miércoles, 24 de abril de 2024

Mi habitación es de ellas

Pablo Ángel Sánchez
9 enero 2022
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Mi habitación es de ellas

La COVID-19 vuelve acechar a Bolivia. Vienen muchas personas con el virus y muchas de ellas no están vacunadas. Lamentablemente el hospital no cuenta con recursos para poder tratarlos como necesitan pero tampoco hay espacio en los hospitales que sí que cuentan.

Una noche en la que no puedo descansar ni un minuto, recibo un audio de mis sobrinas Saoirse y Taima que viven en Escocia. Es un motor de energía pues las últimas semanas del año se están volviendo duras. No por sentirme incómodo en el Hospital, pues los doctores que están en el servicio de medicina interna son una maravilla.

Un día cualquiera. Ya no sé en qué día de la semana vivo. Estoy en el servicio de emergencias y vienen muchas personas. Uno de ellos es Jop, qué hombre tan entrañable. Jop tiene COVID-19, por lo tanto, lo colocan en una sala aislada, en la cual está Man, una señora también con coronavirus. En un accidente unos años atrás perdió una de sus piernas y por la diabetes, la otra.

Tenemos prohibido entrar a la sala COVID. Jop necesita que le coloquen una sonda porque se descompensa si se levanta al baño. Si está con pañal, puede ser que esté mucho tiempo con el pañal manchado. No porque las enfermeras no trabajen sino porque están desbordadas de trabajo. Algo que no defiendo es que no le colocan lo que necesitan. Entro a colocársela, está saturando muy bajo, pero en el hospital no se le puede intubar. Veo que no podemos hacer nada. Tampoco los familiares tienen el dinero para llevarlo a una clínica privada, pues lo público está colapsado. Una lucha de días para sobrevivir y seguir el ritmo de la respiración.

Todos los días que Jop está en el hospital, entro a saludarlo. Le pregunto cosas de su vida, pues se pasa los días solo luchando por vivir. Cada día me despido de él. La última despedida me dice que lo va a conseguir. Pero, Jop no pudo con su lucha.

A los días. Man necesitaba que le colocaran una sonda nasogástrica. Me entero de esta noticia y decido entrar. Me preparo con lo necesario, me acerco a Man y le explico el procedimiento que voy a hacer con ella y para qué lo voy hacer. En ese momento recuerdo un médico, el último médico que visitó a mi padre y le acariciaba el hombro. Yo escojo ser ese tipo de médico, ese tipo de persona. Me coge la mano y la acerca a su rostro y realiza una muestra de cariño. Un gesto de amor puro y me viene a la mente lo que más quiero. Vale la pena todos estos años estar solo, perdiéndome momentos de las personas que más quiero, como la comunión de mi sobrina África o las preguntas tan necesarias de mi sobrina Abril. Sin olvidar a la pequeña Alma.

Van pasando los días. Muchos de mis compañeros y enfermeras comienzan a presentar síntomas de este virus. La noche del 31 me toca turno. Estamos pocos en el servicio. Recibimos el año entre estornudos y sin uvas. Al día siguiente me hago la prueba, doy positivo. Siete días de baja. Y me espera ginecología y obstetricia.

Pablo Ángel Sánchez
Pablo Ángel Sánchez
Acerca del autor

Pablo Ángel Sánchez, eldense, se mudó a la zona tropical de Bolivia, a Santa Cruz de la Sierra justo después de estudiar Bellas Artes en la Universidad Politécnica de Valencia y un máster de Arteterapia Y Educación Artística para la inclusión social en la Universidad Autónoma de Madrid. La causa de su mudanza fue motivada por un voluntariado Internacional, una experiencia de un año a dos años, que se convirtió en ocho años. Ocho años aportando su grano de arena a proyectos como: mujeres artesanas, centro de día para niños trabajadores, centro de día para personas de la tercera edad, hogar para hijos trabajadores de la caña, centro cultural, entre otros. Poco después comenzó a estudiar medicina, pasión que tenía camuflada y que en su día a día fue floreciendo, rompiendo los estigmas que a veces la sociedad o uno mismo se impone. En estos momentos se encuentra en su año de prácticas para finalizar no solo su año de prácticas sino su aventura en tierras bolivianas.

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