Sueña entretanto; ríe; vive tus ilusionen: sé feliz, muy feliz. Mañana, cuando el Tiempo flnrezca en los cabellos de tu sien de marfil, entonces —solo entonces— recuérdame algún día y enega a Dios por mi. lor mi, que mansamente —corno se apaga un eco y se extingue por fin— consumiré mis días, apartado, en silencio, peumundo siemcre en ti. • F1LOSOFICA Sobre la mesa en que garrapateo estas lineas corladas gne pretenden ser versos, ha saltado, ágilmente, un gato, negro y blanco, muy pequeño. Se detiene; contempla con sus ojos, redondos, pardo-azules, abiertos el correr de la pluma. ¡Y qué atento la mira! Tal vez él imagina que es algún juego nuevo. Después me mira a mí: en sus ojos rnquielos hay una interrogante de extrañeza curiosa: «¿ Para qué lodo es/o? Papeles, pluma, ideas. . ¿Para qué? ¿ron qué objeto?» Pregunta 8 1 orturantes aún riss iendo de un gato, de un galo blanco ynegro. Preter.do contestarle; medilo unos instantes; y cuando creo hallada respuesta... ya no es tiempo: sobre la »rea, el gato... ¡se ha quedado durmiendo! DU A R DO 1900 GR AS eitapiietinieta p u, JULIO A eR.& NNIUDECIO la campanila. y en el aire quedó la -----e.., •Z. vibración de su bronce. Fuó apagándose el seco golpear del hacha del tenador en las entrañas del robledal. Cesó el sonar de las esquilas en el polvo de los candil( s que se despefian, como ríos , monto ababi, serpenteando in n . el verde 41e los 1braderlos e internándose en la frondlk ostelini de olivos y cocinares, hasta morir en la negrura de las angostas ealle.4. que suben al itueb!o. Elltrt lo s frutales de un huerto fulgen los cristales de una ventana con iris:Iciones del estaño de la tarde. Dentro, en la habitación, solloza la música de un piano C.011 sentimiento do vida enferma. Lo toca una joven de cuerpo menudito, rostro de cara afi t mlo por el padecimiento, con un dejo de santidml (le virgen aldeana; mirada dulce, languideciente, en la que hay un deseo do vi da y una tristeza de muerte. Sus cabellos rubios, rebeldes, caen en una eariViii (10 01111111ileiOneS sobre el cansancio de sus hombros Su nnisica es patetismo, vehemenoia de juventud, nostalgias de lo inacabado fundiéndose en un grito de rebeldía eontra el destino. Es estremecimiento del alma ante el presenti miento de la nimba fria entre los muros de Un cementerio aldealln, Todas las tardes busca la intimi lad de su viejo piano , fiel aalig ° a quien hace partícitie de las inquietudes de su vida, de Jas slltilezas de so espí ritu, di laS ansias de SU corazón. Al oseureemr, cuando las gentes regresan de fas faenas del campo, su música se diluye en la serenidad de la tarde. Hombres y mujeres desfilan con recogimiento religioso por las libias calles del pueblo Las miradas *se detie nen en la ventana y los gestos de 001121»/SiÓI1 van brotando de los rostros de tierra de los campesinos: « El mal se la come; ya no queda persona; su vida se apaga». De esa idea de muerte, del frío de su proximi(lad, es de la que intenta alejarse, cubriendo la tétrica imagen de la realidad con el velo de su música. Mtisica que le hace recordar sus días felices, cuando reía y cantaba con sus compañeras de estudios. Un ramillete de promesas y ensueños de felicidad era su vida de entonces. Ahora, la fiebre la abrasa; se encoge y llora porque la tos martillee su pecho, desgarra su garganta y anega de sangre su boca, Al paso del tiempo. su mirada se recubre con una gasa tupida de triste zas; sus Ojos se hunden en la fosquedad, y las sombras de la muerte se dila tan en su vida. Presintió el fin, el fin de su vida y de todo lo que ella significaba. Sen tecla ante el piano una tos desgajó su pecho y de su boca brotaron rosas de 4 sangre caliente. En la crispación de sus dedos se retorcia la partitura de un nocturno de Clopin. En el suelo yacía SU cuerpecito inerte. Un beso de San gre quedó impreso en la blancura del teclado. Ya entrada la noche, las campanas esparcían el dolor de sus bronces; el Cielo lloraba lagrimas de estrellas, y desde e) tapial, se escuchaba el sollozar de uno viejecita, ----ity7 4111131•1 Peelc2.3 DE g ra ncisco Ononle sinos DOBLE DESEO A TI, UN1CA Cuando vaya a morir --¡oh, momento, momento! y me vaya a esparcir en los brazos azules del vienlo, Cuando tenga conciencia de que voy a dejar de ser cruz, y quizás recobrar la inocencia inicial de la /uz... Cuando/Leí/1feet supremo MOmPel10 de dos mundos mirar a la vez, aún dejando en el uno un lamento y en el otro empezando a ascender.. Cuando vaya a saber el misterio de la Vida o la Muerte, y, de luz o de sombra, el imperio desentrañe... ¡quisiera tenerte a mi lado, Iremante, embebida en mi doble deseo final: despedir en tus ojos la vida, y en los míos . inosfrarle de huida la ruta inefable de un mundo ideal!.„ TU ULTIMA PALABRA Sobre , lo que dice el Viento dime hi última palabra. —Honda voz de lejanías, voz azul, gri t o del agua, Sobre lo que dice el Mar dime la úllima palabra —All de tí, sal de tus venas riada la Mar en ti, canta. Sobre lo que dice el Sol dime la última palabra. —Beso omnipolente, beso de Vida y Muerte y Luz y Alma .. Sobre el Viento, el Mar Y el Sol dime la última palabra, El perfume va en el Viento, el éter nace del agua y el color, siendo incolora; y a la luz va la palabra, De la luz, grifo remoto, sendero de cruz le llama; y su primera sonrisa será a tu última polabra, Pero en/onces el azul será canción en tu alma; al final de tu alarido comenzará la palabra, PAN ¡Oh, ruta de voluntades en vía-crucis (lel alma, que muestras al sol lo trémula floración de la esmeralda! Eres canción de presencia; verde júbilo de cañas; sustancia de pensamiento; bíblica fuente de gracia. Grifo de sangre y de espíritu, voz de luz idealizada, ascensión de la materia a la altura de las lágrimas. !Pan! Sacrificio de vidas por ser nota y ser palabra... ¡Sinfonía de la, norma! ¡Sustanciación de la Gracia! El grano deja de ser por no ser en sí la Nada; y es entonces en el Todo pensa miento, vida y alma. La simienle, corno Cristo, parece sacrifica da por nosotros, y a nosotros viene en pan y en Hostia sacra. El es la divina carne, que en carne nuestra se encarna.. !El Dolor y el Sacrificio en rutas de la esperanza! ¡Oh Pan! Dolor de belleza, evaporación de lágrimas, levadura del progreso, ¡Luz y carne del mañana! —151 N. Luis Antonio Coloma, Conde de la villa de Elda, sobre el puente de la nave dos peregrinos espera. Los esperados no vienen; los peregrinos no llegan. Vista aquella su tardanza, ordena darse a la vela, y la nave parte rauda de aquel puerto de Cerdena. Atrás va quedando el puerto; adioses atrás se quedan. Sobre el mar azul celeste el barco veloz navega, bajo un cielo azul marino, que comba todas las velas. Corre que vuela la nave; las ansias corren que vuelan. hay olvidadas a un lado dos cajas en la bodega, que antes de zarpar el barco los peregrinos trajeran. Son de madera las cajas; la quilla es frágil madera, Llega el velero a Alicante; bajan las cajas a tierra, y en la tapa ven escrito c .Ao ti-lancero eidense por VICENT TORDF:R.1 con letras de • lara Elda.. Corriendo llaman al Conde, y el Conde corriendo llega. Don Luis Antonio Coloma, Conde de la villa de Elda, ordena que las dos rajas las suban a una carreta. Las llevan robustos bueyes; recios roma nces las llevan. Luego de largo camino, vencida la última cuesta, llegan al pueblo los bueyes, tirando de la carreta. Ya están en Elda las cajas; los gritos ya están en Elda. Sacristán, cura y monago el alcalde, la alcaldesa, todo el pueblo alborozado corren a ver la sorpresa. Juega en las nubes el Sol; las nubes, curiosas, juegan. Y en abriendo las dos cajas, caen todos rodilla en tierra. En una Cristo en la cruz, la Virgen en la otra encuentran. A verla corren las flores; las auras corren a verla. 1 nncon eldense..+ plaza de Arriba ligué abajo se ha quedado ya con el Estirón que ha dado nuera urbe!) tiene a tadas hcras un aire 4 convaleciente, desde aquel dia en que ¡ le exiirparon los apinados papos de sus lenderetes pueblerinos, Micra se esporqa con lánguida fruición bajo el azul sensitivo de los cielos, mientras caen sobre ella, gota a gota, remansándola de beatitud y de ensueno, las amplias campanadas de las gemelas torres parroquiales, 4.5:3 Corno fué nuesiro Alcázar pnr ALBE RT t) N A lA it omo fué nuestro Alcázar en sus tiempos de esplendor? ¿C•«11 era su aspecto cuando erguía sus pardos muros sobre el peñón señorial Junio al Vinalaini? Estas preguntas nos han asallado varias veces al contemplar sus nanas desoladas y sus piedras dispersas, y a darles veraz respuesta va • encaminado es le trabajo. Escasas son. ciertamente, las noticias que sobre la estructura del castillo dan nuestros escritores en manuscritos, apuntes y revistas. Menos lodavía mu de hallarse barehiros locales ya que no he consegnido encontrar alasión al guna a este particular. Con aquello 8, pues, y con. los vestigios ruinosos que los siglos 7/0 . ‘ lurn dejado he construido los pilares de mi hipotético edifieio. Exteratiase sobre el llano del cerro formando un rectángulo irregular cu yo centro era uo ancho palio con una cisterna enmedio. Este palio adornábas•! Con los amplios venlanales de un salón orientado al Norte, llamado regio por b• esplendidez de su instalación. Los ricos artesonados que ernaban sus techos d? sus ›iitones causaron la admiración de quirnes los vieron (17,1ri en su época de decodencia. Constaba de dos pisos sobre el nirel del suelo y uno bajo este, cuyo enlradas todavía se pueden. apreciar hoy. El Alcázar lu y o solo una torre circular que ex la que hoy se conserva, en contra de lo que se afirma en antiguos Humus (mitos qiiem • elendian tuvo dos torreones flanqueando la puerta de entrada. No puede negarse que su constilwión aplastada —en oposición a la airoso (Sigue . • r1 la pägina 3t3. fRAMtls(o MIGA AGUI SERANCO/ DOS GLORIAS ELDENSES por 3 ,JA 1) ( n N 4 y EN podríamos enorgulle cernos con justicia, llaman do a Elda la Atenas del Vinalapó, o con más propiedad la Poma levanti. va , ya que también aquí, como en las .margenes del Tilier, las bellas letras fueron del brazo de la elocuencia y del derecho. En otra ocasión, pusimos de relieve la figura genial del malogrado Francisco Laliga • Hoy recogemos los nombres señeros de Don Juan Hico Amat y Francisco Ganga Ager (Ei Seráfico) 1,100 JUAII RICO Don JUAN RICO Y AMAT Si Alcalá de Henares tiene la gloria de haber dado al inundo la. colosal figura del ingen,:oso Don Miguel de (crean/es. Elda pucile envanecerse de lwber sido cuna del príncipe y señor de la só/ira española en el siglo XIX, el inagotable Don, Juan Hico, que prodigó su pluma en finas ironías y agudezas contra todos los títeres de su empecatado tomo Cervantes prodigara la suya contra los asendereados libros de caballería. Sólo que tuvieron diferente suerte; porque luchar contra gigantes, leones, endriagos, etc, y acabar con ellos es más fácil que luchar conlra caciques, jefes de par/ido y manda ma ses de /oda ralea., que fueron la caballería andante y replante de nuestro siglo XIX. No es que vayamos a Parangonar el mérito literario de nuestro paisano con el del genio que no ha tenido ç • Sigad en la página 22) APUNTES PARA UNA HISTORIA DE LA PRENSA ELDENSE p r ALBEH .% .4 1.1 EX() N Elda hace falta un pe. riklico! —;Elda necesita una revista! ;Cuantas veces han escuchado estas parecit las frases las paredes del Casiim, la S tertulias, los despachos, los paseos! !Cutintos eastillos de pitpel impreso se Itan edificado y han caído por sí solos! Y sin embargo, Elda cuenta con una noble ejecutoria entre los pueblos que lla lt rendido culto al periodismo. liara es la época, en este medio siglo, que no ha dado su grito valiente en las calles tilgún pe iódico O revista loen!. Buena muestra de la raigambre zol• quirida entre nosotros por gsta idea es que en 1932 el semanario «Horizonte, propugnó, la creación de una Asociación de la Prensa 1 . Ildense, que, naturalmente, no llegó a realizarse, pese a la adhesión entusiasta de cuantos en aquel tiempo si g . nificaban algo en las letras vernaculas. En la revista «Albor« tSeptbre. de 1934) hallamos una lista de publicaciones eldenses que cuenta estos títulos: «El, BIEN GENER -IL, EL VI.VALAPO, EL PANTANO, LA BANDERA RADICAL, EL TIJERETAZO. HERALDO DE ELDA, EL ADALID, EL IIEFOILVIsIA, CULTU RA Y PROGRESO, EL 1,113ERAI„ EL 75. cULIUHA, A MA.VECER, EL TIRA PIE. REPUBLICA, MELLA, EL LATIGD, EL /?.4DICAL, HORIZONTE, REBEL1ON y PH0.4 «. En total veintiún lindos a los que se pueden ai1adir éstos, posteriores a esta data o no mencionados: «Ef, C E N TENAR10, EL,1BKl1Al. DE ELDA, EL D 1 EXTRAORDINARIO, ALBOR, EL cRONLSTA, EL PENSAMIENTO E‘.zCo-. R, (revista escrita por niños escolares), PEREGRINACION, ELDA GRAFICO y fi nalmente nuestro DAHELL03, No asegu raría yo ser exhaustivo este nomenelator, pero de éstos sott de los que ha quedado referenvia, ya que no muestra de algunos. Casi todos ellos fueron de vida efímera no pasando algunos del primer nibion Otros, Como EL lIA T A LAPO, EL REFODMISTA e IDELLA gozaron de lijen ga vid» ya que rondaron los 200 números. Tal vez no fuera ajena a esta lon gevidad la garantía económica, el casi mecenazgo, que prestaron a los clOS últi 11)05 D. Manuel Maestre hiyä y D. Manuel Maestre Gras respectivamente. El re trato del primero en la esquela que publicó el REFORMISTA en ocasión de su muerte acompann estas lineas como homenaje póstumo a su labor pro-Elda. Los tenias sobre los que versaban los artículos eran generalmente una posición política determinada, las campanas pro mejoras urbanas, los comen tarios satíricos, ele_ A veces se ponían tan pesados en sus campanas que es toy seguro:de que el Ayuntamiento, sólo por no leerlos más, realizaba las obras pedidas. Algo de esto dirían las piedras del Puente Nuevo y In Esta ciónsi pudieran hablar. Citaré a un senor que a lo largo de varias semanas fué publicando en II) ELLA ira Netos como estos: No tenemos un Parterre Por no tener un Paseo donde ir a pasear nos vamos a la Estación /os domingos por la tarde y se ponen los vestidos •y las fiestas de guardar hechos una perdición. y así inactiva-mi-lamente, semana tras semana. He llegado a creer que si se hi zo el jardín de Castelar fué para que se callara este pesado cuartetista. En la lectura de los escasos ejemplares salvados a la veracidad de las máquinas de Emérite. se advierte la intensa actividad de hombres que defen dieron los intereses de su pueblo con las plumas en la mano. Los fliaximilia nos G. Soriano, Amadis, Martín de Gales, Paya Lira, hi g a, de Asis y otros hicieron una labor fecunda, concentrando las opiniones del pueblo para hacer las llegar a altos oídos, insistiendo sobre ellas y velando incansablemente por el progreso material de nuestra ciudad, y por su elevación cultural, cumplien do así el alto fin que la Prensa tiene asignado. Lastima que este poder, en otras manos, no sirviera ms que para crear rencillas y malentendidos como vemos en algunos articulillos locales. Nuevamente tengo que insistir en la lamentable falta de una Biblioteca local, donde se hubieran podido encontrar estos ejemplares hoy dispersos y pulverizados, que un día fueron aetualidad palpitante y en los que quedó prendido el tiempo que pasó, Ese tiempo que es hoy recuerdo gozoso para algunos y grato para todos. Y esto es la prensa Eldense. Sepulcro de ilusiones de gloria... sudario de cacahuetes y .torraos»... solaz de probos varones en el café, en la barbería O donde pueda leerse sin pagar._ ludibrio de los que olvidan que un tonto ca_ liado es igual a un sabio... Esto en su aspecto pesimista; en el óptimo . enos Sig nifica vitalidad de un pueblo . que se . agigania en todos los órdenes, inquietud de almas que ap admiten las Cadenas de la vulgaridad, aventura de los que :suenan eón epatar a nuestros genios de la pluma. Y unos papeles amarillentos, olvidados en cualquier rincón entre otros muchos que sólo saldrán de allí para su destrucceión y muerte, ountivenneión de ,,1km giotiu; eurangón en el mundo. Pero hay ciertas facetas en la producción literaria del escritor eldense. que nos llevan a asociar ambas figuras. Y es la primera• de ell a s la agudeza sutil y acerada, pero sonrieile y comprensiva, bondadosa, muy humana, con que uno y otro lanzan sus dardos hacia la diana que se ha n propuesto. Buena prueba de la bondad, de la cordialidad inmensa que hubo en las sáliras de nuestro paisano es el hecho de que lodos, lirios y troyanos. hasta ins mismos satirizado:, sonrieran con benevolencia y elogiaran las obras del insigne escritor festivo. Verdad es que también a Don Juan Rico, como a todos los abogados (le su tiempo, le mordió la serpiente de las ambiciones políticas. En su juventud fue Jefe Civil del Distrito de .4/coy, lu e go Secretario de Isabel TI, Comendador de la. Orden de Isabel la Católica, ele. Pero descarguémosle de este pecuddlo en aquel tiempo inevitable en un abogado joven y de gran valía. Perdonémoslo, puesto que no lardó en hastiarse de aquella farámtula, alejándose de ella a los 29 años, para entregarse con alma y vida a las letras. Si exceptuamos la Hiskria Política y Parla inenlaria de España, obra en siete apretados tomos, y algunas composiciones poéticos de carácter cortesano, toda la vasla producción de Ul : CO es satfriea, descollando dentro de este género sus obras leal, ales. que durante dore años se fueron estrenando en el Teatro del Príncipe, de Madrid, y que Hugo, ya impresas, fueron el regocijo y 8010Z de todos los iitiblicos en los leatros de toda España. De estas ob, as draimiticas, todas versificadas con fluidez y lozanía, fueron las más celebradas: Misterios dc Palacio, La Escuela de las Madres, ni-ir sobre el País, ¡El Miércoles!, y ya puede el lector imaginarse lo que serio la idlinta que escribió, El Infierno con Honra, cuando, después de impresa, na hubo quien se atreviera a representarla en aquell o s años en que se gozaba de una lan frondosa libertad para dar rienda a las plumas y a las lenguas. Más suerte que sus obras teatrales han tenido sos epigramas, de los que hemos visto algunos en. antologías y selecciones, y que son hoy por hoy la única referencia de nuestro Don Juan Hico en los manuales de. Historia Literaria. Por último, para dejar bien perfilado la figura del gran satírico eldense, no podernos dejar de aludir a sus campañas periodísticas, colaborando unas veces en periOdiros madrileños, como La Esmeralda, La Ilustración —en este publicó en folletrin una novela cuya ¿rama se desarrollaba en el alcázar, eldenxe—. afondando él mismo periódicos y reeistas, siempre de carácter satiri ro, como La Farsa. Pon Quijote. ele., poniendo siempre en la pieola los vicios de aquella sociedad embrollada y decadente. Mucho nos gustaría publicar aquí, para. regocijo y comentario de nues ros lectores, algunos párrafos de 814 Diccionario de los Políticos. Pero Dahellos, con sus alas blancas y su vuf lo de altura, no quiere descender a ras de las lainvinas flaquezas, y se contenta con adornar sus páginas con unas ligeros 7 -epigt atoas, pequeinis flores de la ubérrima coseche del insigne eldense. EL SER AFiCO (Francisco Ganga Ager) Hablar del Seráfico en esta comarca del Vinalapó es contar por anticipa do con un Coro de sonrisas benévolas, De boca en boca han pasado, desgastán dose, tránSformándose, como cantos rodados, las picarescas ocurrencias del bardo Procaz e inspirado; hasla tal extremo que, nombrar al Seráfico es hacer surgir en la imaginación un campechano borboteo de vinazo tinto y de versos ágiles y punzantes corno avispas. Y más aún se nos (Mine , esta imagen taberna .1.ia y ferien a los que hemos visto su único retrato y nos leernos detenido ante su calva mefistofélica y su boca golosa, amplia y apretada, dadora en plebeyas degustaciones pecamiteosas ambrosias. De boca en boca Van desde hace un siglo los versos del Seráfico. Pero, Más que en; sus versos, yo encuentro una poesía »onda, vibrante y cálida en el • recio poema de su vida bohemeel, libre y sin trabas, orgulloso de su miseria y de genia, eniti;ci pMora interior de generosidades. • Sabemos que tuvo val io›os amigos; corno Castelar y el obispo Cubero, que pudieron y quisieron acOmodarlo u la Pulgar medianía del vejelar común. Pero e L era un imulaptable; es decir, un poeta. No •un poeta académico, vacuo y artificiosa, sino un verdadero poeta, bárbarameole sincero, como si el corazón lo llevara por fuera, en. su insolente y desfachatado coranvobis. Por eso es tan comprensible, tan tan unánimemente celebrada su obra poética. Porque hay en ella una sinceridad • brutal, que es ejecutoria de legítimo poda, junio con una generosidad evangélica que hasta. de los propios dolores saca para sus hermanos fina miel de poesía festiva, y una santa confor midad con su suerte, que le hace ver enlodas las cosas el matiz amable que Dios bu puesto en ellas para nuestro consuelo y salvación. ¡Qué lejos del Seráfico, por ejemplo, aquella negra exclamacin de Parra, el bohemio carlagenero: /311 *. Sin fe, sin religión, sin ley ni freno i ? que pueda detenerme eh mi carrera, mi vida es una eterna bar, tichera.»! Mi esposa. dijo un marido, tiene muy hermosa eara;. pero gasta sin sentido, # es una cara muy cara. • Un cojo, uo tuerto y un manco un destino pretendían, y el rojo lo consiguió por hacer mis . coriesiwz. Un zapatero bebió •mxis de lo que es menester, y de un palo a su mujer tuerta y sin dientes deja. 14jole el juez: Es preciso que se modere a otra vez. Y él . contestó: Señor juez, ha sido sólo un aviso. No: el Seráfico tiene fe, tiene religión, y, a unque al terminar una de sois décimas pueda decirnos, como el buen cura poeta Gonzalo de Berreo, .yo creo que bien cale un vaso de buen vino., sin embargo no llegará., por señorío y distinción e g pirilual, a fati repUISIVax escenas de la borrachera. No fué, como ocaso se nos ha dicho, un hombre inculto y zafio. Las déci mas que él rOM P One con tanta fluidez y perfección, los ovillejos tan acertados y chispeantes cine nos quedan de en musa, nos dicen que el Serdfico tenia na mas que mediana cultura literaria; que había leido a los buenos poetas, y habla estu diado, segnrn mente régimen de au t ooduración. las reglas de la naltriea. Dejé. mosie romo aon0 se U n revela en Sus compoli,.ionee genuinas; ni tau ZO/i n que ignorara la escritura, ni tan docto que inerec ; era el honor de las antologia. Un hijo pródigo de la poesía, que malgastó en banalidades más o menos inge. niosns el enorme caudal de inspiración que Dios le habia dado. Eso y nada más fial el Serrifiro Un Esmi de la literatura. que por el cotidiano rogobinideur O la golica del buen mosto vendió la gloi in literaria que, Pudiera haberle corres p ari d Pero era carne del pueblo, y el pueblo lo mantiene en »1614 alto pedestal que a otros eldenses mucho más coospicnos. Ochenta. años hace pu que sus huesos yacen en el cementerio. Muchos más han de pasar para que su memnrin se pierda entre las gentes de Elda. entre esas buenos gentes que truncan y meta morfosean los versos del poeta bohemio. Como esos ineondicionales adwiradores del Seráfico, tú, también, lector, me agradecerás que, para terminar estas notas, brindemos mano o norno pro In gloria de l bardo e /dense. levantando cada UPO, como sencillo raso de familiar vino poético, una décimo de las Ion hábilmente talladas por Pa c tIllO 1ht1e. Coge (fi vaso. fu décima, lector, la que más le agrade, y brindemos. DOS DECIMAS DEL SERAFICO ;Pobre de mi sin ventura, que por ser un calavera, me acuesto bajo una higuera, durmiendo entre la basura! (orno Dios desde su altura no me envíe hasta aquí abajo otro más limpio trabajo y el que tengo se me pierda, siempre es/aré entre la m igual que el escarabajo. Purísima Concepción, por tu Hijo le suplico que la señora de !tiro tenga mejor corazón: que se avenga o lo rozan romo ente rociouul: que la avririria es un mal, Y a mi parece- opino que habiendo sabido el vino, debe subir el jornal. C)3 por CAROL4 GOSZALVEZ Plaza de Castelar ü UANDO la lluvia de los ojos claros cae sobre el . jardín, lo deja como limpio de melancolías. Chorrean las brillantes hojas gotas de cristal y el césped se yergue fino y flexible, guardián de rojos geranios que lanzan el grito de su color entre la transparente cortina verde. Sobre ellos, las copas de los puntiagudos pinos contenplan sombrías el cielo, emanando un perfume denso, casi tangible. En la transparencia de la tarde recién lavada, se destacan las rosas como ramilletes de versos esparcidos por un poeta loco. Aquí las blancas y frágiles derramando pétalos, más allá las altivas rosas de té, o las encendidas en rubo res, rosas escarlata, aterciopeladas y suaves, o las palidla y sonadoras. En bulliciosa confusión aparecen los amarillos de las dalias, la bola de aleve de las margaritas, las puntas de encaje de los claveles, el morado de las violetas y casi aras de tierra, como ensimismados, un plantel de pensamientos. El jardín está solitario, cargado de aromas, desbordantes y secretos. En un semicírculo, el. baladre, entrelazando sus ramas, ha formado una muralla de flores, y, muy carea, la mimosa viste su túnica verde y oro. Hay un árbol que lanza su perfume como un reto. Canta el león su isóeromo poema sobre las aguas verdosas del estan que surcado por libélulas azules; las ranas le hacen coro. Plaza de los Mártires Tainhin tú sabes de cortejos y de susurros al filtrarse la brisa por en tre el ramaje espeso de tus árboles cenicientos; de tardes claras que colorean la grava de TU suelo y tunarillecen tus escaleras igenuas. Tienes el alma vieja, con recuerdos de gritos chorreantes y losas desportilladas. Guardas en el fondo de tu seno un suspiro perfumado que lanzas al anochecer y queda flotando con ansia de acariciar las frentes. Para oir las confidencias de tus bocas yertas, te rodean los arbustos y las flores, y tu voz en la noche pone escalofríos de misterio en el azul y blanco de los azulejos. Plaza de la Prosperidad Tiene rostro de viuda joven. Retraída, silenciosa, melancólica... Brotan de su corazón puñados de flores sencillas, de talle esbelto y gracioso; claveles rosa, verdes, rojos y algún rosal que expende sus ramas, —16 . zarcillos nupciales. entre palitroques, con un gesto f41nparz.4cloi‘. Modesta y quieta, con quietud de tarde dominguera vacia de multitudes, perdida en amorosas añoranzas o en sueños de travesuras que la hacen sonreir bajo los rayos de sol, parece esperar a través de los días y de las horas y de los años, siempre quieta y humilde, algo inaprehensible, vago, indefini do, corno la sombra de la felicidad. Placeta del Hospital La ermita, la fuente... y el árbol, una vieja acacia, encorvada, exuberan te de finas ramas y sedosas hojas que forman l in dosel sobre la fuente negra, que se adormece con el canto de los chorros para despertar plácidamente al sonido de la campanita mañanera. Bañada de sol o aterida de crepúsculos, mirando al cielo o a la ronda de ásperos cántaros y panzudos botijos, la vieja acacia sabedora de infinitos chismes y de los más recientes sucesos, contempla filosóficamente el paso del tiempo, hasta la hora en que se acuesten los pájaros. Avanzan los gorriones saltando graciosamente por los tejados y se lan zan al asalto levantando un tropel de protestas que convierte la frondosa co pa en una teoria de gorjeos. La noche, que todo lo ensombreee, ilumina el mojado pavimento con el encendido reflejo de una bombilla. La boca de bronce de la campanita golpea dulce y tristemente los aires. Se han dormido los pájaros: canta la fuente; el árbol... reza. ASt la presienio Así es corno la quiero... con la voz suave y tibia, vaporosa... y alada, y niña, siempre niña; y que tenga unos ojos que no encubran mancilla —floreciendo inocencia radiante en sus pupilas—; y por boca un estuche de rara pedrería; y por cabellos, oros en millares de fibras.., Sus mejillas, cual rosas salidas entre sueños de algún ramo de auroras,— Yo la quiero en la risa... movida, como flor por celeste caricia; y yo la quiero pura, la quiero limpia, limpia, y suelta, como un canto navegante en la brisa; ¡no quiero que malogre sus virginales dichas! Y.yo la quiero sola, gobernando la nave de mi cabeza loca. MANUEL VICEDO Tia Salú, Ano ha visto imprenta° e» Dahellos que ponen que dicen que quieren ponernos una billoteua pa tos los que lemos, pa que nos destruya y nos desasnemos, leyendo novelas sin pagar un séntimo? ¡Qué ganas tenia que argún impretero se neu para en cosas dinas de este pueblo! Alli habrá Coyotes Por cientos y cientos, chistes turricus, cuentos y tebeos, novelas , de amores, de crimen, de miedo, novelioas de esas de la casa Pueyo, que traen turculencias de asasinos negros y caras que asustan cuando nos dormemos, y novelas grandes, las de a real eá pliego, de esas que te sacan, cuando vas leyendo, ¡«Lina štLoeca! ca lágrima asma, gorda como un gilevo. ¡Qué idea han tenlo! ¡Qué argullo pa un pueblo traer tanta cencia pa tos los que lemos! El arno e mi fábrica, que es hombre muy périto, que se lee un Coyote en menino y medio, dice que a este paso tos sernos talentos; porque hay que Ajarse lo que deprendemos los grandes y chicos leyendo, leyendo. Yo, anque de corría no puedo leerlo, a mi poco a poco todo lo eompriendo, y por la letura me quito hasta el sueno. Por eso le digo, Salú, que me alegro que estos que a empujones reclaman Dahellos se haigan proponio quo nos deslustremos, que nos destruyamos, que nos desasnemos. ¡No digan que en Elda semos alfabetos! EL DUENDE DEL MONAS lit, Y OTRAS FACETAS SEPTEMBRINAS por ALBA:100 NA V ARIto N las 343 ocasin. nes exactas en (pie se ha celebrado la fiesta de Elda por excelencia, la Septembrina, se ha ido introduciendo 11114 variedad de festejos que, cambiando a lo largo de los anos han mantenido, sin embargo, la unidad de fondo de la fiesta. Ne poseo datos ciertos de cómo se celebrabran en sus comienzos estas fiestas, pero a juzgar por el ambiente de las épocas tendremos que suponer que hasta bien entrado el s. XIX estas s o . lemnidades tenían un fondo netamente religioso, dejando algunos rinconcitos para que la gente del pueblo se solazara en festejos profanos como las bece rradas y títeres en la explanada del Castillo, los partidos de pelota, los «igneos y fragorosos, castilletes y las ,monumentales, tracas Es más tarde cuando la fiesta comienza a hacerse más profana con la inclusión en el pro grama, ese simpático programa atiborrado de ditirámbicos motes, de festejos cívicos en profusión. Pero se evidencia que la verdadera razón de ser de las Fiestas es la católica cuando al advenimiento de la Ileptiblica se suprime la ex. teriorización del fervor religioso que antes se traducía en Solemnes Salves, Misas cantadas y las grandiosas procesiones en las que participaba el pueblo entero. Buena muestra de esto es una «Carta al ausente con motivo de las fies tas» publicada en la revista ALBOR, nada sospechosa de catolicismo, en 1933, que decía: • Se da como seguro la celebración de las tradicionales procesiones. Si se confirma habrás sido un vidente. No comprendías su supresión; yo solo puedo decirte que en las pasadas fiestas la gente andaba como desorientada, cual si le faltara algo durante el anochecer de los días 8 y 9. Unas procesiones sin marcado carácter confesional, que no pertenecían a una determinada con gregación, ¡que eran genuinamente populare& no podía transcurrir mucho tiempo sin que volvieran a verificarse.. Y tras esta afirmación de la duali n Iad —1glesia 1 neblo— de estas fiestas septembrinas, sobrevino el caos 1936-39, en que no se pudo pensar en fiestas porque otros quehaceres más trágicos precisaban de todos los esfuerzos. Y desde el venturoso liño 1939 nuevamente se han desarrollado nuestras fiestas en su doble aspecto que colma los anhelos de los eldenses en general, deslizán dose a lo largo de su programa algunos motivos que se ocultan modestamente como si no vieran luz propia Suficiente para brillar. Fijémonos en ese barco de madera pintada que es hoy nuestra «foto olvidada», alzando sus velas ana orönicas . sebre varios marineros con el antiguo uniforme. Este es el «barco» ;irrunibad o en 199 4 por el «San Eduardo. sacrificado en . 1936. ;Qué pocos hombros de hoy no añoran los días en que vestidos con el traje de marinero correteaban entre jarcias y obenques. junto a los amenazadores cafioncitos, o ompojandolo con ruidosa algarabía sobre sus ruedas de madera! Este antiguo veler “ , la carabela «San Eduardo« o la que hoy Mi vega . Ibor nuestras calles, cs uno de los más simpáticos detalles de nuestra fiesta, y si no me creéis que se lo pregunten a los niffi,s . que todo el año sueñan con surcar , Mares de cartón pintado sobre la firme cubierta del barco, impasible a todos los vientos marinos. • Otro festejo que casi siempre pasa desapercibido es el famoso Globo que lanzado al aire tras una meticulosa preparación se eleva, presentando la panzulla imagen de un rubicundo señor que se mece apaciblemente en los cielos, dando sinWes vaivenes hasta que desaparece hecho .1U) puntito rojo a lo lejos. Después nos dicen que ha aparecido en Sta. Bárbara o en Sax, pero es mentira. Todos los señores panzudos y rubieundes que se lanzan al cielo con su oronda curva henchida de nubes van a caer a un cielo especial para ellos en el que .están todos los globos que se van tirando en fiestas y donde se realizan y emenitas te rtuliasen las que rada cual cuenta , lo que vió en su ascensión. Los globos que . a lo largo de los años han ido agujereando los cielos de Elda hacen Vellálink) aparte y se cuentan entro suspiros las fiestas septembrinas que han visto y animado. Y por último y fuera de programa. hay otro festejo que a pesar de no estar incluido se celebra ritualmente en la mayoría de los hogares eldenses. Si hiera yo miembro de la Comisión de . F y strjos insertaría este parrafito entre una «sorprendente y atronadora, traca y un extraordinario concierto»: «Día 8, de dos a tres de la tarde: Colosal y pantagruélico festín de «fasiurash en todos los hogares de la población.», Creo Se debiera poner un pliego de firmas solicitando la inclusión de este popular festejo en los programas de los años venideros.. Este seguro Se llenaría inmediatamente de gralismos. ; F.LL1W11 ecw ANPorilo enseerí ESPO ES de la efímera noche del ¿une!, y tras el creciente aumento de claridades gozosas. la brava magnificencia del paisaje se extendió ante sus ojos avines. EI pueblo, en apagados tonos ceniza y ocre se agrupaba junio a las ruinas roiizas del Castillo. La huerta se dilataba amplia en todas las tonalidades del verde, hasta el fondo en que Petrel dormía un sueño secular bajo p i oro muerto de su Castillo Al final la geometría azul del Cid y la corva valiente y rotunda de los Chaparrales. Más a la izquierda la sierra del Caballo con su vaga semejanza a una pirámide egipcia, se perfilaba nítidamente sobre el azul brillante de be mañana de Septiembre. Jouveiv, con /a emoción sin. lágrimas de los grandes momentos, hundía la mirada en el paisaje amado donde transcurrieron Sus primeros años. rememo rando escenas vividas que conservaba íntegramente en el archivo sentimental de su alma. Hacía reinticinro alias, que fallaba. de Elda y recordaba el día de su marcha con dolorosa exactitud. Una tartana desvencijada, al trote lento del re bullo entre polvo y monofonía de colleras, /e condujo a la estación. Er a on ro día otoñal, y en el cielo —no se le había olvidado por uno de esos inexplica bles caprichos de la memoria — había Una nube quieta, redonda y blanca, romo tallada en mármol g en la que ya empezaba a dormirse el astro de la tarde_ A partir de entonces, una vida azarosa y aventurera., con el mosaico de in forin• nios y placeres eaprichosamente mezclados por e/ Destino, hast a que después de unos años de trabajo había terado reunir una regular fortuna y volvía o su pueblo a . hojear con anhelo y nostalgia el venerable albean de los festivales de Septiembre. — Las primeras impresione e . de su pueblo fueron francamente gratas. El cambio había sido total. Del puebla pequeño, casi aldeano con humilde vida p. mílite r que él dejara. a la rinde«, limpia y soarieede con barriadas amplias y edi fieios modernos mediaba an mando. El estaba alojado en casa de unos parientes que vivían en la calle nueva, y la perspectiva de esta vía llena, de es1,ldndi4o.4 comercios. llancas y Cafés, no la identificaba absolutamente nada ron la (pm él conoció. Hablase transformado enteramente la morfología de la ciudad. y si quería encoldrar algún jirón de su niñez tenía que ir a fraseado a las callejue las vetus t as del barrio del Castillo o a los huertos frondosos de la vega, La ,orbe de la Alborada sufrió el primer desengaño. No era la emoción fervorosa y solemne del momento de las doce. No era el silencio contenido y ex , aeclante de lado un pueblo esperando la primera cam panad a pura dar comienzo a sus fiestas estruendosa n ••• enie entre músicas, lágri mas de ex t us i asino, volteos gloriosos, sonaron estampidos y «se nendidas floree de oro y carmesí, volando por el aire. Ahora por el con t rario el desconcierto y I« indiferencia eran los trofeos que con más alarde se. ostentaban. (honda ya habían dado las doce sonaba la explosión de la primer bomba... Algún rala después empezaba una Batida a tarar un pasodoble-. Momentos más tarde, cuando ya creía que estaba t e rminado todo se escuchaba la trepidación de ona iraca .. y así lo demás sin armonía ni coincidencia. Y al comparar bis brillan les noches de la Albórada que él conle r npZa r a de niño con éstas, lánguidas y descolorid a s de ahora, gustó por primera vez los acibares de la desilusión. — Se levantó temprano el día siele. Con impaciencia mal contenida y a me dio vestir abrió las maderas del balcón y afanosamente se acodó en los hierros. Un vaho de muoicipal vulgaridad le dió en el rostro. La calle permanecía idén liea a los oto os dias. Como le viera tacilurno, le interrogó su primo; —¿Qué le pasa, Joaquín? dilas visto en la calle algo que le pusiera de malhUmot? —Nada, hombre, nada... Que esperaba encontrarme la calle cubierta de ver de como antes, y ya ves... lodo desnudo, como un día cualquiera. —d Y por eso te paises asi? ¡Ya creía yo que era olra cosa! Hace ?la . neu ches aiíoy que se perdió esa costumbre. Estaban bien las calles cubiel las de ver de. A mí II1P gustaba el efecto de vista. Pero los chiquillos arrancaban el adorno y ensuciaban el suelo. Además en el río ya no hay cañas; es muy difícil encon trar taray... Tampoco hay hombres que se brinden a traerlo... Joaquín recibía mansamente el chaparrón de lugares comunes que su i los solicitaba ni le convenían, porque ea Su alma sencilla estas flechas de aldeana desidia le producían dolorosas heridas imperecedoras Cerrando los ojos evoca ba la farilasinagéoica visión digna de un cuadro de :bailada Carnarasa; la coi lle glorificada por el triunfo del verde eso las fachadas, como si la aleg oía del campo se tri,diera en el pueblo (voleadas de color y de perfume para unirse al júbi lo:general; evitan las calles un, discreto y amab l e silencio al resultar amortigua dos los modos por el espeso tapiz rege/ui que engalanaba las paredes La huerta enriaba su jocunda embajada de hojas, de tallos verdes y de ramas aromáticas para darle color y ambiente al festejo de un pueblo ile orijen neta mente campesino. Luego, por la noche, al pasar la pi ocesión el conjunto ve •mognificaba; los farolillos de papel medio encendido entre la arlificial floresta parecían mágicas flores de luz que irrumpían bizarramente al paso de la ima gen. Y . la emoción espiritual y la noble paganía del ornato agrario tenían una feliz asociación. . Mientras, la voz mono/ona de su primo seguía desgranando el rosario de S U S hípicos manidos. — ¡Dulce angustia de la mañana del día ocho! Inefable despertar con el al ma sorprendida por un Pollear de campanas de oro y los acordes de un pasa calle. nerordaba Ins rituales palabras de los pf ogramas antiguos: «Al despertar de este dia tan glorioso y feliz para los hijos de neta ¡Día. de la Virgen! Por fin iba a gozar el anhelado día que le traía en loco torbellino los amables recuerdos de la infancia remota Dia señorial, cénit del ofio en la vida gris del pueblo. Satisfactoria densidad litúrgica con aromas de salvia y brillos de ornamentos sagrado y olor de cera y nubes de incieolso. Derroche de alegría popular, chispazos al sol de los metales de la Banda, t) e pidación de tracas, risas femenina, cobertores de vibrantes colores en los baleo nes,guirna idas . de luces por todas parles y al final el grito ensordecedor . y uoicordial de lodo un pueblo ¡Viva la Virgen de la Salud!, bajo la cúpula del templo, escarchado de vívidos puntos de oro. Al revivir en su imaginación los memorables instantes que iba a sabo rear de nuevo, una agilidad desconocida le hizo vestirse con rapidez y salir de s is emorto. — I 6 72 Sorbió regaladamente el sabroso chocolate co,, tiernos róllicos y .rnbiox magdalenas, mientras de cuando en cuando oía las nueve campanadas —en tres grupos de tres— anunciaban con tenaz insistencia que había sermón. Todu la 11&11~1, como un raso azul, estaba bordrida por estos nueve teñidos sonotie,u. tes que daban sensación de solemnidad y cansancio augusto del da de fiesta. Una d e nsa atmósfera de salvia, tomillo, cera, perfumes femeninos y mul titud aglomerada, había en la Iglesia cuando él entró. El sentido del olfato es el que más alto poder evocativo tiene. Ya lo dijo Grandinootaigne ron. muy sutiles razones. El aroma, como un duenderillo Ira cieso,pineha roo sus alfileres aéreos, al recuerdo impreciso, y éste, untes desvaído, se despereza, bulle y por fin se pp., senla espontáneamente con todos sus detalles. As/ no es de extrañar que nuestro amigo Joaquín, el buen eldense que retornaba ol hogar tras larga ausencia, ex perimentase una deleitosa impresión. al percibir los olore mitad sacros, mitad mundanos del Templo en aquel día. En deliquio recogido místico Pié viviendo mentalmente los similares momentos de aquellos alejados días, mientras su,4 pies se hundían en la grata blandura de la monlrsina alfombra de hierbas 14 misa se deslizaba con• lenta majestad y la música de Eslava era romo el fondo del cuadro íntimo que en su pensamiento se desarrollaba. En el Ofertorio uno Banda interpretó el Andante de la Quinta Sinfonía de Beethoven. En su inven tario espiritual de tradiciones desaparecidas echó de menos el Villancico que la orquesta solía locar al subir el predicador al pálpito. Iba advirtiendo que el árbol frondoso de los festejos septembrinos habra sufrido numerosas podas, signo evidente de la relajación del reatido artístico de la época, Anotaba coi, dolorosa minuciosidad las fallas y pequeños detalles que, si a primera vista no tenían importancia, a la postre mermaban brillantez al conjunto. Después de un copioso vermauth trasegado incómodamente entre oleadas de calor, saludos (18 antiguos conocidas y lejanos acordes de una Banda que casi no se oía por el rumor de bis conversaciones, regresó a su casa fatigado y con un poco de aburrimiento y desilusión. Ya estaba la mesa puesta, y otros iw rifados forasteros reían y charlaban sentados junto al balcón. Por oir a su primo probó a pu/sur el arpa de la ironía que como lodo sentimental, tañía admirablemente, desde los graces jocosos hasta los finos humorísticos; y muy serio pregurdu: —Escucha, Juan José. ¿Qué vamos a comer hoy? Supoago que serán ma carrones, corno es coslumbre de toda la vida, ¡claro! • Se le quedaron mirando lodos, estriperfactos, como si hubiera preguntado un absurdo espantoso. Por fin reaccionó su primo y pudo exclamar: —¿Pero qué haces? ¿Qué no le acuerdas de que hoy se come cocido co relleno? Parece mentira, hombre! ¡Vaya un ebterise! —iAh! ¿Pero se ha perdido la costumbre? ¿Seguía en. esto la tradición? ;Caramba! Ves que, aunque habéis perdido un poco de corazón, conserváis ei es tómago integro.. No lodo han de ser pérdidas. Como muy bien dice Azorín, la ironía y o es por lo general comprendida en los pueblos y cteellas palabras produje, on un poro de recelo entre los pre sentes, que due ó hasta que el festín pantagruélico, cardando un himno a los manjares y al buen vino, puso lucecitas de optimismo en los ojos y risas pla centeras en las bocas ahilus.. Asomado al balcón tras el vistoso cobertor de seda grana, esperaba f9aquin el pannde la procesión. Ya habi 1 sonado el tercer volteo y no larda ría mucho en a p a recer las primeras luces por el extremo de la calle. El coa junio del cuadro tenía la gracia ingenua. de una acuarela romántica. Grupos de muchachas cogidas del brazo paseaban . lerila»zeide por la calle con encanta dor ritmo provinciano. Las aceras estaban repletas de gente que esperaba para in escoriar e l ac t o. En la oscuridad de los zaguanes se vislumbraba confusa mente los rostros.de los que pacientemente esperaban. Se advertía en el ambien te una vibración de impaciencia mal contenida, de anhelo vivo... Muchas lucen en las fachadas del Casino e los (ifs, pero Joaquín. pudo comprobar que nÚy P acas b a cota e estaban las lámparas que en mi; tiempos no faltaban en nin guno, dando con su brillo unánime un carácter típico a- la calle Pero la que más le i tecepeion« fué . la ausencia del tallar b que cerraba la calle ron una glo riosa floración de ro -os de vivísima laz entre cuyos destellos, 9 imagen el candor de su aparición . . Lo mentalmente, en azul magnifico, taimado la fachada de la casa del fondo y nirriéndale de apoyo varios tablones adormidos de verde: Ahora nada; tu casa desnuda mostrando la oquedad indiferente de was bieleonrs. Otro ispiq ue de campanas que ahora sonaba. lejano y turbio, como silos indignos bronces u ca.nsadow de su denuedo, inclinara.n lánguidamente Mis co pas sonoras. Ese valle° especial, de ritmo lento, denotaba que la. imagen ya esta ría por bis cal l es. Efectivamente, al poco tiempo hubo tía rebuelo en el públi co que deambulaba, se espesó el gentío, aparerieron racimos de cabezas en los baleane i limidarnente, , vacilantes.. brillaban las primeras velas al doblar la. entibia Muy ade/an/«do, el barró avanzaba y« con sorda rumor, arrastrado por los Marineros; se paraba un instante; se oía un sílbalo y volvía a ponerse en mi, 14M ha mboleáadose lentaineale. Joaquín lo reía. con simpatía; le traía auras fraganles de sus años mozos. El también se rintiö un año de marinero y lució ron al-gallo el traje azul, y Pié por la larde ron los demás rompañeros, re cogiendo almendradas y rollicos por las -casels, con un pañuelo grande que lle vaban• colgado al brazo. ¡Cuanto .tiempo había pasudo! Pero ya el doble rosario laminoso llenaba enteramente la calle de arriba a abajo, y la Virgen, ron un leve balanceo, se acercaba con majestad suprema, entre una apoteosis de luz, haciendo doblar a. supuso todas lu8 rodillas y ponien do la h«medad de lo inefable en loe ojos... • llepentiaamente, una voz gruesa sonó a su espalda con acento victorioso: —Qué le parece la procesión este ciño, Do , Joaquín? Usted que tiene un espíritu crítico tan fino pura las tradiciones de Elda, no le habrá encontrado defectos, ¿verdad? • Vnlviáse airado para repeler al importuno que le.distraia de sus medita ciones. Era Un comerciante hijo del pueblo pei o que residía. en otro de la. mis as , provincia. Con gesto mitad coadescendiente. mitad irónico esperaba la res puesta mientras el doble cristal de sus lentes refulgía en la penumbra. —La procesión, en efecto, ha estado este año muy lucida —concedió J o aquín— Mucho entusiasmo, -mucha veneración, Pero, amigo mío, está mutila da, estropeada esi 814 íntima esencia. — gEstropea da? Y por qué? No comprendo._ —Pues es muy fósil de comprender, señor mío. Ele estado pacientemente esperando que llegara la .4paradái, que sonara la Iraca y.que se cantara el Vi llancico... Y nada Ahora mismo, asómese Vd., la Imagen. está en la otra esquina de aquí arriba, ej jcomo si /al cosa! No hay tampoco Villancico. —Le advierto a- Vd. que ya se suprimieron hace algunos años, porque se 6.y ,71 ció que desordenaban la procesión y costaba luego mucho ordenarla de nuevo. Al llegar la parada, los hombres se metían en las casas de los conocidos a descansar y luego había que empezar de nuevo a arreglar las filas. El acto remataba mny pesado y la entrada muy tarde. —Todas esas razones que yo respeto, aunque no «imparto, las he nido niurho estos días ¡Peregrinas razones! El que la procesión se desarrime en In Tparada. no es motivo para. suprimir el villancico, porque se le quita sti carcic - ter genuino al acto. Esa desbandada de los fieles es un artístico desorden; es un pméntesis de javialidad popular en medio de una rula espiritual. Y no mos que ei la Virgen es . Rosa ffti8UC(.1», no en balde lleva el titulo tamb i én de «¡Causa nostrae hzetiae! . . iihorrando el villancico nos privim.os de oir hermosa plegaria de inspirada música procedente del archivo local, y las film se desordenan lo mismo, como puede Vd, ver ahora í, amigo mío, esta proce sión no es la verdadera, la que rió Castelar con. emoción. Por esle camino de las supresiones cautelosam e nte progresivas se llegará pronto a la abolici ó n total de las fiestas, si los que deben cuidar de su sostenimiento se dejan seducir, como bas l a ahora, por la Sirena de la Brevedad. — VerdadPrameote lleva Vd. razón, pero no reo solución. a cele asunto. Nuestra psicología es así: alegre y despreocupada. Viene Vd. conmigo a ver tu entrada? --; Vamos donde Vd. quiera! — Cuando llegaron, en el templo había pocas personas. Empezaban a encenderse las luminarias en las bóvedas altas Un capellán menudo y nerViomy agitaba viva menle una campanilla, dando órdenes a los que en lo alta encendían las velas. El prodigio repetido desde año inmemorial iba surgiendo con. celen i dad; era un derroche de luces en mil fantásticas combinaciones, como uva sulitime nevada de copos luminosos mágicamente inmóviles. Ur brillo deslum brador, como si todas las estrellas del firmamento se aglomerasen en temblorosas filas de lucientes puutos..Toda la iglesia, como una inmensa granada de oro, vibraba en fülgidos destellos, cuando entró la Virgen en una apoteosis de entusiasmo. . Y cuando sonó el primer viva, parecía que las luces gritaban en (-oro angélico o que las voces brillaran como luces. Joaquín, perdido en un rincón, lloraba, en silencio la suprema emoción del instante, pináculo de las fiestas. Luego era la subida de la imagen pausada mente, mientras se despegaban ron lentitud los escalones del /rana y la iluminación iba desapareci e ndo. Manos invisibles iban apagando las notas de aquella sinfonía dorada. Los collares de Millas subían con rapidez, owcilando y algunas se qaemaban del iodo con linu llama larga que ascendia vorazmente. Aunque u última hora, había gozo do de . un espectáculo que encontró invariable y auténtico. Hondas laices del solar patrio. — Una tarde del Novenario con tintes otoñales —nubes rojas del poniente quejumbre de campanas— abandonaba Joaquín, en pueblo. En sa alma cansada había un poco de desencanto. Vino buscando a Elda y encontraba una Ciudad populoso, alegre, modernizada, pero sin los aromas seculares que eran la pi r de su hidalguía. Cindad magnifica que sufría la paradoja de ser erarios Eala medida que crecía. Ahora, Ex-Elda. ELDA. w3 a lliOS THISIN Anoche, tu mirada erraba, triste, lejos... ¿Te atormentaba acaso el dolor de nn recuerdo? ¿1 Risiones truncadas o la voz de lo Eterno? No, no: no Lile lo digas; 11M6 óyeme un COnSei0: Aunque te duela el alma; aunque se le hunda el cielo de la ilusión más bella; air;;741k aunque el andante perro de la tristeza muerda Lt, corazón maltrecho, no salgas a la calle sin adoptar el gesto indiferente y vano, arrogante y soberbio... la luz enfermiza de Itom y estrellas Sufre risueña; escondo el dolor en tu pecho. se quedó, tembland ), prendida en tus ojos... .Que nunca, nunca, pueda iEra que llorabas...! trascender el secreto Bajo el cielo negro de la noche aquella, del intimo sagrario junto al mar en calina; que acunaba amores, de tu pesar interno. Bebes guardarlo sicmpre: recogió /a brisa /as tristes palabras ¡es tu jo y el mes bello! del adiós por siempre que nos separaba. Para el inundo, la máscara Rielaba en tu frente la luna de otoño; de la risa sin freno; cantaban las olas su eterna sonata; el tesoro valioso de tu angustia y tu anhelo y entre los suspiros del agua y la brisa, para ti solainent4-..... ¡también suspirabas...! ¡Que sabe el mundo de óso! Pasa el tiempo aprisa, y les cosas pasan, v u . 13X0 y la sutil tela de nuestra memoria el olvido rasga. Pero hay impresiones, tan hondas, tan a fuego grabadas, (fuertes que ni el tiempo borra t i el olvido acalla. Tal es el . recuerdo de la noche aquella en que se prendieron, temblando en tus legri las luces nerviosas de luna y estrellas; (mas cuando tú llorabas... Buscando consuelo, releo tus cartas... n// 3 O E D U A R D O G R A ae, PIMPI LOS ANOS (COntinuaeiii u de .Conio fti, ; r,uenro A Irän figura de los castillos de Petrel, Villena, Sax y otros que elevan sus torres del homenaje sobre lo mole parda de sus murallas— no era de fortaleza sino de po. lacio señorial. Y así, fué, porque consia en documentos de la época que en siglos sucesivos fueron habitämlolo diferentes señores y señoras de alta alcurnia, co• MO se vertí a renglón seguido. Erigióse el Alcazar sobre la primitiva fortaleza morisca aproximada. mente en 1292, siendo Doña Violarle, hija del infante D. Manuel la que lo inició, cailinuandole la reina Sibilia de Forcia, esposa de Pedro 1V de Aragón. Esta fué desposeida en 1387 por su hijastro, D. Juan II, que entregó el señorío de El. da a su esposa Doña Violante de Bar, quien se retiró a éste al quedar viudo, completando la construcción y adorno del Alcázar y habitándolo has t a 1124 en que lo enajenó a Ximen. Pérez de Corella, Conde de Cocentaina que también moró en él. así como sus sucesores los Condes de Coloma y Cervellán, nombra dos Corales de Elda desde 1500. El gráfico representa el ángulo NO., viéndose el torreón circular que hoy se mantiene en pié De los otros frontis quedan evidentes vestigios para demos trar cual era su exfructura externa. Al frente S. esquinado por dos torreones macizos que achinaban los ángulos se alzaban dos torres gemelas, cuadradas, que servían de atalayo a lo magnífica vista del valle en lada su belleza de égloga. Entonces agrupábanse las casas al pie del castillo, llegando apenas a la ralle de San. Roque y desde allí, desparramándose hacia el sur, en casitas aisla das de los moriscos que con su paciencia inagotable y su ciencia milenaria de la agricultura habían convertido el valle en un maravilloso vergel, delicia de los ojos de las caslellanas. Del g rogui° SE: partía el elevado acueducto que unta el Castillo ron la colina hoy del Depósito, sostenido por recios pilares que dieron nombre a la ca lle ifAi llamada hasta nuestros dios. Este fui! nuestro Alcázar. Sus piedras martirizadas, al recibir el beso helado de la luna evocarán nostálgicamente, con. el fondo musical del viejo Vi nalapó, su época de fastuoso esplendor. Y entre sus muros desmoronados tal vez vaguen las sombras difusas de las reinas que en él encontraron sedante pa ra su honda tristeza, IMPRENTA BERENGUER - NOVELN