Los niños de antes

Se podría decir, sin lugar a dudas, que la niñez es la etapa más feliz de la vida, una etapa en la que no suelen existir las preocupaciones. Aunque no siempre ha sido así pues hace algunos años había niños que tenían que trabajar y ayudar a sus padres para poder substituir como “los niños de la leña” que iban al monte a recoger este combustible y así poder ayudar a sus familias. Otros niños padecían de la incultura de sus padres ya que el analfabetismo estaba muy extendido. Cuando empezó a despegar la industria del calzado, con la industrialización era habitual ver a niños de muy corta edad ayudando a los trabajadores, realizando diversas tareas que iban desde llenar los botijos de agua hasta llevar carretillos.

Durante la niñez los más pequeños asistían a las diferentes escuelas que había en el pueblo. Las obligaciones esenciales de los niños generalmente eran ir a la escuela y jugar. Jugar con los amigos en el entorno de la calle donde vivían y sus alrededores. La infancia estaba repleta de momentos maravillosos e ilusionantes; cualquier cosa por insignificante que pareciera se convertía en la expresión viviente de la felicidad.

En las primeras décadas del siglo XX, los juegos de las niñas y niños en las plazas y en las calles de Petrer donde vivían los más pequeños ocupaban la mayor parte del tiempo. Correteaban y jugueteaban por las calles que no tenían tráfico, eran los dueños y corrían por lugares donde no había peligro. También se asomaban a les boqueres y se subían a los porches del edificio del casino El Terròs, la sede de la fiesta, de la Unión de Festejos, en la plaça de Dalt, en aquellos tiempos. Correteaban por allí y miraban por el agujero de la cerradura de la puerta de una habitación donde se guardaba la cabeza de la Mahoma que les llamaba poderosamente la atención. Existía la costumbre de ir por los campos y arrasar los árboles cogiendo almendras y albaricoques verdes. En las tardes de verano los niños se sentaban con sus padres a tomar helados en la plaça de Dalt, en el Casino del Terròs y en otros que se ubicaban en dicha plaza. También era costumbre ir a la era de Pebrella a comprar tramusos y guijas.

En esos años la mortalidad infantil era muy elevada y la muerte no discriminaba a los niños ricos de los pobres. A los infantes muertos se les denominaba “mortixols” o “mortixolets”. Existía la costumbre de cuando moría un niño ir a bailar y a cantar a la casa donde se había producido el óbito. Este ritual se aceptaba como una tradición, aunque no fuese con mucho agrado. Esta costumbre desapareció en Petrer a raíz de que Presentación Maestre Poveda, indignada por el hecho de que se bailara cuando fallecía un pequeño, echara de su casa a todos los que hasta allí habían acudido a bailar cuando murió su hijo a finales de la década de 1880. Todo el pueblo lo aceptó muy bien y en ese momento se acabaron los bailes en Petrer cuando fallecía un recién nacido. La mortalidad infantil, como hemos apuntado, era muy común y mortixolets había todos los días. A los niños cuando fallecía alguien de la familia los vestían de riguroso luto, incluso para tomar la comunión.

Los juegos más frecuentes, entre los años 20 y 30 del pasado siglo, eran el gua, la píndola, oliva oliva, la trompa y el diábolo, entre los niños, y la tella y la comba entre las niñas. Un tiempo especial para ellos era cuando llegaba la Pascua y disfrutaban yendo a comerse la “mona” y también jugando a píndola en la plaça de Baix, volar el cachirulo, a llargues ...

Como ha cambiado la niñez respecto a un pasado no muy lejano. Hoy nuestras calles están llenas de coches y hace ya tiempo que los más pequeños juegan en los parques y jardines. También las actividades extraescolares ocupan buena parte del ocio de los niños. Los tiempos han cambiado y es lo que nos toca vivir.

¡Quien pudiera volver a ser niño!


M.ª Carmen Rico Navarro cursó estudios de Geografía e Historia en la Universidad de Alicante, licenciándose con Grado con la presentación del estudio sobre la tradición alfarera de Petrer, obtuvo la calificación de sobresaliente por unanimidad (1996).
Desde 1983 es Técnico de Archivos y Bibliotecas del Excelentísimo Ayuntamiento de Petrer. Estudiosa de la historia y los temas de Petrer, su localidad natal, de la que es cronista oficial desde 1994.
Es autora de varios libros y trabajos de investigación entre los que destacan: Del barro al cacharro: La artesanía alfarera de Petrer (1996), Azorín y Petrer (1998), Catálogo del pintor Vicente Poveda y Juan (1998), Apuntes para la historia de Petrer: Vida y obra del presbítero Conrado Poveda (2000), Las calles de Petrer (2002), La lectura en Petrer (2005), Historia de la sanidad en Petrer (en colaboración) (2006), Un siglo de música, publicación que obtuvo el Premio Euterpe (2006), Petrer 1935: Un pueblo en blanco y negro (2007) y El marquesado de Noguera: Un señorío nobiliario en Petrer (en colaboración) (2014). Además ha escrito numerosos artículos en periódicos y revistas especializadas.
Ha dirigido la revista cultural Festa en distintos periodos (1988-1994, 1997-1998 y 2001) y las colecciones de monografías “Vila de Petrer” y “L’Almorxó”.
Además fue la primera pregonera de las fiestas de la Virgen del Remedio en 2015 y es buena conocedora y una apasionada de las fiestas de San Bonifacio colaborando siempre con todas las directivas.
M.ª Carmen se ha dedicado durante muchos años a investigar y divulgar el patrimonio local. Por todo lo expuesto y porque siempre ha sido una amiga y estrecha colaboradoras de Valle de Elda le damos la bienvenida y os invitamos, a partir de hoy, a leer y a disfrutar de sus Crónicas de Petrer.