viernes, 19 de abril de 2024

Capítulo 9 y 10

Juan Carlos García Torres Martínez
27 noviembre 2021
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Capítulo 9 y 10

9

Hoy ha venido mi hija Roly a vernos. Viene con su novio a comer. Ellos están confinados en Playa de San Juan de Alicante. Se arriesgan a que les paren en algún control como si traficaran con drogas. Simplemente viene a ver a sus padres pero esto es toda una aventura. No ha tenido mayor problema en llegar. Hemos comido paella aunque yo he estado bastante atareado con las resoluciones que me mandan del trabajo. Quieren que trabajemos telemáticamente; aunque el ordenador, la conexión a internet y todo el trabajo de instalación de programas la ponemos nosotros. He estado toda la mañana y parte de la tarde intentando la conexión remota pero ha sido imposible. Sale un error llamado “guacamole” que no hay forma de saltarse. Yo creía que eso era una comida mejicana.

Roly se ha ido sobre las 21 horas. A los pocos minutos me ha telefoneado alarmada contándome que al salir de la escalera y llegar a la primera esquina, a pesar de ir separada andando a varios metros del novio, les ha sorprendido una furgoneta policial. Ella llevaba una bolsa; por lo que parecía que iba a tirar la basura, pero él no. Se han hecho los despistados pero han observado que el coche daba la vuelta por la calle de arriba para hacer toda la manzana e interceptarlos.

Ellos han corrido al coche que tenían aparcado y han arrancado rápidamente. Por el retrovisor han divisado a la Policía que cruzaba nuevamente por la calle buscándoles. Se han asustado bastante porque están formulando denuncias y colocando de mil a mil quinientos euros sin venir a cuento.

Ya de noche. Las 23.55 horas me decido a hacer una inspección ocular de los alrededores. Me coloco las botas que tengo en la entrada de la puerta o salida, según se mire, y salgo a la calle. Me hubiera gustado ataviarse con una chaqueta de cuero y unos zapatos de plataforma con tacones como el marido de Alaska. Así, con la peluca lisa de pelo largo que he conseguido el parecido resultaría asombroso.

Cruzo la Gran Avenida como de costumbre. Ya todas las luces me parecen sirenas azules (y así un cajero automático del banco de Sabadell, consigue acelerar mi ritmo cardíaco. No hay que alarmarse). Dejo la basura en el primer contenedor que me encuentro y sigo caminando hacia una zona que no había recorrido. Es menos céntrica que las anteriores, aunque no deseo arriesgar en exceso. Recorro dos calles en línea recta por donde no “azulea” nada y doblo a la izquierda calle de arriba, eligiendo la acera donde se permite aparcar en esta quincena. Así no se me localizarán desde lejos (pienso).

Cuando me encuentro en la paralela a la Gran Avenida, descubro de repente que por la calle que sube frente a mí; calle Pablo Iglesias, un resplandor azul llena la oscuridad relativa de las farolas. Me escondo detrás de un coche. Observo que la policía patrulla pero no me ha visto y pasa de largo. Me acerco a la esquina. Siguen su camino.

Al cruzar la Avenida ya camino a mi portal, descubro a tres chavales que salen de la calle que yo he recorrido hace un instante. También se esconden. Llevan gorras. Se ocultan como yo acabo de hacer. Es como jugar al escondite. Sospecho que hay alguna unidad de policía secreta, sin luces que avisa a los otros que son los que se encargan de asustar al personal. Hoy no nos han pillado. Hemos tenido suerte. A ver mañana...

10

Llueve. Nuevamente. Pero esta noche no puedo echarme a la calle, porque la lluvia es incesante y fuerte. Ha habido hasta relámpagos. Esta mañana he ido a comprar a un Súper. No llevo mascarilla, pero sí guantes de látex. Para entrar al establecimiento tienes que hacer previa cola porque no dejan acumularse mucha gente en su interior. He tenido que limpiar mis guantes con gel de alcohol y ponerme otros guantes encima de los que llevo puestos. Cuando nos da por algo…

Hace tan solo un mes veíamos a los chinos por televisión con mascarilla y nos parecía algo extravagante. Tiempo atrás en mi trabajo coincidí con una chica que siempre llevaba mascarilla, sobre todo cuando cuidaba a su madre. Me resultaba ridícula cual y hasta enfermiza. Sin embargo ya nos hemos acostumbrado. Ahora todo el mundo lleva mascarilla. Todos menos yo, porque a mí se me empañan las gafas y prefiero como medida de precaución mantener la distancia con la gente.

He conseguido, tras dos días, que funcione por remoto mi ordenador. Ha sido difícil. Mañana veré de trabajar desde mi obsoleto portátil. Hasta ahora todo lo he hecho por teléfono.

Llueve y no se puede salir. Resignación. A ver mañana…

Juan Carlos García Torres Martínez
Juan Carlos García Torres Martínez
Acerca del autor

Juan Carlos García Torres Martínez nació en Elda en 1962, era el cuarto de cinco hermanos y siempre fue buen estudiante y con gran capacidad para hacer amigos. Estudió la carrera de Derecho pero nunca ejerció como abogado, aunque su profesión como secretario judicial siempre le mantuvo relacionado con las leyes. Desde muy joven fue un apasionado de la música, llegando incluso a ser fundador de la tuna de derecho de alicante. Otra de sus pasiones fue el deporte; su bicicleta conocía bien todos los montes y parajes de nuestra comarca, pero si hay algo que no abandonó nunca fue la escritura. Le gustaba plasmar vivencias cotidianas transformándolas en pequeñas historias de aventuras. Su tono irónico quitaba dramatismo a lo que relataba, él era así en su propia vida, intentando darle a todo un toque surrealista propio de su personalidad, y con ese estilo escribió su novela corta titulada "el temor" que fue ganadora del premio Ciudad de Elda de Cuentos en 1992.

Fue durante el confinamiento, entre los meses de Abril a Junio de 2020, cuando Juan Carlos hizo un pequeño diario de sus vivencias con su caracteristico estilo

Tristemente Juan Carlos nos dejaba el 16 de febrero de 2021 por causa del Covid, pero su legado literario y personal nos acompañará para siempre.

Éste es un pequeño homenaje póstumo a un discreto artista pero una gran persona.

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