En abril de 1924 y 1925 el ídolo de la época, Miguel Fleta, actuó en Monóvar
El sábado 19 de abril de 1924, y el domingo 12 de abril de 1925, Monóvar vivió sendos acontecimientos líricos, que por aquel entonces, estaban reservados a las grandes ciudades. Más que acontecimientos cabría calificarlo de verdaderas fiestas de fervor popular.
Para inaugurar el Teatro Kursaal actuó en la ciudad natal de Azorín ni más ni menos que el gran divo internacional de la ópera. El tenor aragonés Miguel Fleta, cuando se encontraba en el cúspide de su carrera meteórica, y era solicitado por los teatros de ópera más importantes de todo el mundo. Dos meses antes de su primera actuación en Monóvar, el 13 de febrero, había debutado en el Metropolitan de Nueva York. Y tan solo un año después, el 25 de abril de 1926, estrenó Turandot, en la Scala de Milán, la ópera póstuma de Giacomo Puccini .
Cuando Fleta estuvo en Monóvar su trayectoria artística era más bien corta, pero su ascenso fue fulgurante, debido a sus condiciones naturales extraordinarias, y a los dos años de intensa preparación técnica, que le convirtieron en un fuera de serie, y hasta podríamos decir que en un objeto mediático, aún cuando sus actuaciones, éxitos y triunfos en los escenarios, y sus devaneos femeninos, solo se propagaran por medio de la prensa escrita y la rumorología ciudadana.
La más clara prueba de su calidad canora la encontramos en sus grabaciones discográficas. Aun estando registradas en los años 20 del siglo pasado, la belleza de su timbre, sus inigualables filados y la claridad y potencia de sus agudos, suenan inmaculados. Muchísimo mejor que los de otros cantantes de primera línea mundial de su época. (1)
Cabe considerar que en aquella época todo quien estaba relacionado con el mundo de la lírica, fuese zarzuela, revista o cuplé, aquí en España, se convertía en personaje popular y admirado.
Con todo, que actuase en una ciudad como Monóvar era algo insólito. Fleta solo volvió a hacerlo en pequeñas localidades cuando estaba en la línea descendente de su fulgurante y corta carrera, se le habían cerrado las puertas de los grandes teatros y deambuló por las provincias españolas, con más pena que gloria.
Un regalo por amor
Y alguien podrá preguntarse, siendo del todo razonable hacerlo, como fue posible que un cantante solicitado en los teatros de ópera más importantes del mundo, y que además gozaba de una agenda repleta, accediese a cantar en Monóvar.
También cabe preguntarse a quien se le ocurrió pensar en él para inaugurar el nuevo teatro, siendo de carácter privado.
Pues esa ocurrencia fue del empresario de la construcción José Sempere Molina -o de su esposa- asentado en la ciudad monovera desde hacía algunos años, y según cuentan hombre emprendedor, que igual ganaba un montón de miles de pesetas en algún negocio, que perdía los mismos, o más, en el siguiente.
Promovió un grupo de viviendas, de estructura muy avanzada para la época, justo a espaldas de donde levantó el teatro.
Molina fue el constructor, propietario único y empresario, inicialmente, del Teatro Kursaal. El hombre amaba a su esposa hasta la veneración, y le concedía todos los "caprichos" -digámoslo así- que a ella se le ocurrían. Y una de sus ocurrencias fue, primero, la de que su marido levantara un teatro, y segundo, sugerirle que para su inauguración contratase a Miguel Fleta. La señora era una ferviente admiradora del arte del antiguo jotero aragonés.
En la Historia del Kursaal Fleta, de Paco Corbí Jordá, escrita en lengua valenciana se dice: "La construcció del Teatre Kursaal Fleta fou una aventura temerària. L´apassionat impúls d´un home enamorat. Un somni enlluernant que l´audacia va tornar tangible. Una fascinant història d´amor...".
("La construcción del Teatro Kursaal fue una aventura temeraria. El apasionado impulso de un hombre enamorado. Un sueño alunado que la audacia volvió tangible. Una fascinante historia de amor...").
Y aunque pudiera parecer una misión imposible Sempere dio satisfacción al sueño de su mujer. Fleta que, por aquel entonces cobraba 11.000 pesetas por actuación en el Teatro Real de Madrid, pidió 25.000 por acudir a Monóvar. Quizá creyendo que no se los darían. Pero Sempere dijo sí. Además contrató a la orquesta de plectro La Wagneriana, de Alicante, para acompañarle en la interpretación de las habituales jotas, que el cantante siempre llevaba en repertorio. Hasta ese punto estaba el hombre dispuesto a satisfacer a su esposa.
En las arias de ópera, romanzas de zarzuela y canciones Fleta, según el periódico El luchador "estuvo acompañado al piano por su maestro mejicano, que ignoramos como se llama". Así de campante quedó el informador o periodista redactor de la crónica "ignoramos como se llama".
Y como el teatro no se llenó, dados los precios tan elevados de las localidades, las pérdidas económicas fueron cuantiosas. El déficit pudo ser menor, de haberse completado el aforo, pero hubiera sido.
La actuación de La Wagneriana, que además amenizó los dos entreactos, fue muy del agrado del público. Por tal razón en 1926 ofreció un concierto, el 15 de mayo de 1926, en el Teatro Principal, sito pared con pared del Kursaal.
Como ya dijimos en nuestro artículo referido al cierre del Teatro Real, Fleta en sus actuaciones operísticas solía brindar varias propinas al público. Había tres obras que eran las más habituales y de géneros dispares. La canción Ay ay ay, del chileno Osmán Pérez Freire. La jota de El trust de los tenorios, zarzuela del valenciano José Serrano, y el aria del último acto de Tosca -el Adiós a la vida de Fleta-de Giacomo Puccini.
Todas ellas formaron parte del concierto del 19 de abril. Otras arias fueron de las óperas L´elisir
d´amore, Marta, La Favorita, Rigoletto y La Africana. La canción Mi tierra, del cántabro José Lucio Mediavilla, y la romanza de la zarzuela La triunfadora, según el programa del concierto "Romanza de la obra del maestro Serrano que se estrenará en el Teatro de la Zarzuela de Madrid...". Sin embargo, en la historia del coliseo madrileño, de Emilio García Carretero, no hemos encontrado dato alguno de que fuese estrenada allí. En realidad La triunfadora pasó a denominarse Los de Aragón, del compositor valenciano José Serrano. Se estrenó en el Teatro Calderón de Madrid, el 16 de abril de 1927.
Para acabar el concierto ofreció una larga serie de jotas aragonesas.
Fiesta en las calles
La llegada de Fleta a Monóvar se convirtió en toda una fiesta,que trastocó durante unos días la tranquila vida del pueblo.
El tenor llegó a la ciudad el viernes día 18, cuando iba en tren dirección a Alicante, donde tenía reservado el hotel. Pero antes de llegar a la capital quiso conocer el lugar de su actuación del día siguiente. Un vecino de Monóvar, que ya disponía de automóvil, fue a recibirlo a la estación. La noticia de la llegada de Fleta se corrió como la pólvora entre el vecindario.
Recibimiento tan multitudinario causó un impactó de afecto en el cantante, hasta tal punto que aceptó la invitación del empresario Sempere para hospedarse en su propio domicilio. Centenares de monoveros se congregaron ante la fachada, saliendo Fleta al balcón donde fue larga y calurosamente ovacionado. Algo similar a lo que ocurre cuando llega al pueblo un deportista o equipo que acaba de conseguir un título nacional o mundial, y se asoma al balcón de su Ayuntamiento.
Igualmente multitudinaria fue la visita que realizó al Casino, antes de retirarse a descansar. El corto trayecto desde el domicilio de Sempere se encontraba abarrotado de monoveros. Y es que no faltó quien quería comprobar desde el primer momento que era verdad, que Fleta cantaba en Monóvar. Esta vez se hizo más realidad que nunca la vieja cita de si no lo veo no lo creo. Y es que un artista ídolo de los teatros de ópera más importantes del mundo, resultaba poco creíble que fuese a actuar a una población de 10.000 habitantes.
Así pues, el sueño de la esposa del empresario, de que su divo inaugurase el teatro, fue mucho más allá de su simple actuación. Lo tuvo hospedado en su casa durante algunos días. No falta quien dice que aceptó la invitación, al conocer a dos sobrinas del matrimonio, jóvenes y muy bellas. Fleta contaba entonces 26 años, y sus devaneos femeninos ya formaban parte de su biografía.
Tras su actuación del sábado, inenarrable, se le invitó por las autoridades y empresarios locales a una jornada de caza en el coto de La Zafra, donde tuvo la oportunidad de probar los exquisitos gazpachos monoveros, cocinados a la leña.
Actuación con las ventanas abiertas
Las múltiples atenciones que el tenor recibió durante su estancia en Monóvar, y al observar la gran cantidad de público que había fuera del teatro sin poder acceder, motivó que él mismo pidiese a la empresa que los ventanales se abrieran, para que su voz, en la medida que fuese posible, llegara hasta la calle.
De nuevo se corrió la voz de inmediato, y la concentración ante el teatro fue de varios centenares de personas, quienes guardaron un silencio sepulcral. De no haber sido así las ventanas se hubieran cerrado, para no molestar a quienes habían pagado su entrada.
Los precios, como ya queda dicho, fueron muy elevados, demasiado, para la época. Un palco con seis asientos costaba 350 pesetas el de platea y 300 pesetas del primer piso. Una butaca de patio, de la fila 1 a la 32 costaba 60 pesetas y 50 pesetas de la 33 a la 37. En preferencia o primer piso estaban a 40 y 45 pesetas. Y ya en en segundo piso o general (gallinero) a 20 y 25 pesetas. Había unas localidades de pie, llamadas de paseo, al precio de 10 pesetas.
Considerando la realidad económica y social de la época, resultaba difícil encontrar familias en número suficiente, con disponibilidad monetaria como agotar las localidades, en Monóvar, comarca y provincia.
Aunque disponer de 10 pesetas para espectáculos resultaba inalcanzable, para la mayoría de los españoles, no faltaron grupos de tres personas o parejas que con una misma entrada, pudieron acceder al teatro.
Cada uno de ellos lo hizo a una de las tres partes de que constó el concierto.
Y como Fleta quedó tan agradecido al pueblo de Monóvar, por todas las atenciones y muestras de entusiasmo, prometió volver lo más pronto que pudiese. Y ese más pronto fue el domingo 12 de abril de 1925. Justo una semana después de haber cantado La Bohème en el Teatro Real de Madrid, en aquella función que supuso su despedida, y la de todos los cantantes de la época, del coliseo de la Plaza de Oriente, tal y como dejé escrito en mi artículo de la semana pasada.
A los dos meses de actuar por segunda vez en Monóvar, realizó una gira operística por diversas capitales españolas. Entre ellas Alicante, en cuyo Teatro Principal cantó el domingo 7 de junio Rigoletto y el lunes 8 La Bohème.
Aquel 12 de abril tampoco se llenó el Kursaal. El precio de las entradas se había reducido respecto del año anterior, pero aún así resultaban prohibitivos para la mayoría de la población. El palco de seis localidades de platea había bajado a 250 pesetas, pero la entrada más económica, la de pie, se mantuvo en 10 pesetas. No se conoce cuanto cobró Fleta por esta segunda actuación, pero fue una cifra muy inferior a la del año anterior, por lo que esta vez el empresario se pudo resarcir algo, muy poco, de sus pérdidas anteriores.
Se repitió la apertura de los ventanales del teatro, y los monoveros volvieron a apiñarse. Y también se repitió lo de compartir una misma localidad, dos o tres personas, accediendo al teatro cada uno de ellos en una de las partes del concierto.
Y aunque el Kursaal no se llenara, en ninguna de sus dos visitas, en los anales históricos de la cultura monovera ha quedado que un día, 19 de abril de 1924, estuvo allí para ianugurarlo Miguel Fleta, el ídolo de ídolos que ya había debutado, en olor de multitudes en los teatros más importantes de Europa y en el Metropolitan de Nueva York. Y que repitió un 12 de abril de 1925. Para entonces su propietario, José Sempere, le había añadido a su coliseo el nombre del tenor aragonés, que pasó a llamarse Teatro Gran Kursaal-Fleta.
Años más tarde, ya convertido en cine solamente, se le conoció como Cine Fleta -al menos así se anunciaban sus sesiones en la antigua Radio Monóvar de la REM (Red de Emisoras del Movimiento).
El Kursaal, pasada la época dorada de la gran pantalla, compartió el mismo camino que la mayoría de los cines españoles. Tras muchos años cerrado, y una vez adquirido por el Ayuntamiento de Monóvar y restaurado, es en la actualidad un centro cultural polivalente. Entre las diversas actividades que allí se programan, tiene su sede la banda de música local, La filarmónica, y la Coral Monovera.
En este aspecto cumple el mismo objetivo para el que se creó en 1924, o al menos con el que se inauguró. La música y el canto.
Su trayectoria
Nacido en Albalate de Cinca, Huesca, el 1 de diciembre de 1897, Miguel Burro Fleta en la pila bautismal, fue el menor de 14 hermanos. Seis de los cuales habían muerto antes de nacer él. De niño fue pastor del reducido ganado familiar. Al mismo tiempo inicia sus estudios musicales con el cura del pueblo. Mejoró su condición laboral siendo criado de una familia de hacendados, después peón en la construcción del Canal de Aragón y finalmente labriego, en Zaragoza, donde marchó a vivir con un hermano.
Miguel Fleta no fue solamente su nombre artístico. Sus apellidos fueron invertidos, mediante Real Orden del Ministro de Gracia y Justicia de 1 de marzo de 1927, y a partir de ahí fue su nombre oficial a todos los efectos.
Cuando llegó al Conservatorio del Liceo de Barcelona, contaba 20 años y su único bagaje como cantante procedía de las escasas lecciones de solfeo aprendidas en Albalate y su afición a cantar jotas.
Ingresó en el conservatorio barcelonés gracias a que otro de sus hermanos residía en la capital catalana, donde ejercía de guardia urbano. Fue él mismo quien conocedor de la extraordinaria voz de jotero de Miguel estaba convencido que podría triunfar.
Tuvo la suerte de encontrar en la soprano Louise Pierre-Clerc, de nombre artístico Luisa Pierrik, no solo a su profesora, que le formó en canto, arte dramático y urbanidad. Fue además su consejera, sabia consejera, y aunque estaba casada, en su amante y compañera inseparable. Tuvieron dos hijos.
En poco más de dos años, y tras una breve estancia en Milán, junto a Luisa, en 1919 debutó en la ópera de Trieste. A los pocos meses vino su debut en Viena. De allí a Budapest, Praga, Roma, Palermo, Nápoles y Venecia.
Sus éxitos y ascensión son tan fulgurantes, que a principios de 1922 es elegido por el compositor Ricardo Zandonai para estrenar en Roma su ópera Giulietta e Romeo.
De inmediato debuta en el Real de Madrid, de donde pasará al Colón de Buenos Aires. Rosario, Montevideo y Río de Janeiro son sus escalas siguientes.
En 1923 vuelve al Real. Llega su segundo viaje a las américas. Se presenta en La Habana y Ciudad de México como pasos previos a su debut en el Metropolitan de Nueva York. La gran meta de todo cantante lírico. Se produjo el 8 de diciembre. Ningún otro tenor había causado tanta sensación allí desde que Enrico Caruso ejerciera su reinado.
En una misma temporada cantó en el MET nueve óperas distintas con 34 representaciones, siendo contratado para la siguiente.
Quedaba debutar en el templo mundial de la ópera. La Scala de Milán. Y ello se produjo el 13 de febrero de 1924.
Y con todo este bagaje, corto pero muy intenso, poco más de dos meses después de su triunfo milanés, se presentó en la ciudad natal de Azorín para inaugurar el Kursaal.
Siendo frecuentes sus actuaciones en el Real madrileño, su debut en el Liceo de Barcelona, en cuyo conservatorio se formó, no llegó hasta el 5 de noviembre de 1925. Fue con la ópera Carmen, de Georges Bizet. Obra en la que siempre solía arrebatar al público.
Con tal motivo se produjo un acontecimiento histórico en los anales de la música. Se instaló un sistema radiofónico en todos los teatros barceloneses, de forma que cuando Fleta iba a cantar el Aria de la flor, se detenían todas las representaciones y por la megafonía de cada sala se le escuchaba en directo.
Todavía le quedaban algunos años, muy pocos, de estar en la cima. Pudo haber sido el nuevo gran ídolo del Metropolitan, y superar la inigualable trayectoria de Caruso, pero su incumplimiento de contrato en 1927, su falta de control y asesoramiento adecuados, desde que rompió con Luisa Pierrik en 1926, comenzaron a hacerle mella. No solo en sus relaciones profesionales con los teatros, sino también en sus condiciones vocales.
No obstante su ruptura, tanto profesional como sentimental, Luisa Pierrik todavía le ayudó durante dos meses en la preparación del estreno de Turandot.
El 20 de abril de 1927 contrajo matrimonio en Barcelona con la salmantina Carmen Mirat. Tuvieron cuatro hijos.
Tras perder el pleito con el Metropolitan, que le supuso un costo de 20.000 dólares, comenzaron a cerrársele las puertas de los teatros. Ya en 1930 se refugió en las compañías de zarzuela, viviendo más gracias a su popularidad y gloria anteriores, que a la calidad de su voz. Aun así su materia prima era tan excepcional, que de vez en cuando ofrecía actuaciones sensacionales.
Fuera del ámbito artístico, y dentro del orden político, su trayectoria fue irregular. Saludó con satisfacción la entrada del régimen republicano en 1931. Grabó en discos el Himno de Riego, La marsellesa y una canción titulada Libertad.
Sin embargo, a partir de 1935 su voz se convierte en vehículo al servicio de Falange Española. Durante los primeros meses de la guerra actuó en muchos de los actos patrióticos celebrados en las principales capitales de la denominada "zona nacional".
Aun cantó en Lisboa su última, y penosa Carmen, el 27 de abril de 1937.
Su caída fue tan fulgurante como su ascenso. Hubiera sido todo un documento que registrara en disco el dúo del tercer acto de Luisa Fernanda, zarzuela que él interpretó en su declive. Escucharle en vivo cantar aquello de "Subir, subir y luego caer, la fortuna alcanzar y dejarla perder..." debió resultar escalofriante.
De todos modos en sus últimas grabaciones se aprecia con nitidez absoluta la pérdida de calidad del tenor. Incluso en muchas de sus interpretaciones en castellano resulta casi inaudible su pronunciación.
Ya fuera de los escenarios, y visiblemente enfermo, el 29 de mayo de 1938 falleció en una modesta vivienda de La Coruña, a los 41 años.
Repertorio
Ópera:
Dada la cortedad de su carrera operística, que podemos establecer entre los años 1919 y 1929, el número de obras que interpretó, 25, puede considerarse más que aceptable:
La africana, Aída, L´amico Fritz, Andrea Chenier, La Bohème, Carmen, Cavallería rusticana, Los cuentos de Hoffmann, La favorita, Francesca di Rimini, Lohengrin, Lucía di lammemour, Manón, Mefistófele, I plagiacci, Rigoletto, La Rondine, La sonámbula, Tosca y La traviata.
Además protagonizó los estrenos absolutos de:
I compagnacci, Giulieta e Romeo, Christus, Flor de nieve y Turandot. De todas ellas tan solo Turandot ha quedado en repertorio, siendo una de las escasas óperas estrenadas a partir de 1920 que se suele intepretar de forma regular.
Ópera española:
La Dolores, Marina y María la Tempranica.
Zarzuela:
El caserío, Los claveles, La Dolorosa, Doña Francisquita, El dúo de la Africana y Luisa Fernanda.
Discografía
En ocasión de cumplirse el primer centenario de Miguel Fleta, el sello blue moon editó una colección de cinco discos compactos, la integral de sus grabaciones, con un total de 95 arias, romanzas, canciones, jotas e himnos, registrados entre los años 1922 y 1935.
Un buen número de las grabaciones registradas originariamente en discos de pizarra, fueron reeditadas tras la aparición del vinilo, dada la demanda existente. Igualmente se realizaron nuevas reediciones en disco compacto.
Entre 1922 y 1925 se llevaron a cabo en estudios de Milán, Londres, Nueva York y Madrid. A partir de 1926 unicamente en Madrid y Barcelona.
Varias de las obras fueron grabadas por dos veces, y su célebre Adiós a la vida de Tosca -como se conoció en España esta aria del último acto de la obra pucciniana- en tres ocasiones.
Sin embargo, no grabó Nessum dorma de Turandot, aún habiendo sido el tenor que la estrenó en la Scala de Milán.
Sí quedó registrada,y está disponible, tanto en la colección integral como en el CD del mismo sello, Blue moon lírica, de 1998, donde se recuperan versiones históricas de la zarzuela Luisa Fernanda, la romanza Cuando se enciende el lucero. Romanza que el autor de la obra Federico Moreno Torroba compuso ex-profeso para ser interpretada por Fleta cuando este formó parte de su compañía, durante varios meses, a partir de 1934.
La inclusión de esta romanza en estas grabaciones recuperadas supone todo un documento, ya que ni se interpreta en las representaciones, ni está registrada en alguna de las versiones de la zarzuela, grabadas desde la aparición del vinilo.
De su primera grabación de la canción Ay,ay,ay, registrada en Milán en 1922, se vendieron m´s de 100.000 discos. Cifra no alcanzada hasta entonces por cantante alguno.
Filmografía
*En 1933 protagonizó la película Miguelón o El último contrabandista. Se rodó en escenarios exteriores de los valles de Ansó y Hecho, de su Aragón natal. No se ha encontrado copia alguna, aunque se especula con la posibilidad de que la haya en algún lugar de Argentina. La banda sonora constó de 12 canciones, obra del compositor aragonés Pablo Luna.
*En 1942 se estrenó en el Teatro Nuevo de Barcelona la zarzuela a él dedicada, El divo, con música del compositor sevillano Fernando Díaz Giles, conocido por ser el autor de El cantar del arriero.
*Otro compositor de éxito, Jacinto Guerrero, compuso la canción Mi vieja, dedicada a la madre de Fleta, quien la grabó en 1926.
1*
En opinión de el crítico musical, especialista en voces, Arturo Reverter Rodríguez de Terán "...la voz de Fleta era de una pasta diversa y por muchos motivos única; probablemente el instrumento de tenor más importante, más rico, más timbrado, más esmaltado y poderoso de que se tiene noticia en la era del fonógrafo. Ese rotundo y denso timbre baritonal en graves y medios y ese descomunal despliegue y vibración en la zona superior; esa penetración del sonido salido de una garganta privilegiada en uso de una emisión de uan direccionalidad extraordinaria, con un apoyo soberano, que le permitía exhibir un fiato histórico; ese squillo, ese metal restallante de las notas agudas; ese atractivo terciopelo de los pianos; esa capacidad, ya legendaria, para emplear la messa di voce, para filar exquisitamente con olvido momentáneo del tiempo cronológico, en instantes que van más allá de todo juicio terreno, son cualidades que sólo se han podido dar en un instrumento de tales características, que saltaba del acento más estentóreo y dramático al más dulce suspiro. Una voz irrepetible, sensual; la voz de los sentidos (...) (...) Excesos diversos, desórdenes nada buenos para un artista, una vida disipada, cansancio, mala salud, un corazón que no cabía en el pecho pudieron estar en el origen del triste final...".
Otro especialista en voces, Joaquín Martín de Sagarmínaga, en su Diccionario de cantantes Líricos españoles, dice:
"La voz de Miguel Fleta era excepcional. Y lo era, esencialmente, en dos aspectos; la homogeneidad en el color, que no variaba en toda la gama, y la belleza misteriosa del timbre. (...) (...) Esta voz única se asemeja a una cometa que flota en el aire y cuyo dueño, con pequeños tirones, la acerca y aleja, la encoje o escamotea a voluntad sin advertirse nunca, desde afuera, el hilo que la sustenta.".
Por su parte el historiador Florentino Hernández Girbal, en su colección Viejas fotografías de mi álbum, tampoco se queda atrás en sus elogios hacia el cantante aragonés:
"Fleta, aunque era inculto, poseía una gran disposición para la música. Si a ello añadimos que su voz era, a la par poderosa y dulce, bellísima de timbre y capaz de expresar todos los matices, tendremos contestada, en parte, la pregunta. Hacía falta el artífice que tallara tan rico diamante y este fue esa cantante francesa conocida en el mundo artístico por Luisa Pierrik.(...) (...) Los ecos de la triunfal noche de Trieste se extendieron por todo el orbe lírico y el joven tenor fue llamdo por los grandes teatros.Su nombre era suficiente para llenar las salas.(...) (...) su portentosa interpretación de Don José en Carmen, como actor y cantante. Yo que le escuché en ella, puedo asegurar que no he vuelto a oir cosa igual. ¿Quién ha cantado y representado el último acto como Miguel Fleta? Sinceramente creo que nadie."
Hernández Girbal se ocupa, igualmente, de los últimos años del tenor. "Yo le oí en 1936 una Carmen desdichadísima en el Teatro Calderón de Madrid. Aquella voz aterciopelada y cálida estaba ahora rota y tenía un feo trémolo como balido de cabra.(...) (...) ¡Qué tristeza! Aquella voz que conmoviera a los públicos volvió a la nada de donde salió."
Bibliografía
*El Kursaal Fleta.
Paco Corbí Jordá. Editorial Monòver. 31-10-2008.
Miguel Fleta. Memoria de una voz.
Alfonso Carlos Sáiz de Valdivieso.
Editorial Laga 1997.
*75 aniversario de Miguel Fleta
javierbarreiro.wordpress.com
*Diccionario de la Lírica en Alicante. Casi dos siglos de zarzuela y ópera.
José Manuel Navarro Sales.
Instituto de Cultura Juan Gil-Albert. Diputación de Alicante.2007.
*Libreto que acompaña la colección de cinco discos compactos del sello Blue Moon
Recopilación y realización: J.G. Calvados.
Blue moon Producciones Discográficas S.L. 1998.
*Una historia de prodigios. Arturo Reverter.
Extracto del artículo publicado en la carpetilla del CD Alfredo Kraus Último concierto, editado con motivo del concierto de clausura de los actos del primer centenario del nacimiento de Fleta, celebrado en el Auditorio de Zaragoza el 10 de octubre de 1998.
Alfredo Kraus estuvo acompañado por la Orquesta de Radiotelevisión Española, dirigida por Enrique García Asensio, interviniendo el tenor zaragozano Santiago Sánchez Jericó y el Coro Amici Musicae del Auditorio de Zaragoza.
Diccionario de cantantes Líricos españoles.
Joaquín Martín de Sagarmínaga.
Acento Editorial 1997.Madrid.
Cien cantantes españoles de ópera y zarzuela
Florentino Hernández Girbal
Recopilación de las semblanzas de cantantes españoles que bajo el prisma de Viejas fotografías de mi álbum, publico la revista de música clásica, de tirada mensual, Ritmo. El número de Viejas fotografías fue tan extenso que dió pie a un segundo volumen en 1997.
Ediciones Lira. 1993.
*CD Luisa Fernanda. Blue Moon Lírica. 1998
El cuadernillo que acompaña al disco incluye el texto de la romanza Cuando se enciende el lucero.
*Agradecimientos:
A Rafa Poveda Bernabé y Paco Corbí Jordá, de Monóvar, y Enrique Mejías García, del Departamento de documentación y archivo de la SGAE, por su ayuda.
Mis recuerdos más remotos que me atrajeron a la zarzuela me trasladan a sesenta años atrás. Primero escuchando los fragmentos que sonaban con frecuencia en la radio. También gracias a las fantasías, preludios e intermedios que interpretaban las bandas de música en los conciertos de las fiestas de octubre de Petrer. El templete donde actuaban estaba justo ante la fachada de mi casa.
Lo que más me gustaba de la Semana Santa es que en la radio solo se emitía música clásica. El viernes y sábado santo las emisoras enmudecían.
Lo más intenso vino en la época dorada del tocadiscos. Lo compró mi abuelo materno en 1963. La primera zarzuela que entró en casa fue Doña Francisquita con Kraus y Olaria. Es una grabación incompleta, pero suficiente para que me la aprendiese de memoria. Mi abuelo estaba impedido y era yo quien la ponía todos los mediodías y noches durante dos semanas consecutivas. A los quince días compramos un segundo disco: La generala, de nuevo con Kraus y Olaria. Y ya fuimos alternando. Después vino Maruxa. Y yo con solo 13 años me entusiasmé con ella y también la aprendí. Sí, digo bien. ¡A mis 13 años ya me encantaba Maruxa!
Ahí comenzó todo y ya no he parado. Siempre como aficionado.
Como le dice un padre a su hijo al final del documental de TVE sobre zarzuela La romanza de Madrid, de 1988, “Te acompañarán toda tu vida, porque son inmortales”.