viernes, 26 de abril de 2024

Anochece a las 15 horas

Pablo Ángel Sánchez
20 junio 2021
1.541
Anochece a las 15 horas

Tres de la tarde, me dirijo a casa de Pe para comprobar cómo están después de la consulta y haber estado con Asuntos Sociales. Llego a la casa y para mi sorpresa el novio de Pe también me recibe. Me comentan que el médico les dijo que regresaran en la tarde, pero ella prefirió dormir la siesta. Mientras estamos hablando el suegro de Pe se acerca, aparentemente, con unas copas de más. Después del discurso de exaltación del alcohol, me quedo ya con Pe y su novio. Me despido de ellos explicando la importancia de ir a su control y el uso del preservativo para el futuro, ya no puedo hacer más. Solo espero que Pe tenga el apoyo en la familia para poder seguir adelante con su futuro hijo.

Otro día. Tengo que dar una charla sobre alcohol y drogas a los soldados junto a un compañero. Llegamos tarde porque nos llevan a un cuartel equivocado. Entramos al salón y nos encontramos con unos 150 soldados, nos esperábamos esa cantidad. Conforme avanza la charla, los soldados son cada vez más participativos. Al terminar, la persona que contacta con nosotros me dice que hable con dos chicos, en la conversación con ellos descubro que la mayoría de los soldados son chicos en situaciones complicadas en sus casas y muchos han estado en pandillas donde robaban y golpeaban a personas. Se dan cuentan que no quieren esa vida y para alejarse de esas amistades se alistan al ejército, una decisión valiente y dura ya que en el ejército lo que menos se trabaja es lo emocional y adaptarse a una disciplina de cero a 100 es muy complicado para ellos. Además, sus edades rondan de 17 a 21 años. Al ver que los soldados han sido participativos con mi compañero y conmigo quieren que hagamos otra charla más adelante.

Día con lluvia y frío. Lo agradezco. Comienzo mi turno de 24 horas. En mi cabeza está que si hay lluvia pocos pacientes van a llegar a ser atendidos. Así pasa en la mañana, solo atendemos a cuatro pacientes.

Dos de la tarde. Llega un chico que necesita que se le cure el pie por una herida con puntos, tiene el pie inflamado. Decido quitarle los puntos para ver cómo lo tiene y por un momento me asusto. En mi cabeza está la idea de equivocarme, pero no es así, comienza a salir líquido evitando una complicación en los próximos días. La doctora de turno comenta que me libro de un castigo; ya que no se tenía que haber quitado aún los puntos porque la herida no estaba cerrada del todo, en este caso, fue acertado. Mientras estoy suturando con puntos de aproximación y coloco un drenaje comunican que se acercan cuatro accidentados en la ambulancia y comienzan a apresurarme. Afortunadamente mantengo la cama, termino de curar al chico y me vuelvo a poner los guantes.

Me dirijo a la sala en la que están los cuatro pacientes del accidente y la doctora me comenta que vaya a curar a uno de ellos. Tiene cortes que tienen que ser suturados en varias partes del cuerpo. Comienzo a limpiar la herida del chico, inyectando anestesia. Cuando comienzo a suturar la luz del hospital se va, y tengo que seguir con las curaciones y suturas con la ayuda de una linterna del móvil. Por momentos la enfermera se va y me quedo solo. Después de una hora y media vuelve la luz y termino con el paciente. Le habré suturado unos 20 puntos en total.

Por suerte, los demás están bien. El chico que he estado curando también. Están todos en observación junto a un niño que llegó en la mañana con una complicación en la articulación del codo.

Aparece una madre con su hijo para cambiar su sonda vesical y la doctora por un momento se niega a ponérsela. Le comento que no puede irse sin la sonda, que yo se la pongo pero no le comento que no sé poner una sonda. Lo que hago es buscar a alguien que me ayude. La doctora me comenta que si la madre no tiene una sonda, ella no le hará la solicitud de una. Salgo de emergencias, le pido el carnet de su hijo a la madre y busco a un doctor para que haga la solicitud de la sonda vesical. Consigo la sonda y le comento a la madre que si la doctora le pregunta dónde consiguió esa sonda ella diga que de su casa. El chico se va con la sonda nueva puesta.

Llega la noche. De los cuatro accidentados, dos son dados de alta. A las 2 de la mañana llega a emergencias un señor invidente con una presión arterial muy alta acompañado de su sobrina. Le ponemos los medicamentos para estabilizar su presión, pero como no se estabiliza se queda en observación. Un medicamento que le ponemos le ocasiona mear. Pues me paso el resto de la noche acompañando al señor al baño, tomando los signos vitales a los accidentados y conversando con el niño del brazo y en un momento el niño me dice que quiere ser médico.

Cuando le comento a la sobrina del señor invidente que su tío se va a quedar en observación, ella me dice si se puede ir a casa, le aconsejo que se espere. En mi cabeza esta la duda de que vuelva pero decide irse.

Llega las 7 de la mañana, no aparece la sobrina. Por lo tanto, acompaño al señor a coger un taxi para ir a su casa. Menos mal que en el pueblo todos se conocen.

Para cerrar este post, solo quería agradecer la acogida que está teniendo este blog, pues al no disponer de redes sociales no puedo responder a los mensajes que escriben en Facebook. Pero soy consciente de ellos. Me los hacen llegar. Y solo puedo decir: GRACIAS.

Pablo Ángel Sánchez
Pablo Ángel Sánchez
Acerca del autor

Pablo Ángel Sánchez, eldense, se mudó a la zona tropical de Bolivia, a Santa Cruz de la Sierra justo después de estudiar Bellas Artes en la Universidad Politécnica de Valencia y un máster de Arteterapia Y Educación Artística para la inclusión social en la Universidad Autónoma de Madrid. La causa de su mudanza fue motivada por un voluntariado Internacional, una experiencia de un año a dos años, que se convirtió en ocho años. Ocho años aportando su grano de arena a proyectos como: mujeres artesanas, centro de día para niños trabajadores, centro de día para personas de la tercera edad, hogar para hijos trabajadores de la caña, centro cultural, entre otros. Poco después comenzó a estudiar medicina, pasión que tenía camuflada y que en su día a día fue floreciendo, rompiendo los estigmas que a veces la sociedad o uno mismo se impone. En estos momentos se encuentra en su año de prácticas para finalizar no solo su año de prácticas sino su aventura en tierras bolivianas.

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