miércoles, 30 de abril de 2025

Una nueva infamia al Monumento al Zapatero

José María Amat Amer
Hace 5 horas
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Una nueva infamia al Monumento al Zapatero

Estos días casi por casualidad pasé por delante del Monumento al Zapatero y, como otras veces, me entristeció comprobar el vandalismo de algunos y quizá la desidia de otros.

Quiero pensar que la nueva rotura sufrida en el martillo que sujeta el zapatero en su mano derecha es producto de un accidente ocasional o una gamberrada de niños, me niego a aceptar que esto haya sido un nuevo hecho vandálico producido por personas de nuestro pueblo con capacidad para pensar.

Quizá algunos todavía desconozcan el origen de este monumento y como se realizó.

Hace casi 30 años, un eldense que fue pastor y no tuvo la oportunidad de aprender a leer y escribir, desarrolló unas dotes increíbles para manejar el escoplo. Gracias a su habilidad, se profesionalizó en los trabajos sobre piedra, mármol o granito. Desde la isla de Menorca donde residía y llevando a Elda en su corazón, se ofreció para realizar un monumento de honor y agradecimiento a la industria artesana de su ciudad natal, pensando que el zapatero aglutinaba el espíritu emprendedor.

El trabajo altruista de un hombre sencillo

Alejandro Pérez Verdú deseaba realizar para su pueblo, un monumento al zapatero y al aprendiz como honor y agradecimiento a la pujanza que ese oficio y los complementarios, que fueron capaces de situar a Elda en el mapa del mundo del calzado como municipio de reconocido prestigio internacional.

Tardó casi dos años para completar su obra que algunos visitábamos casi cada día en los jardines de la Casa Colorá. Alejandro fue capaz de sacar con sus manos, de unos enormes bloques de piedra caliza, las figuras que hoy podemos contemplar, sin patrón de medidas y solamente a base de escoplo y martillo, con dotes naturales de las proporciones y basándose únicamente en sus habilidades innatas, sin escuela a la que no tuvo la oportunidad de acudir ni maestros, que tampoco los tuvo, a los que consultar.

Por encima del merecimiento artístico de la obra, existe un indudable valor moral, que envuelve a este monumento por el que pasan cada día miles de eldenses.

Recuerdo, siempre con agradecimiento, los duros momentos de aquel inicio de la escultura, los avatares sobre las dudas que surgieron y, todavía me sonrío al recordar cómo dio forma a los rostros de las figuras que realizaba palpando su propia cara, buscando la proporción y los rasgos para trasladarlos a la piedra.

Aquel buen eldense jamás cobró un céntimo por su trabajo, porque lo rechazó desde el primer día. Su obra fue financiada por medio de una cuestación popular, por todos los ciudadanos de Elda que quisieron aportar medios económicos para los necesarios gastos de mantenimiento del escultor y poco más, los bloques de piedra fueron también objeto de donaciones.

Una llamada a los más jóvenes

Desconozco desde hace cuantos días está roto el martillo del zapatero, cómo se rompió o lo rompieron y si las autoridades locales están al tanto.

Pero permítanme que como un anciano que ha vivido una parte del despertar de la industria del calzado en Elda, me dirija a los más jóvenes, a aquellos que no conocieron lo que representa ese monumento, a esos eldenses que serán el futuro de lo que todos deseamos para nuestro pueblo, prosperidad y trabajo.

Alejandro Pérez sabía perfectamente lo que era la humildad, incluso la pobreza, sin embargo, se enorgullecía cuando se hablaba de Elda y de sus zapateros, solía decir: No hay mejores manos que los de mis paisanos los zapateros y las aparadoras de mi pueblo, y eso es un hecho cierto. Elda, en los años de juventud de nuestro recordado escultor, era un hervidero de iniciativas, de trabajo y de progreso. Las personas de provincias limítrofes acudían a Elda buscando mejorar sus vidas y las de sus hijos, y aquí se les recibía con los brazos abiertos y los eldenses se enorgullecían de ello.

Los zapateros de antaño, aquellos que Alejandro quiso honrar con su trabajo en piedra, si pudieran hoy hablar nos recordarían que, en ese monumento, no solo se rinden honores a un zapatero y a un aprendiz, estas figuras estáticas en posición de trabajo, nos representan a todos: zapateros; aparadoras; cortadores; diseñadores, almacenistas etc. y no hay mayor descrédito que atentar con aquello que nos representa a todos, y ennoblece el recuerdo al trabajo de nuestra primera industria artesana.

José María Amat Amer
José María Amat Amer
Acerca del autor

José María Amat Amer, es un apasionado del calzado. Como ingeniero técnico, el destino lo encaminó hacia la industria de su ciudad. Como profesor de Tecnología del Calzado, llego a conocer investigando, la industria del calzado. Publicando algunos libros sobre tecnología, artesanía y desarrollo social; siempre con el calzado como única premisa. El Museo del Calzado fue una de las realizaciones que le llevó a pasar de técnico a un apasionado del zapato. Con la mejor de las intenciones, y siempre con la pretensión de prestigiar la industria y el calzado de la ciudad de Elda, colabora en este blog para crear más amigos con inquietudes similares.

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