jueves, 28 de marzo de 2024

Del reformista y el liberal, al nostálgico exiliado: Juan Sempere y Guarinos

Rafael Carcelén
4 diciembre 2015
4.705
Del reformista y el liberal, al nostálgico exiliado: Juan Sempere y Guarinos
Grabado de Juan Sempere y Guarinos

-ESTANTERÍA DE AUTORES ELDENSES-

Tenaz. Apasionante. Dos adjetivos muy adecuados para calificar el temperamento de Sempere y Guarinos y una vida llena de indagación, entrega y altibajos en uno de los momentos cruciales de nuestra historia moderna. Del empuje reformista y civilizador bajo el reinado de Carlos III a la restauración absolutista de Fernando VII, en 1812, tras la invasión napoleónica y la guerra de la independencia (1808- 1812), la trayectoria intelectual y vital del eldense es fiel reflejo de las fluctuaciones en todo ese tiempo: una etapa en la que tantos políticos e intelectuales depositaron su esperanza con la incorporación paulatina del país al modelo económico y cultural de progreso que la Ilustración suponía y que se verían descarnadamente truncadas con la vuelta a los privilegios estamentales propios del Antiguo Régimen y que terminaría lastrando el desarrollo económico español durante todo el siglo XIX.

Nacido en Elda en 1754, con una vasta formación humanística, no hubo tema de interés de su época que le fuese ajeno. Una gran dedicación le llevó publicar entre 1785 y 1789 los seis volúmenes del Ensayo de una Biblioteca española de los mejores escritores del reinado de Carlos III, que le permitió reivindicar el alto valor literario y científico de los escritores del momento en España y con la intención de refutar la idea de un país culturalmente atrasado como pretendía la Enciclopedia francesa. La preparación de esta obra le facilitó además el contacto con los ilustrados más importantes: Jovellanos, Campomanes, Meléndez Valdés, Ulloa, Floridablanca, etc. El éxito fue tan inmediato como previsible. Las críticas por parcial, también. Como lo sería el libro publicado en 1788, Historia del lujo y de las leyes suntuarias en España, donde antepone la riqueza productiva a la improductiva de los nobles y en el que critica abiertamente las trabas del Estado para promover el consumo de artículos por todos los ciudadanos, impidiendo así progresar a la incipiente industria y el libre comercio.

Inicio de la Historia del lujo y las leyes suntuarias

Este trabajo le permitió obtener el título de fiscal civil de la Chancillería de Granada, cargo que ostentará hasta 1812, y su ingreso en 1790 en la Real Academia de Florencia. Esa misma preocupación por las trabas al desarrollo agrícola, comercial e industrial le lleva a publicar en 1794 la Respuesta fiscal sobre la honra de los oficios donde cuestiona el gremialismo contrario al avance de las nuevas profesiones. Godoy, valido de Carlos IV, tras una amonestación por sendos informes previos, le encomienda un plan de reforma educativa para Granada, que aparecerá en 1797 con el título de Informe dirigido al Príncipe de la Paz sobre la educación del reino. Ese mismo año aparece su Proyecto sobre patronato de legos y obras pías, una propuesta desamortizadora recibida con entusiasmo pero que finalmente será desechada.

Su desánimo por los retrocesos durante el reinado de Carlos IV (escribirá después que estos fueron años en los que “no pudieron llevarse a efecto las reformas proyectadas”)  no le aleja de sus intereses reformistas y de modernización y publica en 1804 unos Apuntamientos para la historia de la jurisprudencia española, que le servirán de base para la publicación muchos años después de su celebrada y reconocida Historia del derecho español, una obra insustituible en palabras de Francisco Tomás y Valiente. Un año después, su Historia de los vínculos y mayorazgos abundará en la necesidad de una profunda reforma agraria -más radical incluso que la propuesta por Jovellanos- que posibilite el desarrollo comercial e industrial, propios de una economía moderna y de mercado.

La invasión napoleónica de 1808 le coge en Granada, ejerciendo de fiscal en su Audiencia, adonde los franceses no entran hasta 1810, año en que jura al rey José I Bonaparte, siendo nombrado poco después Juez de las Juntas de Negocios Contenciosos en Madrid. Acusado de afrancesado y de colaborador con los invasores, es detenido y encarcelado en 1812, saliendo hacia el destierro en 1814, primero estableciéndose en Burdeos -donde coincidirá con Goya- y posteriormente en París. Su regreso a España tras el pronunciamiento de Riego, durante el periodo del Trienio Liberal (1820- 1823), acabará con un nuevo exilio en París tras la restauración del absolutismo por Fernando VII hasta que en 1826 regresa y se retira de toda actividad, pasando sus últimos años en Elda, hasta su fallecimiento en 1830. 

Fernando VII, el rey más absolutista, retratado por Goya

A pesar del ajetreo y la desmoralización por su propia situación personal y la del país, no dejó de escribir y publicar en todos estos años. Sobresalen la discutida entre las distintas facciones de liberales Historia de las Cortes de España, editado en Burdeos en 1815; La Memoria para la historia de las Constituciones españolas (París, 1820); su autobiografía en tercera persona, Noticias literarias de Sempere, en 1821; la Historia de las rentas eclesiásticas españolas, en 1822: una obra que denuncia el interés secular de la Iglesia por la obtención de tierras, impidiendo así el progreso agrícola y el acceso a la modernidad, y su degradación al estar más pendiente de su aumento patrimonial que de preservar la salvación del alma de sus fieles. O los dos tomos de la Historia del Derecho español (1823), ya mencionado.

Si en los años cincuenta suscitó ya interés, no será hasta la década de los noventa del pasado siglo, o sea ciento sesenta años después de fallecer, cuando se estudie y reconozca a este gran pensador ilustrado como merece. El filósofo J. L. Abellán en 1993 con su trabajo Un olvidado: Juan Sempere y Guarinos, y la monografía, consecuencia de una tesis,  De la ilustración al liberalismo (El pensamiento de Sempere y Guarinos), de Juan Rico Giménez, publicada por la Universidad de Alicante en 1997, rescatarán su figura que, desde entonces, no ha dejado de agrandarse. Como se dice allí:

“El análisis de la abundante y variada obra de Sempere muestra los rasgos y los temas característicos del ideario ilustrado español, que, aún con sus peculiaridades propias, se halla sustancialmente inserto en las coordenadas de la Ilustración europea, especialmente la que madura durante la segunda mitad del siglo XVIII y padece las transformaciones generadas por la Revolución Francesa y el primer Liberalismo decimonono. En este sentido, Sempere y Guarinos merece estar entre el elenco de los “grandes” de la Ilustración española, Jovellanos, Campomanes, Cadalso, Forner, Moratín, Martínez Marina…”

Diez años después, en 2007, se publicó Las indecisiones del primer liberalismo español. Juan Sempere y Guarinos, tesis doctoral de Rafael Herrera Guillén, quien divide su trayectoria intelectual en tres etapas: la del reformismo ilustrado, que iría de 1781 a 1808; la propiamente liberal, de 1808 a 1823; y la final, hasta su fallecimiento, de dudas, indecisiones, retractación y anhelo por retirarse. Un trabajo que revaloriza sin ambages la contribución del eldense para los futuros proyectos desamortizadores y liberalizadores del suelo para modernizar la agricultura durante el siglo XIX; que criticó abiertamente la acumulación de mayorazgos y las posesiones eclesiásticas acumuladas durante siglos; o que, como buen ilustrado, vio en la educación una herramienta insustituible para favorecer el desarrollo del conocimiento, la cultura y el progreso en un país tan paralizado entonces por la imposición de la ignorancia, la intransigencia y un fanatismo preponderantes.

En su segunda etapa -siguiendo el trabajo de Herrera, la fase liberal de su pensamiento- Sempere concluye que  “el estudio de la historia española no devolvía más que la narración de toda una serie de fracasos inoperantes e ineficaces para la nueva etapa liberal abierta”, y reconocerá la insuficiencia de un proyecto reformista y la necesidad de una acción revolucionaria siempre bajo una Monarquía de poder centralizado, siguiendo el ejemplo de su admirado Carlos III. Tesis que adaptará a las necesidades y los intereses propios de cada momento. Durante los últimos años, quizás por la nostalgia de su tierra natal en el duro destierro parisino o por el desencanto ante la imposibilidad de todo progreso y la incomprensión hacia su figura, Sempere se recluye en sí mismo y sólo anhela un retiro tranquilo en Elda, sin vaivenes ni ajetreos. Su producción en estos últimos años, reacia con sus propias ideas y muy aferrada a su situación anímica de cansancio y amargura, se alejará de la altura de miras de las dos etapas anteriores que, aunque fluctuantes, resultaron muy fructíferas intelectualmente.

Carlos III, gran impulsor del reformismo ilustrado, pintado por Goya

Por contra, en Carlos III y la Ilustración en Sempere y Guarinos, Rinaldo Froldi ha sostenido la sustancial coherencia de pensamiento del eldense, “que tiene como base unos puntos fundamentales que remontan a sus años de formación, y la experiencia vivida con entusiasmo y participación, y luego constantemente rememorada con nostalgia, del reinado de Carlos III”. En cualquier caso, las desventuras y contradicciones  del ilustrado eldense son las propias de una época tan ajetreada y controvertida como su misma vida. Por eso, afirma Rico Giménez, “Sempere parece, a veces, el hombre de las mil caras y uno no sabe muy bien con cuál de ellas quedarse, pero, ¿acaso esa incoherencia de actitudes vitales y políticas no se deja ver en todos los españoles contemporáneos suyos que como él tomaron partido por la modernización y el progreso del país?” 

Más allá de sus vaivenes, la fidelidad a sus principios o sus indecisiones, es innegable que la suya fue una vida tan tenaz en la argumentación de sus ideales como apasionante en la implicación por virar el rumbo amargo de los acontecimientos que le tocó vivir.

Las indecisiones del primer liberalismo de Rafael Herrera, analiza la evolución intelectual de Sempere

Rafael Carcelén
Rafael Carcelén
Acerca del autor

Además de disfrutar como maestro de escuela, me encanta escribir. Y leer. Y subir los montes alicantinos. Y jugar al ajedrez. Y… siempre me sigue apeteciendo aprender. Y segregar lo que aprendo -lo que vivo, lo que siento- en artículos, poemas y aforismos como éste: “¿Es imaginable la felicidad en un grano de pimienta?”

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