Educación Física Inclusiva
Esta semana ha comenzado en el IES Azorín de Petrer un curso destinado al profesorado de Educación Física e impulsado por la Fundación Trinidad Alfonso, la Universidad Miguel Hernández y el Comité Paralímpico con la colaboración del Centro de Formación, Innovación y Recursos Educativos (CEFIRE) de Elda y del propio instituto anfitrión.
Su objetivo principal es la formación en Educación Física Inclusiva como medio de fomentar actitudes que favorezcan la inclusión y la participación igualitaria de todo el alumnado en este ámbito, además de fomentar los valores paralímpicos y la práctica deportiva inclusiva.
Podéis conocer este magnífico proyecto que se reproducirá en todos los CEFIRE de la Comunitat Valenciana en el blog IncluyeT al que se van incorporando materiales de gran interés para el profesorado especialista en esta materia y, me atrevo a decir, para cualquier persona interesada en conocer un poco más sobre actividad física y deporte inclusivos.
La primera sesión abordó la presentación y motivaciones de este curso, que se desarrollará presencialmente a lo largo de tres semanas e incorporó una segunda parte práctica en la que quienes participamos nos tuvimos que poner en el lugar de alumnado con distintas (dis)capacidades y desarrollar ciertas tareas en forma de juego para, a continuación, reflexionar sobre nuestra práctica y su posible perfeccionamiento tras el análisis del experto.
Creo que el hecho de la especialización de sus destinatarios y destinatarias de esta formación no ha de ser obstáculo para difundir una labor que nos compete a todos y todas a la hora de contribuir a la eliminación de barreras de órdenes muy diversos, no solo las más evidentes arquitectónicas (igual las actitudinales, curriculares, organizativas...) en nuestros centros educativos y más allá de ellos. Así mismo, para afirmar la obligación en aras de una igualdad efectiva de oportunidades de plantearnos en qué medida estamos contribuyendo a una escuela inclusiva más que a una meramente integradora. A través del juego, la simulación de situaciones, las propuestas prácticas y contextualizadas se evidenciaron estas necesidades y la amplitud de nuestro margen de progreso para afrontarlas en condiciones. Es una trayectoria en el que hemos de admitir nuestras carencias pero que, vista en su devenir, presenta avances ilusionantes.
La diversidad, también en el ámbito de las capacidades humanas es un hecho innegable, natural, que exige una gestión compleja por muy diversas razones: la mejora en la vida de las personas, su autonomía, su pertenencia y participación, el beneficio de toda la sociedad, consecuencia de la anterior y, ya desde el punto de vista profesional, la propia mejora de las prácticas y competencias docentes. Tenemos, sin embargo, una tendencia a pervertir el sentido natural de la diversidad y conceptualizarlo de maneras lesivas en primer término para algunos y algunas pero, en realidad, para el conjunto.
Durante mucho tiempo y aún, a los juegos del curso me remito, la discapacidad se ha entendido fundamentalmente en términos de déficit de ciertas personas para adaptarse a la mal llamada normalidad (el problema era suyo), personas condenadas a la segregación y marginación entre otras muchas, en las actividades relativas a Educación Física. Progresivamente, se ha avanzado por la senda de comprender necesidades educativas especiales y el papel del contexto para minimizarlas. Esta aproximación no logra escapar de lo que en el curso se nos advertía acerca de pensar en clave de discapacidad y no contribuir a que el compañero o la compañera gestionase su propia tarea desde sus posibilidades. Fue un ejercicio enormemente revelador del largo camino hacia una concepción inclusiva, educativa en profundidad de la persona con discapacidad más notoria y de las otras con otras discapacidades más desapercibidas.
Esta concepción confiere protagonismo y no mera asistencia y obliga a pensar sobre el origen verdadero y la naturaleza de las exigencias a los que hemos de dar respuesta y a relacionarlos con un contexto físico y mental con un modelo o un pensamiento sobre la discapacidad que se puede convertir en nuestra mayor barrera para conseguir una verdadera cultura de inclusión más allá de una versión cosmética o minimizadora de la diversidad humana como obstáculo o dificultad.
Por supuesto que es más difícil actuar en consecuencia con la diversidad pero en ello radica uno de los valores fundamentales en los que creemos, el enriquecimiento que nos proporciona a todos y todas no ser simples clones a quienes sería mucho más sencillo... ¿educar? No, tal vez otra cosa.
Para saber más:
CNICE. Educación inclusiva. Materiales de formación en línea
Jesús María "Pitxu" García Sáenz (Vitoria-Gasteiz, 1970) es doctor en Filosofía y Letras (sección Filología Hispánica) por la Universidad de Deusto. Como profesor de Secundaria ha trabajado en el IES Azorín de Petrer y en el CEFIRE de Elda, en la asesoría de plurilingüismo y en las de referencia sobre programas europeos y coeducación.