viernes, 29 de marzo de 2024

El eslabón más breve de la cadena narrativa

Rafael Carcelén
27 enero 2017
4.101
El eslabón más breve de la cadena narrativa
El mejicano Luis Felipe Lomeli tiene un microrrelato más corto que el de Monterroso.

-EL DINOSAURIO TODAVÍA ESTABA ALLÍ-

Vimos que la brevedad, la concisión o la economía de medios narrativos caracterizan al microrrelato hasta singularizarlo y distinguirlo de sus congéneres en el territorio de la ficción. Pero ¿cuál es el límite para no confundirlo con el cuento o el relato breve? Aunque las opiniones estén divididas, más o menos entre las diez palabras y las tres páginas vendría a ser el espacio que abarcan.  Correspondería “al eslabón más breve de la cadena de la narratividad, que de tener tres formas (novela, novela corta y cuento) ha pasado a tener cuatro”, según señala Irene Andrés- Suárez, al añadir en cuarto lugar al microrrelato. 

Más allá de su extensión, lo que singulariza a este género hiperbreve es su intensidad, sea esta narrativa, discursiva, expresiva... O la importancia que en él ocupa la elipsis. En todo caso, hoy prevalece la idea general de que el microrrelato no debe ocupar más de una página con el fin de ser leído de un tirón, en un vistazo, lo que refuerza además su unidad de impresión. Fiel al “menos es más” de los minimalistas, con el tiempo han ido ganando terreno los microrrelatos cada vez más breves e hipercondensados  que apenas sobrepasan las treinta líneas. Y aunque el empuje de fenómenos como Twitter haya hecho que abunden los relatos hiperbreves que apenas exceden sus ciento cuarenta caracteres, conviene no olvidar que desde su aparición hace muchos años coexisten los de una sola línea con los de dos- tres páginas y no se pueden sacar conclusiones definitivas de cuál es la extensión idónea, más allá de describir una tendencia hacia un esencialismo  que “permita a las palabras -rodeadas ahora de silencio- brillar con toda la intensidad de su luz”, según señala David Lagmanovich.

Un libro fundamental para adentrarse en el mundo del microrrelato.

¿Hay temas más apropiados que otros a la hora de escribir un microrrelato? No parece que sea así, pero Irene Andrés- Suárez subraya que “las piezas intertextuales, fantásticas y humorísticas constituyen aproximadamente el 80% de los microrrelatos” que se escriben en el mundo hispánico. Coincide Lagmanovich con esta perspectiva al establecer una tipología en la que predominan los intertextuales y paródicos por encima del resto. Por su parte, Leticia Bustamante, en su tesis doctoral Una aproximación al relato hispánico: antologías publicadas en España (1990- 2011), subdivide los microrrelatos en fantásticos, insólitos, alógicos, transculturales y parasimbólicos, e ilustra esta tipología con gran cantidad de textos que resultan convincentes para avalar una clasificación tan aparentemente extraña.

Concluyo con un párrafo de esta última autora, muy esclarecedor para aproximarnos al territorio más fértil y apropiado para que el microrrelato germine: “Si nos centramos en el plano del contenido, podemos apreciar que el microrrelato presenta tres orientaciones o tendencias predominantes: todo aquello que en un sentido amplio se suele asociar con lo fantástico, como el desvanecimiento de la línea que separa realidad y ficción, mundo real y mundo imaginario, lo sobrenatural y lo natural, lo habitual o conocido y lo extraño o ajeno a nuestra experiencia, el pensamiento racional y lo onírico o absurdo…; el afán por recurrir a hipertextos literarios o no literarios para subvertirlos o transmutarlos; y actitudes distanciadoras, irónicas, paródicas o satíricas en las que subyace una intención crítica o lúdica”.

Andrés Neuman es un consagrado en los géneros breves.

Atendiendo a lo dicho, ¿cómo clasificaría el lector los siguientes microrrelatos?

Súper- ciencia

Por medio de los microscopios

Los microbios

Observan a los sabios

                                            Luís Vidales 

Última escena

Al fin los de la aldea decidieron matar al monstruo. No quisieron creerme cuando las ovejas de la viuda del molinero amanecieron degolladas. Recuerdo sus cuerpos esponjosos, abiertos como granadas y barnizados de luna. Luego vino la matanza de los establos comunales, garañones abiertos en canal y una repugnante sensación de sangre y moscas en la boca. El alcalde insistía en organizar batidas contra los lobos, mas yo sabía que ellos no habían sido. Pensaron que estaba ebrio, perturbado, enloquecido. Tampoco me hicieron caso cuando la bestia despedazó a los mendigos y pedigüeños de la villa, ni cuando hallaron en el arroyo los despojos del sacristán, un hombre innecesario. Con los niños fue distinto: cada muerte socavó la confianza en las autoridades y la necesidad de venganza les conminó a creerme.

Por eso han venido trayendo antorchas y lazos, garrotes y hoces, para emboscar la aparición del monstruo. Les pido que aguarden la luna llena y escucho las maldiciones apagadas. Tal vez sigan dudando. Los veo tan asustados restregando sus armas, que no los imagino destrozando a la criatura. Cuando la luna esté en lo alto, me pregunto cuál de ellos me atacará primero.

                                                                                          Fernando Iwasaki

La felicidad

Me llamo Marcos. Siempre he querido ser Cristóbal.

No me refiero a llamarme Cristóbal. Cristóbal es mi amigo: iba a decir el mejor, pero diré que el único.

Gabriela es mi mujer. Ella me quiere mucho y se acuesta con Cristóbal.

Él es inteligente, seguro de sí mismo y un ágil bailarín. También monta a caballo y domina la gramática latina. Cocina para las mujeres. Luego se las almuerza. Yo diría que Gabriela es su plato predilecto.

Algún desprevenido podrá pensar que mi mujer me traiciona: nada más lejos. Siempre he querido ser Cristóbal, pero no vivo cruzado de brazos. Ensayo no ser Marcos. Tomo clases de baile y repaso mis manuales de estudiante. Sé bien que mi mujer me adora. Y es tanta su adoración, que la pobre se acuesta con él, con el hombre que yo quisiera ser. Entre los gruesos brazos de Cristóbal, mi Gabriela me aguarda desde hace años con los brazos abiertos.

A mí me colma de gozo tanta paciencia. Ojalá mi esmero esté a la altura de sus esperanzas, y algún día, muy pronto, nos llegue el momento. Ese momento de amor inquebrantable que ella tanto ha preparado, engañando a Cristóbal, acostumbrándose a su cuerpo, a su carácter y sus gustos, para estar lo más cómoda y feliz posible cuando yo sea como él y lo dejemos solo.

Andrés Neuman

El arreglo

El millonario Atenor soñó siete noches seguidas que era pobre y a la octava se negó a acostarse. Por el contrario, el mendigo Roneta soñó que era millonario y no quería despertarse. Todo se arregló cuando Atenor entregó a Roneta la mitad de su fortuna. ¿O fue Roneta quien se la entregó a Atenor?

Juan Pedro Aparicio

Enamorado

El otro día fui a la fuente donde nos besamos por primera vez. Seguía cayendo el agua. Naturalmente, tú no estabas. Y pensé que podías haber sido otra, o no haber existido nunca. De todas formas, sólo nos queda el recuerdo. Puede que, entre nosotros, nunca haya pasado nada. Es posible que todo se deba tan sólo a nuestra imaginación. Es decir, a la mía. Puesto que estoy solo, y de tu vida, desde entonces, no tengo constancia. ¿Has muerto o sigues viva? O quizás eres una simple y estúpida obsesión que exacerba mi melancolía. Una tonta elucubración literaria. Sin embargo, quiere la memoria, falsa o verdadera, jugarme una mala pasada. Hacía frío. Pero ninguno de los dos quería ir a otra parte, mientras caía el agua. Sabíamos, eso me parece, que cuando echáramos a andar, y volviéramos a nuestra casa, el tiempo aceleraría su curso, cumpliendo el sórdido cometido que le corresponde y acabaría separándonos definitivamente. Por eso seguimos abrazados, aferrados el uno al otro, sorbiendo el instante único en nuestros labios, desesperadamente. 

Así es como recreo nuestro hipotético encuentro en mi mente. Donde quiera que estés, mujer o fantasma, ven en mi ayuda. Tu ausencia no ha dejado de seguirme, como la sombra de mi sombra, y ha ensombrecido mi vida para siempre.

Gonzalo Suárez

El Emigrante

- ¿Olvida usted algo? 

- ¡Ojalá! 

Luís Felipe Lomeli

Rafael Carcelén
Rafael Carcelén
Acerca del autor

Además de disfrutar como maestro de escuela, me encanta escribir. Y leer. Y subir los montes alicantinos. Y jugar al ajedrez. Y… siempre me sigue apeteciendo aprender. Y segregar lo que aprendo -lo que vivo, lo que siento- en artículos, poemas y aforismos como éste: “¿Es imaginable la felicidad en un grano de pimienta?”

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