sábado, 27 de abril de 2024

Inteligencia y olvido

Alberto Requena
7 marzo 2024
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Inteligencia y olvido

La IA avanza socialmente, al margen de cuál es su propia realidad y ubicación en el marco de las inteligencias. La traducción que se hace acomoda su comportamiento al de la inteligencia humana, en tanto en cuanto realiza acciones que catalogamos propias del ser humano. En realidad, se mantiene en una incógnita la capacidad de que las máquinas sean conscientes, como nos adelantó el 3 de abril de 1968 HAL en 2001 Una Odisea en el Espacio u otras versiones recientes. Hemos avanzado mucho desde entonces, aunque el manejo de la memoria sigue en mantillas. Se ha logrado implantar en neuronas de ratones falsos recuerdos, lo que pone de manifiesto los avances logrados con las “neuronas de concepto”, que son reflejo de la percepción consciente, aunque no de estímulo visual. Es un avance notorio.

Hoy se colocan electrodos en el cerebro para identificar las zonas o neuronas de las que proviene una anomalía al registrar la actividad de las neuronas individualmente y se puede ver cuales responde a estímulos. Se ha detectado a nivel individual la respuesta de neuronas y eso es un avance notable. Se habla del canal 52 y la neurona 2 denominada de Jennifer Aniston, por haber revelado un paciente que se activaba exclusivamente ante la foto de la actriz, pero cualquier foto de ella producía el mismo efecto, luego se trataba de un concepto, no de una excitación lumínica o en general visual. Se trata de que hay neuronas que responden a conceptos, según muestra Quian Quiroga del grupo de percepción del Hospital del Mar Research Institute e investigadores del MIT. Las neuronas del hipocampo responden a conceptos y relación entre ellos que son la base de nuestras experiencias.

Imagen construida con ChatGPT con DALL-E, que simboliza la interacción dinámica entre inteligencia, olvido y la búsqueda de libertad en el contexto de la inteligencia artificial.

La capacidad del cerebro no es ilimitada, como nos han querido hacer creer en algún momento. Es limitada. Las cosas que interesan se codifican en neuronas que forman memoria para ellas. Perviven las que nos impactan o emocionalmente nos excitan. Es decir, olvidamos mucho, mucho más que lo que recordamos. La inteligencia viene a basarse no en la cantidad que recordamos, sino en la cantidad que olvidamos. Para muchos el olvido es la clave de la inteligencia. La razón hay que encontrarla en que al olvidar elementos establecemos asociaciones carentes de detalle, básicamente es lo esencial lo que permanece. Justamente la inteligencia es la que efectúa la extracción de lo importante y es la que guía en el olvido. Esto es la abstracción, peculiar de los humanos.

Cuando pensamos en las máquinas tenemos que efectuar una traslación de estos elementos. La atribución de inteligencia tiene un cauce, por encima de las pruebas y test que la valoran. Estamos pendientes de identificar el momento en que la IA sea consciente de su existencia y cuando un aprendizaje en un ámbito sea capaz de trasladarlo a otro.

La neurociencia sigue aportando elementos que permiten valorar más ajustadamente el papel de la memoria y de la inteligencia y vislumbrar la evolución de la IA dese una perspectiva más íntima. En todo caso, la sociedad debe protegerse desde el ámbito jurídico de los efectos perversos que tanto la neurociencia como la tecnología puede provocar.  Rafael Yuste y Sara Goering publicaron en Nature un artículo del que derivaron cinco neuroderechos a reconocer: el de la identidad personal, el derecho al libre albedrío, a la privacidad mental, al acceso equitativo a las tecnologías de mejora y a la protección contra los sesgos de los algoritmos. Es este ámbito en el que se puede mover la ciudadanía digital.

Cada vez son más comunes los artilugios que actúan de forma no invasiva y nos informan del rendimiento, desde el nivel de estrés, hasta datos de movimiento, frecuencia cardíaca, expresiones faciales o estado de relajación, etc. Registran actividad cerebral. No actúan sobre el cerebro, sino que solo detectan estados o niveles de actividad o propiedades indicadoras de los mismos. Conforme pasa el tiempo se hacen más populares estos aditamentos. Hoy se comercializan diademas que son interfaces persona-máquina que actúan simultaneando mundos reales y ficticios con una “realidad” digna de asombro. Al final se dan registros de la actividad cerebral. Las primeras diademas fueron denunciadas en Chile y suspendida su venta. Hoy, están al alcance de cualquier que pague. Se producen, auténticas invasiones a través de simulaciones sensoriales que trasladan mundos paralelos a la experiencia personal. No cabe duda de que el registro del discurso de los acontecimientos de estas sesiones son una revelación de la actividad psíquica tanto consciente como inconsciente del cerebro humano. Si las interfaces se conectan haciendo uso de los avances que la neurociencia brinda, se trata de una auténtica invasión del cerebro humano.

Muchos, y entre ellos nosotros, clamamos por una regulación integral que proteja el cerebro, ya que la actividad psíquica es la que da soporte a la identidad humana y la esencia de nuestro yo. No se trata de que el consentimiento individual sea necesario, que lo es, es que se trata de que afectar a la esencia del humano es incidir en las implicaciones sociales y esto trasciende al individuo. Desde la legalidad, no está permitida la venta de órganos, ni la esclavitud, pongamos por caso, por tanto la regulación de la invasión del cerebro puede acometerse con la misma eficacia, aun cuando pueda haber consentimiento, que no puede ser suficiente para adoptar la posición. Ya se ha hecho en el ámbito genético. Es preciso un marco regulatorio que incluya los perfiles éticos y proteja el derecho a un cerebro humano sin amenazas potenciales sobre la dignidad humana.

Solo cabe la preservación del ser humano, de forma que el olvido sea patrimonio de la inteligencia y que el cerebro se vea libre de injerencias interesadas que puedan tergiversar su auténtica libertad natural implantada por el mero hecho de ser humanos. Una educación que adelante los términos en los que nos debemos desenvolver y coexistir con las máquinas y las interfaces persona-máquina nos permitirá mantener la dignidad humana que nos hace libres, iguales y hermanos. No hay atajos para ello.

Alberto Requena
Alberto Requena
Acerca del autor

Este blog pretende ser una depresión entre dos vertientes: la ciencia y la tecnología, con forma inclinada y alargada, para que por la vertiente puedan circular las aguas del conocimiento, como si se tratara de un río; o alojarse los hielos de un glaciar de descubrimiento, mientras tiene lugar la puesta a punto de su aplicación para el bienestar humano. Habrá, así, lugar para la historia de la ciencia, las curiosidades científicas y las audacias científico-tecnológicas. Todo un valle.

El eldense Alberto Requena es catedrático emérito de Química de la Universidad de Murcia.

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