jueves, 25 de abril de 2024

Cuando La Lechera se queda sin cuento: función de la intertextualidad

Rafael Carcelén
3 marzo 2017
4.852
Cuando La Lechera se queda sin cuento: función de la intertextualidad
Franz Kafka, de niño.

-EL DINOSAURIO TODAVÍA ESTABA ALLÍ-

Como vimos, la intertextualidad es, junto a la brevedad, la narratividad o la elipsis, uno de los rasgos que más caracteriza al género. Su frecuencia no decrece. Pero ¿por qué ese valor?; y ¿cuál es su función en un microrrelato? En primer lugar, su valor fundamental radica en que contribuye poderosamente a la brevedad y condensación de los textos. ¿Cómo? Cuando se alude a otras historias de referencia como soporte sobre el que elaborar el nuevo relato, se acorta espacio al no tener que describir a los personajes, saber de dónde vienen, qué hacen, etc. pues forman parte de una tradición cultural conocida por todos. En el siguiente ejemplo de Kafka, La verdad sobre Sancho Panza, el checo va directo al grano:

Sancho Panza, que por lo demás nunca se jactó de ello, logró, con el correr de los años, mediante la composición de una cantidad de novelas de caballería y de bandoleros, en horas del atardecer y de la noche, apartar a tal punto de sí a su demonio, al que luego dio el nombre de Don Quijote, que éste se lanzó irrefrenablemente a las más locas aventuras, las cuales empero, por falta de un objeto predeterminado, y que precisamente hubiese debido ser Sancho Panza, no hicieron daño a nadie. Sancho Panza, hombre libre, siguió impasible, quizás en razón de un cierto sentido de la responsabilidad, a Don Quijote en sus andanzas, alcanzando con ello un grande y útil esparcimiento hasta su fin.

Es evidente que el lector, aunque no haya leído el libro de Cervantes, ha de tener unos mínimos conocimientos de la historia y sus personajes para captar la desviación que el microrrelato propone. Esa es la gran ventaja de la intertextualidad, pero también puede ser su primera limitación. Si el lector desconoce la obra aludida y su contexto, difícilmente habrá complicidad con el narrador y su texto y no captará la esencia de lo que el microrrelato le quiere transmitir. He aquí un ejemplo más complicado de doble intertextualidad del español, afincado en Méjico, José de la Colina:

David Lagmanovich (1927- 2010) escritor de microrrelatos gran teórico del género.

La metamorfosis, según Chuang Zu

Gregorio Samsa soñó que era un escarabajo y no sabía al despertar si era Gregorio Samsa que había soñado ser un escarabajo o un escarabajo que había soñado ser Gregorio Samsa.

El título, como ocurre tantas veces, da las claves del microrrelato: en él se alude a La metamorfosis de Kafka, cuyo protagonista Gregorio Samsa se convierte en un monstruoso escarabajo y al taoísta Chuang Zu. Seguramente el lector medio ha leído el relato de Kafka o sabe lo que ocurre en él. Pero conocer a este filósofo chino y qué tiene que ver aquí no es tan sencillo. El microrrelato tiene como referente el siguiente texto titulado El sueño de la mariposa: “Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar ignoraba si era Tzu que había soñado que era una mariposa o si era una mariposa y estaba soñando que era Tzu”. De modo que lo que se produce es un doble proceso intertextual introduciendo una historia en otra. Pero si el lector no conoce ambas, no hay complicidad ni prende la chispa imaginativa.

Entre las funciones que cumple la intertextualidad, sobresalen las de ironizar, parodiar u homenajear al hipertexto, sirviéndose para crear esos efectos el recurso de la desviación utilizado de tres modos básicamente: versionándolo, invirtiéndolo o subvirtiéndolo. Veamos un ejemplo de subversión de una fábula muy conocida a cargo de Irene Brea:

La lechera pragmática

De camino al mercado, la lechera sólo pensaba en las ganas que tenía de beber la fresquísima leche del cántaro. Pero logró resistirse, y al llegar le dieron una suma exorbitante por la mercancía. Ello hizo que, en adelante, no soñara lo que habría soñado si el cántaro se hubiera roto.

La moraleja es absolutamente la contraria de la extraída de la fábula original. Veamos un ejemplo claro de desmitificación e ironía respecto a tres personajes que el lector reconocerá sin dificultad, del argentino David Lagmanovich:

El mejicano José de la Colina, un gran microrrelatista.

Los tres mercaderes

Venían de tierras lejanas y se sentían extraviados en Judea, no por desconocer el camino, sino por la extrañeza que les producían las gentes y el paisaje. El ambiente natural, tan inhóspito; los hombres de la región, tan primitivos y supersticiosos. Los tres mercaderes se habían desviado de la ruta habitual porque en ese pueblo insignificante trabajaba un carpintero que labraba muy buenos muebles y podría interesarse en las riquísimas maderas que iban a ofrecerle. A la entrada del pueblo, bajo un techado semejante al de un establo, advirtieron el alboroto que causaba un grupo de pastores. Curiosos, detuvieron sus camellos y se aproximaron. Por cortesía, cuando vieron los aspavientos de los pastores, se inclinaron reverentes ante la parturienta y su hijito recién nacido, suponiendo que ésos eran los modales de los lugareños en casos semejantes. Así nació la leyenda que los transformó en reyes orientales, venidos expresamente a rendir homenaje a aquel niño cuyo nombre no alcanzaron a conocer.

Otro ejemplo muy original de René Avilés Fabila, que vuelve irónicamente a Kafka y La metamorfosis:

Franz Kafka

Al despertar Franz Kafka una mañana, tras un sueño intranquilo, se dirigió hacia el espejo y horrorizado pudo comprobar que 

A, seguía siendo Kafka 

B, no estaba convertido en un monstruoso insecto 

C, su figura era todavía humana 

Seleccione el final que más le agrade marcándolo con una equis.

Lo más irónico de este texto es que las tres respuestas vienen a decir  lo mismo, enfatizando así la idea horrorosa aunque absurda de seguir siendo, a pesar de la conversión en un monstruo, un humano; un hombre angustiado, como el que fue Kafka. Finalmente, he aquí dos ejemplos paródicos en torno al microrrelato de Augusto Monterroso. El primero pertenece a Hipólito G. Navarro y se titula El dinosaurio:

El dinosaurio estaba ya hasta las narices.

La elipsis en él funciona sola: se ha glosado y versionado tanto el famoso hiperbreve de Monterroso, que el dinosaurio estaba ya harto, nos viene a decir Navarro. Como muestra de texto paródico muy próximo al chiste, éste titulado La culta dama, del ya mencionado José de la Colina, y que no requiere más comentario:

Le pregunté a la culta dama si conocía el cuento de Augusto Monterroso titulado “El dinosaurio”.

-Ah, es una delicia -me respondió-, ya estoy leyéndolo.

Sigan disfrutando de estos pequeños grandes saurios, llenos de chispeante inteligencia, en su imaginación.

Rafael Carcelén
Rafael Carcelén
Acerca del autor

Además de disfrutar como maestro de escuela, me encanta escribir. Y leer. Y subir los montes alicantinos. Y jugar al ajedrez. Y… siempre me sigue apeteciendo aprender. Y segregar lo que aprendo -lo que vivo, lo que siento- en artículos, poemas y aforismos como éste: “¿Es imaginable la felicidad en un grano de pimienta?”

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